miércoles, abril 01, 2020

Diario de estos días (XX)


«Abril florecía / frente a mi ventana» (Antonio Machado)

Miercoles, 1. Los miércoles no tengo clase. Así que esta mañana no me levanté con el apremio de preparar mis notas y los materiales antes de conectarme y convertir esta habitación en el aula 7 de mi Facultad. A estas alturas, no puedo ocultar que para mí dar clases es un trabajo gustoso; pero, en estos días, a este hecho de reunirnos por actividad lectiva se añade una suerte de terapia de grupo muy reconfortante, que espero que sea recíproca. Van entrando en el aula y quedan sentados por orden de llegada. Entretanto se incorporan, pregunto desde dónde me hablan o alguien, como M. el otro día, me dice que no puede moverse porque su madre, a la que atisbé al fondo, acababa de fregar la habitación, o veo que quien supongo que es el padre se deja ver detrás de la que está sentada esperando a que comencemos la clase. Recuerdo el primer día de encierro, el viernes 13, último día de clases en nuestro centro, y cómo me llamó la atención que se sentaran pegaditas A., I., E.…; cuando ahora, algo más de dos semanas después, cada una está sola en su habitación y yo las he visto recuadradas, asomándome como el Diablo Cojuelo a esos pedacitos de vida desde los que soy yo el que se siente observado desde lugares muy diversos y de manera diría que distinta a cuando estamos en un aula convencional. Novela de la otra vida traducida a esta es el subtítulo de esa obra del ecijano Luis Vélez de Guevara, publicada en 1641, y de la que me he acordado hoy también por aquello que escribió de «pobres y pobras». Tampoco puedo evitar asomarme desde donde escribo a la calle hacia la que mi vecina M. suelta una larga cinta roja por las mañanas y por las tardes. Abajo, una persona que llega en coche ata una bolsa con materiales que sirven a M. para confeccionar las mascarillas que distribuyen entre varias residencias de ancianos de Cáceres. Luego, esa misma persona, u otra que viene andando, recoge las mascarillas que mi vecina elabora sentada frente a su máquina de coser que yo puedo ver desde mi balcón. Ella sabe que estoy pendiente y ella la que me cuenta de fachada a fachada lo que hace.

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