martes, febrero 20, 2018

De Santa Teresa


No tiene fácil explicación; pero hasta que no he tenido colgado en la pared y debidamente enmarcado el dibujo de Antonio Oteiza que acompañaba mi ejemplar de De Santa Teresa, regalo de Salvador Retana, que lo editó en abril de 2017 en sus Ediciones La Rosa Blanca, no he hecho una lectura detenida de esta excepcional obra que contiene un poema extenso e inquietante —«Aparecida»— de la poeta mexicana Minerva Margarita Villarreal, el libro En el centro del centro, de José María Muñoz Quirós, una mirada a Teresa de Jesús y a sus obras pautada en cincuenta poemas, y la serie de dibujos sin título de Antonio Oteiza. La «Nota del editor», de Salvador Retana, es explícita: «[…] Cada autor da cuenta aquí  de su particular viaje. La doble textura punzante y luminosa de poemas y dibujos genera un vivo diálogo en torno a la figura de la Santa que, junto con la de san Juan de la Cruz, ocupa una de las más altas cimas de la mística y la literatura españolas del siglo XVI. El proyecto de este libro reúne, a la manera del pájaro solitario, las condiciones del editor independiente. La primera: que el afán de su aventura ha de tener altura de miras, pasión por la palabra, audacia y sagacidad; la segunda: que debe huir del ruido, la prisa y las tendencias de la moda, así encontrará la manera de realizar una obra meritoria; la tercera: que ha de estar abierto a promover y conservar todo aquello que pida un buen libro como bien cultural: valores humanos; la cuarta: que ha de ser capaz de aportar la debida consistencia, sobriedad y elegancia a la edición, para que el lector no confunda valor y precio; y la quinta: que ha de ser honesto y libre en su oficio, porque su labor como editor es la del tejedor partícipe de un tapiz que no deja de ser nuestro espejo del mundo». Cinco preceptos dignos de lo que debe ser un editor en los que concurren pasión, audacia, sosiego, creencia en la cultura auténtica, elegancia, honestidad y libertad. El libro, como suele Ediciones La Rosa Blanca, está cuidadísimo de factura. Nacido con 24,5 x 17,5 cm., encuadernado elegantemente en todo tela en un marrón carmelita —qué casualidad— y estampación clara del título y del motivo de cubierta de Oteiza, lleva por cima dos camisas con diferente ancho de solapa y es la mayor la que va impresa —todo Garamond, como todo el libro— con los títulos de la colección (Empalaos, Caracteres, El matadero, Cementerio alemán, Yuste). El papel volumen GardaPat 13 Kiara de 135 g/m2 e Insize Modigliani de 145 g/m2, que da gusto tocarlo. Blanco como la buena leche. Ciento treinta páginas que proceden impresas de los talleres de Gráficas Romero, de Plasencia, en quinientas copias, cincuenta de las cuales han sido numeradas y acompañadas de un dibujo de Oteiza. «Los grandes libros, los que nos hacen crecer / por encima de la línea brusca de la duda», escribe Muñoz Quirós en un poema que recupera el sentimiento de recreación de Santa Teresa al leer libros, en su Vida (Capítulo XXVI). Lo dicho, pasión, audacia, sosiego, cultura, elegancia, honestidad y libertad. 

martes, febrero 13, 2018

Su clara luz recibe


Mañana presentamos en Ribera del Fresno este librino sobre el magistrado y poeta Juan Meléndez Valdés (1754-1817). Su clara luz recibe. Estudios sobre Juan Meléndez Valdés (Mérida, Editora Regional de Extremadura. Colección «Estudio», 51, 2017). Intervendremos en el acto Piedad Rodríguez Castrejón, alcaldesa de la ciudad natal del escritor, Eduardo Moga, director de la ERE, y quien suscribe y mira con regusto un conjunto de escritos que incluye el primer trabajo académico publicado, con veinticuatro años, sobre los ecos de la poesía de Meléndez Valdés en Espronceda, que apareció en un volumen del Anuario de Estudios Filológicos en homenaje, precisamente, a quien marcó —Juan Manuel Rozas, que falleció en ese 1986— los inicios de una carrera que ya va, con suerte, para los treinta y dos años. Es, más o menos, el tiempo que recorren los seis breves estudios reunidos bajo un título declaradamente ilustrado, del tiempo de unas luces que hoy seguimos necesitando, y que remite a un poema, la oda «En una salida de la corte», en el que el poeta se lamenta de que se desdeñe la poesía, los bienes inmateriales: «La falsa corte y novelero vulgo / desdeña el numen; los tendidos valles / y el silencio le agrada, / y la altísima sierra al cielo alzada. / En ocio y paz de la verdad atiende / allí la augusta voz, el alma dócil / su clara luz recibe, / huye el error, y la virtud revive […]». No seré yo el que diga lo que escribió un colaborador de un periódico de su tiempo: «Su lenguaje compite con el de Petrarca. Su economía, prenda que si exceptuamos a fray Luis de León, no se encuentra en ningún poeta español, es admirable, no se hallará en todos sus versos uno que sea inútil como los que encaja a cada paso el común de los poetas para seguir el consonante.» (Correo de Madrid, junio de 1788). La presentación será en la Casa de la Cultura de Ribera del Fresno, a las 19:30 horas. Miércoles, 14 de febrero de 2018.

martes, febrero 06, 2018

Luis Pastor en el Aula Literaria José María Valverde


Mañana, miércoles 7, el Aula Literaria «José María Valverde» de la Asociación de Escritores Extremeños reanuda su programa de este curso con la lectura de Luis Pastor (Berzocana, 1952). «Soy un verso / lanzado al futuro, / proyecto seguro, / guitarra y canción», dice una de sus letras como un justificante de que esta aula de la literatura y de la palabra vuelve a recibir —ya pasaron por ella Pablo Guerrero y Javier Krahe— a un cantante que escribe. En el Palacio de la Isla de Cáceres, a las 19:15 horas de este miércoles 7 de febrero de 2018.

Xavier Escudero en Letras

Hoy martes 6 de febrero, el profesor Xavier Escudero, de la Universidad de Littoral Côte d’Opale (Boulogne sur Mer, Francia), dirá una conferencia sobre una de sus principales líneas de interés en la investigación: las Formas y aspectos de la decadencia en la novela española del final del siglo XX al principio del siglo XXI, que es el título del libro que está preparando en Francia. Hace semanas que el profesor Ramón Pérez Parejo, que forma parte del equipo de Literatura Infantil y Juvenil de la UEX, se me propuso para invadir benéficamente mis clases de Literatura Española Contemporánea con la aportación de este especialista sobre ejemplos de «decadencia» de la novela española como Luis Landero, Rafael Chirbes, Gonzalo Hidalgo Bayal o Enrique Vila-Matas. Santos todos de mi devoción. En Letras, en el aula 31, a las doce de la mañana. Entrada libre, claro.

domingo, enero 28, 2018

Culpables por la literatura


Este libro de Germán Labrador Méndez, Culpables por la literatura. Imaginación política y contracultura en la transición española (1968-1986). (Madrid, Ediciones Akal, 2017), se presenta —por fin— este martes en Cáceres. Debo a Juan Andrade, director de la colección «Reverso. Historia crítica» en la que se publica, mi ejemplar, enviado por Akal el pasado verano. Es un libro, para mí, interesantísimo y que ojalá resulte controvertido —señal será, no solo de que lo es, sino de que se ha difundido. Es tan impugnable como el pasado que trata. De manera que no cabe más, como en aquellos tiempos, que ser tolerante, más comprensivo que sectario. Aún no he terminado de leerlo (pág. 269 de 666) y no puedo dedicarle una reseña; pero me gustaría reproducir unas líneas de Germán Labrador en sus páginas de «Agradecimientos»: «Sin desearlo, formé parte de una generación de investigadores que, a pesar de sus aportaciones en sus respectivos campos, lejos de haber sido aprovechados por el mundo del que proceden, fueron alejados de él con violencia». No me cuadra lo de «sin desearlo» y no comparto lo de «con violencia»; pero estoy con él en que es bochornoso que España forme en la enseñanza pública a jóvenes para luego desprenderse de ellos. No me imagino que  un club de fútbol acoja a un chaval de catorce años, lo eduque hasta convertirlo en balón de oro y le diga que se marche. Pongamos que hablo de Messi. «Parecería a veces —dice Germán Labrador en su libro (pág. 6)— que la función de las universidades, en el estado español, consistiese en la doma o desperdicio del talento más joven». Por eso me alegro de que libros así —y personas como Juan Andrade, como Enrique Santos Unamuno, que presentará el libro de Germán Labrador el martes— estén en nuestro panorama universitario. En la librería Psicopompo (Plaza Marrón,12), martes 30 de enero de 2018, 20:00 horas. En Cáceres. Se presenta el libro de Germán Labrador Méndez, Culpables por la literatura. Imaginación política y contracultura en la transición española (1968-1986). (Madrid, Ediciones Akal, 2017).

jueves, enero 18, 2018

Ángel en Letras


© Foto de Sandra Sánchez Valares
Esta mañana he intervenido en mi Facultad en el II CICLE (Congreso Internacional de Investigación y Crítica sobre Literatura Española), dedicado a las relaciones hispano-lusas en la literatura, y organizado por jóvenes investigadores y profesores que fueron mis alumnos no hace tanto, con una ponencia titulada «Un mapa sin fronteras de la literatura de Portugal y de España (1985-2008)». Rótulo poco explícito que ha comprendido un nuevo recuerdo de mi querido amigo Ángel Campos Pámpano. Él es quien ha justificado el tramo de mi interés, desde 1985, por su antología —que no pudo llegar a reeditar, como tanto le hubiese gustado— Los nombres del mar. Poesía portuguesa 1974-1984 (Editora Regional de Extremadura), hasta 2008, la fecha de su muerte y de la publicación de su poesía reunida en el volumen La vida de otro modo [Poesía 1983-2008] (Calambur Editorial). Habrá quien diga que soy excesivo y sensiblero; pero he repetido que de Ángel sigo acordándome todos los días. Yo sigo firme. Un colega, al terminar, se me ha acercado para preguntarme cómo podría conseguir la antología de Ángel y su poesía, porque —me ha dicho— «por lo que has leído de él, es de esos poetas que me gustan». Otro colega me ha recriminado no haber sido más contundente y haberme contenido —quizá por pudor— en insistir más en el empeño extraordinario de Ángel Campos Pámpano por la difusión de la literatura portuguesa en España. Quizá por todo esto, he sentido como nunca que no hubiese más personas escuchándome. No, por favor, no soy tan cretino. Lo digo porque sería lógico hablar ante una docena de escuchantes sobre mi genial análisis de una tragedia desconocida de un más desconocido autor escondido bajo el acrónimo «Masara»; pero me entristece que no haya habido más público que —como ese colega que se me acercó al final de la charla— hubiese sabido de la existencia de un personaje extraordinario, de un gran profesor, de un traductor solvente, de un buen poeta, de un amigo. Como si no supiese yo que no es necesario trabajar sobre Ángel para acordarme de él.

