sábado, febrero 01, 2020

Jesús Alviz



No sé si voy a ser capaz de escribir una crónica que haga justicia al cariñoso recuerdo que ayer por la noche se vivió en el Ateneo de Cáceres dedicado a la personalidad de un escritor como Jesús Alviz (Acebo, 1946-Cáceres, 1998). Creo que lo promovió Santi Lindo, que fue su alumno, y que hoy sabe quién llegó a ser un personaje único como el autor de He amado a Wagner (1978), aquella primera memoria biliosa —la otra fue Trébedes (1982)— que hoy tampoco se arriesgaría a publicar una editorial. Porque fue una autoedición, como su primera novela, Luego, ahora háblame de China (1977). Tras una presentación del acto de Lindo, en el primer bloque, Manuel Simón Viola contextualizó la obra de Jesús, e hizo bien en relacionarlo con Felipe Trigo, y con la postura literaria de otros narradores más contemporáneos pero ya desaparecidos, como Agustín Villar o José Antonio García Blázquez. Debió entrar más en las novelas de Alviz, en El frinosomo vino a Babel (1979), Calle Urano (1981), Concierto de ocarina (1986)… Quizá no lo hizo por no parecer cargante ante un auditorio que mayoritariamente trató en persona a un escritor que él no conoció. Siempre prudente, discreto y tímido, Simón Viola cumplió con su homenaje literario. El segundo tramo del acto fue una lectura de unos fragmentos de Española dicen que es (1992), su última novela publicada en vida, pues dos años después de su muerte, Ángel Campos Pámpano logró editarle en Del Oeste Ediciones El fuego lento del hinojo (2000), otro de esos textos totales de los que solo las veleidades de un profesor de literatura que encargue un trabajo a sus alumnos o que proponga una tesis doctoral a un investigador podría sacar parcialmente del olvido. Contra ese olvido leyeron e interpretaron muy bien anoche las actrices Olga Estecha y Amelia David una parte bien divertida de la novela de Suso Alviz, como familiarmente se le nombraba en los carteles que difundieron el homenaje. Y según lo anunciado, de postre, en el último bloque, Santi Lindo abrió el micrófono a los presentes; aunque al concluir la conferencia de Manuel Simón Viola, Blanca Martínez, que lleva el nombre y la memoria del entrañable Carlos Guardiola por todas partes, se encargó de mostrarnos qué es una prolepsis e hizo, antes del tiempo pensado para eso, una evocación de Jesús Alviz que abrió, antes, claro, del tiempo, una serie de jugosas intervenciones espontáneas de profesores como Desiderio Guerra o Antonio Sánchez Buenadicha, de amigas como Teresa Rejas —yo no sabía que el broche-mariposa de la cubierta de Calle Urano era suyo—, de buenos lectores como Jesús González Javier —que insistió oportuno en lo literario, en el valor de la palabra artística del escritor—, y de los íntimos, como José Luis Alviz, que no pudo contener sus lágrimas y que a pesar de todo trasmitió a todos la raíz auténtica de la tierra, Acebo, que cruzaba el ser vital de su hermano, y ciertas vicisitudes de su educación sentimental en un Cáceres muy gris. Fue Miguel, quien fue su pareja, el que cerró el acto con otro ahogo de emoción que sobrellevó bien mostrando unas pocas fotografías en las que volvimos a recordar la fisonomía etrusca de un escritor tan singular, un personaje al que sus seres más queridos hicieron ayer este merecido homenaje. Confieso que copié en unos folios las palabras que publicó ayer en su muro de Facebook Jeremías Clemente, que se excusaba por no poder asistir, y me las llevé en el bolsillo por si había ocasión de leerlas; pero fue Santi Lindo el que aludió a su fraternal recuerdo, aunque no fue leído en público. En cualquier caso, quien no pudo estar, de alguna manera, también estuvo. Me acordé —no lo dije; lo he dejado para ahora— de cuando en 1985 le dedicamos un espacio en el número 12 de la revista Residencia. Cuadernos de Cultura. Con Jesús inauguramos una sección que titulamos «Señas de identidad», para proponer una mirada más atenta a determinados escritores de aquí. Fue mi compañero Miguel Ángel Teijeiro el encargado de redactar un artículo y editar la sección, y fue él quien recibió una carta mecanoscrita de Jesús Alviz, fechada el 5 de febrero de 1985 —se disculpaba Suso por la tardanza, porque a su padre lo habían ingresado en la «Residencia Sanitaria»— en la que respondía a un cuestionario sobre su vida y su obra y nos enviaba un fragmento inédito de Concierto de Ocarina (sic) que en aquellos momentos, decía, estaba leyendo el equipo de la editorial Alfaguara. (Apareció en Ediciones Libertarias en 1986 con una ayuda a la creación literaria de 1983). A Jesús le gustó que desde la Universidad reconociésemos su obra y luego estuvo en la antigua Facultad de Filosofía y Letras en el edificio «Valhondo» y conversamos esa noche en «La Torre de Babel» después de su lectura, poco tiempo antes de que se presentase en «La Machacona» su novela Española dicen que es. Cuánto le habría gustado saber que en 2011 un alumno mío, František Dratva, checo, del que llevaba unos cinco años sin tener noticias y del que hoy he sabido, a costa de este recuerdo, que vive y da clases en Madrid, defendió un Trabajo de Fin de Máster sobre «El mundo literario de Jesús Alviz», que fue su título. Ayer me acordé mucho de él. Y de Alviz, claro. Faltó ayer, como falta en mi crónica de hoy, por una justificada inflación de lo sentimental, hablar algo más sobre lo literario, sobre los valores de una escritura muy valiente en su tiempo y contexto. Quería decir esto; y ayer, que lo era, no fue el momento.

