Mi amigo Pedro Álvarez de Miranda me ha excitado el ánimo de leer una vez más mi María Moliner como una obra con alma más que como un instrumento utilísimo. Lo he contado muchas veces. Una, en público, ante centenares de paisanos. Compré el Diccionario de uso del español en 1980, cuando empecé a estudiar Filología, con parte del dinero que me pagaron por vendimiar. Los dos tomos me costaron 4.600 pesetas en la librería del colegio de San Antonio de Cáceres. Yo tengo subrayado en mi ejemplar los nombres de Alberto Collantes y de Pablo del Río, que fueron, respectivamente, linotipista y jefe de cajistas de la imprenta de la Editorial Gredos que publicó el diccionario. Pues al lado, en la página vecina, par para más señas, está el final de la "Presentación" de doña María en donde ella habla de lo que ayer me recordaba Pedro, eso del "imperativo irresistible de la escrupulosidad". Como sé que muchos de los que me leen tienen en su casa el María Moliner, invito a releer estas últimas palabras preliminares:
"Por fin, he aquí una confesión: La autora siente la necesidad de declarar que ha trabajado honradamente; que, conscientemente, no ha descuidado nada; que, incluso en detalles nimios en los cuales, sin menoscabo aparente, se podía haber cortado por lo sano, ha dedicado a resolver la dificultad que presentaban un esfuerzo y un tiempo desproporcionados con su interés, por obediencia al imperativo irresistible de la escrupulosidad; y que, en fin, esta obra, a la que, por su ambición, dadas su novedad y su complejidad, le está negada como a la que más la perfección, se aproxima a ella tanto como las fuerzas de su autora lo han permitido."
Qué monumento; qué sana declaración del trabajo bien hecho en una obra que forma parte de la formación de tantos. En mi otra lectura del diccionario, me detengo entre PASAVOLANTE y PASITROTE, en donde tengo el recorte ya amarillento del artículo que publicó García Márquez en El País del martes 10 de febrero de 1981: "La mujer que escribió un diccionario". En el primer volumen guardo unas páginas más recientes, las que escribió Juan José Millás en el mismo periódico: "María Moliner. Palabras y cenotafios", un 21 de agosto de 2003. Y si retrocedo en ese mismo volumen hasta la página 500, la que trae la palabra castellar ("lugar donde hay o hubo un castillo"), me encuentro un recorte de El País del lunes 2 de noviembre de 1998 con un artículo titulado "Doña María Moliner" y firmado por José María Guelbenzu. Palabra sobre palabra. Inmensidad. Un disfrute.
viernes, diciembre 17, 2010
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5 comentarios:
En 1998 costaba ya 17.700 pts. Lo recuerdo porque era una nota que pusiste entre paréntesis entre las recomendaciones bibliográficas de la asignatura Fuentes para el estudio de la lengua y la literatura españolas. Si no me falla la memoria, claro.
Mi María Moliner no lo compré; llegó a mi poder gracias a un trueque con un librero de Mérida a cambio de algunos ejemplares de la caja verde de "Arco Iris" donde se publicaron mis primeros versos extremeños.
Ni que decir tiene que salí ganando con el cambio.
Un abrazo.
En 1993 se lo compré al librero de mi barrio en la feria del libro de Badajoz. Costaba 11.000 pesetas y me hizo el 10% de descuento. Un billete de color azul, de los que se veían poco.
El otro día un foro de filólogos en internet buscaba nombres para las calles. En mi pueblo María Moliner tiene una plaza importante desde hace un par de décadas (está en Aragón). El 95% de las calles de nuestros pueblos están dedicadas a varones (si exceptuamos a la virgen con su gran abanico de variantes), y dicen que cuesta encontrar mujeres que hayan sobresalido.
Pero ahí están, en blanco y negro, los dos volúmnes más llamativos de la estantería. Siempre pensé que María Moliner merecía una calle antes que cualqier consagrado narrador. Entre otras cosas, porque su diccionario me parece una tarea más difícil, complicada y meritoria que diez buenas novelas.
¡Qué magnífica herramienta de consulta! Con su anacronismo medieval y todo: recuerdo una edición antigua que daba la siguiente definición de "Día": Tiempo que tarda el Sol en dar una vuelta alrededor de la Tierra.
Con todo, no pierde su encanto.
PPK.
Acabo de decidir mi autoregalo de Reyes.
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