Podrá sorprender encontrarse una esquela en un blog, o, por extensión, en la red. Quizá ahí radique una de las diferencias entre leer el periódico en pantalla o en papel. Como suelo leer el periódico en papel, lo que me sorprendió ayer fue el nombre leído en la sección de esquelas, que habitualmente leo, como hacía mi padre y sigue haciendo mi madre. A veces ocurre. Que el mazazo llega a través de la lectura consuetudinaria.
José Antonio Bravo era una de las personas más importantes de Cáceres. Alguien podrá preguntarse cómo es posible eso si no salía en los medios asiduamente, si no ostentaba cargo alguno ni se dejaba ver en los actos sociales de la ciudad. Nació bueno y trabajador, y con esas dos cualidades, poco a poco, llegó a ser una de las personas más importantes de Cáceres. O sea, que naciendo así, ya fue una de las personas más importantes de esta ciudad. Un notable empresario de aquí, un hombre profundamente religioso, abierto y entrañable, sensible a los hechos culturales y a la necesidad social de su entorno. Un ejemplo que hoy puede verse en sus hijos José Antonio, Pablo, Fernando, Jesús Carlos, David y en su hija Begoña, en cuyos gestos y pasos en la vida he visto siempre la huella de sus padres, de José Antonio, que en paz descanse, y, por supuesto, de Nandi, la madre de todos, a quien ayer abracé.
Ya jubilado él, me lo encontré en el Paseo de Cánovas después de un tiempo sin vernos. Nos alegramos del encuentro. Me contó que colaboraba con Cáritas y que iba al banco, para acompañar a un toxicómano en rehabilitación, y ayudarle a cobrar su subsidio y, de paso, a convencerle para gastarlo bien. Luego, con Nandi y con él, varias veces, recordando los tiempos aquellos, hace más de veinte años, y sus hijos... Aquellos tiempos en los que esta familia regentaba la cocina y el bar de la Residencia Universitaria San José en la que vivimos un tiempo un grupo de personas que hoy recordamos con cariño a José Antonio. Allí, con él, hablábamos de literatura, hacíamos una revista —Residencia— en la que los suscriptores en los primeros lugares de la lista —por orden alfabético— eran los Bravo; allí, en alguna de aquellas noches jugando a los dados y tomando algo comenzó a fraguar el proyecto de abrir un restaurante en la Plaza Mayor, lo que fue El Puchero. Claro, nosotros queríamos que abriese una especie de café literario y bohemio; y José Antonio, más inteligente y mayor —tendría unos cuarenta y ocho años— que unos estudiantes de segundo o tercer año de carrera, no nos hizo caso y montó un negocio importante, para dar empleo a muchos. Allí organizamos el Premio Aldecoa de Cuentos, con Josefina R. de Aldecoa, con José Antonio Gabriel y Galán, con otros colegas de la Facultad. Lo ganó Santiago Aragón y el segundo lugar fue para Carmen Galán, y ambos publicaron sus cuentos en la revista Anaquel, en 1987.
José Antonio vivía estas iniciativas con pasión. Nos ayudaba, desprendido. Cuando, por aquellos años, unos amigos alquilamos un piso sin muebles en Cáceres, nos dejó las llaves de su chalet en Malpartida, adonde acudimos con una furgoneta y nos llevamos de allí electrodomésticos, sillas, enseres varios. Fue aval de todos los amigos que, cuando crecimos, nos dimos cuenta de que también era aval de muchos cacereños para más importantes empeños. Así era, generoso, como su sonrisa. Lloro su muerte.
lunes, septiembre 17, 2007
José Antonio Bravo
Publicado por Miguel A. Lama en lunes, septiembre 17, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Qué bonito Lama... Una pena que cada vez haya menos gente así.
Descanse en paz.
Miguel, iba a escribir un comentario en mi blog, pero lo que quería decir lo has dicho tú. José Antonio expresaba la bondad sin atributos.
Un abrazo para ti y mi recuerdo para él.
josemarialama
buenos momentos pasamos en el bar de la Residencia. Era la época de los especímenes únicos.
José Antonio Bravo, Cañas, Soto y Ramón el camarero. un abrazo Jose Antonio. Por cierto, felipe (el cocinero)trabaja en el bar Venecia y, de vez en cuando, voy por allí y me prepara un san jacobo, ummm,, rico.
Jose Anbtonio era tolerancia, humanismo y responabilidad.
Sí, Anónimo, vi a Felipe hace no mucho y me dijo que estaba en el "Venecia". Buena gente también. A ver si coincidimos algún día por allí, con san jacobo o sin san jacobo. Tendrás que darte a conocer entonces. Un abrazo.
Publicar un comentario