martes, enero 16, 2018

De Aurora Luque


Un mensaje de Pilar Galán de ayer temprano comunicaba que la intervención en el Aula José María Valverde de Cáceres de la escritora Aurora Luque, que es de mi quinta, cambiaba lo programado, y que su visita se concentrará en el día 1 de marzo. Todos, supongo, hemos tomado nota; pero a mí me ha traído a la mente algo de su poesía que conozco —«El cuerpo amado nunca / es solamente un cuerpo»— y un libro que yo desconocía y que se titula Una extraña industria (De poética y poetas). Ed. de José Andújar Almansa (Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Cultural de la Universidad de Valladolid, 2008). Recoge esta obra más de una treintena de textos publicados o leídos —hay conferencias y presentaciones hasta ese momento inéditas— de esta poeta y profesora de griego que giran en torno al libro, a la lectura y al mundo clásico. En «La lectura como enfermedad jovial», que inauguró una feria del libro en Almería, dice: «No pretendo ser original —pero sí muy sincera— si les digo que la historia de mi vida es la historia de mis lecturas. Para saber quién soy tendría que hacer un escrutinio de los libros que he leído, al revés del quijotesco, no centrífugo, sino centrípeto, no para desecharlos como perniciosos ni para destruirlos con furia liberticida como sucedió en La Mancha, sino al contrario, con amorosa disposición, porque al acogerlos me constituyeron tal como soy». Y transcribe un poema de Jorge Riechmann («Un libro es un milagro» […]) y recuerda un libro del profesor Juan Mata (Como mirar a la luna. Confesiones a una maestra sobre la formación del lector) y una cita que lo encabeza de Chan Chao, de Dulces sombras soñadas. Se echan en falta en el libro de Luque referencias precisas a lo que lee. El poema de Riechmann es de Poema de uno que pasa (Valladolid, Fundación Jorge Guillén, 2002) y el libro de Juan Mata está publicado en Barcelona por la Editorial Graó, en 2004. De lo de Chan Chao no tengo ni la más remota idea, aunque sean Dulces sombras soñadas. Lo cierto es que mañana quiero restituir el libro de Aurora Luque a la biblioteca de mi universidad, que me lo prestó.

martes, enero 09, 2018

Marsé, 85

© Toni Albir (EFE)
Yo, ya, desde el año pasado, felicito al maestro tal día como hoy. Conversación de ayer con un colega muy leído: —Oye, estoy fascinado con lo que he leído de Juan Marsé. Es buenísimo. Creo que ya me he comprado todo. Lo leeré.

Felicidades.

lunes, enero 08, 2018

Ana


Hay relaciones profesionales que al cabo del tiempo toman un tono gozosamente más intenso que el que en su día tuvieron. Pasados los años, uno desescombra en lo superfluo y se queda con lo esencial, como supongo que debe pasar —se me ocurre ahora— a los matrimonios con muchos hijos o a los editores con muchos libros, que se quedan, sobre todo, con los hijos y con los libros. Pienso en esto por lo tanto que me duele la muerte de una compañera como Ana Holgado Holgado (Sierra de Fuentes, 1953). Compartimos siete intensos años —y varios centenares de ediciones— en el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura. Supuestamente, yo era su «jefe»; pero ella era el eje en torno al que giraba todo el mecanismo de una editorial universitaria. Lo ha sido durante más de treinta años, como Jefa de la Unidad Técnica del Servicio de Publicaciones de la UEX, y ha compartido, casi desde talleres, el nacimiento de más de un millar de libros que modesta y dignamente ha venido publicando este sello institucional desde su creación en 1982. Hace pocos días, conocimos que estaba ingresada en la UCI, tras una intervención urgente por una septicemia grave; y esta mañana, en la Biblioteca Central de la UEX en Cáceres me dieron la noticia de que acababa de fallecer. Es difícil de creer que alguien se vaya así, de manera tan súbita y casi sin querer molestar a los más cercanos en unas fechas propicias para lo festivo. Hoy, el saludo más repetido, el lexicalizado «feliz año» de la vuelta al trabajo y el reencuentro con los compañeros, se ha hecho mueca de infelicidad, horma de la pena. Ana era constante, muy metódica, y tenía una cabeza hecha para estructurar todo aquello que carecía de estructura; por eso logró levantar la base de un «servicio» —de primer apellido, le decía yo, y «editorial» de segundo— que era suyo, y que me perdonen todos los directores académicos que han pasado por él. Gran aficionada al cine y a la lectura, mostraba muchísimo interés por cualquier asunto relacionado con la cultura que uno tuviese entre manos. Ella misma se ponía retos incluso para lo más doméstico. Su visita a París para ver a una sobrina la tuvo meses dedicada a reforzar sus nociones de francés, y recuerdo que durante mucho tiempo tuvo como página de inicio del navegador de su ordenador la portada de Le Monde, que fue su forma previa de inmersión. Este lunes de su muerte habría leído con interés la crónica de la de France Gall (1947-2018), un «icono de la Francia yeyé» la llama hoy el periódico en una página que me ha recordado a Ana. A ella se refería una de mis primeras anotaciones, de enero de 2004, antes de llegar al Servicio de Publicaciones: «Llamar a Ana Holgado», y con ella estamos Chelo, Inés, la becaria Anabel y yo en una fotografía que no he logrado localizar para ilustrar esta nota, que lleva otra cedida por la prima de Ana, Marisa Holgado. Mis apuntes de cuadernos antiguos —he dedicado buena parte de la tarde a recordar a Ana— me traen ahora una nota de un 16 de diciembre del año que España ganó el Mundial de Fútbol en la que yo me lamentaba de la falta de personal del Servicio de Publicaciones por que nuestra «comida de empresa» fuese solo de cinco: Chelo, Laura, Javier el becario, yo, y, claro, Ana. Su funeral será mañana día 9, en la Parroquia de Sierra de Fuentes a las 10:30 horas. Pena.

