viernes, julio 01, 2022

Carta de Yuste

© Fundación Academia Europea e Iberoamericana de Yuste
¿Carta de Yuste? ¿Para qué? ¿Para hablar de lo mucho que he disfrutado y aprendido en una reunión con estudiantes de muchas personas sabias en torno a la figura de José Saramago? No. Es mejor no prodigarse demasiado en público sobre las satisfacciones. A no ser que sea para escribir sobre lo que uno lee y que pueda agradar a alguien; sobre todo, a quien ha escrito algo para gusto y provecho de este que escribe. Y de los que se sumen. Por ejemplo, escribir sobre los últimos libros recibidos. Hace días, De traslación, de Pureza Canelo (Pre-Textos, 2022), o, en la misma editorial, ayer mismo, Arqueologías, de Ada Salas. Espero tener tiempo para hacerlo. Qué cosas. Lejos de mi quiosquero durante tres días, me entregó ayer mis cuatro ejemplares desde el lunes, contra la costumbre de compensarme por no recogerlos o de comprarlos en cualquier otro lugar. Sigue siendo un rito la lectura de la prensa en papel. Pero ayer fue desmesura llegar a casa con ciento noventa y dos páginas de papel prensa —cuarenta y ocho por día— para tener un buen rato de dejà vu prolongado en el que uno solo se detuvo en lo de siempre, en los artículos de opinión, en las crónicas de interés particular y en las necrologías. Nada en una actualidad caducada y sí mucho en las muertes, por ejemplo, de Fina García-Marruz, a quien saludé hace muchos años en la Residencia de Estudiantes de Madrid junto a su marido Cintio Vitier. Y en la pérdida de Patxo Unzueta, un «periodista sabio y silencioso», lo llamó Jesús Ceberio este martes, y Santiago Segurola el miércoles evocó su aparición en las páginas de deportes con el título «El magisterio desde el córner». Me he traído a Madrid los dos recortes de los ciento noventa y dos que me dio ayer P. en el quiosco y los tengo delante mientras escribo estas líneas que quieren decir también que fue mi querido Javier Rodríguez Marcos quien, antes de pasar a cenar el lunes pasado, me dijo: «Ha muerto Patxo Unzueta». Sabía Javier que se lo decía a un condescendiente en un lugar adecuado. En la Vera. ¿Carta de Yuste? No lo creo. 

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