De vez en cuando tengo la ocasión de hablar a solas con los dueños de ciertos despachos importantes. Alguna vez he ido de petitorio, que es algo muy desagradable; sobre todo cuando el poderoso, el que tienes frente a ti, se crece y se cree con poder sobre ti. En estos casos, considero que lo que pido, si se me concede, beneficia al que tengo enfrente. Me pasó con un mandamás de una entidad financiera de aquí, que ya sabía, antes de recibirme, lo que tenía que decirme después de haber consultado mi saldo en mi cuenta corriente y haber constatado que no tenía domiciliaciones ni nómina algunas. Me fui con un no difuso y tibio en la nuca y no volví. Mis ahorros, sin embargo, crecen moderadamente. Igual algún día vuelve a recibirme.
Otras veces la conversación no es tan beligerente, aunque la sensación al salir del despacho espacioso es parecida. Se va uno con la certeza de la vacuidad y la pasión y el esmero en el decir unas palabras que no llegan, que dan igual. Léase poesía, y paz, pan o pureza. Lo mismo da. O educación y enseñanza, que aún, digo, no se han tratado con la responsabilidad que merecen las cuestiones de Estado, con mayúscula. Suena fuerte; pero es cierto, y grave. Si hubiese sido así, hoy los estudios para la formación de los maestros de enseñanza primaria serían los que más alta nota de corte exigirían para el ingreso. Esto lo solté un día en un despacho.
Otros días soy yo el que me llevo prendida en la solapa una frase dicha desde el otro lado de la mesa. Y otra vez a vueltas con la enseñanza. Y fue que el del poder me decía que, para dar clase en un instituto de enseñanza secundaria, la formación que tendrá un estudiante con el Plan Bolonia y con los nuevos grados será más que suficiente, “porque tampoco vamos a llevar a los institutos a Premios Nobel”.
—Craso error, dije. A los colegios e institutos hay que procurar llevar la excelencia. Lo mejor.
Y me fui del despacho después de hablar de poesía, paz, pan y pureza.
domingo, marzo 01, 2009
Conversaciones en los despachos
Publicado por Miguel A. Lama en domingo, marzo 01, 2009
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9 comentarios:
Mi hermano es profesor de Primaria. Sus alumnos de este año le llaman "el maestro completo", porque da inglés, pero habla de Grecia y Roma y de Séneca y de Sócrates y de Shakespeare y de cine y les explica la etimología de las palabras y disfruta con ellos.
Un día, en una reunión del claustro de profesores de no sé qué centro, porque ha dado, y dará, más vueltas que una peonza, se le ocurrió decir que los profesores estaban allí para formar mentes. Pero no: yo estoy aquí para dar Matemáticas. A ver qué es eso de "formar mentes".
Yo siempre he pensado que Magisterio tenía que ser una licenciatura, con una nota de corte alta y unos profesores formados. La mayoría de los estudiantes de Magisterio que conozco (y he conocido a muchos) no lee nada. Tampoco me sorprende: los periodistas hacen lo propio, más o menos.
Y es más: mantengo que el acceso a la Educación Secundaria no debe ser, como es ahora, el reducto de los fracasados del mercado laboral o de los "qué bien que voy a tener tres meses de vacaciones". Claro que sobre el tema de las oposiciones se podría hablar mucho mucho.
La educación ha sido la patata caliente de todos los Gobiernos. Empezando por el del señor Felipe González (al de Suárez no llego, que no recuerdo), que entre sus logros tiene el hacer que todo lo que sonara a Historia fuera considerado facha y derechón; pasando por el de Aznar, de cuya gestión no quiero acordarme; y siguiendo con el del señor Rodríguez Zapatero... Y esto no lo arregla un Pacto de Estado, porque se la cogen todos con papel de fumar.
Para dedicarse a la difícil tarea de enseñar se necesitan un par de cosas:
1.Tener pasión por trasmitir conocimientos.
2. Tener previamente los conocimientos.
En este mundo hay de todo. En la enseñanza te encuentras con "profesionales" a los que les faltan los dos elementos. El segundo se puede adquirir con cierto empeño. El que me preocupa es el primero. Hay algunos que entran en el aula como en un matadero, incapaces de transmitir nada porque no sienten pasión por su trabajo ni tienen más vocación (llamada)que un trabajo con dos meses de vacaciones. Me admira saber que en todos los institutos y escuelas hasta donde se dan las peores condiciones, hay algún profesor o profesora que logra hacerse un hueco en el corazón de sus alumnos, incluso de los que parecen estar al borde del precipicio. Normalmente no son premios Nobel, no lo saben todo, pero le ponen tanta pasión a cada minuto que pasan con el alumnado, que son quienes se quedan en la memoria durante décadas.
Salvo excepciones,los Premios Nobel no son siempre los mejores.
