martes, enero 31, 2017

La última lección de Unamuno


No han sido pocas las veces en las que, al hablar de los textos de Miguel de Unamuno en clase, he aludido a aquel triste episodio del llamado «Día de la Raza» en Salamanca el 12 de octubre de 1936. Entre mis carpetas está la fotocopia de la página del libro de Emilio Salcedo Vida de Don Miguel (Salamanca, Ediciones Anaya, 1964) donde se reprodujeron las anotaciones que Unamuno hizo en una cuartilla que llevaba en el bolsillo de una carta que le había escrito Enriqueta Carbonell, la esposa de un pastor evangélico llamado Atilano Coco, detenido por masón, y que finalmente fue fusilado. Así de tremendo. También tengo una copia de la tercera de ABC de 26 de noviembre de 1964 en la que José María Pemán escribió «La verdad de aquel día»; y luego utilicé lo que escribió Luciano G. Egido en su gran libro Agonizar en Salamanca (Madrid, Alianza Editorial, 1986). Ahora, el sello de Oportet Editores, que lleva con su sabiduría y erudición Emilio Pascual, publica el que puede considerarse el relato más fidedigno de lo que ocurrió aquel día, a pesar de ser una reconstrucción literaria a manera de diálogo teatral —con sus acotaciones, su tabla de personajes...— de aquel acto celebrado en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936. O precisamente por eso, por reconstruir con rigor, a partir de los testimonios de los intervinientes, de los testimonios gráficos —prensa y fotografías— y de los testimonios de los asistentes, aquel episodio lamentable. Con el rigor y la honestidad de quien advierte de todo aquello de lo que no se tiene cabal noticia; de quien solicita en la última nota al pie de su prólogo a todo el que pueda aportar cualquier detalle sobre el asunto que tenga la amabilidad de comunicárselo: polluxhn@me.com. Se trata del libro de Pollux Hernúñez, «Venceréis, pero no convenceréis»: la última lección de Unamuno. Recreación histórica del acto celebrado en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936 (Madrid, Oportet Editores, 2016). No conozco a su autor; pero lo que sé de él me lleva a creer que merece que alguien escriba su biografía. Lo que sé de él lo sé —aparte de sus escritos— por Emilio Pascual, su editor en Oportet Editores, quien me habló en Cáceres de un latinista que se ha ganado la vida como traductor, que es salmantino (Salamanca, 1949) pero australiano, que sabe de teatro y de don Miguel de Unamuno... En septiembre de 1934, un Decreto del gobierno de la República española nombraba a Miguel de Unamuno Rector Vitalicio de la Universidad de Salamanca. En agosto de 1936, a propuesta del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, Manuel Azaña firmaba la derogación de aquel decreto. Poco después «se celebró en el paraninfo de la Universidad de Salamanca un acto de amplia repercusión en aquel momento y del que todavía se sigue escribiendo, pues en él un hombre singular alzó su fatigada voz y acabó granjeándose el título de traidor por los dos bandos enfrentados en la Guerra Civil, «los hunos y los hotros». Ese hombre se llamaba Miguel de Unamuno, había llegado a la ciudad 45 años antes, la había adoptado como suya, y desde ella lanzó a España y al mundo el grito de sus convicciones, sus angustias y sus contradicciones» (pág. 7). Así comienza este «Venceréis, pero no convenceréis»: la última lección de Unamuno, esta aportación editorial de Oportet, que prolonga su intención de reivindicar la personalidad y la obra de ese hombre con la publicación —que anunciaba el otro día El País— de un texto inédito de don Miguel, el de sus Apuntes de un viaje por Francia, Italia y Suiza, que escribe a los 24 años y que puede ser una de sus primeras obras. Esta misma tarde se ha presentado en el Ateneo de Madrid esta otra novedad. 

lunes, enero 30, 2017

El punto ciego


El móvil (1987), primer libro de Javier Cercas, contiene un relato homónimo, el más largo de los cinco que compusieron la primera edición, que trata de un tipo que decide escribir una novela. El gran éxito Soldados de Salamina (2001) es una novela que cuenta cómo puede hacerse una novela. En La velocidad de la luz (2005), Rodney Falk, el amigo del protagonista, dice a éste que en una novela lo que no se cuenta siempre es más relevante que lo que se cuenta y que en ella los silencios son más elocuentes que las palabras, y que en el fondo la mejor manera de contar una historia es no contarla. El narrador de El impostor (2014) fuerza un diálogo con su personaje, Enric Marco, para cuestionar su propio relato y, de paso, otro relato real como Soldados de Salamina. El epílogo explicativo e interrogativo de El impostor se titula «El punto ciego», que es el título que Javier Cercas ha elegido para nombrar un conjunto de ensayos sobre la novela como género, como «el género de las preguntas» (p. 55): El punto ciego. Las conferencias Weindenfield, Barcelona, Random-House, 2016. No parece esto una gran novedad para el lector de Cercas que sabe que este autor ha estado dando vueltas siempre a una misma idea que engloba el sentido de lo que un escritor hace cuando escribe. El lector que aprecia que, cuando Cercas vuelve a tratar sobre lo mismo, lo hace con la frescura del asombro de la primera vez. El libro es la reelaboración y traducción de las cuatro conferencias que Javier Cercas impartió en la Universidad de Oxford como Weidenfield Visiting Professor in Comparative Literature durante la primavera de 2015; y el origen de la expresión del título proviene del ámbito científico de la óptica, del punto ciego que el ojo humano tiene, una zona de oscuridad, un lugar a través del que no se ve nada, como ocurre —según Cercas— con una moderna tradición de novelas que contienen la paradoja de que gracias a esa zona en la que no se ve nada, esos textos ven, se iluminan. Valdría decir que la luz es la respuesta, o la pregunta o la búsqueda de una respuesta que es que no hay respuesta. La definición sucinta de la novela de punto ciego es una de las ideas recurrentes de este ensayo en cuatro partes cohesionadas precisamente por ese recurso rítmico de construcción del relato que Cercas ha utilizado en otras ocasiones en sus novelas, en virtud del cual la narración se hilvana por la reiteración de un hecho, un comentario, una idea, un detalle... O un libro, como el Quijote, que es el centro capital de un corpus de novelas del punto ciego en el que se encuentran títulos como Moby Dick, El proceso, o La ciudad y los perros, y, cómo no, la obra de Javier Cercas. A aquellos que consideren que Cercas se cita a sí mismo demasiado en este libro recordaré lo que el escritor de Ibahernando (Cáceres) escribió para el «Epílogo a la edición de 2015» de Soldados de Salamina: «Nunca he dicho […] que, si un escritor es totalmente honesto, merece la pena tener muy en cuenta lo que dice de su propia obra, porque nadie la conoce mejor que él». Claro que hay que tenerlo muy en cuenta, aunque no sea lo principal. He desarrollado esto —bueno, más bien, lo he formalizado— en la reseña «El punto ciego de la novela» que publicó la revista Turia en su número 120 (noviembre 2016-febrero 2017), págs. 428-429. Y ahora que he buscado en la red a Cercas para reproducir la imagen de la cubierta de su libro, me percato de lo chocante que resultará a muchos que solo me refiera a él por su novelística.

viernes, enero 27, 2017

Para leer

Me llevo a Soria este libro: Miguel D'Ors, Todavía más virutas de taller (2009-2014). Valencina de la Concepción (Sevilla), Los Papeles del Sitio, 2015. Será un placer leer alusiones a la poesía del XVIII, de Luzán a los Poetas líricos de Cueto, a Pardo Bazán, o a Juan Ramón Jiménez. Virutas de lecturas. Un placer.

martes, enero 24, 2017

Homenaje a Víctor Infantes en la BNE

Qué mejor lugar para recordar a Víctor Infantes que la Biblioteca Nacional. Allí pasó el profesor, investigador y bibliófilo muchas horas de su vida, corta, lamentablemente; pero intensa, finalmente. Bastaría con echar un ojo a su bibliografía; tarea ardua, sin lugar a dudas, imposible si se trata de hacerlo como el que navega por la red sin detenerse más de diez minutos en las páginas de un artículo o un libro, de los muchos que escribió Víctor Infantes, a quien se homenajea este miércoles 25 de enero en el salón de actos de los bajos de la Biblioteca Nacional. Se hará la presentación del facsímil de los ejemplares de las ediciones príncipe de la primera y segunda parte del Quijote, con el estudio bibliográfico y documental «Documentos biográficos y primeras ediciones del Quixote», firmado por V.I. y Ana Martínez Pereira, que intervendrá en el acto. Y continuará el homenaje con el recuerdo del profesor, del investigador, del amigo, en el que participarán personas tan vinculadas a Víctor Infantes como Julián Martín Abad, que fue jefe de la sección de manuscritos e incunables de la BNE, Pedro Ruiz Pérez, catedrático de literatura española en la Universidad de Córdoba, la librera de bibliófilos Alicia Bardón Iglesias, el compañero de Víctor en la Universidad Complutense Álvaro Piquero Rodríguez y el impresor José Manuel Martín, de Gráficas Almeida. Por fortuna para los que no podemos desplazarnos hasta Madrid a esas horas, el acto podrá ser seguido en directo en la página web de la Biblioteca Nacional. A las 19:00 horas. Entrada libre hasta completar aforo.

jueves, enero 19, 2017

Sara Mesa en el Aula Valverde


Siento una explicable afinidad por muchos de los galardonados con el Premio «Ojo Crítico» que concede el programa cultural diario —sigue pareciéndome mentira— de Radio Nacional de España. Los hermanos Julián Rodríguez y Javier Rodríguez Marcos lo obtuvieron hace años, el mayor en narrativa y el pequeño en poesía, y no en este orden. Este año vienen al Aula Literaria José María Valverde de Cáceres dos de los premiados en las últimas convocatorias: Abraham Gragera, que lo fue en poesía en 2013 por El tiempo menos solo (Pre-Textos), y Sara Mesa en el de narrativa de 2015 con su novela Cicatriz (Anagrama). Sara Mesa (Madrid, 1976) interviene hoy jueves 19 de enero en el aula con un encuentro con sus lectores en el salón de actos del Palacio de la Isla de Cáceres a las 19:15 horas. Mañana se celebrará la correspondiente cita con los estudiantes de Educación Secundaria y Bachillerato en el IES «Al-Qázeres», a las 12:15 horas. De lo que se trata es de difundir en este ámbito, el que se refiere a los nuevos lectores, una obra narrativa notable, con la novela citada, por ejemplo, y un libro de cuentos como Mala letra (Anagrama). No podré estar. Le habría preguntado si ella siente su responsabilidad. La de ganar lectores. Lectores, he dicho; no electores. Por eso, en el mejor de los sentidos.

