jueves, junio 11, 2009

La melancolía

Recupero esta entrada de diciembre de 2005 para reclamar atención sobre la traducción española de aquel libro que allí mencionaba y que se publicó en su original italiano en Pisa por Edizioni ETS. Hace unos meses, en 2008, apareció en la Editorial Biblioteca Nueva este Azabache. El debate sobre la melancolía en la España de los Siglos de Oro, del profesor de la Universidad de Verona Felice Gambin, con el prólogo que ya llevó en Italia de Giulia Poggi, y la presentación, nueva, de Aurora Egido, que destaca el riquísimo venero teórico y práctico que la historia de la melancolía tiene en las letras españolas.
El lector español tiene ahora la oportunidad de acceder más fácilmente a este estudio que repasa la literatura científica sobre la melancolía, en especial algunos títulos como el Dignotio et cura affectuum melancholicorum (1622, pero ca. 1569), de Alfonso de Santa Cruz, traducido modernamente en la edición Sobre la melancolía. Diagnóstico y curación de los afectos melancólicos (Pamplona, Eunsa, 2005), en traducción de R. Lavalle y con introducción de J. A. Paniagua. O como el Libro de la melancholía del médico de Arcos de la Frontera Andrés Velázquez (1585), editado por el mismo Felice Gambin en 2002, y en el que leemos sobre el quid divinum de filosofar o hablar latín sin haberlo aprendido nunca, como una de las formas de la melancolía; y en el que se nos narra lo sucedido “Viniendo de Çafra a Xerez, cerca de Badajoz, caminando en compañía de un caballero ilustre de aquella ciudad, que se dize Fernando de Baçán, y en compañía de otros hidalgos, entre otros criados aquel caballero traía un mulato criado en su casa, que se dezía Juanico, y parando a cenar en un lugar entre Xerez y Çafra, que se llama Burguillos, estando cenando como a dos o tres horas de la noche, burlándose el mulato con la mesonera, que era una vieja que él debía conocer de antes, le començó a dar mucha prisa, diziéndole: —¡Confiéssate vieja, que has de morir antes de medianoche! Y ella llamándole de borracho, y él todavía perseverando le dixo que se confessase, que juraba a Dios que no había de llegar a media noche. Passado esto, y habiendo cenado, faltó agua y la mujer tomó un cántaro y salió por agua a una muy buena fuente que está junto a las casas de aquel lugar, y cayó dentro sacando el agua y se ahogó; y anduvieron su gente en el mesón un rato procurándola, y visto que no parescía fueron a la fuente porque no la vieron venir y la sacaron de ella ahogada. Y aquel caballero y los demás todos que caminábamos aquella hora, volvíamos a caminar diziendo no procediesen contra el mulato, con saber todos cuantos allí estábamos y su marido y toda la demás gente que no sacó pie el mulato de la posada, sino que burlándose con ella, acaso y sin consejo, le dixo aquellas palabras.” Formas de la melancolía, poderes de melancólicos.

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