martes, julio 03, 2012

Lo solo del animal (II)


Olvido García Valdés
© Detalle de fotografía de Alonso y Marful
¿Cuánto vive una mosca? Excepcionalmente, un mes; menos en uno de los poemas de Olvido García Valdés de Lo solo del animal, su último libro, como ya he recordado aquí. En ese poema, una mosca, que no es un animal doméstico, pero que bien puede ser un doméstico animal con su ruidito y talla breve, algo cercano que persiste, no solo puede vivir más de un mes, sino que vive para siempre, se reproduce en todas nuestras domésticas moscas. Es curioso, porque este poema de Olvido es el centro de todo su libro (pág. 99). De las cinco secciones, está situado en la tercera; y de los nueve poemas de esa sección, ocupa justo el centro, pues es el quinto poema. No es un poema principal; yo diría que es menor. Menor en algún sentido. Se trata de una mota, de una minucia enormemente significativa en lo que tiene de atención a lo ínfimo, al detalle, a lo doméstico, valga la insistencia. Lo solo del animal. Con la exigencia de siempre, Olvido García Valdés se fija en lo animal, insistentemente en el frágil, diminuto y grácil mundo de las aves pequeñas (mirlos, tordos...) que se contempla como objeto de la conciencia poética que propone una exploración en el lenguaje desde un cierto tipo de extrañamiento. Un discurso elíptico y sincopado, que prescinde a veces de artículos, de pronombres, apoyado en una puntuación que obvia las pausas menores; una manera poética interrupta de expresar lo visto y lo vivido como transferencias de recuerdos. Un extrañamiento formal que se acompaña también de algún quiebro argumental, como el que abre la segunda sección, "Una certeza de aristas leves", que parece un cambio de registro en un primer poema que toma como contrapunto la cumbre de la cadena alimentaria, el animal racional, el bípedo. Sí, Olvido García Valdés escribe una escena en la cafetería de unos grandes almacenes de dos hombres que miran el trasero a dos mujeres "de leves rasgos orientales", mientras esperan a que las suyas —dos mujeres y una niña— vuelvan del baño. Incluso en el nivel léxico se aprecia esta indagación en la que se mete el discurso poético de Olvido y que pone geco en sus poemas o un vierbe, tan asturiano. Y en la estructura, como se ha dicho, pero también en las vinculaciones y enlaces entre textos, como en los relacionados por la reiteración de "carece de propiedad de simetría" la devoción, en dos poemas distantes (pág. 123 y pág. 133). Quiero decir que este libro de Olvido, como ocurre con todos los suyos, es un pozo del que el lector puede sacar mucha agua; eso sí, en un mundo en el que el agua sale fácilmente si uno gira, presiona o desplaza la llave, el botón o el mando del grifo. Por eso, a pesar de la costumbre, conviene de vez en cuando leer libros como éste. Y molestarse en coger el cubo, salir de casa e ir a la fuente. Insisto, seguimos siendo unos cuantos los lectores que estamos muy por debajo de la literatura que leemos.

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