domingo, marzo 04, 2007

El Gasco

Amaneció ayer un día extraño, por cambiante. Claro que, fuimos nosotros quienes buscamos el cambio, porque cogimos el coche y subimos a Las Hurdes. Sol y cielo abierto, nubes, amenaza de lluvia, niebla en algún alto, sol, más sol, calor... La carretera que lleva a El Gasco muere allí. No hay más. Es el confín de este norte extremeño. La carretera de al lado sí continúa, nos comunica con el mundo (el primero, el salmantino); pero ésta no, muere ahí, en El Gasco.
Desde el pueblecillo hurdano subimos a El Chorro de la Meancera. En alguna guía se lee que resulta espectacular la vista; sin embargo, le digo a Carmen que somos demasiado modestos. Llamamos ‘chorro’ a lo que en otros lugares es ‘salto’, ‘gran salto’ o ‘catarata’.
De vuelta, comida en La Herradura (o La Bruta) de Torrecilla de los Ángeles. No había estado desde que Álvaro Valverde, cuando trabajaba en Cambroncino, me llevó al antiguo local del restaurante; o sea, hace más de nueve años, que es el tiempo que nos dice la dueña —que sale de la cocina para jalearnos con la comida, buena y abundante— que llevan instalados en el nuevo local. En la pared del salón, algunas fotos y un artículo enmarcado del Hoy, creo que de hace un año, de J. R. Alonso de la Torre, que tan bien habló de este sitio. Comida abundante y barata. Garbanzos con mariscos. Cochinillo. Y lo demás. Buen trato.
En aquella ocasión —fue el 3 de abril de 1997— con Álvaro, me traje la ‘primicia’ —lo sabían Yolanda y Gonzalo— de su primera novela, que había quedado finalista en el Premio “Azorín” con el seudónimo de Sigfrido Rojas y el lema Lejos de aquí, que luego fue título de otra obra, un libro de viajes. Aquella novela fue Las murallas del mundo, publicada en 2000 por Algaida como finalista del Premio Café Gijón.

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