© Detalle de la fotografía publicada en Babelia, procedente del archivo de Pilar Chaves Jones.
Conocí a la extremeña Maribel Cintas gracias a su hermano Valentín, el pintor y profesor que vive en Cáceres. Por este contacto supe de sus investigaciones sobre el periodista Chaves Nogales, que fue el objeto de su tesis doctoral en la Universidad de Sevilla. Luego, editados por ella, aparecieron los tomos de la
Obra narrativa en 1993 y de la
Obra periodística en 2001, publicados por la Diputación de Sevilla. Tuve el placer de publicarle un artículo en
Laurel, “Cernuda, Prieto, Chaves: una cadena de solidaridad en el exilio” —
Laurel. Revista de Filología, 7-8 (2003), pp. 77-104—, cuyo final abrupto, años después, me hizo creer que yo había cometido un imperdonable error sobre el que debía haber pedido disculpas. Incluso he creído que el silencio después fue a causa de aquello.
Me lo ha recordado estas últimas semanas la lectura de varios textos sobre Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897-Londres, 1944). Lo que le dedicó
El País en su suplemento cultural
Babelia el
28 de febrero, y luego la
carta de Maribel Cintas en la que se quejaba con razón de que no se le mencionase más, sobre todo en el artículo de Andrés Trapiello, y la
respuesta de éste, que puso en evidencia que no está bien quejarse, que se peca de falta de humildad si una alude indirectamente al resultado de años de investigación, con todos sus sinsabores y sacrificios. Qué demonios pasará para que estas cosas ocurran.
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