viernes, junio 22, 2007

Romances del Cid


Nos lo dijo Isidro Timón al salir anoche de la única función de los Romances del Cid —Compañía Nacional de Teatro Clásico, dirección de Eduardo Vasco y versión de Ignacio García May— en esta decimoctava edición del Festival de Teatro Clásico de Cáceres:
—Dicen que es la primera vez que falla.
Lástima, porque es uno de esos efectos teatrales que gustan, que, puestos al cabo de la obra, aseguran un final en alto y que el público salga con una sensación muy placentera. Yo creo que el fallo no repercutió en la actitud de un público complacido que —me parece— no se percató del número. Ni del fallo, claro.
A toro —o pájaro— pasado, uno lamenta que no haya podido rematarse este recurso estructural que abre y cierra la obra. Jesús Hierónides (El arcángel) aparece al principio calzándose una lúa y haciendo el gesto de llamar al puño al ave. Y en los datos del programa de mano —apréciese la foto—, entre el ayudante de dirección, el asesor de verso y el iluminador, se lee “Maestro de cetrería”. Era para esperar algo. Cuando termina la obra, muerto y ‘resucitado’ Rodrigo, el soberbio castellano, vuelve el actor Jesús Hierónides al centro de la escena, y amaga el gesto..., y ahora silba. Tras el público, saliendo de una ventana, se lanza en vuelo el ave, que, aturdida por algo, queda prendida del entramado de los focos. Arriba quedó una noche de pájaros inquietos como nunca en la Plaza de San Jorge y en su jardín de al lado.
¿La obra? Espléndida. Otro arte es traducir a la escena en una hora y veinte minutos los textos que sobre el Cid nos dejó el Romancero. Sabia fue la utilización de los recursos teatrales en apoyo del verso sostenido por tres actores principales, el ya citado, la gallega Muriel Sánchez, que encanta, y la sólida presencia de Francisco Rojas. Dos ejemplos de ese uso, sin tener en cuenta el texto: el episodio del león y la visita a Roma. Uno más: la música y su ejecución, que no sólo acompaña y envuelve, sino que se incorpora como un elemento más de la expresión escénica. Muy recomendable.

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