viernes, marzo 13, 2020

Diario de estos días (I)


«ni siento sino a mí» (Nicasio Álvarez de Cienfuegos)

Viernes, 13. Hoy me he despedido de mi clase de tercer curso hasta dentro de dos semanas. De la más de la veintena que suele venir, hoy solo había ocho estudiantes en el aula 7. Lo primero que me ha llamado la atención ha sido que nada de hueco entre las que siempre se sientan juntas en las mismas filas. A al lado de I, e I junto a E, pegadita a M, que, sentada junto al único chico, al lado de C, ha estado hablando con su compañero —no ha sido agradable, me ha molestado— mientras yo me afanaba en comentar la poesía de Cienfuegos, el poeta del XVIII, tan singular, tan legible. No sé, son jóvenes; pero estaban demasiado cerca entre ellos. Hoy ha traído el periódico crónicas de Italia en las que se dice que se intenta concienciar a la población de menor edad de que también corre riesgo. Luego, he podido comprobar en el supermercado del barrio que no se puede confiar en el comportamiento responsable del prójimo. Más clientes de lo habitual, recipientes repletos para el envío a domicilio, carros llenos, estantes llamativamente vacíos… Y supongo que en los próximos días todo irá a peor; y no solo por la propagación del Covid-19, sino por esa actitud egoísta que espero que el declarado estado de alarma pueda paliar. Cuando llegaba a casa con mi bolsita de la compra, una de las terrazas más concurridas de la plaza estaba más concurrida que nunca, con la gente al sol de este marzo atroz. Luego, anochecido, he dado un paseo prudente, casi subrepticio, que me ha permitido ver mi parque cerrado, como algún céntrico café; y, a la vuelta, a dos vecinas en apacible charla en la terraza de la esquina convencidas de que mañana quizá no habrá ocasión. Cierro aquí este primer día hasta mañana, sin contagio.

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