miércoles, mayo 30, 2018

La Pradera

Aula 30. Examen con tan solo tres alumnas de mi curso de Textos de la Literatura Española Contemporánea. Pronto darán las siete de la tarde de un miércoles de feria en esta ciudad que parece que ahora vive para eso, como siempre, a rachas, vive para algo siempre festivo. Qué alegría. «—Hay que reconocer —me ha dicho alguien— que la feria mueve mucho dinero». Y he dicho que sí. Eso ha sido esta mañana. En cuanto pueda, me marcho a casa. Ayer, poco antes de esta hora, eran las cinco y diez de la tarde, y como tantas, yo escuchaba Radio 3, Disco Grande, el magnífico programa que dirige y presenta Julio Ruiz. Me gusta esta emisora que frecuento —o esta frecuencia que emisoro— desde que arrancó en 1979 («Me dormía con Tris, tras, tres y me despertaba con Jack el despertador», me parece que dijo un oyente. Lo suscribo); porque abrieron, al lado de la extremeña de Campanario Cristina Martínez y los «Boss Hog», con el recuerdo en homenaje a María Dolores Pradera (1926-2018), que murió el lunes. Escuchar en Disco Grande «El rosario de mi madre» no deja de ser un acontecimiento muy significativo, una demostración de que gente como Julio Ruiz sabe lo que es dedicarse a la divulgación musical con la elegancia y el respeto de quien ama la música como una de las bellas artes. Belleza y arte estaban asociadas a María Dolores Pradera. Aula 30. Examen. Segunda tarde de feria. 

miércoles, mayo 23, 2018

Algo así

El pasado viernes estuve en Badajoz, en la inauguración de la Feria del Libro. Al recoger el coche para volver a Cáceres escuché y vi, en el interior de una cafetería que estaba echando el cierre cercana al Parque de San Francisco, a una camarera llorando. Me fijé después en que en la pared de la barra en la que recogía —aferrada con las dos manos al palo de una fregona— había un rótulo con una de esas frases sobre la felicidad que te invitan a que valores la vida, algo así como «La felicidad suele colarse por una puerta que no sabías que habías dejado abierta». Algo así. Me resultó tan extraño que me quedé allí parado y anduve un rato por la acera hasta la esquina que esa cafetería tiene con otra calle a la que da por las traseras el almacén del local. Y allí otra vez la chica llorando desconsoladamente, con un cigarrillo en los dedos y un pañuelo que se llevaba a los ojos y la nariz con la cabeza gacha como el que mira al suelo porque ha perdido algo. Me quedé allí un momento como si esperase a alguien que vendría a decirme que todo puede dar un giro de repente. Y regresé a la puerta principal para volver a leer la frase feliz, algo así como «La felicidad es cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía». Algo así. Pero ya el compañero de la joven, que me pareció demasiado tibio con el disgusto de ella y que había terminado de recoger las sillas de la terraza, había bajado la persiana metálica y cerrado ruidosamente la noche de ese pasado viernes y la racha de pena y de desolación de esa chica desconsolada. Fue algo así.

sábado, mayo 19, 2018

Trieste

Impresiona lo que la vida te da, incluso cuando te extravía o te arrincona en un lugar del que temes que no vas a salir nunca. Pero siempre, o casi siempre, se sale. Más de veinte años después de escribir a un novelista —hoy de mucha fama— sobre lo que dijo Pavese de que la literatura es una defensa contra las ofensas de la vida, porque él lo recordó en una novela en la que al personaje le ocurría lo que a mí me ocurría, eso de que cuando alguien se siente de aquella manera —allí se decía «desgraciado»— indefectiblemente percibe que todas las cosas aluden a su situación o a su estado, he vuelto a sentir algo parecido. Perdón por el estrépito sintáctico; pero casi viene al caso. El caso es que leí hace más de dos meses Trieste (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2017), de Urbano Pérez Sánchez (Hervás, 1981) y anoté «levedad» y «profundidad» como palabras relevantes, como sugerencias de lectura, de una primera lectura que quedó en aquel tiempo y a la que se le han sobrepuesto la que hago ahora y la que hice cuando el propio Urbano presentó el libro en la Feria del Libro de Cáceres el miércoles 25 de abril, cuando él habló de que su texto alude a otro de sus textos, su primer libro de poemas, Del tiempo los cambios (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2010). Porque Trieste es un libro deliberada y afortunadamente autorreferencial, ensimismado, que tiene una ciudad italiana mitificada, tiene libros, tiene lecturas, y tiene, sobre todo, vida. Una vida en cuyas páginas hay tan solo una línea para escribir la vida. Desde «Salgo a comprar algunas cosas», «Creo que soy feliz. Trato de convencerme de ello», «Entonces me he despertado», «Me conocen todos. No me conoce nadie», hasta romper esa intención para demorarse en momentos tan introspectivos y sugerentes como el que dice, tan prolijo, «Como si fuera la conciencia de otra persona me digo: dile a tu cliente que la tristeza no se convierta en costumbre, que sea solo la elección de ciertas noches en las que no pasa nada y es suficiente. | Dile, mejor susúrrale: tu gloria, por diminuta que sea, por breve el momento en el que tenga lugar, es real». Quizá alguien pensará en que esta levedad tan breve no es comparable con el principio —y el final— de La comedia humana de Balzac, o con el combustible que tuvo que consumir Galdós para escribir lo que escribió. Me da igual como lector. Urbano Pérez ha dado con uno al que le caen bien estas maneras de hacer literatura de mimbres tan visibles. Por cierto, el novelista era Javier Cercas y la novela El vientre de la ballena (Barcelona, Tusquets Editores, 1997).

