miércoles, febrero 26, 2025

La imitación

La imitación del título de esta novela de Alonso Guerrero asume una de las finalidades más ambiciosas del desarrollo tecnológico que hoy se concreta en la inteligencia artificial (IA), esto es, la copia o emulación de las capacidades del ser humano.  La aspiración de toda IA será imitar lo que hace el hombre y llegar a suplantarlo. En el ámbito académico, por ejemplo, muchos se afanan en detectar el fraude en una tarea escrita o discernir entre lo hecho por la máquina y lo aportado por el alumno. De la imitación, de la emulación, de la copia se trata en esta novela. Desde sus primeras páginas se habla de la «obsesión […] por que las copias no puedan diferenciarse del original» y de que una copia quizá «sea una forma de acercarse a la funcionalidad de dios.» (pág. 18). «La imitación anuncia lo que será el hombre cuando la inteligencia artificial alcance el suficiente grado de desarrollo como para remplazarlo», dice el texto de la contracubierta, por si el lector quiere conocer el asunto principal que desarrolla la obra, y que, supongo, ocupará la mayor parte de los comentarios que se profieran en torno a ella. Por ejemplo, siempre atento a lo que literariamente pasa, Enrique García Fuentes ha publicado hace pocos días que el autor de La imitación hace un «implacable anuncio del desconcertante futuro que nos espera». El mismo Alonso Guerrero ha tratado de esto en su blog DJ Lowry: «El futuro, al parecer, es el hombre máquina. Sólo servirá de transmisión, no de destinatario de lo que se hace, y menos de creador en sí mismo. La llamada inteligencia artificial generativa no va a impedir que sigamos haciendo obras de arte. No tendrá que impedirlo, simplemente no necesitaremos hacerlas. Seremos básicamente receptores, sin mucha conciencia, de todo lo que esa inteligencia de corta y pega haga para nosotros. Receptores, no destinatarios.» Pero dónde quedará la literatura, me pregunto, si nos enredamos en un debate sobre el auge y los límites de la IA en la sociedad actual en el que unos serán apocalípticos y otros menos apocalípticos. Alonso Guerrero no ha escrito un ensayo; ha elegido un discurso literario distópico que le devuelve a un terreno genérico en el que se ha desenvuelto muy bien con anterioridad, en obras como Un palco sobre la nada (2012), también en el mismo sello de De la luna libros que ahora publica La imitación. Es una novela dialogada, sin concesiones, que prescinde del narrador y de cualquier elemento no inmerso en el texto que pueda situar al lector en las categorías espacio-temporales o de identificación de los hablantes. Aparentemente, estamos ante un diálogo entre un hombre y una máquina, a la que se somete a un test: «—¿Eso ya es el test?», interrumpe el interlocutor ante la primera intervención: «—Va usted caminando por un puente cuando...» (pág. 11). El motivo —el test— se utilizará en el texto como un conector referencial que pespunta el diálogo desde el principio mencionado hasta el final («Estamos aquí para realizar un test», pág. 154), y las alusiones intermedias son reiteradas (págs. 66, 70, 81, 91, 94-95, 128) con esa misma función recordatoria de lo que justifica la entrevista. El conjunto se divide en dos partes desiguales: [1], de ciento veinte páginas, y [2], de tan solo veintitrés. Es un corte temporal el que las separa y marca una especie de evolución psicológica en las dos voces constitutivas del diálogo. Se convierte en otro recurso inmerso en este texto amebeo, cuya conformación como diálogo ya supone una elección por parte del autor, una manera de creer en una vía de comunicación que quizá se esté perdiendo en una deshumanización imparable, y se convierte en el único vehículo que transporta al texto, que lo hace avanzar.  Hay en La imitación una conciencia literaria que acompaña al discurso de ese mundo distópico de las máquinas y que se explicita en las constantes referencias a la interpretación literaria de la vida —valdría el cine, Metrópolis (1927), Blade Runner (1982), Terminator (1984)...—, que saltean toda la conversación: Garcilaso y su soneto V (pág. 33), Tom Hood (pág. 63), la figura del romántico alemán Heinrich von Kleist (pág. 68), Ella, de Rider Haggard (pág. 111), Madame Bovary (págs. 102, 114), Dante (págs. 108-109)... Esta es la clave de una obra que pretende llevar al lector a la interpretación literaria de este universo artificial que se nos viene encima, al hecho autorreferencial de quien dice —uno de los dialogantes— que pretende escribir una novela, que no se venderá, «porque no hay lectores», y que los supuestos que haya solo tendrán literatura para tres horas —«Descartes dijo que en la vida de todo filósofo hay, a lo sumo, tres horas de metafísica» (pág. 122), que son las que, seguidas, tarda uno en leer La imitación. Se me ocurre. «El resto es barullo», leemos en esa misma página. Algo así parece querernos decir esta novela: que la lectura, que su lectura nos puede servir de algo, a pesar de que lo que miramos a nuestro alrededor nos parezca tan convulso y tan vacío. Interesantísima propuesta la de Alonso Guerrero, tan tentadora como poco convencional. 

 

La imitación (Mérida, De la luna libros. Colección La luna del Norte, E, 2024) se presenta hoy miércoles 26 de febrero a las 20:00 en el salón de actos del Centro Cultural San Antonio de Almendralejo, con las intervenciones del escritor Jorge Márquez y del autor.

No hay comentarios: