sábado, enero 09, 2021

La nueva Edad Media

En una entrada de mi diario del confinamiento, aún en el mes de marzo, recordé la lectura hace años —gracias a la recomendación de mi amigo Honorio Blasco— de un ensayo de Umberto Eco recogido junto a otros textos de Furio Colombo, de Francesco Alberoni y de Giuseppe Sacco— en el tomito titulado La nueva Edad Media (Alianza Editorial, 1974), traducido por Carlos Manzano. La pandemia y los millares de muertos, los toques de queda, los camiones atrapados en el puerto de Dover en Reino Unido sin poder volver a casa, la revuelta del trumpismo y el asalto al Capitolio de los Estados Unidos, y el colapso provocado por la ola de frío, con personas aisladas ayer y hoy sábado por la nieve y servicios de emergencia sanitaria inmovilizados sin poder atender las urgencias, me han llevado a ponerme apocalíptico y a recordar aquel ensayito perspicaz y ameno del autor de El nombre de la rosa. Como dije, Eco alude a un libro de Roberto Vacca, Il Medioevo prossimo venturo (Una Edad Media en un futuro próximo), de 1971, y resume un tremendo «escenario» o «proyecto» de Apocalipsis: «Un día, en Estados Unidos, la coincidencia de un atasco en la carretera y de una parálisis del tráfico ferroviario impedirá que el personal de relevo llegue a un gran aeropuerto. Los interventores, sin relevar, vencidos por la tensión mental, provocan la colisión entre dos aviones a reacción, que se precipitan sobre una línea eléctrica de alta tensión, cuya carga, repartida por otras líneas ya sobrecargadas, provoca un apagón como el que ya conoció Nueva York hace unos años. Sólo que esta vez es más grave y dura varios días. Como nieva y las calles permanecen bloqueadas, los automóviles crean desórdenes monstruosos; los empleados de oficinas encienden fuegos para calentarse y se declaran incendios que los bomberos no pueden sofocar porque no pueden llegar hasta ellos. La red telefónica queda bloqueada a consecuencia del impacto de cincuenta millones de aislados que intentan comunicarse telefónicamente unos con otros. Inician marchas por las calles nevadas y llenas de muertos» (pág. 10). Umberto Eco continúa el relato de lo escrito por Vacca sobre un espacio urbano en el que los ciudadanos, a quienes faltan suministros, saquean tiendas y hacen uso de los millones de armas que hay en las casas americanas. «Cuando se restablezca la normalidad trabajosamente algunas semanas después, millones de cadáveres dispersos por la ciudad y el campo comenzarán a difundir epidemias y a producir nuevos azotes de proporciones semejantes a las de la peste negra que en el siglo XIV acabó con las dos terceras partes de la población europea» (pág. 10). La hecatombe será tal que el poder político y la justicia derivarán en sistemas autónomos, casi domésticos, las leyes y la propiedad tal y como las entendemos irán desapareciendo y transformándose de tal modo que lleguemos —sostiene Vacca— a una estructura feudal, en donde —escribe Eco— «las alianzas entre los poderes locales se apoyarán en el compromiso y no en la ley, las relaciones individuales se basarán en la agresión, en la alianza por amistad o comunidad de intereses» (pág. 11). No es mi propósito entrar en el análisis de las tesis de aquellos ensayos sobre los que ya han caído cuarenta y ocho años de divulgación, críticas y opiniones, un cambio de milenio y muchos hechos históricos de especial trascendencia; solo intento compartir la estupefacción por la suma de infortunios y la inquietud sobre un estado de las cosas que nos afecta a todos estos días en muchos puntos del planeta. Y, eso sí, aunque parezca extraño, desear una buena tarde de sábado al plácido abrigo de la casa frente a la intemperie.

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