jueves, marzo 21, 2019

Luvina (I)

© María Fernández Sánchez
Si escribo aquí que hoy me he preparado una lubina al horno, tan solo mis alumnos de Textos de Hispanoamericana comprenderán que es un guiño y no una estupidez. Ellos han leído y escuchado conmigo esta mañana el magistral cuento de Rulfo incluido en El llano en llamas (1953) «Luvina», que parcialmente he analizado en clase: «—Ya mirará usted ese viento que sopla sobre Luvina. Es pardo. Dicen que porque arrastra arena de volcán; pero lo cierto es que es un aire negro. Ya lo verá usted. Se planta en Luvina prendiéndose de las cosas como si las mordiera. Y sobran días en que se lleva el techo de las casas como si se llevara un sombrero de petate, dejando los paredones lisos, descobijados. Luego rasca como si tuviera uñas: uno lo oye mañana y tarde, hora tras hora, sin descanso, raspando las paredes, arrancando tecatas de tierra, escarbando con su pala picuda por debajo de las puertas, hasta sentirlo bullir dentro de uno como si se pusiera a remover los goznes de nuestros mismos huesos. Ya lo verá usted». Ahora que me refiero a mis alumnos me percato de que cuando he querido tener en cuenta a la mayoría de mujeres presentes en el aula y me he referido a «vosotras y Guzmán», por ejemplo —en recuerdo de un simpático curso—, lo único que hacía era visibilizar a Guzmán, tan buena persona. Son cosas que he anotado con la lubina en el plato el Día Internacional de la Poesía que he celebrado con mis alumnas y con Rubén, Javier y Junqi leyendo dos poemas de Álvaro Valverde, de El cuarto del siroco (2018), antes de abordar el cuento de Juan Rulfo. Apresuradas anotaciones a mano alzada sobre algunos huecos en blanco del periódico que hoy trae una columna de Luz Sánchez-Mellado cuyas líneas finales habría que repetirse: «El trabajo te da la vida y te la quita, pero conviene tener un par de certezas. Nadie es imprescindible, por mucho que te hagan creértelo y la trituradora sigue funcionando sin ti tan ricamente. Te guardan un minuto de silencio, te suben a los altares y te sustituyen por el siguiente trozo de carne con ojos. ¿Agorera? Realista. Lo dijo José Sacristán al enterrar a su colega Fernando Guillén: "Cada día disparan más cerca"».

Esta entrada, que continuará, va ilustrada con la imagen que el Plan de Fomento de la Lectura de la Consejería de Cultura e Igualdad de la Junta de Extremadura ha elegido para conmemorar este Día Internacional de la Poesía. Es obra de la joven extremeña, de La Zarza (Badajoz), María Fernanda Sánchez, que ha escrito en la postal distribuida con la imagen: «Al levantar la mirada, descubro un árbol solitario que nace de las montañas y se dibuja en el cielo blanco. Un árbol tímido y frágil, que se deja mecer por el viento y acaricia las nubes difusas con sus ramas. Es entonces, ante la contemplación de este árbol casi invisible que parece dar sentido al paisaje, cuando no puedo contener la belleza que albergan mis ojos. Me atraviesa la poesía. Se me escapan las palabras.»

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