jueves, enero 12, 2017

Escribe Juan Manuel Barrado


«La ficción de un poema no resiste / un minucioso análisis / —elegías que despliegan / una gigantesca lona blanca—. / Verdad dice quien sombra dice. / Es como un personaje. / El sujeto de la experiencia lírica», leo en este pequeño librito de Juan Manuel Barrado que he recibido esta mañana. Leo por donde he abierto (pág. 35) Pertenecemos a lo invisible (Gijón, Ediciones Trea y Diputación de Cáceres, 2016), este libro de Juanma que me alegra leer después de Trece de nieve (Editora Regional de Extremadura, 2012), su anterior título. Aunque, en verdad, el precedente de la obra poética de Barrado que se hace más visible ahora es Fragmentos de cal (2008), porque a él remite la doble dedicatoria de esta nueva entrega: «Para Ana Santos, directora de El Gaviero, y Ricardo Senabre, profesor universitario y crítico, quienes vivirán para siempre en mi memoria». Porque aquellos Fragmentos de cal se publicaron en la colección Salamandra de ese sello almeriense y porque llevaron un prólogo («El decir esencial de Juan Manuel Barrado») de Senabre. Este de hoy es un conjunto de poemas sin títulos dividido en cuatro partes (I-IV), y es la última el ejemplo más reciente que conozco del tópico del Ubi sunt?, un extenso poema en versículos muy pertinentes en el que aparece una parte sustantiva de su vida llena de nombres de cantantes, de poetas, de actrices y directores de cine, de pintores, de amigos, llena de sabores, de músicas, de sucesos, de lamentos por la injusticia, de nombres de amigos, de poetas, de músicos... De nombres y de títulos. Como este Pertenecemos a lo invisible que ha llegado esta mañana como una ráfaga amistosa que no esperaba. Gracias. 

miércoles, enero 11, 2017

Clara Obligado en el Aula Valverde


Inicia su andadura el Aula Literaria «José María Valverde» de la Asociación de Escritores Extremeños; este curso con sus lecturas concentradas en los primeros tres meses de este 2017. La escritora Clara Obligado (Buenos Aires. Argentina, 1950) abre este jueves 12 de enero con un encuentro con sus lectores en el salón de actos del Palacio de la Isla de Cáceres a las 19:15 horas. Al día siguiente, se celebrará la correspondiente cita con los estudiantes de Educación Secundaria y Bachillerato en el IES «El Brocense», a las 12:15 horas. El 19 de este mismo mes será Sara Mesa la invitada; y luego, en febrero, Abraham Grajera y en marzo el poeta y cantautor portugués Sérgio Godinho. Aún me pregunto si en esta ciudad de Cáceres, después de casi veintiún años, se conoce que existe esta actividad cultural y pedagógica, y si se asume como propia por parte de los responsables políticos municipales o provinciales.

lunes, enero 09, 2017

Marsé, 84


© Jorge Quiñoa. Jot Down
Contra mi costumbre de felicitar al maestro el ocho de enero, asumo el dato que desde febrero de 2015 aportó en su excelente biografía de Juan Marsé —Mientras llega la felicidad (Anagrama)— Josep Maria Cuenca: el escritor nació «la noche del 9 de enero de 1933» (pág. 16). Contra mi costumbre y la del propio novelista, que debió de celebrar ayer su aniversario, como siempre, según también el documentado libro de Cuenca, que alude al sesenta cumpleaños —tiznado por la muerte de Juan Benet un cinco de enero de 1993— que le organizó Carmen Balcells con una fiesta sorpresa «en la que el discreto Mario Lacruz cantó As Time Goes By, la canción que siempre vuelve a tocar Sam, por indicación de Rick, en Casablanca» (pág. 522); y a cómo, once años más tarde, el 8 de enero de 2004, evocó a la actriz sueca Ingrid Thulin (Fresas salvajes, Los 4 jinetes del Apocalipsis, La caída de los dioses...), a quien conoció en Barcelona cuando se la presentó el director de cine Jaime Camino: «Murió ayer, un día antes de mi cumpleaños» (pág. 597). Afortunadamente, ya sobrepasa la vida de Marsé los términos de su biografía escrita por otro. Es lo que tiene escribir sobre un autor vivo. Y a Marsé y a Cuenca hay que agradecerles el testimonio impagable que nos han regalado a sus lectores. Ambos se funden en este libro, como parece decir el «Epílogo», con una cita de Walter Benjamin (« […] El narrador es el hombre que permite que las suaves llamas de su narración consuman por completo la mecha de su vida. En ello radica la incomparable atmósfera que rodea al narrador, tanto en Leskov como en Hauff, en Poe como en Stevenson. El narrador es la figura en la que el justo se encuentra consigo mismo») y una declaración final de Juan Marsé —«con su proverbial desafectación» (pág. 637)— una tarde de verano en Calafell en la que responde a su biógrafo sobre su idea de la felicidad: «De todas maneras, yo creo que los momentos más felices de la vida se dan cuando uno consigue dejar de pensar en sí mismo». Felicidades.

