lunes, diciembre 15, 2008

La realidad lejana


© Juan José Domínguez Garrido

Esta mañana he estado en el despacho de mi amigo Juanjo, médico que trabaja en el Servicio Extremeño de Salud —es más que eso, claro está, en mi corta vida— y que ha desarrollado, entre otras cosas, diversos programas de cooperación en diferentes partes del mundo en colaboración con algunas oenegés. Estuvo tras el terrible terremoto de Perú de agosto del año pasado y hace un mes que ha vuelto de África, de Togo y de Benin. He visto esta mañana imágenes sobrecogedoras de niños con miembros amputados, abscesos pustulantes provocados por parásitos, labios leporinos operados y sin operar, piernas y manos deformes, mujeres con SIDA, enfermos mentales... Ha sido en la pantalla de un ordenador; pero yo tenía a mi lado a quien había estado allí, quien me decía que cómo sería posible que nuestros chavales compitiesen hoy con otros como los que él había visto allí, con esa fuerza para luchar, con ese afán sobreviviente. Nuestros chavales —nosotros— se marean si ven sangre, se mean si se asustan, y son racistas y están a favor de la pena de muerte, según las últimas estadísticas. A los otros, aquellos, se les ve en los ojos su voluntad.
Yo había ido a hablar con Juanjo sobre mi madre, que es mi realidad estos días. Me ha ayudado, también. Nos hemos ido juntos caminando hasta el centro, hablando de otras cosas. Y cada uno a lo suyo luego. Yo he llegado a casa con mi realidad y me he acordado de lo tremendo de aquella otra realidad lejana que yo he visto esta mañana en la pantalla de un ordenador.
© Juan José Domínguez Garrido

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