miércoles, mayo 16, 2018

Pedro


Cuando nació su hermana no pude comprar los periódicos del día porque cayó en Sábado Santo; pero cuando él nació sí. Mis ejemplares han amarilleado; y, sin embargo, el papel mantiene su prestancia, y diríase que es de mejor calidad que el actual. Tal día como hoy, aquel 16 de mayo de 1995, el diario Hoy traía en portada una fotografía de la confluencia de la calle Gil Cordero de Cáceres con Plaza de América llena de ovejas en un acto divulgativo de la tradición trashumante. Era alcalde de Cáceres Carlos Sánchez Polo y el músico Rades interpretó un concierto de cencerros con un instrumento que él llamó «tintinábulo». Fue cuando Carlos Ménem volvió a ganar las elecciones en Argentina y estaba secuestrado por ETA el empresario guipuzcoano José María Aldaya, para cuya localización Francia reforzó su ayuda al gobierno español, como llevó a portada El País de ese martes. Es curiosa la coincidencia; y es que Francisco Umbral tituló aquella mañana su columna de la última de El Mundo «La oveja», una tremenda alegoría en el contexto de las elecciones municipales sobre el episodio que sufrió el ministro de Agricultura Atienza, a quien lanzaron unos manifestantes una oveja al coche oficial. Entre los sucesos, «Tres menores de edad matan a palos a un anciano en Valencia». Lo que no recogieron aquellos periódicos fue el gran acontecimiento del día: la muerte de Lola Flores. Qué curioso también que ahora repare en que la abuela Justa de Pedro, mi madre, naciese el mismo año que «La Faraona» (1923). Nació Pedro ese día dieciséis de mayo de hace veintitrés años y hoy es una felicidad celebrarlo, aunque nos separen más de novecientos kilómetros; lo que hay de aquí a Barcelona, en donde vive un año crucial en su vida. La gente que lo conoce sabe que es especial. Podría poner nombres de muchos de sus amigos, de antiguos compañeros de clase en Cáceres o en Salamanca, de amigos míos, de familiares..., muchos. El de Gaby, una compañera actual de estudios, es el último que tengo. Le pide que se anime a ser él el que grabe la locución para un acto memorable de su promoción de máster. Una delicia. Cuando cumplió once años escribí también aquí. Ya era hora de volver a hacerlo. Felicidades.

martes, mayo 15, 2018

Pies

Esta tarde he leído en la consulta del podólogo un folletito satinado y en color con una docena de cuidados para el pie diabético. Todas las recomendaciones eran razonables, incluso —diría— de una obviedad obvia; desde la de usar un calzado cómodo hasta la de lavarse los pies todos los días. Así, hasta doce consejos, como el de consultar al podólogo si uno aprecia cualquier cosita mala en los pinreles. Lo que me ha llamado la atención de este dodecálogo que lleva la firma del Colegio Oficial de Podólogos de Extremadura ha sido la falta de cuidado con la lengua en la que está escrito. Como estoy acostumbrado a que algunas personas duden sobre estas reconvenciones, indicaré en cursiva dónde están los yerros: «Sequese los pies con cuidado»; «no olvidar sercar entre los dedos»; «si tiene problemas para mirarselos»; «las probabilidades de que surgan heridas»; «no fume y realize deporte sino está contraindicado». Estoy tan convencido de que hay que cuidar la salud del pie como un podólogo lo estará de expresarse bien por escrito. Así que lo uno por lo otro. A mí me arreglan los pies y yo les arreglo el folleto. Eso sí, gratis; porque yo pagué treinta y cinco euros por la consulta y ciento cincuenta por unas plantillas y todavía estoy esperando que alguien me envíe una factura con los impuestos debidamente recogidos. 

