© Foto de Luis Casero
Cuando leí la entrevista que José Mª Izquierdo hizo al paleontólogo Juan Luis Arsuaga en El País Semanal (15 de marzo de 2015) me acordé de mi amigo importante Antonio Sáenz de Miera, que fue quien me contó —comíamos los dos en el Hotel Convento de la Luz de Brozas— el chiste que le había contado Arsuaga. Fue el 9 de agosto de 2011. Estábamos en Alcántara, participando en una de las actividades paralelas del Festival de Teatro de ese año que Quico Magariño, el director, tuvo a bien incluir en la programación. Antonio también me contó esa mañana que hasta los setenta y cinco no había empezado a sentirse viejo. Tenía 76, y ahora goza de sus felices ochenta con el buen ánimo de una lucidez envidiable que cualquiera puede constatar en su blog Allende Guadarrama. Y Antonio Sáenz de Miera sigue ilustrándome con su amistad... No me he olvidado del chiste de Arsuaga, no: esto es que el hijo pregunta a su padre de dónde venimos; y el padre que le explica, tras varias referencias a Darwin y a la evolución de las especies, que venimos del mono. No muy convencido con la explicación, el chico acude a su madre y pregunta lo mismo, y la madre le responde que fuimos creados por Dios, que, en su amor infinito, creó todo, los mares, los árboles, las plantas y todas las especies animales, al hombre y a la mujer, y que al séptimo día descansó. Finalmente, el niño, que ha dejado terminar de explicarse a su madre, le dice: —Pues papá me ha dicho que venimos del mono. —Sí, hijo, sí —asegura su madre—; eso en la familia de tu padre.
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