viernes, enero 06, 2017

Regalos de Reyes


Manuel Ciges Aparicio (1873-1936). Del blog de Jesús Arribas
Para alguien que como yo se dedica a la enseñanza y la investigación de la historia de la literatura es de celebrar que las obras de autores tan significativos como Federico García Lorca, Ramón del Valle-Inclán o Miguel de Unamuno pasen a dominio público; pero también las de Pedro Muñoz Seca, Francisco Villaespesa, Ramiro de Maeztu, Andrés Carranque de Ríos o Manuel Ciges Aparicio. Y también, por ampliar el campo de interés, las de José Antonio Primo de Rivera o las del erudito Emilio Cotarelo y Mori. Ya señalé aquí que los derechos de explotación de una obra caducan a los ochenta años de la muerte del autor, contados a partir del primero de enero del año siguiente del fallecimiento, siempre que el autor en cuestión haya muerto antes del 7 de diciembre de 1987. Para los fallecidos después de esa fecha, se aplica la nueva legislación que reduce el plazo a setenta años. La libre disposición sin reparos de los textos de los autores citados, y de otros muchos, para su divulgación y estudio es un gran regalo de Reyes este año. Hace pocos días, el diario El País aludía a esto mismo y recordaba la opinión de un editor como Diego Moreno (Nórdica), partidario, en la línea de los herederos de Lorca, de que en casos de muerte no natural, y más por asesinato, se extendiese el plazo legal. El asunto no es nuevo y propicia la discusión. Yo estoy del lado del dominio público. (También en lo que se refiera a aquellas propiedades sobre las que se ejerce un derecho de uso que impide su desarrollo). Para el caso de Lorca, baste como muestra un antiguo artículo de Ricard Salvat, publicado en los últimos años del franquismo, como carta abierta a los herederos del poeta granadino, que luego reprodujo la revista de su Asociación de Investigación y Experimentación Teatral, Assaig de teatre (números 5-6), en 1997 en un número especial «Entre el seixantè aniversari de la mort de Federico Garcaía Lorca i el centenari del seu naixement». Allí, el gran director catalán, que lamentaba que unos estudiantes de Derecho, grandes admiradores de Lorca, no pudieran montar Yerma por no haber obtenido los permisos necesarios, escribía para cerrar su texto: «Agradecería a mis lectores y, sobre todo, a los herederos de Lorca que no vieran en este artículo mío ningún eco de disgusto personal. Me ha movido a escribirlo, a pesar de que sé que es un tema muy espinoso, la gran admiración que siento por la obra de Federico García Lorca y también porque estoy convencido, por lo que he leído de él o por lo que Eduardo Blanco Amor me ha contado de la persona de Federico, que él nunca hubiera hecho nada parecido, nunca, estoy seguro, hubiera negado a los jóvenes el acceso a su obra». Esto, en 1971. Regalo de Reyes.

jueves, enero 05, 2017

Kernel


Kernel significa en inglés 'almendra', 'grano', 'centro' —yo diría también 'mandorla'— y se utiliza con el significado de 'núcleo' en los campos de la física matemática o de la informática. No tenía ni idea de la existencia de esta palabra que ahora sí me resultará familiar por ser el nombre de una nueva galería de arte abierta cerca de casa. «La galería Kernel es un proyecto que nace en octubre de 2016 de la ilusión y la pasión de sus dos fundadores, Julián Gómez (artista y restaurador) y María Gil (licenciada en Bellas Artes), por el arte contemporáneo. Entre sus propósitos, adquiere especial relevancia establecer un discurso de comunicación entre artistas consagrados y nuevos talentos, creando un espacio de calma y reflexión que permita la experimentación, el conocimiento y el disfrute de las obras en todas sus potencialidades», dice la página web de la galería. Una mañana, con prisas, vi a Julián Gómez en la acera como si estuviese rematando algún detalle del exterior, y supuse que tendría algo que ver con aquel nuevo local de una de las zonas de Cáceres con mayor número de pequeños y prometedores negocios relacionados con el ocio cultural. Otro día me asomé desde fuera al interior iluminado de la Kernel en donde Julián conversaba con unos visitantes. No quise molestar. Y ya fue poco antes de Navidad cuando estuve observando las obras de la ampliación o expansión hacia Camino Llano del Centro de Artes Visuales Helga de Alvear —que transformarán toda esa zona de la ciudad— y concluí mi paseo en la esquina de esa calle, en ese nuevo espacio artístico tan sugerente. Y pude conversar con Julián Gómez, y luego con María José, una vez que él me enseñó la galería, la sala principal con la obra de Terencio González, un joven artista para mí desconocido, que ha expuesto en París, en donde nació en 1987, y sobre el que escribe en el pasquín de la muestra Miguel F. Campón («Viaje al trópico de la mirada»); y la trastienda, con un almacén bien aprovechado gracias a una escalera motorizada —«diseño de la casa»— y un patio interior. Se nota en todo la mano cuidadosa de Julián Gómez. Comenzaron con una muestra de Alejandro Corujeira —este, sí, más familiar (de mi generación) para un ignorante como yo— y continuarán, a partir de febrero de este nuevo año, con obras de Struan Teague, Tess Williams y Andrés Talavero. Promete la programación tal y como la narra un entusiasta como Julián Gómez. Sencillo, sabio y nunca envanecido de lo que sabe. Vecino arte contemporáneo.