4 comentarios:

Santi Lindo dijo...

Estimado Miguel Ángel, gracias en primer lugar por la estupenda crónica que nos has dejado en tu blog sobre el acto que realizamos en el Ateneo en recuerdo de nuestro querido Suso Alviz. Tienes razón al echar en falta que se hablara el viernes un poco más sobre los valores literarios de su obra. Pero como dijimos en la introducción del acto, no era nuestra intención primera analizar su obra o calibrar cómo ha aguantado esta los embates del tiempo, aunque había que hacer referencia a ella, como efectivamente hizo nuestro amigo Simón Viola, más bien era nuestro objetivo desde el afecto recordar y evocar su personalidad y reconocer y valorar el coraje e inteligencia de los que dio muestras en ese Cáceres “asustado, funcionarial y rezador”, o “beatoconservador”, como lo llamó Tito Simón, en el que públicamente apareció allá por el curso 70-71. Allí mismo emplazamos, como recordarás, a los presentes a un próximo encuentro, sea su pueblo natal, Acebo, u otro conveniente lugar, donde se analizara su obra y los “valores de una escritura muy valiente en su tiempo y contexto”, como señalas acertadamente en tu crónica. Esperamos que así sea y contar con quién mejor que tú para llevarlo a cabo. Recibe un cariñoso saludo, Miguel Ángel.

Miguel A. Lama dijo...

Gracias, Santi, por tu comentario. Fue un acto muy agradable y te felicito por la iniciativa y por lo bien que lo llevaste. No es ninguna crítica echar en falta que no se hablase más de literatura, porque fue lógico que el recuerdo se escorase hacia la personalidad, las vivencias y los amigos de Jesús. Más bien, ha sido una «excusa» para llamar la atención sobre el valor de su obra, que es, para aquellos que lo tratamos muy poco, lo que verdaderamente nos queda. Ayer también fue un día muy grato, porque, gracias al homenaje, recuperé el contacto con mi antiguo alumno Frantísek Dratva, a quien, como me dice, le habría entusiasmado estar anoche en el Ateneo. Ojalá que se celebre ese próximo encuentro en el que, dentro de mis posibilidades, estaré encantado de participar. Un saludo cariñoso para ti también.

Santi Lindo dijo...

No he entendido, Miguel Ängel, ese comentario en tu cariñosa y acertada crónica como una crítica; muy al contrario, me he servido de él para arrojar un guante que tú elegantemente has recogido.
Conocía un artículo de ese antiguo alumno tuyo, František Dratva, "Libertad, amor y sexualidad en la obra de Jesús Alviz",e hice una apresurada pesquisa por la red, porque me hubiera gustado, e imaginaba que a él también, que participara en nuestro homenaje. El escaso tiempo que hemos tenido para prepararlo dificultó que hubiéramos dado con él. Así pues, excelente noticia conocer su entusiasta predisposición. Ya casi tenemos armada unas jornadas literarias sobre la obra de Jesús Alviz. Un abrazo.

Miguel A. Lama dijo...

Qué bien, de verdad, Santi. Cuenta conmigo y, espero, con Fran. Un abrazo.