Hay gestos en la vida, no sé, gestos propios, en los que nos sorprendemos en un efecto misterioso y extraño, una suerte de paranormalidad sin trascendencia alguna. El domingo, desilusionado y triste, acudí casi sin darme cuenta a un estante de mi biblioteca y cogí un libro de mi época de universitario: El oficio de vivir. El oficio de poeta, de Cesare Pavese. No alcanzo ahora a saber por qué tomé ese libro, del que anoté unas líneas casi al azar. Quiero decir que abrí el libro, y lo primero que leí fue un apunte del 12 de octubre [de 1940] que dice que “El amor tiene la virtud de desnudar no a los dos amantes uno frente al otro, sino a cada uno de los dos ante sí.” Pero luego leí éste, que es el que pasé a mi cuaderno: “A una mujer le repugna un hombre que piense en ella día y noche —por la razón de que ella no piensa en él.”
Ayer reparé en ese gesto tan cotidiano de coger un libro y leer un fragmento porque el periódico traía noticia de Pavese con motivo del centenario de su nacimiento, que hoy se cumple, 9 de septiembre. No me había dado cuenta. Y lo único que he averiguado es que se cumplen cien años desde el nacimiento de Pavese; pero sigo preguntándome por qué Pavese, por qué esos textos se me vinieron a la cara, como esas erratas con las que a veces me topo sin querer. Y bien que lo siento.
26 agosto 1950. Si uccide nell'albergo Roma di Torino.
1 comentario:
A ver, Miguelito.
"El domingo, desilusionado y triste (...)".
Y vas y coges un libro de Pavese. La alegría de la huerta, oigan. La próxima vez, inténtalo... no sé, con Kafka o Schopenhauer. O Cioran. Mejor con Cioran.
Pa pegarse un tiro.
(¿A una mujer le repugna que un hombre piense en ella? Sólo si se entera de que piensa en ella y sólo si sabe de qué forma piensa en ella. Digo).
Un beso, niño.
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