domingo, enero 07, 2018

Todas las palabras para decir roca


Estuve el último martes del año pasado en el Centro de Artes Visuales Fundación Helga de Alvear. Y volví a contar los pasos que separan el umbral de mi casa de la puerta de entrada a este espacio de arte contemporáneo. Ciento treinta y cinco. Fui a conocer la propuesta de Julián Rodríguez como comisario de la exposición con los fondos de la Fundación y el pie forzado de la naturaleza como motivo temático. No sé si alegrarme por el medio natural creado —de incontestable efecto— por la exposición y la manera de vivirlo, yo solo, sin nadie —salvo el personal vigilante de la casa— en ninguna de las plantas del edificio; o lamentar que un atractivo turístico como este no tenga más visitas. Por eso me pareció muy destacable que en febrero de 2017 se llenase una de las salas más grandes del Centro cuando presentamos la antología Escribir y borrar, de Ada Salas y su libro Diez mandamientos, con los dibujos de Jesús Placencia. Todos suponemos que, cuando culmine la segunda fase de construcción del Centro, serán muchas más las oportunidades de abrir las puertas de un espacio expositivo de primera línea a más público. Incluso para quienes conocemos someramente —sin solvencia alguna— el fondo cacereño de Helga de Alvear, una muestra como la que propone Julián Rodríguez puede resultarnos «familiar» en algún momento de su recorrido, y llevarnos a decir que ya nos suenan algunas piezas. Todas las palabras para decir roca se articulan en un entorno que es muy relevante y significativo: Extremadura. Aunque en la muestra no haya casi ningún indicio de ello —quién sabe si uno puede apropiarse del inquietante y caótico zarzal de Álvaro Perdices—, esta lectura extremeña de la dualidad de Naturaleza y conflicto, que es el subtítulo explicativo y teórico de la exposición, es muy pertinente. Insisto, aunque lo que el visitante vea sean obras que provienen de Japón, Reino Unido, México, Austria, Alemania, Estados Unidos de América... Qué sugestiva esta manera de convivir con tan diversas percepciones de la naturaleza. También desde la lectura de los textos —de H. D. Thoreau, de R. Macfarlane, de Eva Lootz, de César Rendueles— que reciben al visitante de cada espacio, o desde la escucha de la lista de Spotify para la exposición, con piezas —elegidas por Julián Rodríguez y muy bien presentadas en el folleto por Luis Francisco Pérez— de Beethoven, Schubert, Mahler, Wagner, Webern y Richard Strauss. Esta música se escucha aquí, en este espacio, en esta calle. Así lo he sentido yo, y no solo porque el comisario de la exposición sea extremeño —de Ceclavín— y haya escrito mucho sobre el entorno rural que le ha educado, y que insista en la presentación de esta muestra que estará a ciento treinta y cinco pasos hasta el 27 de mayo de 2018. De mi calle. De todos los países. De todas las palabras.

jueves, enero 04, 2018

Aguinaldos



Ya escribí aquí, a propósito de la publicación del libro-catálogo Una colección de rarezas bibliográficas: los Aguinaldos impresos de Víctor Infantes (1997-2016) (Los Libros de Forforeda, 2017), que en más de una ocasión me he referido a estas felicitaciones impresas que el llorado Víctor Infantes (1950-2016) enviaba a los amigos cada Navidad, a los que sorprendía siempre con un original formato que habría costado ensobrar, con una curiosidad bibliográfica o la difusión de una rareza tipográfica. Sin falta, desde 1997, envió estas felicitaciones y recuerdos, hasta el mismo diciembre de su muerte. Ausente él, su amigo y cómplice en estos solaces de pasión libresca, José Manuel Martín, de Gráficas Almeida, ha enviado en estas fechas una tarjeta-homenaje a Víctor Infantes y una circular para la buena intendencia del proyecto de seguir publicando estos aguinaldos en recuerdo del maestro. Me han llegado pocos días antes que otro de esos emocionantes aguinaldos que uno siempre recibe y nunca corresponde como debe. Matilde Muro Castillo (MMC) también sigue enviando desde hace mucho —salvo un lapso de años que ya se anuló— sus felicitaciones elaboradas para los amigos. Las guardo como un tesoro, como una muestra siempre viva de la creatividad y el aprecio de MMC. Este año, su No están, un cuadernillo de cuatro hojas (15 x 10,5 cm), cubierto con papel vegetal y unido por una cinta dorada, nos trae una emotiva constatación de las ausencias («Han pasado muchos años desde que se han ido (¿se han ido?), pero este año se me ha ido tanta gente, tanta, tanta, que no puedo hacer como si no pasara nada») y una despedida jubilosa («Cuando recibáis mis mejores deseos para el año 2018 es muy posible que yo ya sea libre de verdad, que haya dejado de trabajar con horario de piñón fijo y órdenes absurdas»). Los copiados son los dos únicos párrafos, de dieciséis, me parece, que no traen esa letanía pagana y personal del «No están» que explica este presente, este aguinaldo, que tanto sentimiento comparte —comparto yo, que soy el que lo recibo— con los aguinaldos que enviaba Víctor Infantes a sus amigos. Y una triste diferencia con el que manda Matilde Muro. Que Víctor ya no está. Eso, No están.


