jueves, enero 11, 2024

Héroes

Tendemos a considerar que la dramaturgia es la concepción escénica de un texto teatral. Sin embargo, sería más preciso tomarla como la realización en escena de cualquier texto, tenga o no tenga los supuestos constituyentes genéricos de lo teatral. Es fácil pensar en grandes creaciones dramáticas sobre un texto de prosa narrativa, por ejemplo; y nadie pondrá en duda el acierto de dramaturgias de éxito mundial como la de una novela gótica como El fantasma de la ópera o de éxito nacional como la de Cinco horas con Mario. Son casos, y otros muchos, de tanta fortuna como espectáculos que nos alejan impensadamente del género de las fuentes originales. Pensé en esto cuando leí Héroes, de Isidro Timón, el texto ganador en 2021 de la primera edición del Certamen Iberoamericano de Dramaturgia «Carlos Schwaderer» de Castuera, a la que concurrieron doscientas cincuenta y tres obras, y que puede leerse en un volumen junto al segundo premio, El instrumento determinado, del argentino Miguel Kot, publicado en 2022 por el Ayuntamiento de Castuera y la Delegación de Cultura y Deportes de la Diputación Provincial de Badajoz. Doy las referencias precisas por subrayar el punto de partida textual sobre el que se levanta una puesta en escena. En su momento, por imperativo de las bases de aquel premio, por los Talleres de Teatro del Ayuntamiento de Castuera en noviembre de 2021, y mañana, a cargo de la Compañía Maltravieso, en el Gran Teatro de Cáceres (20:30 hs.). Esta circunstancia explica que haya retomado ahora mi lectura de Héroes como un escrito pensado unívocamente para su materialización escénica. Es decir, una dramaturgia con una información por la que el lector conoce la propuesta del autor para la ejecución de su texto en un escenario, tanto en lo que se refiere a la caracterización de un personaje que tiene que encarnar una actriz —«La experiencia de la vida y, seguramente, los muchos palos que ha recibido de ella, hacen que tenga un gran sentido práctico», leemos sobre el personaje de Abuela en el Dramatis personae—, como en las indicaciones para un efecto de luz en escena —«Las caras de los personajes irán encendiéndose al hablar», de la primera acotación. El resultado es un ejercicio de creación medido, en el que sus componentes tienen una función concreta; por ejemplo, la configuración de una obra en diez escenas que alternan dos acciones, una imaginaria y  en carrusel de voces en un «espacio oscuro y sin dimensiones definidas» (escenas 1, 3, 5, 7 y 9) , y la otra real y lineal (escenas 2, 4, 6, 8 y 10), que se desarrolla en el salón de un piso pequeño en el que pasan el confinamiento de marzo de 2020 cuatro personajes: marido y mujer, la madre de esta y la hija de ambos. En la elección del asunto y de los caracteres se encuentra la seña de identidad de Isidro Timón cuando emprende la escritura de teatro. Aquí se ve en la relación entre un padre y una hija, o en la figura (ausente) del padre de él, o en la presencia del teatro dentro del teatro, no solo por las alusiones a Hamlet mezcladas con momentos de comicidad, sino por la situación de representación y exposición que se dio durante el confinamiento desde los balcones y terrazas —o pantallas— de tantos lugares parangonables con los de esta acción dramática que propicia la reflexión y estimula la autocrítica. Se pone el foco en una realidad todavía candente, en una experiencia compartida por tantos durante un estado de alarma que fue no hace tanto, y esa complicidad del lector con lo que dice el texto comienza por un título, Héroes, cuya épica no necesita explicación alguna. Ni siquiera cuando la veamos representada mañana. Me quedo por ahora con una experiencia de lectura por la que uno en Isidro Timón, nuevamente, al escritor que escribe en soledad con el director que encomienda su espíritu en sus actores. Veremos.

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