jueves, mayo 10, 2018

Ángel Campos Pámpano

Hoy habría cumplido años Ángel Campos Pámpano (1957-2008). Mañana, en su pueblo, en San Vicente de Alcántara, entregaremos el IV Premio de Poesía Joven que lleva su nombre a Isabel Maria Jaló Alexandre, de Grândola, una de las pocas estudiantes que de todos los institutos de Extremadura, del Alentejo y del Instituto Español de Lisboa ha respondido a este ofrecimiento en recuerdo de un poeta y profesor que lo dio todo por gestos como el que nos mueve desde que tenemos uso de razón literaria y desde cuatro ediciones por la memoria del poeta y del amigo. No comprendo por qué tantos profesores que conocieron a Ángel, que se dicen sus amigos, o tantos otros que no lo conocieron, y que dan clases en centros de enseñanza secundaria de Portugal y de Extremadura, no son capaces de motivar a sus estudiantes con inquietud por la literatura para que envíen sus poemas a un premio tan modesto como sentido. Dicho esto, produce sonrojo escribir que a la ganadora se le entregarán seiscientos euros, una obra original del pintor Javier Fernández de Molina y un ejemplar de la poesía reunida (La vida de otro modo) de Ángel Campos Pámpano. Como si esto fuese el reclamo.

martes, mayo 08, 2018

Lenguaje

Ayer publicó Álex Grijelmo en El País un artículo —«Un lenguaje que lo contaminó todo»— sobre la manera de expresarse en comunicados y declaraciones de la banda terrorista ETA, cuya obsesión «plasmada en su léxico consistía en verse como un ejército que defendía un hipotético Estado vasco y que hacía la guerra de igual a igual contra el Estado español y sus fuerzas armadas». Glosa el periodista palabras y sintagmas como grupo armado, prisioneros, conflicto vasco, activista o ejecuciones. Sin duda alguna, esa nomenclatura bien pensada para contaminarlo todo fue así; pero Grijelmo no se ha referido a cómo ha sido la respuesta del Estado español a ese lenguaje. Y solo voy a poner un ejemplo, con una palabra: derrota. En declaraciones de políticos, en editoriales o en artículos de opinantes se repite lo de la derrota de ETA. Ayer mismo, páginas atrás del artículo referido, publicaba Eduardo Madina otro, convencido y convincente, aunque no por su estilo —«A las personas dignas en aquella noche»—, en el que hablaba de «victoria» y escribía «derrota» tres veces. Dan por hecho que esto ha sido una guerra, un combate, o un conflicto, como siempre repitieron los terroristas. Y no. Cuando a un violador, a un secuestrador, a un extorsionador o a un asesino se les detiene nadie dice que han sido derrotados por la policía. ¿Entonces? Tendrá razón Álex Grijelmo: un lenguaje que lo ha contaminado todo.

lunes, mayo 07, 2018

Alonso Guerrero en el Aula HOY


Ayer supe que Alonso Guerrero viene a Cáceres, al Aula HOY (C/ Clavellinas, 7. 20:15 horas), a hablar sobre su reciente novela El amor de Penny Robinson (Córdoba, Berenice, 2018). Se dice en la promoción que la obra «es una ficción que pudo convertirse en realidad, pero también una realidad que necesita la ficción para parecer creíble», y también que es «una epopeya moderna». Todavía no la he leído. Si lo mediático no se impone sobre lo literario, pasaré a saludar a Alonso y a escuchar su intervención. El día de San Isidoro de hace ya once años vino a la Facultad de Filosofía y Letras a dar una conferencia y lo presenté recordando cómo respondió al cuestionario de la antología de nuevos y novísimos narradores extremeños Alquimia, de Moisés Cayetano Rosado (Editora Regional de Extremadura, 1985): «Mi obra es una bomba de relojería que me explota en las manos. Soy un escritor manco, escribo con la boca en los períodos de convalecencia. […] Escribir es una fecundación, una mitosis, convertir dos vivencias en una sola vivencia artística, personal, lo más inverosímil posible, ya que la literatura no es una cuestión de verosimilitud, sino de creatividad. […] Los libros me han ayudado a ver la vida y el mundo de otra manera, esa es la manera en que escribo. Mi corto curriculum literario, que ha sido mi obsesión por escribir, no ha sufrido nunca desánimos». En 2004 publicó una colección de cuentos en Del Oeste Ediciones bajo el título De la indigencia a la literatura, que aquel día yo recordé para aludir a un texto, «Cada uno por su zurra”, que representaba bien las virtudes literarias de Alonso Guerrero. El cuento está escrito en primera persona, y en él, el protagonista, un chico de doce años,  cuenta cómo acude con su abuelo al rebusco de la uva, con el objeto de sacarse unas trescientas pesetas, las necesarias para comprarse dos tomos en rústica que llevaba admirando varias semanas en el escaparate de una librería: Crimen y Castigo, de un tal Dostoievski. El botín de diez arrobas de uva lo cargan en una bicicleta y sufren lo indecible por un tremendo aguacero que intentan combatir bajo un paraguas portugués, grande como una carpa de circo, atado a la barra de la bici. «Deja que la uva se moje, así pesa más», le decía el abuelo al protagonista. La anécdota del relato, llena de contratiempos hasta que logran llegar a la bodega a pesar la uva, se convierte en una espléndida evocación del camino elegido hace tanto tiempo por Alonso Guerrero de dedicarse a la escritura, en la evocación del día de un descubrimiento, una revelación: haber nacido escritor.