lunes, enero 01, 2018

Año nuevo

Tengo la costumbre de seguir por televisión el Concierto de Año Nuevo y, por mucho que escriba aquí sobre esto, no creo que se convierta en una tradición, que es como una manera de enaltecer un hábito. En esta edición de 2018 un atractivo ha sido la dirección de Riccardo Muti —cuánto me sigue emocionando ese trozo con discurso de la representación de Nabucco en el centésimo quincuagésimo aniversario de la unificación de Italia que pude compartir aquí— y otro muy especial la interpretación a la cítara por Barbara Laister-Ebner de una parte de los «Cuentos en los bosques de Viena», de Johann Strauss, con la orquesta en silencio y el director extático con una mano en la mejilla. Excelentes la locución y los comentarios de Martín Llade y su emocionado recuerdo a José Luis Pérez de Arteaga. Y el repertorio —Franz von Suppé, Johann, Eduard y Josef Strauss, Alphons Czibulka. Recuerdo ahora que un día como este aludí a un soneto —cualquiera— de Lope de Vega. Pongo, este año, este que dice, sobre una calavera, el soneto XLIII: 

Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura destos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que mirándola, detuvo.
Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos;
aquí los ojos, de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo.
Aquí la estimativa, en que tenía
el principio de todo movimiento;
aquí de las potencias la armonía.
¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!,
Donde tan alta presunción vivía
desprecian los gusanos aposento.

La lectura de este soneto me ha llevado a otro sobre el que Miguel Díez R. y Paz Díez Taboada llamaron la atención en una de sus antologías comentadas de la literatura española, la que publicó Cátedra en 2005 de poesía lírica del XI al XX. En ella, recordaron «A un esqueleto de muchacha», de Rafael Morales, de su libro El corazón y la tierra (1946):

En esta frente, Dios, en esta frente
hubo un clamor de sangre rumorosa,
y aquí, en esta oquedad, se abrió la rosa
de una fugaz mejilla adolescente.
Aquí el pecho sutil dio su naciente
gracia de flor incierta y venturosa,
y aquí surgió la mano, deliciosa
primicia de este brazo inexistente.
Aquí el cuello de garza sostenía
la alada soledad de la cabeza,
y aquí el cabello undoso se vertía.
Y aquí, en redonda y cálida pereza,
el cauce de la pierna se extendía
para hallar por el pie la ligereza.

domingo, diciembre 31, 2017

Último día del año


Así. Así, así algunas tardes como esta del último día del año. Antes de prepararnos para pasar la noche con una cena especial. Otra vez el rito luego de tomar las uvas y sus supersticiones. Así he pasado estas tardes durante varios años releyendo algunas entradas de este blog con el mismo motivo del último día que toca un día como hoy. Antes de que existiese este soporte, hacía lo mismo con notas y cuadernos manuscritos. No hacía recuento; pero buscaba un recuerdo entre recuerdos, como una exaltación jubilosa de lo pasado —a pesar de los lutos, los fracasos, las pérdidas y las equivocaciones —, de lo que uno ha vencido al tiempo en su medida. Ahora estoy delante de esta pantalla escribiendo como si tuviese una necesidad en tan señalada noche. Qué tontería. Más de diez docenas de entradas de este blog en este año me avalan. Pero escribo. Con la banda sonora de los mensajes de felicitación que llegan, con tanto sentimiento, tantas faltas de ortografía, tanta falta de gusto a veces, y tanta buena voluntad. Feliz año nuevo. Y feliz disfrute de la lectura. De un «Elogio de la palabra» como el que escribió Juan Carlos Mestre: «Esta palabra no ha sido pronunciada contra los dioses, esta palabra y la sombra de esta palabra ha sido pronunciada ante el vacío, para una multitud que no existe. / Cuando la muerte acabe, la raíz de esta palabra y la hoja de esta palabra arderán en un bosque que otro fuego consume. / Lo que fue amado como cuerpo, lo escrito en la docilidad del árbol único, será consolación en un paisaje lejano. / Como la inmóvil mirada del pájaro ante la ballesta, así la palabra y la sombra de esa palabra aguardan su permanencia más allá de la revelación de la muerte. / Sólo el aire, únicamente lo que del aire al aire mismo trasmitimos como testamento de lo nombrado, permanecerá de nosotros. / La luz, la materia de esta palabra y el ruido de la sombra de esta palabra.». (De La poesía ha caído en desgracia, Visor Libros, 1992; y reedición en Calambur Editorial, 2014). La poesía sigue cayendo bien. Feliz año nuevo.

