"¡Cielos! ¿Qué es lo que escuché? ¡Hasta los muertos así dejan sus tumbas por mí! Mas sombra, delirio fue. Yo en mi mente le forjé; la imaginación le dio la forma en que se mostró, y ciego vine a creer en la realidad de un ser que mi mente fabricó. Mas nunca de modo tal fanatizó mi razón mi loca imaginación con su poder ideal." Incluso prosificado, el Don Juan Tenorio de Zorrilla es un prodigio de lenguaje en verso. Día señalado. Escucho en la radio algunos fragmentos de óperas como Don Giovanni o grabaciones sonoras de diálogos teatrales del Tenorio zorrillesco. Día de Todos los Santos. Hay otras palabras en prosa que tienen la misma dignidad del verso: "Todas estas locuras las pensaba, sin querer, con mucha formalidad. Las campanas comenzaron a sonar con la terrible promesa de no callarse en toda la tarde ni en toda la noche. Ana se estremeció. Aquellos martillazos estaban destinados a ella; aquella maldad impune, irresponsable, mecánica del bronce repercutiendo con tenacidad irritante, sin por qué ni para qué, sólo por la razón universal de molestar, creíala descargada sobre su cabeza. No eran fúnebres lamentos, las campanadas como decía Trifón Cármenes en aquellos versos del Lábaro del día, que la doncella acababa de poner sobre el regazo de su ama; no eran fúnebres lamentos, no hablaban de los muertos, sino de la tristeza de los vivos, del letargo de todo; ¡tan, tan, tan! ¡cuántos! ¡cuántos! ¡y los que faltaban! ¿Qué contaban aquellos tañidos? Tal vez las gotas de lluvia que iban a caer en aquel otro invierno." La Regenta, capítulo XVI. Otro primero de noviembre.
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