sábado, junio 18, 2011

Apunte de viaje

Decía Moratín en su Viaje a Italia que Bolonia era una buena ciudad, "donde se vive como se quiere, sin riesgo de que nadie se escandalice", una ciudad que se vive cómoda y deliciosamente; y mi amigo Jesús Pérez Magallón, moratinista, el que más ha contribuido en los últimos tiempos —Andioc en mi memoria— a conocer las obras de los Moratines, me decía en las calles de Bolonia hace dos días que la ciudad era muy manejable, muy agradable para recorrerla, sentirla, y que no le importaría pasar en ella varios meses. Y a mí. Sé que no lo decía por contagio de sus lecturas de Leandro Fernández de Moratín, que supo de Italia. Lo decía porque es así. Bolonia es una ciudad por la que se camina con facilidad, se recorre al poco con la sensación de familiaridad de quien ha vivido en ella un tiempo. Allí están orgullosos de los muchos kilómetros que puede uno recorrer por soportales, sin mojarse cuando llueve, como el lunes pasado allí, o a la sombra en los tórridos días del verano. Conocí también el Archiginnasio, con su valiosa biblioteca, que llamó la atención de Moratín, que dijo no haber visto establecimiento de estudios tan completo. Lástima que mi cámara se negase a fotografiar bien sin luz artificial los estantes de la magnífica sala Stabat Mater, en la que nos sorprendió una de nuestras colegas cantando no sé qué cosa, no de Rossini, claro; creo. No fui al teatro ni a la ópera; sí que fueron Fernando y Elisa: La Cenicienta; otra vez Rossini. Solo pasé por la Feltrinelli para mirar libros. Modestamente, las Rime de Cavalcanti (Carocci editore), en edición muy reciente de Roberto Rea y Giorgio Inglese, que me parece cuidada, filológicamente hablando. Cómo suena: filológicamente hablando.

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