© Sergio Martínez
He conocido a Alfonso Zurro. Bueno, le conocí ayer, cuando llegó a Alcántara; pero esta mañana he disfrutado del relato de una parte de su experiencia como director teatral, en el que ha expresado la importancia de la comunicación de un director con el autor —vivo, claro— de un texto modificable, como sus experiencias con Miguel Romero Esteo o con Antonio Álamo; y ha compartido su voluntad de buscar nuevas formas de presentación del hecho teatral, como cuando el año pasado celebró el Día del Teatro y convirtió las veinticinco habitaciones del Hotel Casa Romana de Sevilla en veinticinco escenarios. Me he traído a Cáceres mi primera vez de dormida en Alcántara tras una función, después de algunos años acudiendo a este festival. En la función de anoche, Rafael Álvarez, "El Brujo", volvió —hoy hará lo mismo— a meterse a mil ochocientas personas en el bolsillo inexistente de su pantalón de actor. Qué actor, qué recursos. Qué formato el suyo, tan respetable y controvertible. Sin embargo, daría más por pasar con él una hora de conversación —sin chistes— que reírme con algunos espectáculos de los suyos. Al menos, pude saludarle dos minutos —lo dicho, mi primera vez de dormida en Alcántara—, cuando se marchaba a su casa a la una y media; la hora, pero tras el mediodía de hoy, a la que he salido de Alcántara con la grata experiencia de un encuentro que hay que repetir. Y ahora no hablaba de El Brujo.
© Sergio Martínez
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