sábado, junio 23, 2012

Coloquio de los perros


—Como no te cansas de persuadirme de que has oído hablar a los perros —dijo Isidro Timón a Emilio del Valle—, de buena gana adaptaré contigo ese coloquio, que por ser escrito y notado del bueno ingenio de Cervantes, ya le juzgo por bueno.
Y las cuatro manos de Isidro Timón y Emilio del Valle han seguido funcionando. Tras La Antígona del siglo XXI que vimos en el Festival de Mérida el verano pasado, llegó el jueves a Cáceres —después de su estreno en el Festival de Alcalá—, al XXIII Festival de Teatro Clásico. Buena entrada en la Plaza de San Jorge; muchas caras conocidas. Muchos amigos y familiares de Isidro, claro. Una buena noche y una buena noche de teatro. He abierto este texto así porque en el final de la novelita ejemplar de El casamiento engañoso, el licenciado Peralta y el alférez Campuzano hablan del diálogo entre dos perros, Cipión y Berganza. La novelita de Cervantes sirve de marco-prólogo al Coloquio de los perros y en esta versión de Emilio del Valle e Isidro Timón se preserva esa función, y se teatraliza, es decir, se lleva a la condición de marco estructural de un conjunto en el que van a estar Cipión y Berganza, sí, Peralta y Campuzano, sí, y los actores que hacen de Peralta, Campuzano, Cipión y Berganza: Chete Lera y Chema de Miguel, que, también, por qué no, hacen de ellos mismos. Y como realmente el Coloquio cervantino nace de un acto de lectura, el del licenciado Peralta, el Coloquio de Valle-Timón nace de un juego interpretativo que dota con acierto de teatralidad y de comicidad al genial diálogo de Cervantes. El conjunto entretiene, divierte y sabe mostrar la escritura y el pensamiento cervantinos a un público que admite con agrado algunas referencias a la actualidad, que no disuenan en la plática de los perros. El doble final, por último, logra un más que merecido doble aplauso de pieza y de marco. De lo mejorcito, junto a las Farsas y églogas de Lucas Fernández de Nao d'amores, de este festival.

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