domingo, abril 19, 2015

Una biblioteca para cenar (y llorar)

Me dirán que estoy loco si les digo que la Biblioteca Central de mi Universidad —gran parte del patrimonio bibliográfico de una institución como la Universidad de Extremadura— ha estado abierta en la noche de este pasado viernes 17 de abril para la celebración de una cena de unas cien personas organizada por una empresa de catering de Cáceres. Las redes sociales están llenas ya de fotografías del interior de la sala general de nuestra biblioteca ocupada por comensales, de la puerta de acceso al pasillo lateral del edificio tomada por una furgoneta y una carpa para el abastecimiento de materiales y productos, y de la plaza Erasmus convertida en una terraza con cómodos sillones para beber copas. Es una vergüenza que se dé este uso a los bienes públicos, a un espacio que no es cualquier espacio, sino una biblioteca que alberga más de doscientos mil volúmenes, un patrimonio vital para una universidad. No sé dónde estará el límite de este esnobismo frívolo; pero lo cierto es que estamos rodeados de irresponsables hasta el hartazgo. ¿Cómo creer a aquellos que fomentan la lectura y la importancia de las bibliotecas cuando permiten esto? ¿Cuál será la próxima ocurrencia en un centro que en las últimas movilizaciones estudiantiles ha estado abierto durante toda la noche sin vigilancia alguna? Qué espanto.


3 comentarios:

SANDRA dijo...

Me duele enterarme de que un sitio como este, al que tengo un gran aprecio por todo el saber que encierra, sea utilizado para una cena. ¿Es que no existen más sitios para este tipo de eventos? No tiene ningún sentido que se utilice una biblioteca para esto. Me gustaría saber a quién se le ocurrió la genial idea...

Isabel Román dijo...

¿Se puede ser más esnobs, más catetos, más horteras?
¿A qué cabeza "emprendedora" de un catering particular se le ha ocurrido usar nuestros espacios comunes del campus y nuestra biblioteca central para cenar? ¿Quiénes son los 100 catetos cacereños que han pagado 60 euros por esa cena? ¿Pensaban que rodeados de libros se les iba a transmitir por ósmosis algo de la cultura y el discernimiento del que obviamente carecen?
¿De verdad todo puede comprarse con dinero? ¿Cuánto ha cobrado la Universidad por ceder sus espacios públicos, obligando incluso a que los alumnos fuesen expulsados de la biblioteca para que los del catering preparasen su sarao?
¿Es que ya no existe el concepto de "vergüenza" (propia y ajena)?

Si los de las cenas clandestinas necesitan morbo y adrenalina en sus vidas, indico a los del catering algunos otros futuros escenarios insólitos y distinguidos para sus excentricidades:
-El cementerio de Cáceres (puede ambientarse la cena con la representación del "convidado de piedra" y algunos figurantes dando saltos y gritos por allí en plan muertos vivientes).
- Un descampado en el barrio de Las Minas, con la posibilidad excitante de que los habitantes se líen a pedradas con tan idiotas comensales.
- El interior de la ferretería Diosan, acondicionado para la ocasión, tal como han hecho con nuestra biblioteca. En este caso, yo misma me ofrezco con gusto para dar zurriagazos con las cadenas que hay allí, a los comensales a los que les apetezca añadir aún más distinción y morbo a su cena clandestina.
Propongo además que los cenadores se reúnan de nuevo al día siguiente, para celebrar un partido de paddle en el Teatro Romano de Mérida.
Se admiten más ideas creativas para esta iniciativa "gastronómjco- cultural-pueblerina-chorradil" que ha surgido en nuestra ciudad.


ISABEL ROMÁN, Profesora Titular de la Universidad de Extremadura

Tmateos dijo...

Sin ánimo ninguno de entrar en polémicas no tengo más remedio que decir, con gran dolor de corazón, que no comparto la opinión de Miguel Ángel ni de Isabel Román. Yo fui uno de las incultos, catetos, horteras y esnob que asistió a la cena. Y aclaro dos cuestiones: en ningún momento nada del contenido del edificio estuvo en "posible peligro para su integridad física" y tampocose desalojó a ningún usuario. Y lo digo con total conocimiento de causa. Y añado, a los 30minutos, de termminar estaba toda la sala de lectura en perfecto estado de revista. Eso sí: quedan un par de manchas en el exterior, que desaparecerán en un par de días, porque ya se han encargado los (i)responsables de arreglarlo. Una cateta refinada bibliotecaria.
María-Teresa Mateos Fernández