La afluencia de público en el Centro Botín de Santander la mañana del sábado 23 de agosto debió de ser la habitual para visitar el edificio, y tomar fotografías de su privilegiado enclave, porque en las salas que albergan la magnífica exposición Maruja Mallo. Máscara y compás. Pinturas y dibujos de 1924 a 1982 había escasísimas personas. Queda poco ya —hasta el 14 de septiembre— para que concluya una muestra que se inauguró el 12 de abril de este año, y es normal que el número de visitantes sea menor cada día. A partir del 7 de octubre, creo, y hasta marzo de 2026, podrá verse en el Reina Sofía de Madrid. La comodidad de estar en esas grandes salas junto a no más de dos o tres personas aumentó el atractivo de conocer la primera gran exposición que se monta de la artista gallega, la primera retrospectiva de casi sesenta años que culmina con la reproducción de la entrevista que Paloma Chamorro le hizo en el programa Imágenes de TVE en 1979, que es un colofón soberbio, formativo y ameno, después de un recorrido tan suculento. Me complació, gracias al profesor y académico Pedro Álvarez de Miranda, sentirme muy cercano a la presencia —in situ, documental— de su madre Consuelo de la Gándara (1920-1986), la autora en 1978 de «la primera monografía realizada en España sobre Maruja Mallo, dentro de la serie Artistas españoles contemporáneos que edita el Ministerio de Educación y Ciencia», como escribe Juan Pérez de Ayala en la «Cronología» que cierra el estupendo catálogo de la exposición (pág. 243). En él, otro atractivo es la inclusión de «Textos de Maruja Mallo» (págs. 181-184), entre los que hay algunos impagables, como la carta «El artista contra el crítico» que la pintora dirige al «Juan de la Encina» que había escrito sobre su exposición madrileña en la Asociación de Amigos del Arte Nuevo (ADLAN) en mayo de 1936: «... también tenemos los artistas derecho a pensar que no es posible trabajar honrada, leal y esforzadamente para que una crítica desatenta y ligera, en lugar de marcarnos con fuego si es preciso nuestros defectos, pase la vista por nuestra obra con una indiferencia y un desdén totalmente injustificados» (pág. 182). O curiosidades como la misiva a Sebastià Guasch de abril de 1928 en la que la nacida en 1902 dice que «voy a cumplir veinte años» (pág. 181). «Maruja Mallo. Trayectoria de la máscara» titula Patricia Molins, comisaria de la muestra, su introducción, que, leída ahora, me confirma la trascendencia y novedad de lo visto, sobre todo en su producción americana y en los estudios sobre el espacio y el tiempo de series como sus Naturalezas vivas. La contemplación en vivo de Sorpresa del trigo (1936) o de La tierra y El mar (1938) emociona, y a la emoción uno suma en la lectura al Miguel Hernández de «las manos puras / de los trabajadores terrestres y marinos» de Viento del pueblo. Una delicia. Un encanto más del verano santanderino.
jueves, agosto 28, 2025
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