sábado, noviembre 01, 2025

Los que vuelven

En estas fechas, la de hoy y la de mañana, me acuerdo de la expresión grotesca que Valle-Inclán nos dejó de un cementerio en Las galas del difunto, el esperpento en el que Juanito Ventolera suelta una opinión sobre la guerra que suelo recordar cuando suenan las bombas en el mundo o cuando Trump riñe al Gobierno español por no incrementar el gasto militar: «Allí solamente se busca el gasto de municiones. Es una cochina vergüenza aquella guerra. El soldado, si supiese su obligación y no fuese un paria, debería tirar sobre sus jefes». No es la primera vez que la transcribo aquí. Pero hoy recupero más a propósito una lectura que ya anuncié: la antología ilustrada Los que vuelven (Valladolid, Editorial Deméter, 2025), con dibujos de la artista vallisoletana Lucía Vázquez de Prada. Son relatos mortuorios breves de autores y autoras del XIX como Pedro Escamilla, Emilia Pardo Bazán, Enrique Fernández Iturralde, Guillermo Forteza y Carmen de Burgos, más una sección final con textos aparecidos en la prensa desde 1789 hasta 1866 sobre la preocupación de enterrar cuerpos aún vivos. El Periódico para Todos, El Imparcial, Los Sucesos o La América son algunas de las publicaciones que acogieron unos relatos que afrontaban, con negra ironía o con fantástica moralización, el delicado asunto de la muerte. Así, en el del prolífico Escamilla —«La catalepsia»— o el del juicioso y ocurrente mallorquín Guillermo Forteza —«Al través de un diamante»—. De Pardo Bazán se recogen dos cuentos, y creo que son más conocidos. De hecho, uno de ellos, «La resucitada», sigue siendo reeditado, como recientemente, este año, en el Colegio de México (La resucitada y otros cuentos de irrealidad, en edición de Claudia Cabrera Espinosa). El texto más próximo cronológicamente, el de Carmen de Burgos, La mujer fría, fue publicado en 1922 en la «revista frívola» Flirt, es también el más largo de la antología —incluido también en esa misma fecha en la colección «La novela corta»—, y es, en mi opinión, el más alejado de lo puramente tétrico y fantástico, que se ve superado por una profundidad en el dibujo de la figura de la mujer que resulta fascinante por su decadentismo y, casi, su superrealismo. Frente a quienes gustan de acompañar estos días de Todos los Santos y de Difuntos de sofisticadas ambientaciones, propongo naturalizarse con la lectura de estos relatos de cadáveres más aparentes que reales. ¿O es al revés?