martes, enero 03, 2017

John Berger


© Eric Hadj. El País
Al ver esta mañana el pequeño recuadro en la portada de El País sobre la muerte de John Berger he supuesto que dentro me encontraría el nombre de Javier Rodríguez Marcos como firmante de la noticia. Así ha sido. En la página 19 y con el titular de «El silencio abraza para siempre a John Berger». No es que Javier trabaje y escriba en El País, por lo que sería lógico que cubriese noticias culturales como esta, sino que Berger es para él un autor predilecto desde hace mucho. Desde que Julián, su hermano, y él me hablasen del escritor británico afincado en Francia desde hacía décadas, de sus Modos de ver, de su actitud ante la contemplación del arte; o de novelas como la espléndida Hacia la boda, que ahora no recuerdo si me la prestaron ellos o fue Gonzalo Hidalgo Bayal. La noticia de la muerte de John Berger me ha llevado a aquellos años en los que uno, gracias a otros lectores, empieza a frecuentar lo escrito por alguien que tiene buenas ideas y las plasma en el papel de una manera atractiva. La contemplación de la fotografía de Eric Hadj, hecha en su casa de Antony (París) el pasado octubre, a sus noventa años, le ha dado un aire placentero al lamento por su muerte, como el que envidia a todos los que llegan hasta el final al borde de una mesa en la que escribir o leer o en torno a otra en la que charlar con las personas que uno siempre ha querido. Una suerte.

domingo, enero 01, 2017

Año nuevo


Gustavo Dudamel. Orquesta Filarmónica de Viena. Año Nuevo 2017 © TVE
Las entradas que he dedicado en este blog al primer día del año, unas con el título de una cifra y otras con el mismo título que esta, patentizan mi inclinación a subrayar de algún modo los estrenos de un ciclo. Y los finales. El comienzo de un curso. El término de otro. Y en los días de año nuevo me he sentado a escribir como hoy de lo más tópico. Aunque esta mañana, precisamente, no haya visto el concierto —y lo haya escuchado a trozos—, mi paseo por la ciudad haya sido distinto, sin compañía, y mi primera ducha del año de alquiler sin precio por una avería en casa. Excelente manera de comenzar un año que uno desea no sea tan malo como el que se fue por fin; pues, al fin y al cabo, la avería era de 2016 y estoy seguro de que el arreglo será de 2017. Se me había ocurrido copiar aquí un soneto de Lope de Vega para desear un poético y buen año 2017. Cualquiera ponga el suyo. Por el momento, he empezado a escribir en un cuaderno nuevo coincidiendo con el primer día del año. Señal de estreno. Lo dicho, feliz y poético 2017.

viernes, diciembre 30, 2016

Colas


Creo que fue mi compadre M. quien me dijo que la proverbial exageración sevillana divulgaba que lo que realmente quedó pasada la Expo del 92 fue el hábito de hacer cola, y que se veía a la gente guardarla aunque fuese en el ancho mostrador de una farmacia o delante del kiosco para comprar el periódico. Los de provincias no hacemos cola, por ejemplo, para coger el autobús. Llegamos a la parada y aguardamos, sentados o en pie, hasta que llega el nuestro y nos juntamos en la puerta para ir entrando con cortesía. Reconozco que me siguen llamando la atención las largas filas, como no hace mucho en la Ciudad Universitaria de Madrid, frente a Ciencias de la Información. De allí, de la capital, aparte de un buen paseo, buenas exposiciones y un poco de teatro, nos trajimos hace ya semanas una noción de la cola que poco tiene que ver con las habituales esperas en fila, como la que había en la acera de los impares del Paseo de Recoletos para visitar Los fauves. La pasión por el color, la excelente exposición programada por la Fundación Mapfre hasta finales de enero de 2017. Pasamos, pasado el mediodía, y regresamos después de comer para entrar sin esperas y con muy pocas personas en las salas. Aquella misma tarde de un viernes volvimos a ver la previsible cola del Cristo de Medinaceli, que, a pesar de todo, me sigue sorprendiendo. Esas aceras grises saben mucho más de miserias que los confesonarios y están tan cerca de las Cámaras que parecen proclamar el fracaso de quienes deberían ser responsables de nuestro bienestar. Si ellos fallan, la superstición triunfa. O las Loterías y Apuestas del Estado, que tienen otra de las grandes colas de España, tan real que podría convertirse en un símbolo con nombre de señora venerada: Doña Manolita. Y no acaba ahí la cola, quiero decir, la cosa. Una noche de sábado, de vuelta al hotel, nos llamó la atención la larga fila de jóvenes que trazaba la esquina de la calle de Atocha con el Paseo del Prado. No era horario ni era público para exposiciones o para rezos. Varias preguntas de algunos chicos llegados por oleadas en trenes de cercanías a la capital —la Kapital, más bien— nos sacaron de dudas sobre lo que finalmente era una macrodiscoteca de moda. Al día siguiente, domingo, pude ver la programación de aquella atracción para las masas, y poco después, esa misma mañana otra confirmación de la quintaesencia de la cola en la que se forma para adorar al Santo Niño del Remedio —los días trece de cada mes—, esta vez cerca de la sede de la Comunidad de Madrid. Son solo unos ejemplos. P. s.: una búsqueda en la red de imágenes de «colas» depara decenas de tonificados culos femeninos. Lo que son las colas; perdón, las cosas.