¿Premio nobel?
No, creo que no hay ningún premio Nobel al docente ni nada que se le parezca. Hay, eso sí, mucho tópico y mucha ignorancia sobre todo lo que rodea a esta profesión. No sé si la más antigua del mundo, pero casi.
Lo de los dos o tres meses de vacaciones, es el lugar común más extendido, pero hay más. El de la vocación es también muy recurrente. Siempre pensé que eso de las vocaciones era para otra cosa, pero parece ser que no, que para ser un buen maestro uno debe tener vocación.
El peor de los tópicos es el que dice que a la enseñanza se dedican los fracasados, los que no han podido ser otra cosa. En fin, podría hacer una lista de "fracasados" que dan clases en los institutos y colegios, pero no es necesario, es aburrido.
He pateado, porque se anda mucho por los pasillos, muchos institutos en mi vida y confirmo que la mayoría de la gente que en ellos trabaja dando clase son honrados, cumplidores, buenos profesionales, que saben de qué hablan y saben cómo transmitir lo que tienen que enseñar, y que lo hacen con todo el contra: el árbitro, los medios, el balón, los semáforos, la guardia civil e, incluso, los tertulianos. Menos los niños, que saben de qué va la historia, los demás nos rechazan y nos meten en ese oscuro saco del deseo (esos tres o cuatro meses que pasamos en el Caribe les hace subirse por las paredes).
También hay malos docentes, claro, caraduras hasta el infinito, pero me temo que son más o menos los mismos que hay en los despachos gigantes que visita el profesor Lama.
Hace días, escuché en una radio andaluza, (ya saben, uno aprovecha los puentes para viajar y conocer mundo) un padre indignado porque no entendía que los profesores hicieran huelga por perder cinco días de vacaciones. Se refería el pobre hombre a la peregrina idea de iniciar el curso el 7 de septiembre. Pensó que los profesores llegamos el 15 de septiembre directamente de la playa al aula.
Menos mal que los niños nos entienden y nos atienden.
Se podrían decir muchas cosas sobre este tema: sobre el fiasco absoluto que es el sistema educativo en España, sobre el papel que juegan en él los profesores, sobre padres, madres, amantes, vecinos y politicastros. Pero sí, es cierto, la atmósfera que nos rodea es la de un hediondo e insorportable fracaso. Y así nos va.
Como he escrito varios libros, publico artículos de vez en cuando y, alguna vez que otra, me llaman para dar charletas, de un tiempo a esta parte, unos y otros, todos, siempre encuentran una ocasión para mirarme serios y, con una lástima infinita en la mirada, me dicen: ¿Y tú no te has podido ir a la Universidad? O lo que es lo mismo: mira que eres un fracasado, maestro de pacotilla.
Pero ahí sigo. Donde siempre quise, buscando chispitas en los ojos de jovenzuelos cuando, de vez en cuando, les hablo de libertad.
Salud,
POR
una curiosidad (no sé lo que es Bolonia, pero vease este video con humor): http://heducacion.com/home.php?goto=video
¿De verdad cree la CLASE docente que todo a su alrededor y que todos los de su alrededor estamos en contra suya? Es que llevo ya un tiempo oyendo esta matraca y todavía no he oído la más mínima autocrítica por parte de un ESTAMENTO, no diremos privilegiado, pero cuyas condiciones de trabajo son, cuando menos, envidiables.
¿Es que ellos no tienen ninguna responsabilidad sobre el penoso estado de la cuestión educativa?
¿Autocrítica?
La mayoría de nosotros se plantea eso cada mañana. ¿Qué puedo hacer mejor? ¿En qué estoy metiendo la pata?
Supongo que ésta es la parte envidiable de nuestro trabajo. Es un trabajo vivo, en marcha, que se modifica cada día.
La cuestión educativa para ti, anónimo, son para nosotros unos niños que tienen nombre y apellidos, y ganas de vivir una vida mejor.
Y, por supuesto, sentimos la responsabilidad.
¿Sabes que se siente cuando ves a alguien, con nombre y apellidos, caer por un precipicio?
Yo sí lo sé. Y no creas que es fácil convivir con eso todos los días.
Estoy con Tato, sin lugar a dudas. Claro que hay autocrítica, todos los días, y desde siempre. Por eso me rebelo ante los que, con supuestas reformas europeas, nos vienen ahora con eso de que tenemos que autoevaluarnos —¿cómo no?— y que tenemos que terminar con una clase magistral que murió hace tiempo para muchos de los que nos dedicamos a esto. Me suena a música celestial para evitar la verdadera reforma.
Igual ahora que ha dicho Obama que el declive escolar es insostenible para la economía, y que hay que reformar la educación para ganar en competitivad, se pone de moda aquí en España la reforma educativa desde la base. Sea.
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