sábado, mayo 05, 2018

Literatura

Es verdad que el Diccionario de la Lengua Española, el de la Academia, trae como sexta acepción de la palabra «literatura», en uso coloquial, la remisión al artículo «palabrería», que es «f. Abundancia de palabras vanas y ociosas», y que la declaración que he leído hoy en HOY de José Antonio Monago («Los ganaderos necesitan menos literatura y más ayudas») es conforme con ese significado; pero tengo que reconocer que la he sentido, como escribió Lorca, como una uña que aprieta en el tallo de mi vocación y de mi vida. ¿Qué se le habrá pasado por el magín al expresidente de la Junta de Extremadura para contraponer tan negativamente una palabra tan cargada de belleza a la necesidad imperiosa de los ganaderos extremeños? Ni siquiera el excelso Diccionario del español actual, de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, es tan desfavorable con «literatura» como lo es la RAE desde, más o menos, creo, los años ochenta, pues añade al arte que consiste en la utilización estética del lenguaje, especialmente escrito, otras definiciones como palabras dichas con arte o artificio para disimular una realidad poco grata (como cuando en Anillos de oro (1985), Ana Diosdado escribe: «Para decirme que te has cansado de mí, no hace falta que le eches tanta literatura»). Y luego está el uso que algunos le dan como prospecto o texto explicativo que se incluye en el envase de un producto farmacéutico. Pues eso, que si hay otros sinónimos de palabrería, qué necesidad habrá de apoyar a los ganaderos con la cara más sucia de una palabra tan hermosa como literatura.

viernes, mayo 04, 2018

Hartzenbusch


No nos conocíamos mucho; pero este hombre se ha venido a vivir a mi casa y parece que no quiere irse. Yo, encantado.

jueves, mayo 03, 2018

ETA


© Reuters. Susana Vera
No sé cómo titular esta entrada así: ETA. En mis apuntaciones para el blog hay varias que esperan, todavía en fárfara, para abrir este mes de mayo; y me alegro de que la noticia de hoy haya sido, desde la hora de la comida, la disolución de la banda asesina ETA, y que se anteponga a todo. Me he acordado de las veces que aquí he escrito sobre ello, y de cómo me alegré de aquel «alto el fuego permanente» de marzo de 2006 y cómo todo se deshizo con sangre y dolor por la bomba en Barajas a finales de diciembre de ese año. Luego vino el «alto el fuego permanente y verificable» y meses más tarde el abandono de las armas, en octubre de 2011. Hoy escribía en la mesa de mi cocina, como siempre escuchando la radio, y pensaba en esta jornada histórica, aunque solo fuese por el cambio de la programación de todos los días, por no haber escuchado el telegrama de Miguel Ángel Aguilar, ni la intervención de Juan Cruz, ni las conexiones locales en «Hora 14», que se ha comido —afortunadamente— la estentórea información deportiva. Para celebrar. Sin más ambages sobre víctimas de una u otra categoría. Qué terrible inutilidad todo, qué disparatada estupidez, qué estremecimiento pensar en todos los muertos, aunque los haya más notorios o más espantosos, desde el extremeño Wenceslao Maya (1987), el padre de una alumna mía, Francisco Tomás y Valiente (1996) o  Miguel Ángel Blanco (1997), hasta Ernest Lluch (2000). Qué tremendo todo. Me da igual que ETA haya desaparecido para seguir defendiendo el acercamiento de los presos al País Vasco. Lo único que espero es no confundirme, como en aquel brindis de 2006.