6102

Es una manera que se me ocurre de ver cómo se aleja el año 2016. Puente de plata para él, que nos avisó —cabrón— en febrero con un estado pre-mortem de mi madre para darle la puntilla el último día de noviembre. Hay que tener mala idea. Ella, al menos, se repuso en esos diez meses y nos dio alegrías con apetito y sonrisas, sus mejores constantes vitales. Que uno de los más beneficiados por este año que se va sea Cristiano Ronaldo me exaspera, después de los atentados de Bruselas, de Ankara, de Niza, de Kabul, de Berlín..., de los muertos en Siria, del paro y de la pobreza, de la educación en España y de los terremotos. 2016 se ha llevado también a mi amiga de juventud Concha Merchán, a Alberto Gil Novales, a Víctor Infantes y esta misma mañana me he enterado de que un jovencísimo alumno de mi Facultad no ha aguantado más este mal año. Con razón decía mi padre lo de los bisiestos. Él murió en bisiesto hace veinticuatro y bisiesto fue aquel funesto 2008 con tanto golpe fatal —Ángel Campos, Manolo Peláez...—. Este 2016 no ha querido irse sin fastidiarnos las fiestas y desde el jueves 22 tengo un mensaje de C. que decía «Estoy en urgencias con mi madre», en un hospital del que saldrá mañana con el alta, una prótesis de cadera y sus noventa y cuatro años. Y ahora, por si fuera poco, este año, en sus estertores, manda punzaditas a mi conciencia ecológica para incomodarme con la luz de la cocina de mi vecino de enfrente, encendida día y noche desde el miércoles 28 hasta que vuelva su dueño el próximo año. Lo dicho, mala idea.

Hija por Matilde Muro


A principios de mes me encontré a Matilde Muro Castillo (MMC) al lado de casa, en el NH Palacio de Oquendo, en donde ella había organizado un colorido mercado solidario. Como siempre, entregada a causas de interés, sin perder el tiempo en bobadas como ver en la televisión el tiempo que ha hecho hoy. Ella no sabía que hace unos años cancelé mi apartado de correos y por eso se extrañaba de que sus felicitaciones navideñas le fuesen devueltas. Anotó mi dirección y, cuando nos despedimos, ya sabía yo que este año no iba a quedarme sin su original felicitación. Llegó el martes. Hija, se titula, de MMC. Es un homenaje también, por su presencia, a los añorados cuadernos de Baluerna, me dice en una nota. Sobre Nazeema, la hija de Matilde. Es un relato real. Un relato real en un sentido literario, a la manera de Javier Cercas, sobre hechos cosidos a la realidad, a una realidad luminosa e intensa. Pero también real —y fantástico— por la presencia que en él tiene el padre de la niña protagonista, Nazeema, el Rey Baltasar, uno de los Reyes Magos de Oriente, sí. El regalo de Matilde Muro este año ha sido un cuento precioso que trata sobre su hija. Un regalo real. P.S.: me alegraría mucho que ella reprodujese en cualquier medio con más difusión el contenido íntegro de su texto, para que muchos lectores compartan esta satisfacción.