sábado, diciembre 30, 2017

Trienios


Recibí con alegría —gracias a Marino González, su editor— esta nueva novela del extremeño Jorge Márquez (Sevilla, 1958), entre otras razones, porque habían pasado trece años —como los perros de su primera novela El claro de los trece perros (Algaida, 1997)—  desde que se publicó la última, Los agachados (Algaida, 2003). He tardado en leerla, sí, más de un año; pero ha merecido la pena. Me ha devuelto al enorme escritor que es Jorge, con su prosa reconocible, su humor, su manera de presentar y tratar a sus personajes —unos tiernos, otros feroces, patéticos muchos—, que, no en vano, aquí, se trata de un bestiario. O, más bien, un zoológico, ya que los animales se ubican en la Casa, en la Casa Grande, que es como una inmemorial casa de fieras cuyos cimientos solo podrían abatirse en la imaginación de un sueño del que uno despierta «angustiado, sudoroso» (pág. 278). Esta novela tenía que haberla publicado el mismo sello institucional que publicó, por ejemplo, la primera novela de Gonzalo Hidalgo Bayal —Mísera fue, señora, la osadía—, los Cuentos de Jesús Delgado Valhondo, el Camino baldío de Ricardo Puente, Caminar por caminar cansa, de Antonio Gómez, o los Nocturnos de María José Flores. Qué sé yo. Es una novela muy especial. Porque, por ejemplo, a sus muchos valores —véanse solo algunos infra— cabría añadir lo políticamente incorrecto, que es lo que más agrada. Esto es, el juego que algunos lectores hemos podido urdir con las supuestas claves de la novela. Confieso haber intercambiado mensajes con una lectora cercana del mismo libro que me decía que sabía quién era «La rata» y quiénes «Los borregos». Un entretenimiento malicioso que no quita valor a una novela que merecería mucho más eco entre lectores menos contagiados de su ambiente. Me extraña, por eso, que, salvo en círculos muy privados —el otro día hablé de esto con Miguel Murillo, gran amigo de Jorge Márquez—, nadie haya metido el dedo travieso en la llaga institucional con la excusa de esta mueca satírica del funcionariado. Lo mejor es que Jorge Márquez vuelve, después de más de una década, a mostrar su solvencia como narrador, vuelve a su gusto —aquí más embridado— por marcar tipográficamente las voces y registros de su relato, que en Trienios se fundamenta en dos discursos trenzados, el del bestiario y sus treinta y siete especies —las hay que son peces, mamíferos, aves, reptiles, crustáceos..., todos humanos—, y el de un diario conmovedor con sus treinta y tres anotaciones desde un 27 de junio a un 31 de diciembre del mismo año que aportan al lector un contrapunto del personaje que escribe. Los trasvases y guiños entre ambas partes —el bueno de «Wes[ley] J. Weaver III Catedrático de Literatura Española de la Universidad Estatal de Nueva York. Autor del libro Personajes en busca de una realidad: Aproximaciones a la literatura de Jorge Márquez (Sevilla, Diputación de Sevilla. Servicio de Archivo y Publicaciones, 2010)», habla de novela «estremecedora» y de «estructura bipartita», en una nota previa que se extracta también en la cuarta de cubierta y que es absolutamente prescindible en una editorial que se precie de su autor— son sutiles y un acierto, como el relato de algunos lances, la pintura de algunos caracteres, los juegos, la ironía, el expresionismo valleinclanesco de muchísimas páginas y la expresión de unas ideas que a veces rematan un capítulo como para decirle al lector aquí estamos tú y yo: «Mi pobre padre no entendió la hondura de aquella reflexión, aunque intuyó que contenía una intensa lección de vida. Solo los años irían sedimentando en el carácter de mi padre la conversación con don Zaratustra hasta marcarle para siempre con la indeleble e inocultable señal de los ingenuos que hacen de la decencia, de la humildad y de la generosidad su norte.» (págs. 229-230). En fin, que esta novela me parece que es todo un acontecimiento.

martes, diciembre 26, 2017

La visión estelar de Valle-Inclán


En 1916, Valle-Inclán fue invitado por el gobierno francés a visitar el frente de la Gran Guerra de 1914 a 1918. El escritor viajó a Francia, y fruto de su experiencia de dos meses fueron sus crónicas publicadas en El Imparcial y en Los Lunes de El Imparcial entre octubre de 1916 y febrero de 1917, que tituló Un día de guerra (Visión estelar). Pocos meses después, Valle publicó un libro de algo más de cien páginas titulado La Media Noche. Visión estelar de un momento de guerra, con colofón de 30 de junio de 1917. Esto era lo sabido, al menos, hasta hace casi diez años, cuando se conocieron los archivos personales de Valle-Inclán, y entre ellos, el cuaderno manuscrito —El Cuaderno de Francia— en el que el escritor fue anotando sus impresiones de viaje entre mayo y junio de 1916. Coincidiendo con el centenario de ese texto, Margarita Santos Zas, directora de la Cátedra Valle-Inclán de la Universidad de Santiago de Compostela, publicó la edición facsimilar Con el alba: El Cuaderno de Francia (1916). Manuscrito inédito de Ramón del Valle-Inclán. Facsímil (Santiago de Compostela, Biblioteca de la Cátedra Valle-Inclán, Universidade  de Santiago, 2016). Ahora, esa misma Cátedra Valle-Inclán de la Universidad de Santiago de Compostela puede estar orgullosa por publicar, en esa colección, en su «Biblioteca», esta primorosa y excepcional edición de La Media Noche. Visión estelar de un momento de guerra, de Valle-Inclán, con un estudio y dossier genético y editorial elaborado por Bénédicte Vauthier (Universidad de Berna) y la ya citada Margarita Santos Zas (Universidad de Santiago de Compostela). La edición consiste en tres volúmenes estuchados en una caja que presentan las dos versiones del texto y el estudio y dossier genético y editorial de Vauthier y Santos Zas. Buena parte de lo que me gusta del trabajo que siempre hace Bénédicte Vauthier es su afán por desfacer entuertos filológicos y luchar sin violencias contra las tibiezas o los hibridismos editoriales. En este caso, se ha fijado en la fortuna editorial de Valle-Inclán bajo el sello de Espasa-Calpe, y, de paso, en la tradición de la crítica textual europea, entre la que la crítica alemana destaca, según se ve en el planteamiento de las editoras de este Valle-Inclán, y que, sin desmerecer el trabajo conjunto, contiene epígrafes como «Un necesario paréntesis teórico», incluido en el volumen del estudio (págs. 35-57) que es marca indubitable del hacer de una experta como la profesora Bénédicte Vauthier. Aquí hay un libro de doscientas páginas, con cuatro apéndices, el último de los cuales consiste en un DVD que contiene la transcripción diplomática y la edición facsimilar de los borradores autógrafos de Valle. El hecho editorial merece nota; pero el análisis genético y del contenido —y su contexto— de lo que escribió el autor es soberbio, y despierta un interés enorme por la relación que se establece entre la circunstancia de volar en un aeroplano militar sobre el campo de batalla y la «visión estelar» como propuesta estética de renovación de un escritor tan grande. Añado, a lo mucho y bien dicho por las autoras de este estudio, que la visión desde arriba, levantado en el aire, que informa los esperpentos valleinclanescos de los años veinte tiene aquí un precedente nada desdeñable. Este volumen de la «Biblioteca de la Cátedra Valle-Inclán» es, sin ninguna duda, un trabajo excelente que merece muchos más reconocimientos que esta modesta y torpe nota.