jueves, abril 26, 2018

Día de Letras en Cáceres


Con motivo de la festividad de San Isidoro de Sevilla, patrón de mi Facultad, se celebra mañana viernes 27 de abril el Día de Letras en Cáceres. En el Instituto de Lenguas Modernas (Avda. de la Montaña, 14), por la mañana, desde las diez hasta la una, un grupo de profesores ofrecerán unas microconferencias de quince minutos cada una sobre asuntos de nuestro ámbito de estudio dirigidas a alumnos de los institutos de Enseñanza Secundaria de la región. Felipe Leco Berrocal («Geograficando tu piel»); Moisés Bazán de Huerta («Inspirarte»); Encarnación Pérez («False friends o los falsos ¿amigos?»); Pilar Galán («De Cicerón a la sordera de Beethoven. Razones de una pasión por la enseñanza»); Pedro E. López («Pasear la ciudad para aprehenderla: pasear por Cáceres»); Atilana Guerrero («Las Etimologías de San Isidoro de Sevilla»); Sigfrido Vázquez («¿Qué ha hecho América por nosotros?»); Carmen Galán («Del bisonte al whatsApp») e Isabelle Moreels («Amor en París: el señuelo del cine francés traducido al español»). Por la tarde, a las 20:30, y tras la entrega de reconocimientos a personas especialmente destacadas de la Facultad, el catedrático de Historia Contemporánea de la UEX Enrique Moradiellos dará una conferencia titulada «La sombra de Franco es alargada». Es la quinta edición, desde 2013, de este Día de Letras en Cáceres y doy fe de que en estos años ha resultado muy atractivo para los chavales de los institutos que se forman y divierten por la mañana con estas píldoras de formación muy digeribles, y para el público en general que a la caída de la tarde acude a este ejemplo de extensión universitaria en el centro de la ciudad. Se clausurará la jornada con una actuación musical de mi compañera del área de Lingüística General Maribel Rodríguez Ponce, del grupo vocal Son del Rosel. La entrada será libre, hasta completar el aforo del salón de actos del Instituto de Lenguas Modernas.

miércoles, abril 25, 2018

Cáceres, moderna y cosmopolita


© Jorge Rey. Diario HOY
«La regla de la creencia del vulgo es la posesión. Sus ascendientes son sus oráculos; y mira como una especie de impiedad, no creer lo que creyeron aquellos. No cuida de examinar qué origen tiene la noticia: bástale saber, que es algo antigua para venerarla, a manera de los egipcios que adoraban el Nilo, ignorando dónde o cómo nacía, y sin otro conocimiento que el que venía de lejos. […] ¡Qué quimeras, qué extravagancias no se conservan en los pueblos a la sombra del vano pero ostentoso título de tradición! ¿No es cosa para perderse de risa el oír en este, en aquel, y en el otro país, no sólo a rústicos y niños; pero aun a venerados sacerdotes, que en tal o tal parte hay una mora encantada, la cual se ha aparecido diferentes veces? Así se lo oyeron a sus padres y abuelos, y no es menester más. Si los apuran, alegarán testigos vivos que la vieron; pues en ningún país faltan embusteros que se complacen en confirmar tales patrañas. […] Esto es lo que siempre sucedió; esto es lo que siempre sucederá; y esto es lo que eterniza las tradiciones más mal fundadas, por más que para algunos sabios sea su falsedad visible. Una especie de tiranía intolerable ejerce la turba ignorante sobre lo poco que hay de gente entendida, que es precisarla a aprobar aquellas vanas creencias que recibieron de sus mayores, especialmente si tocan en materia de religión. Es ídolo del vulgo el error hereditario. Cualquiera que pretende derribarle, incurre, sobre el odio público, la nota de sacrílego. En el que con razón disiente a mal tejidas fábulas, se llama impiedad la discreción; y en el que simplemente cree, obtiene nombre de religión la necedad. Dícese, que piadosamente se cree tal o tal cosa. Es menester para que se crea piadosamente, el que se crea prudentemente; porque es imposible verdadera piedad, así como otra cualquiera especie de virtud que no esté acompañada de prudencia». Discurso XVI del tomo V del Teatro crítico universal, de Benito Jerónimo Feijoo —«Tradiciones populares» lo tituló, en 1733, hace doscientos ochenta y cinco años. Ahí es nada. La foto de Jorge Rey que veo en la edición digital de su periódico, el HOY, es de esta tarde, en el momento, según dice el pie, de la entrega «del bastón de mando de la ciudad a la Patrona, a su llegada a Fuente Concejo». El bastón de mando, sí. Otra metáfora.

