viernes, octubre 01, 2010

Julio Ramón Ribeyro

La cita merece ser repetida desde que la recordó, más extensa, Daniel Domínguez en su blog:

El hecho material de escribir, tomado en su forma más trivial si se quiere —una receta médica, un recado-— es uno de los fenómenos más enigmáticos y preciosos que pueden concebirse. Es el punto de convergencia entre lo invisible y lo visible, entre el mundo de la temporalidad y el de la espacialidad. Al escribir, en realidad, no hacemos otra cosa que dibujar nuestros pensamientos, convertir en formas lo que era sólo formulación y saltar, sin la mediación de la voz, de la idea al signo. Pero tan prodigioso como escribir es leer, pues se trata de realizar la operación justamente contraria: temporalizar lo espacial, aspirar hacia el recinto inubicuo de la conciencia y de la memoria aquello que no es otra cosa que una sucesión de grafismos convencionales, de trazos que para un analfabeto carecen de todo sentido, pero que nosotros hemos aprendido a interpretar y a reconvertir en su sustancia primera.

Proviene de las Prosas apátridas del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro (1929-1994) En 1990 le invitamos a Cáceres. No pudo acudir por problemas de salud —murió en diciembre de 1994 y poco antes le dieron el Premio Juan Rulfo— y se quedó sola la profesora Juana Martínez, de la Complutense, para hablar de Lima en los cuentos de Ribeyro.  Sin su autor. Fue en aquel simposio sobre Lo real maravilloso en Iberoamérica, de 1990, en que conocimos a Elena Poniatowska, a Arturo Azuela, y —casi— a Emilio Adolfo Westphalen; y es que, meses después, le conocí en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, de la que ahora se celebran los cien años.

2 comentarios:

Fco. Gil dijo...

Sigue pendiente la investigación sobre las grabaciones de las ponencias del simposio al que te refieres; en especial las de Daniel Moyano.

jj cortés dijo...

escribir, proponer en negro al blanco; convertir en signos el pensamiento; navegar ideas sin conocer el puerto al que arribar...
un misterio, un reto, pero al fin y al cabo plenitud vital, atreverse, saltar al vacío y aprender de la caída.