«Me gustaría salir» (Olga Tokarczuk)
Martes, 21. En las clases que doy por video casi siempre muestro algún libro. Tengo que aprovecharme de que los tengo todos a la mano. Aunque mis estudiantes no pueden tocarlos —cuando podía llevarlos al aula, circulaban por las filas—, yo se los acerco a la cámara de mi ordenador para que se fijen en algún detalle que me interesa. En esas estábamos cuando sonó el telefonillo. Claro, podía ocurrir cualquier día de estos. Qué cosas. Me excusé y me asomé al balcón. Era un repartidor que me traía un paquete y que me pidió que le cantase el número de mi documento de identidad. Supongo que toda la clase lo escuchó. Le abrí desde arriba y me dejó el paquete en la escalera. «Seguro que es otro libro» —dije al volver a la pantalla para continuar hablando del teatro de Moratín hijo. Cuando terminamos, bajé y recogí lo que ya supe que era un regalo: la novela Los errantes, de Olga Tokarczuk, la Nobel de Literatura de 2018, en traducción del polaco de Agata Orzeszek (Anagrama, 2019). No quiero obsesionarme; pero no puedo evitar pensar en que todos los días entra en casa el periódico en papel, gracias a la generosidad de una vecina, y que también un tan apetecible libro viene de un exterior indómito. Se me pasa pronto la prevención. Leí hace días en el blog de la Biblioteca Nacional algunas recomendaciones para tratar los libros que han podido estar expuestos al virus, y que este, aunque su permanencia depende de condiciones ambientales de temperatura, iluminación o humedad, puede durar en el papel hasta cuatro o cinco días. Me pregunto qué pasará con todos esos libros que mis alumnos tienen ahora en casa y que tendrán que devolver a la biblioteca de la Universidad. Es obvio que, aunque ya la situación haya mejorado, esos ejemplares tendrán que ser retirados del préstamo, puestos en cuarentena, y el personal bibliotecario tendrá que tomar medidas estrictas en la atención al público y en la manipulación de bienes tan preciados. Qué mundo.
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