martes, abril 24, 2018

En el día siguiente del Día del Libro


El caso es como sigue. I, que viene todas las semanas a casa para salvarme de la plancha y de la limpieza menos rutinaria, me ha traído este libro para que yo lo devuelva a la Biblioteca de la Facultad de Derecho de Cáceres. Quien lo recibió en préstamo fue una estudiante mexicana que tenía que haberlo devuelto antes del 19 de enero de 2015. El marido de I acaba de traspasar el bar que tenía en La Madrila cacereña y el libro ha aparecido entre decenas de objetos al recoger la trastienda. No sé si es habitual dejar libros en los bares; pero me imagino que este ha estado unos años rodeado de llaveros con llaves, de fundas de gafas, de sudores sin fruto después de un baile, de la carcasa de un teléfono móvil, de bufandas y de guantes, o de los restos de un anhelo en la noche. El marido de X debe de saber de esto y ha contado que aquella chica encomendó la devolución del manual a un amigo que terminó muy borracho una noche de farra y olvidó el encargo. Allí estuvo hasta ahora, que está a buen recaudo para ser devuelto mañana a su estante. Debe de ser un libro útil, aunque no está bien escrito, por ese mal entendido lenguaje espeso de los textos legales, con gerundios inoperantes, puntuación incorrecta y redundancias. Escribe un lego —yo— en estas materias, que reconoce que este Manual sobre protección de consumidores y usuarios de Carlos Lasarte Álvarez, cuya cuarta edición revisada y actualizada es la de la imagen, la que se llevó la estudiante mexicana que igual algún día me lee, va ya por la novena edición según la página de su especializada editorial Dykinson. No he podido evitar reseñar el asunto, con permiso de I.

lunes, abril 23, 2018

En el Día del Libro


No sé si es el libro más gordo que tengo en casa. No lo traigo aquí por eso, aunque tiene dos mil páginas. Esta colosal edición ideada a comienzos de este siglo por Manuel Hermínio Monteiro (1952-2001) en su editorial lisboeta Assírio & Alvim me apetece que represente la celebración de un día como hoy. Rosa do mundo. 2001 poemas para o futuro es un gran monumento a la lectura y a la poesía, y «é uma obra colectiva feita por muitas dezenas de pessoas com sensibilidades diferentes, mas tendo em comum o grande amor pela poesia. Trata-se de uma obra ambiciosa, procurando abarcar a poesia conhecida ao longo da História, desde as civilizações mais remotas até aos autores nascidos en 1945», porque sus editores —yo creo que Hermínio— entendieron que ese límite temporal abarcaba la producción poética de su momento presente. Supongo que C. recuerda que me regaló este libro en la Librería Lello de Oporto —y aquí lo puse—, como yo recuerdo aquella tarde de principios de junio de 2001, en Lisboa, cuando lo de Hermínio, y cuando Ángel Campos Pámpano (1957-2008) me abrazó en aquella calle del Bairro Alto para darme noticia de su muerte y me dijo que había visto en la mesilla de su dormitorio, al lado de su cama, este tomo, Rosa do mundo. Qué mejor recuerdo de Hermínio que un libro editado por él. Encuentro en las páginas 997 y 998 el primer poema de Juan Meléndez Valdés que he leído en portugués: «Aos meus leitores» («Não co'esta amena lira / hão-de ser en ais tristes / chorados os azares / do reis pouco felizes […]». Aquí dejo este trozo. Por cierto, nunca he estado más solo que a la una, cuando pasaba hoy por el Gran Teatro de Cáceres tentado de entrar para leer, como otros años, algún fragmento de un libro en ese acto que hoy me ha parecido públicamente desamparado, casi desatendido por todos los que pasábamos por las aceras de San Antón. Yo llevaba uno en mis manos recién comprado. Ya hablaré de él, porque me está interesando, por lo que tiene de crónica íntima, de desgarro, de emoción —ay, las solapas—, o porque leí lo que sobre él escribió Juan José Millás,  y sobre su autor, a quien deseó con buen ánimo «que Dios confunda por rompernos el alma». Yo, todavía, no me lo creo. Tengo que leerlo; que para eso estamos en el día del libro. Mustia esta fiesta local de mi casa con uno de los libros más gordos que tengo. Y hermoso.

