Tengo un vecino especial. Se llama Ricardo, y es director de un hotel que está al lado de casa: el Meliá de Cáceres. Ricardo es portugués, tan cumplido y correcto que me llama “Profesor” —con mayúscula, supongo— cada vez que se dirige a mí o me saluda, en lugar de llamarme por mi nombre. Alguna vez, también me ha llamado “vecino” —en minúscula, como es lógico. Supongo que no le molestará que le llame yo también “vecino”, aunque quizá, creo, lo de “especial” no lo comprenda.
Tengo la poesía portuguesa en el pasillo de casa. En una estantería en la que convive con la literatura hispanoamericana, con la filosofía, con algo de teatro, con una variedad de cosas y con todos los números que tengo —que ya no caben— de mi querida Revista de Estudios Extremeños. Paso ante ella, la poesía portuguesa —la estantería, con otras cumbres extranjeras y cercanas— unas treinta veces diarias. Por dar una cifra, más o menos real. A veces me paro ante ella —la poesía portuguesa, la estantería, con otras cumbres...— atraído por la familiaridad de un lomo, otras por el soplo extraño de no reconocer un título. Ocurre en ocasiones, que pasa el tiempo y nos olvidamos de un libro que tenemos y que reencontramos con alegría al pasar por él, después de treinta idas y venidas. Y esa rareza del aire que nos pregunta por qué y cuándo, dónde y cómo compramos aquel libro.
El otro día retomé La cuchara en la boca, de un poeta portugués grande, Helberto Helder. Creo que fue después del desayuno, ya vestido, camino del dormitorio, para hacer la cama. El libro en español lo publicó Icaria editorial con traducción y nota introductoria de José Luis Puerto en 2001. Dimos cuenta de él en Hablar/Falar de Poesia (núm. 6, de 2002). Y es que La cuchara en la boca apareció en 1961, y fue un libro saludado por otro gran poeta portugués —António Ramos Rosa— como uno de los mejores libros de poesía publicados por aquellos años. Quizá es demasiado el tiempo pasado desde aquella edición original y esta traducción en España. Un lapso irrelevante, sin embargo, para el lector que conozca a través de ésta por vez primera la poesía de la celebración de Helder. La celebración de lo construido, sean casas, sean palabras, sean amores, sean poemas que crecen como un cuerpo. La cuchara en la boca es una imagen de enorme fuerza, del alimento y de la creación que concilia todas aquellas otras imágenes vitales que recorre en su libro el autor como el que nos da un breve tiempo de sueño y de esperanza a los lectores. La boca de Helder se abre para la expresión, en largos poemas, en versículos de hondura, de un ensimismamiento, de una reflexión sobre el yo y la escritura que conecta con la mejor y más alta poesía moderna. Escribe el poeta: “despedirse de los meses es un oficio inquieto”.
Ricardo, el director del Meliá, vecino, y portugués que habla un español de Valladolid —es de Valladolid; diría que nos engaña— me ha prestado esta tarde la Obra poética de Manuel Alegre, la segunda edición en la Dom Quixote de Lisboa. Él no lo sabe, pero me ha hecho un regalo. Y no porque pretenda quedarme con un libro que me ha prestado “hasta la vuelta del verano”, sino porque es muy estimable que alguien te deje un libro sin que tú lo pidas. Las casi novecientas páginas de los libros de poemas de Alegre. Ya estoy leyéndolas.
viernes, julio 06, 2007
Releyendo a Helder
Publicado por Miguel A. Lama en viernes, julio 06, 2007
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3 comentarios:
"Professor" es la máxima forma de tratamiento que pueden alcanzar los mortales en Portugal. El "Dom", que aquí lo tiene cualquiera, se reserva a reyes y obispos. No es lo mismo ser "doutor", forma de tratamiento que se da en Portugal a quien ha pasado por la Universidad aunque no se haya doctorado, que "professor doutor". En el país vecino ser profesor universitario todavía tiene (o arrastra) una carga de pompa y protocolo que aquí ya no existe. Pero lo que suena bonito en portugués es "vizinho", con su /v/ labiodental y su /z/ sonoro imitando el zumbido de una abeja.
Profesor,
los poetas elegidos en nuestra lengua hermana no pueden ser mejores y no se puede excusar ni retrasr su lectura.
Citando al propio Rámos Rosa:
"Não posso adiar este momento"
"Não posso adiar o coração"
Gema Pérez Ladera
Ecxelente entrada. Helder es un de los más grandes poetas no sólo de hoy, y no sólo eso, también es un prosista imprescindible. Gracias
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