jueves, diciembre 27, 2012

Un palco sobre la nada (I)


Imagen de cubierta: Manuel Acedo
Voy a necesitar más de un apunte para hablar de Un palco sobre la nada, la última novela de Alonso Guerrero, publicada por la editorial De la luna libros, de Mérida, que ha venido editando la mayor parte de la obra de Alonso. Quinientas palabras me parecen muchas para un golpe de vista en un blog. Por eso quizá estoy moviéndome en una media de trescientas o algo así. De mis amigos Concha y Fulgencio, parientes del autor, recibí hace unas semanas Perros del desierto (Sevilla, Editorial Alegoría, Col. Memento Mori, 1, 2012), de Francisco Serrano, un relato que lleva a su cubierta el reclamo exclamativo de "¡Un violento western de ciencia ficción!" Muchas cosas juntas. Ha coincidido con la novela de Alonso y me pregunto si yo soy buen lector de relatos así. Ni bueno ni malo; no frecuento este tipo de literatura si no es literatura de verdad. No quiero prejuzgar, pues solo he ojeado lo de Francisco Serrano. Lo de Alonso Guerrero me parece literatura, buena literatura que se sobrepone a cualquier —otra— adscripción genérica. Menos mal, porque no asimilo presuntas formas de ruptura con apariencia de novela histórica, novela negra o rosa, o de novela de ciencia-ficción (¡vaya nombrecito!); y poco me interesan estos desplazamientos si no están anclados en una profunda reflexión sobre el presente y sobre la escritura del presente, sobre la vida, la única verdad. Ni futuro ni pasado si no es presente que nos explique. Por eso me ha gustado Un palco sobre la nada. Es una novela valiente, que no hace concesiones a la galería del mercado y de los gustos del público (?). Que sabe desde el principio lo que quiere decir, que se abre, como es lógico, con una constatación del tiempo: los dieciocho meses de un suceso y los doscientos años de un personaje. "Alma de niño y huesos de mamut: la paradoja de nuestro tiempo" (pág. 11). Es entonces, cuando leemos la edad de un personaje en la primera página de la novela, cuando todo se transforma, cobra otro sentido, entramos en un terreno literario —supuestamente un género— distinto que logra que la primera palabra del texto, un verbo —"Matar"—, no signifique lo que significa. Así, todo, en esta novela en la que el año 2046 es el pasado remoto.

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