domingo, diciembre 24, 2017

Feliz Noche

© Reuters
Alguna vez he deseado Feliz Navidad en las páginas de este blog. Sin ir más lejos, el año pasado, cuando recordé un cuento de Movimiento perpetuo, de Augusto Monterroso, y esa costumbre de sentarte a escribir a mano varias decenas de christmas que enviabas a tus familiares y amigos. En la mesa del salón, hasta que había que usarla una noche como hoy para cenar, se acumulaban, abiertas y en alerta, verticales sobre sus cantos, las tarjetas recibidas desde casi principios de diciembre. Este año, en la mesa no hay más que lo de todos los días y más libros, y me parece que es el primero que no ha llegado ni una sola felicitación en papel —ni una sola— por correo ordinario. Ni personal ni institucional; ni siquiera publicitaria. No sé si lo notarán mis hijos cuando lleguen. Ay, mis hijos. Cuando yo empecé a escribir estas bobadas, tenían diez años —él— y catorce —ella; y hoy llegan a casa como si fuésemos una de esas familias que se reúnen en fechas señaladas. Bien está que por una vez Barcelona, Cáceres y Almendralejo sean los ingredientes con los que amasemos esta noche la distancia para que cuaje, se diluya. Seguro que sí. Otro año serán otros lugares, y así podrá ser que ellos sean, desde donde sea, el perímetro de mi centro. Feliz Navidad. Feliz Navidad a todos los que quiero. A todos los que me lean.

jueves, diciembre 14, 2017

Luis Costillo


© Pakopí. Diario Hoy
A primeros de octubre, el editor Julián Mesa —Libros de Mesa— envió una carta —a estas alturas, solo si la carta hubiese sido enviada por correo postal, manuscrita o mecanoscrita, habría que especificarlo— en la que daba a conocer un nuevo proyecto editorial que arrancaría con un libro, de tirada limitada y con obra original, de Luis Costillo (Badajoz, 1956). Explicaba en su misiva que «en este caso el producto final será un libro impreso en offset y un original de los que lo componen. Este libro tendrá un tratamiento de libro de artista y con un acabado acorde con la propuesta: tapa dura original en cada ejemplar, cosido a mano, papel de alta calidad y gramaje, guardas, etc...»; y proponía a cincuenta personas que lo comprasen, con una tirada de cien ejemplares, cincuenta de los cuales en edición no venal, como «una forma de coleccionar arte con muy pocos medios: los socios pueden comprar obras por muchísimo menos valor que tendrían en una galería». Mañana quiero ir a Badajoz a dar un abrazo a Luis Costillo —que lo ha pasado mal— y a recoger mi ejemplar. Será, entre 19:30 y 22:00 horas, en la sede de la Asociación de Vecinos del Casco Antiguo de Badajoz (Plaza Alta, 25-B). No es para exagerar; pero mañana me gustaría desdoblarme como otras veces —que cada uno crea lo que quiera—, y poder estar a las 21:00 horas en la inauguración de la exposición que al portugués Pedro Matos le han montado María Gil y Julián Gómez en su galería cacereña Kernel.

miércoles, diciembre 13, 2017

¿Periodismo en la UEX?


Se me ocurren otras palabras, además de «barbaridad» —en su acepción de dicho o hecho necio o temerario— para calificar la propuesta de implantación de un Grado de Periodismo en la Universidad de Extremadura sin un solo crédito de Lengua Española ni de Literatura Española. «Desatino», «despropósito», «negligencia» o «ignorancia» podrían valer. ¿La formación de futuros periodistas no contempla afianzar el conocimiento de la literatura española y el uso de la propia lengua como un fundamento esencial y demostrable en la mismísima historia del periodismo que nace en nuestro siglo XVIII? Un desatino. Lo que no acabo de comprender es que la UEX se hiciese no hace mucho la foto de la inauguración de una etérea Aula de Periodismo con el nombre de Juan Luis Cebrián, fundador del diario El País y presidente de PRISA, y, además, académico de la RAE, es decir, de la Lengua Española. Parece ser que Cebrián ha hecho un legado de su archivo y biblioteca a una institución académica que ignora lo que él mismo defiende, que el periodismo, la lengua y la literatura son indisociables. Parece que aquí estamos por encima de otras universidades que tienen más sentido común. La Universidad Complutense tiene la asignatura de «Lengua Española» en primero de sus estudios de Periodismo, y en segundo curso una «Literatura y Medios de Comunicación». Como optativa, en tercero, «Análisis de Textos Periodísticos: el relato», y «Literatura y prensa periódica»; y en cuarto curso «Análisis de Textos Periodísticos: el artículo y el ensayo». En el doble grado de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Francisco de Victoria hay una «Literatura Española» obligatoria en tercer curso y «Lengua Española» en primero. En la Universidad de Sevilla, como asignaturas de formación básica, están, en primero, «Tendencias literarias en la cultura contemporánea», y, en segundo, «Lengua Española»; como en la Universidad Rey Juan Carlos, con una «Lengua Española» en primero y, en cuarto, «Periodismo y Literatura». Es más, en la Universidad Autónoma de Barcelona, que tiene, lógicamente, una «Llengua Catalana» en primero como asignatura de formación básica, tiene en segundo curso una que se llama «Estàndard oral i escrit de la llengua espanyola», y una «Literatura catalana contemporánea». Etcétera... Aquí, sin embargo, lamentablemente, nadie ha reparado en esto y seremos notables de la estulticia. Tengo delante la Memoria del Grado de Periodismo propuesto por la UEX para su implantación en el curso 2018-2019 y en sus más de ciento cuarenta páginas no aparece ninguna vez la palabra «literatura», y «lengua» solo se usa para referirse a la lengua inglesa, que se incluye como asignatura y como competencia específica, ahí es nada, para expresar que es importante, claro, el estimar el uso de la lengua inglesa en el ámbito de los medios de comunicación y elaborar textos periodísticos en inglés. Alucinante.

