Le habían dicho que sus novelas eran morosas, que no contaban nada en muchos de sus tramos, que la narración se ralentizaba de una manera que echaría para atrás al lector. Él lo reconocía, sabía que no podía evitar esa especie de incontinencia narrativa que le llevaba a contar no sólo lo ocurrido en una fiesta en casa del protagonista, sino cómo la asistenta limpiaba el salón en el que había tenido lugar la reunión. La ordenada recogida de vasos y ceniceros, la limpieza de las mesas, el afanoso aseo del suelo y de las alfombras le ocupaban, cuando menos, un par de páginas. Para él, la elipsis era un procedimiento remoto.
Un tanto sobre sí, un día decidió hacer de su incapacidad una dedicación, que él quiso nombrar como técnica narrativa. Y a los muchos ejemplos que podrían citarse de sus propios textos inéditos añadió el relato de cómo el ama y la sobrina de don Quijote limpiaron el corral en el que fueron quemados los libros tras el donoso y grande escrutinio en la inmortal novela de Cervantes. Y también escribió tres folios sobre cómo un personaje inventado colocó los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes que quedaron caídos después de que el gitano Melquíades en Cien años de soledad usase sus dos lingotes metálicos. Así pasó casi su vida entera, completando los vacíos voluntarios de las grandes novelas. El caso es que siempre le salían relatos de intendencia, en los que alguien recomponía la escena después de los hechos. Nunca llegó a saber contar qué hizo la nodriza tras pedirle con ojos suplicantes a Madame Bovary un botijo de aguardiente.
martes, julio 24, 2007
El escribidor
Publicado por Miguel A. Lama en martes, julio 24, 2007
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2 comentarios:
Tras leer este "post" (¿cómo creéis que debe traducirse?), he recordado la lectura de A. Trapiello "Al morir Don Quijote": el autor "escribe" la vida de los personajes que rodearon más cercanamente a Alonso Quijano en los meses inmediatos a su muerte. Escribe la pasión oculta de Quiteria por su amo, las dudas de Sansón Carrasco sobre su vocación eclesiástica, las dificultades de la sobrina para mantener su honra y, cómo no, el vuelco inquietante pero liberador que da la vida de Sancho.
Para mí, un reencuentro entrañable con los personajes que agradezco al "escribidor" Trapiello.
Salud.
Gema
Poco tiene que ver el escribidor de mi 'entrada' o 'item' (son propuestas para la denominación, no para la traducción) con lo que hace Trapiello en esa novela. Él sí sabe recrear figurar, releer, recomponer mundos. La incapacidad para la elipsis, esa incontinencia narrativa es otra cosa. Gracias por el comentario, y por la nota de lectura.
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