domingo, diciembre 25, 2016

Un libro jubilar


No voy a necesitar el próximo cuatrimestre muchos argumentos para justificar en los primeros temas de mi asignatura sobre Textos españoles contemporáneos el subtítulo que tiene de «Tradición y modernidad». Para la vanguardia poética del siglo XX me bastará con mostrar y remitir a este volumen de más de quinientas páginas de Francisco Javier Díez de Revenga, Los poetas del 27: tradiciones y vanguardias (Murcia, Ediciones de la Universidad de Murcia, 2016). En él hay numerosos ejemplos de ecos medievales, renacentistas, barrocos o románticos en los poetas del 27; pero, al mismo tiempo, ensayos sobre las relaciones de los escritores de aquella generación, sobre las antologías y revistas, sobre el contexto de un libro como Amor en vilo, dedicado a la amada de Rafael Alberti, la catalana Beatriz Amposta, etc., etc.. Un libro «jubilar» llaman en el «Prólogo» sus compañeros y amigos Ana L. Baquero, Francisco Florit y Mariano de Paco a este homenaje que publica su Universidad de Murcia porque en los veinticuatro artículos que lo componen, Javier Díez de Revenga, en su jubilación «nos ofrece una muestra  selecta y preciosa de su quehacer investigador en uno de los campos que más ha transitado […] y que más prestigio y reconocimiento le han dado entre la comunidad científica nacional e internacional: el de los poetas del 27 y, especialmente, lo que podemos llamar la tradición áurea, es decir, en este caso concreto, la recepción de la literatura del Siglo de Oro por parte de los miembros del grupo poético del 27» (pág. 10). El libro es un reconocimiento merecido a quien ha dedicado gran parte de su vida profesional a la lectura y el estudio de los textos de otros, y, de manera muy reiterada, a los de esa segunda edad de oro de la literatura española que fue la vanguardia del primer tercio del siglo XX. Después de la presentación del volumen y homenaje al autor del Panorama crítico de la generación del 27 (Madrid, Editorial Castalia, 1987), se pudo leer en prensa esta declaración de Díez de Revenga: «Lo que más me ha enriquecido en la vida universitaria es la amistad». No hay que forzar mucho el significado de lo dicho para aplicarlo a todos los poetas de los que se habla en este libro y con los que, de un modo privativo e íntimo, se ha relacionado el estudioso; pero una demostración contundente y real de esa manifestación es que cada uno de los veinticuatro capítulos de Los poetas del 27: tradiciones y vanguardias va encabezado por una dedicatoria. A veinticuatro amigos: Jesús Montoya Martínez (las páginas de los poetas del 27 y la Edad Media), José Luis Bernal Salgado (Bécquer, Espronceda y los del 27), Julio Neira (Picasso y los poetas del 27), Jaime Siles (humorismo y vanguardia), Francisco Díaz de Castro (las revistas poéticas), Miguel Ángel Garrido Gallardo (antologías poéticas), Gregorio Torres Nebrera (el teatro de Pedro Salinas), Pilar Celma Valero (Salinas ensayista), Victorino Polo García (Rubén Darío y Salinas), Rogelio Reyes Cano (Jorge Guillén y su Cántico, entre Murcia y Sevilla), Francisca Moya del Baño (Guillén y la literatura clásica), Gabriele Morelli (cartas de Guillén a Valdivieso), Jacques Issorel (Gerardo Diego), Irma Emiliozzi (Alberti y Diego y el teatro del Siglo de Oro), Antonio A. Gómez Yebra (Gerardo Diego y Dámaso Alonso y la lírica del Siglo de Oro), José Paulino Ayuso (Diego, Aleixandre y Dámaso Alonso), Luciano García Lorenzo (los poemas de guerra de Aleixandre), Giancarlo Depetris (Aleixandre y Lope de Vega), Christian de Paepe (por un soneto de Federico García Lorca), Nigel Dennis (Yerma), Itziar López Guil (el poema Oda de Cernuda), José María Balcells Doménech (Luis Cernuda), Manuel J. Ramos Ortega (Versos sueltos de cada día, de Alberti) y Loretta Frattale (Alberti en Roma).

sábado, diciembre 24, 2016

Navidad. Año nuevo. Lo que sea


Hay un cuento de Augusto Monterroso que se titula así, «Navidad. Año nuevo. Lo que sea» (de Movimiento perpetuo, 1969), cuyo significado, con el tiempo, ha ido ganando intensidad por mor de los avances de la tecnología en velocidad, multiplicidad o inmediatez en las comunicaciones, tan patentes en estas fechas. Pervive la costumbre de felicitar al prójimo; pero ahora se ha facilitado —y vulgarizado— tanto que cuando aparece tu nombre antes o después de una felicitación aprecias el gesto como si recibieses el mejor de los regalos. Como si realmente fuese igual que cuando te sentabas a escribir a mano varias decenas de christmas que enviabas a tus familiares y amigos. Está bien, en cualquier caso. Lo dicho. O lo que sea. Monterroso escribía, a propósito de algo parecido a esto, sobre «Las tarjetas y regalos que año tras año envías y recibes o enviamos y recibimos con ese sentido más o menos tonto que te o nos domina, pero que paulatinamente a base de una interrelación de recuerdos y olvidos vas o vamos dejando de enviar o recibir, como, comparando, esos trenes que se cruzan a lo largo de la vía sin esperanza de verse nunca más; o mejor, ahora autocriticando, pues la comparación con los trenes no resulta buena ni mucho menos, toda vez que se necesita ser un tren muy estúpido para no esperar volverse a ver con los que se encuentra; entonces más bien como esos automovilistas de clase media que, por el simple hecho de serlo, cuando se desplazan en su automóvil se sienten como liberados de algo que si uno les pregunta no saben qué cosa sea, y que una vez, una sola vez en la vida, coinciden contigo frente a un semáforo en rojo, y con los cuales durante un instante cambias tontas miradas de inteligencia al mismo tiempo que disimulada pero significativamente te arreglas el cabello, o te acomodas el nudo de la corbata, o revisas tus aretes, o te quitas o te pones los anteojos, según creas que te ves mejor, bajo la melancólica sospecha o la optimista certidumbre de que nunca más lo vas a volver a ver, pero no obstante viviendo ese brevísimo momento como si de él dependiera algo importante o no importante, o sea esos encuentros fortuitos, esas conjunciones, cómo calificarlas, en que nada sucede, en que nada requiere explicación ni se comprende o debe comprenderse, en que nada necesita ser aceptado o rechazado, ¡oh!» (Augusto Monterroso, Cuentos. Madrid, Alianza Editorial, 1986, págs. 131-132). Me he acordado de este cuento de los encuentros fortuitos que pueden tener la misma intensidad que las efusiones de ánimo de ahora. Así que mis mejores deseos para ti y para todos los tuyos en todos los días del año y en todos los años de vuestra vida. Feliz Navidad. 