viernes, abril 20, 2018

Conversaciones en Extremadura


Ahora no pongo en pie cuándo pude leer este libro que encontré hace unos meses en Badajoz, en la librería y churrería «aAaaa», la de la Plaza Alta, como su propio nombre indica. Conversaciones en Extremadura, de Marciano Rivero Breña (Badajoz, Universitas Editorial, 1981) formaba parte de una biblioteca familiar; quizá la de uno de mis hermanos, en la que, por un ejemplar como éste, leí las entrevistas que Rivero Breña hizo —entre junio y diciembre de 1980— a personajes extremeños significados en los tiempos de la transición y de la construcción de una Extremadura que fue y que quizá por ello es lo que es: Pablo Castellano, Ricardo Senabre, Adolfo Maíllo, Víctor Chamorro, Juan Barjola, José Antonio Gabriel y Galán, Enrique Sánchez de León, Jesús Vicente Chamorro, Juan Rovira Tarazona, Juan Antonio Ortega y Díaz Ambrona y Antonio Hernández Gil. No sé cómo diría hoy José Julián Barriga, autor del prólogo de aquel libro, la importancia que tuvieron todos los personajes con sus responsabilidades en aquellos tiempos; pero estoy seguro de que expresiones como «páramo cultural» o «pionero» hoy deberían tener otro significado. De aquella lectura, durante muchos años retuve y repetí como un testimonio de una época una frase de Ricardo Senabre en la que decía que la ubicación de la Universidad de Extremadura se la habían querido jugar a los chinos. Muchas veces he dudado sobre la exactitud de aquella declaración, de si era una deturpación mía; pero ahora puedo retomar las palabras del fundador del Colegio Universitario de Cáceres: «La Universidad de Extremadura tomó cuerpo en el año 1974, y en cuanto a su lugar de emplazamiento casi, casi, se la juegan a los chinos por indicación del que entonces era director general de Universidades, el catedrático de Historia, Luis Suárez Fernández, quien en presencia de las autoridades de Badajoz y Cáceres, reunidas con él en Mérida, propuso por tres veces consecutivas y con la más absoluta seriedad, o al menos así les pareció a todos los asistentes, el que se jugaran a los chinos la ubicación de esta Universidad» (pág. 60). Rivero Breña le interpeló como si no le creyese: «Pero así; jugársela a los chinos»; sobre lo que Senabre insistió: «Sí, sí. Como lo oye. En presencia de los presidentes de Diputación, gobernadores civiles y alcaldes de las dos capitales extremeñas. Hay por tanto seis testigos que podrían ratificar esta afirmación. Y no creo que nadie pueda dudar de seis testimonios unánimes, procedentes de personas adultas que tienen una responsabilidad política. La reacción de estas seis personas fue de absoluto estupor ante tamaño disparate» (págs. 60-61). Aquel disparate se evitó y la Universidad de Extremadura fue la primera en España que tuvo sus facultades distribuidas en más de una provincia. En muchas ocasiones, los libros nos traen recuerdos personales; pero no siempre, como es el caso, nos los aclaran y precisan.

jueves, abril 19, 2018

Fraude

Cualquiera lo diría. Ayer, por una friolera, di en el diccionario con la palabra «fraude» y hoy parece que me he quedado a vivir en ella. Me la he encontrado en los tenebrosos rincones de mi cerebro, como escribió Bécquer, aunque suele ir por la calle relacionada con lo fiscal, lo dinerario. Parece, pues, que el fraude es un delito más sofisticado. Y «sofisticado» es un adjetivo que viene de un verbo transitivo de la primera conjugación mucho más contundente que el derivado: «Falsificar o corromper algo». No sé dónde leí esto de Luis Landero, con motivo de la publicación de La vida negociable: «Somos una tribu que no hay modo de cohesionar y llevamos cinco siglos intentándolo. Hay motivos para no amar a España, que ha sido gobernada por clérigos, militares y aristócratas, pero hay otros motivos para amarla profundamente: Cervantes, Jovellanos, Machado, Azaña... Para mí, a pesar de esa historia descarriada, a España siempre la llevo en el corazón». Yo también; pero sigo dando vueltas a lo del fraude. A lo que me atañe. Me importa. Mucho.

miércoles, abril 18, 2018

DLE


Acabo de saber que todas y cada una de las palabras de la definición de una entrada de la edición del Diccionario de la Lengua Española en la web de la RAE son vínculos que llevan a las definiciones de sí mismas. Que si yo busco «fraude» y me da como resultado «1. m. Acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete», y clico en «perjudica», llego a «1. tr. Ocasionar daño o menoscabo material o moral. U. t. c. prnl.». Es genial esto y yo soy un ignorante. Y más. Vamos, como en la edición en papel; pero con alguna diferencia.

