sábado, marzo 19, 2011

Los pilones

Excursión sabatina a la Garganta de los Infiernos, en el Jerte. El día espléndido se ha notado en la gente que ya temprano iniciaba la marcha. Necesitaba este respiro de cuatro horas caminando con el sonido del agua en buena parte del paseo que hemos prolongado hasta cerca del Puente Nuevo; unas veces con el pie firme sobre la piedra, otras sobre el lecho mullido de las hojas caídas de los robles. Hemos disfrutado; yo, especialmente, por mi escasa noción de estos lugares en esta primavera temprana de hoy. He llegado a casa y he abierto un libro:

[…] Vuelvo sobre este valle la mirada
acaso para ver en lo recóndito
la dulce cercanía que me vive
y ya no reconozco.
Para ver los bancales bordeados de viñas,
las riberas de alisos,
los alcores de robles,
el venenoso vaho del jazmín, la violencia
que sólo adivinara sostenida
al levantar los ojos y alcanzar
las hogueras de marzo en los ribazos.
[…]

Como el que acude a una fuente de agua conocida, me ha reparado esta lectura de unos versos amigos por leídos antaño —dos décadas y algo—, queridos y cercanos. Provienen de otras aguas, Las aguas detenidas (Madrid, Hiperión, 1989), que escribió Álvaro Valverde, poeta amigo. Necesitaba este respiro.

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