viernes, diciembre 23, 2016

De libros recibidos

Me acordé este miércoles pasado de una entrada del blog de Álvaro Valverde titulada «¡Avalancha!», en la que exclamativamente agradecía los muchos envíos de libros que le llegaban —y siguen llegándole—, al mismo tiempo que confesaba no dar más de sí, no poder abarcar tal aluvión de páginas enviadas, en su mayoría —digo yo—, con la pretensión de que fuesen comentadas o mencionadas por él. Esto suele parecer lo más importante para algunos remitentes, y no que esas páginas se lean con la dedicación que merecen; porque, de ser así, de leer con el debido detenimiento, se perdería la actualidad, la oportunidad, dar el primero. El miércoles, el día de mi última clase de este tramo del curso, de mi última clase de este año, pensé en esto al abrir en mi despacho de la Facultad los tres sobres que había recogido minutos antes en conserjería. Contenían sendos libros: Confesiones del apócrifo Cervantes, de Jaime Covarsí (Cáceres, Tau Ediciones, 2016), una novela; Gremios, de Ramón Pérez Parejo (Madrid, Devenir, 2016), un libro de poemas que ha sido premio de poesía Blas de Otero; y Venceréis, pero no convenceréis. La última lección de Unamuno, de Pollux Hernúñez (Madrid, Oportet Editores, 2016), una recreación histórica —y al parecer bien fundamentada— de aquel acto celebrado en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936 que tanto marcó los últimos días del insigne don Miguel de Unamuno escrita por un latinista y traductor, salmantino de cuna y australiano de adopción. Espero tener salud y tiempo para hablar de ellos. Y de Nemo, de Gonzalo Hidalgo; de Trabajar cansa, de Javier Morales; de la edición de Guerra viva, de José Herrera Petere, que hizo Guillermo Ginés Ramiro; de los libros de ensayo y de investigación que ha publicado desde 2015 Fernando Durán López; de la antología de poesía española Re-generación de José Luis Morante; de las Todavía más virutas de taller de Miguel D'Ors; de los relatos de Nicanor Gil Te tendré que matar; del monumental libro de Gonzalo Pontón La lucha por la desigualdad. Una historia del mundo occidental en el siglo XVIII; de aquella lejana antología de la poesía de Jordi Doce Nada se pierde; de Demagogias, un estimulante libro de Carlos Reymán Güera; de la poesía de Juan Carlos Marset en Días que serán; de la traducción de la obra de Dominick LaCapra Historia, literatura, teoría crítica; de la mayoría de los libros de la fotografía de arriba... En fin, ni salud ni tiempo. Libre albedrío.

jueves, diciembre 22, 2016

Otra vez a menos

He encontrado esta nota entre los retales que tengo guardados como textos en fárfara para publicar algún día aquí. La nota debe de tener más de cinco años; pero conserva su vigencia, como se podrá apreciar. En mí no debe sonar a nuevo, que ya puse en este blog un «A menos» en 2009. Su primer título fue «Vamos a menos», que es como comienza: Vamos a menos, sin duda. Por mucho que quieran maquillar el progreso con los logros de la tecnología, el desarrollo industrial y los conceptos macroeconómicos en los que el beneficio a espuertas es la única unidad de medida. Vamos a menos. Lo más inquietante es que los que hemos ido siempre en el furgón de cola queramos salir de él intentando emular a los que están a la cabeza. Una sociedad en la que la educación sigue estando sometida a reformas, después de tanto tiempo, cuando continúan estando vigentes —y es duro decirlo— los planteamientos de quienes en el siglo XIX estaban convencidos de que el progreso de un país pasaba por el fomento de su sistema educativo, una sociedad así debe estar enferma.  No hay que ir a las aulas ni acudir a informes europeos sobre rendimientos académicos; basta con pasear por los parques, escuchar cómo habla la gente, leer las cifras de víctimas de violencia de hombres contra mujeres, o en los periódicos los logros del llamado pacto educativo, ver un partido de fútbol desde la grada o algunos programas televisivos desde el sofá. Y comparar el sueldo de un maestro con el del jefe de prensa de un club de fútbol de Primera División. Basta con eso para concluir que vamos a menos por una razón estricta de desinterés por el fomento de la educación como puntal básico de la sociedad.

lunes, diciembre 19, 2016

Arte