martes, abril 17, 2018

Vicente Cervera en Letras

Ayer, al terminar una reunión, me despedí de unos colegas diciéndoles que iba a una conferencia a formarme. Era la de Vicente Cervera Salinas, catedrático de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Murcia. Fue en el aula 27, en la que mi compañero Ignacio Úzquiza da sus clases —de 13:00 a 15:00— de Fundamentos de la Literatura Hispanoamericana en el primer curso del grado de Filología Hispánica. Dije «formarme» y me formé. Vicente Cervera dio ayer una clase magistral sobre Jorge Luis Borges que vino a ser una de las más ilustrativas introducciones —e incitaciones a su lectura, en la medida correcta de quien se dirige a estudiantes que no saben, o no manifiestan saber, en qué siglo escribió ese escritor argentino— que yo he conocido sobre la trayectoria literaria del autor de El hacedor, libro al que Cervera aludió en varios momentos de su intervención. Faltaron los textos. Qué bien habría estado mostrar —y tenemos medios en el aula—, qué sé yo, el «Poema de los dones» —cuyos primeros versos Vicente Cervera recitó de memoria—: «Nadie rebaje a lágrima o reproche / Esta declaración de la maestría / De Dios, que con magnífica ironía / Me dio a la vez los libros y la noche.», o algunas de las pocas porciones de «El inmortal», de El Aleph. O la dedicatoria imposible de El hacedor a Leopoldo Lugones, que fue como un resumen de la charla de un Vicente Cervera que acabó leyendo, también de memoria, el soneto «Everness», de El otro, el mismo, para hablar de la memoria; y un poema propio, de un libro, El alma oblicua (Verbum, 2003). Le dije al final de su charla que mi primera conferencia como profesor, hace ya más de treinta años, fue sobre la poesía de Borges, a la que él dedicó su tesis, que defendió en 1989; que compré poco después de su publicación Los conjurados (1985), el último libro del maestro; y ahora le diría que en las primeras páginas de mi ejemplar de ese poemario acabo de encontrarme un recorte abarquillado —por el color— de El País, de 30 de abril del año de su muerte —1986— titulado «Del cielo y del infierno», a cuyo sentido Vicente Cervera aludió ayer en varios momentos de su clase. Una clase sencilla y magistral.

miércoles, abril 11, 2018

Javier Cercas con asterisco


Mañana será la última de las dos sesiones de dos horas que voy a dedicar este curso a Soldados de Salamina, de Javier Cercas, y la primera vez que lo haga a partir de una edición anotada, muy rigurosa, muy bien hecha, y muy reciente —hasta noviembre de 2017 no me llegó mi ejemplar— que ha publicado Ediciones Cátedra en su colección Letras Hispánicas: Javier Cercas, Soldados de Salamina. Edición de Domingo Ródenas de Moya. Madrid, Ediciones Cátedra (Col. «Letras Hispánicas», 790), 2017). No hace tanto que programé por primera vez esta excepcional novela —dice Domingo Ródenas que dijo «en 2010 el premio Nobel japonés Kenzaburo Oé que Soldados de Salamina le pareció "una obra maestra" y no seré yo quien le contradiga» (pág. 172)— en mis clases de cuarto de Filología Hispánica, y ha sido una satisfacción en estos años incorporar novedades editoriales sobre el texto que nos ocupa. En el curso pasado fue la «edición escolar» con prólogo de Ángel Esteban y material didáctico de Yannelys Aparicio y Ángel Esteban (Madrid, Debolsillo, 2016), y ahora este espléndido estudio que rodea a un texto que se convirtió en un fenómeno editorial. Una edición como la que ha elaborado Domingo Ródenas de Moya es más que un estudio. Lo es, pero quintaesenciado, reduplicado. La introducción tiene más de ciento cincuenta páginas, y pocas veces tiene tanta justificación tal prolijidad, que aborda la novela como fenómeno de sociología literaria; a su autor, antes y después de Soldados de Salamina; que analiza su concepto de novela —otra vez el punto ciego—; que recorre el texto y su ficción y su realidad; que se detiene en las articulaciones del discurso narrativo —el contrapunto cómico del personaje de Conchi, el relato real, la figura del padre...— y en el tema del heroísmo; que, en fin, interpreta con justeza la obra y responde a muchas de sus miopes e injustas lecturas. Tanto esta introducción como la bibliografía están actualizadas hasta —supongo— no mucho antes de la aparición de la edición, pues se tiene en cuenta la última novela de Cercas, El monarca de las sombras, que tuvo fecha de febrero de 2017. Soldados de Salamina se anota con más de cien notas al pie, muy esclarecedoras, y se culmina con la relación de variantes entre la primera edición y la versión que estableció Cercas en 2015, y con unos apéndices con el epílogo a esa edición, aquel artículo determinante de Vargas Llosa en septiembre de 2001 que aceleró el éxito, y unos textos de Eugenio Montes, Jorge Luis Borges y Thomas Hardy que vienen al pelo para leer a ese Cercas. Ese Cercas que parece un nombre en plural. Más bien dual, lo que justifica la tercera nota de la introducción de esta gran edición: «Como marca de discriminación entre el Javier Cercas real (el autor) y el Javier Cercas ficticio (el narrador), distinguiré a este segundo con un asterisco (*)». Eso sí, yo habría añadido a lo de narrador un matiz: «el personaje».