A punto estuvo Leopoldo Alas "Clarín" de no ver la tercera edición de su novela La Regenta que salió de la imprenta de Fernando Fe de Madrid en mayo de 1901, unas semanas antes de su muerte. Fue Galdós, que escribió el prólogo que la encabezaba, uno de los culpables del retraso. Desde octubre de 1899 estuvo pidiéndole 'Clarín' a su amigo el texto, y hasta abril de 1901 no le confirma el autor de Tormento que lo ha concluido. Mereció la pena la espera.
Galdós, al principio de su texto, habla del intenso regocijo que se siente "cuando visitamos los talleres ajenos, pues el andar siempre en los propios trae un desasosiego que amengua los placeres de lo que llamaremos creación, por no tener mejor nombre que darle." Aunque el novelista canario elude la identificación de estas visitas con la labor crítica, sus palabras son una defensa de ésta, de la mejor crítica, o, sin más, de la lectura de los otros. Visitar talleres ajenos "es recrearse en las obras ajenas sabiendo cómo se hacen o cómo se intenta su ejecución; es buscar y sorprender las dificultades vencidas, los aciertos fáciles o alcanzados con poderoso esfuerzo; es buscar y satisfacer uno de los pocos placeres que hay en la vida, la admiración, a más de placer, necesidad imperiosa en toda profesión u oficio, pues el admirar entiendo que es la respiración del arte, y el que no admira corre el peligro de morir de asfixia."
De esto hemos hablado un poquito esta mañana en clase.
martes, abril 10, 2007
Los talleres ajenos
Publicado por Miguel A. Lama en martes, abril 10, 2007
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