martes, diciembre 12, 2017

Javier Huerta Calvo en Letras

Este jueves 14 de diciembre, en el Salón de Actos de la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres, a las 19:00 horas, el profesor Javier Huerta Calvo, catedrático de Literatura Española en la Universidad Complutense de Madrid, impartirá la conferencia «El encanto del teatro primitivo», enmarcada en los actos que el Departamento de Filología Hispánica y Lingüística General de la Universidad de Extremadura ha organizado este año de la conmemoración del V Centenario de la Propalladia de Bartolomé de Torres Naharro. Javier Huerta Calvo fue también catedrático en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Ámsterdam. Es fundador y director del Instituto del Teatro de Madrid. Se especializó en teatro breve y en la literatura festiva de los Siglos de Oro, sobre los que ha publicado varios libros: Teatro breve de los siglos XVI y XVII, Antología del teatro breve del siglo XVII, El nuevo mundo de la risa, Una fiesta burlesca del siglo de oro, El teatro breve en la Edad de Oro…), además de un centenar de artículos sobre el tema en numerosas revistas. Otras publicaciones suyas son El teatro medieval y renacentista, De Poética y políticaNueva lectura del Canto personal, de Leopoldo PaneroHistoria de mil y un juanes. Onomástica y Folklore (junto con José Luis Alonso Hernández), y Teatro español (de la A a la Z). Dirigió la Historia del teatro español en dos volúmenes (Editorial Gredos), y la Historia del teatro breve en España (Editorial Iberoamericana/Vervuert). En 2015 el Centro de Estudios Astorganos y la Fundación Gerardo Diego publicaron su libro Gerardo Diego y la Escuela de Astorga. Es Premio de Periodismo Ciudad de Astorga. Es autor del libro de poemas Razones coloradas, por el que recibió en 2015 el premio de poesía Joaquín Benito de Lucas. 

domingo, diciembre 10, 2017

Mosaico (Libros)


Tengo imágenes de estas para aburrir. Suelen tomar el aspecto de torres de libros sobre mi mesa. Solo tengo dos modos de aliviarlas: leer y colocar. Leer lleva su tiempo y colocar es más fácil, pues basta con recibir un libro y ponerlo en su sitio; ¿pero quién se resiste a dejar un libro en su estantería sin haberle dedicado la atención que merece? La puede merecer por ser un regalo o por ser un capricho. Si es un encargo pagado para escribir, es otro asunto; y no suelo poner aquí nada que haya sido comprometido para otro lugar antes de que se publique en su destino. Me fijaba mucho frente a la casa de mi madre en esa gente que en la calle los sábados y domingos no hacía nada más que sentarse a hablar y tomar un café, una caña, o fumarse unos cigarrillos; y así todos los días. Pasa en todos los sitios. Hay personas que miden su existencia con las horas en un bar, con la cantidad de copas o de crucigramas, con el número de chistes y con trienios de insustancia. Hay quien no hace otra cosa en el día que pasear a los perros, comer y beber como sustento —casi nunca como placer—, interesarse por la vida de los vecinos y ver la televisión sin dejar de pulsar el mando hasta que el sueño llega. El día siguiente es igual. Y el siguiente. El desayuno, los perros, comer, ver la televisión, acostarse. Y así todos los días. Ni siquiera el aseo forma parte de su rutina. Ni el sexo. Conozco a mucha gente que, salvo cuando levanta la cabeza para beber, está cabizbaja, esto es, pasa todo el día mirando el móvil. Así un día y otro día de todos los días de su vida. No son peores que los míos, seguro. Lo que me hace ajeno a todos ellos es que los únicos papeles de sus vidas sean el periódico pringoso del bar en el que hacen el crucigrama o el tique de la cuenta que han pagado del carajillo que se han bebido. Mucho de lo que me ocurre tiene la forma de esas torres de libros que alguno imaginará, de este cuaderno en el que escribo antes de pasarlo a otro formato, o de estos papeles que yo no tengo ni idea de cuándo podré colocar en su sitio. Y, por supuesto, no me planteo que tenga alguna necesidad de escribir sobre todos y cada uno de los libros que están en las mesas de la casa en la que vivo. Leer y colocar; pero ¿escribir? Estaría bueno que uno no tuviese que hacer otra cosa que escribir sobre todo lo que lee sin perder la cabeza —por cierto, acabo de terminar de leer una edición excelente de La media noche. Visión estelar de un momento de guerra, de Valle-Inclán; y estoy deseando escribir sobre ella. Un mosaico así, como el de la imagen, es como las páginas de mi agenda, dan cuenta de mí, del encuentro con un amigo para darme su libro, del regalo que fue muestra de que un hermano se acordó de un cumpleaños, de una visita a una librería para buscar un libro y encontrar otros... Tengo imágenes de estas para aburrir. Y aburro, es verdad.