He escuchado a varias personas contar su experiencia dramática de ayer en Barajas, tras la bomba que ha puesto ETA en el aparcamiento de la T-4. Sus voces surgían del aparato de radio con los altibajos del nerviosismo propio de situaciones así de apestantes, con la conmoción que lleva el llanto en el micrófono. Más tarde, las voces medidas, ensayadas, con la impostación de corte y tribuna de los mandatarios y mandamases. Luego he comprobado que sólo un golpe de tecla separa la información indigna de la dignidad sabia, el golpe que podría haberme llevado a contemplar las fotografías o el video —no lo sé, aunque estoy seguro de que llegaré a verlos por otros medios— de un antes y un después de la ejecución de Sadam Husein. ¿Hemos avanzado algo en tantos siglos?
Algo de esto me decía Carmen en su mensaje la mañana de ayer muy temprano. Han matado a Sadam Husein y ETA ha puesto una bomba.
Paz plena.
domingo, diciembre 31, 2006
viernes, diciembre 29, 2006
E=mc2
Me llegan los Abrazos de Elías Moro, que son algo más que una felicitación en estas fechas. Son más que abrazos, guiños de quien sabe que debemos encontrarnos en pocos días para hablar de mucho de lo que contienen estos Abrazos editados ahora por la Escuela de Arte de Mérida con unas pinturas de Petra Portillo. A saber: textos de Me acuerdo, de Casi humanos, su bestiario, de Mi corazón, de La tabla del 3... Un compendio reducido de lo escrito, como el guiño para una antología. Abrazos. Textos disímiles, uno por página. Qué intención tan limpia y clara.
Qué buena nueva para volver a la lectura de un escritor y de un lector como Elías.
jueves, diciembre 21, 2006
Un ejercicio
—Pasa, perdona el desorden. Han estado aquí mis sobrinos y no me ha dado tiempo a arreglar un poco esto. Sé que te molesta mucho el desorden, lo siento.
—No te preocupes.
—Vale, mis sobrinos y el tiempo, siento poco arreglar. Perdona esto no han estado el desorden y ha dado mucho el que te molesta, y no aquí.
—No te preocupes.
—Vale, mis sobrinos y el tiempo, siento poco arreglar. Perdona esto no han estado el desorden y ha dado mucho el que te molesta, y no aquí.
miércoles, diciembre 20, 2006
Peñas arriba
Al hablar el otro día de la edición de las tragedias de Moratín padre en la colección de Gonzalo Pontón en Crítica, me acordé —claro— de Francisco Rico y de su colección “Biblioteca Clásica”. Al día siguiente, tenía en mis manos la primera prueba que conozco de la 'reaparición' de esa colección, ahora en otro grupo editorial, el de Círculo de Lectores-Galaxia Gutemberg. Compré en la librería "Vicente" de Cáceres —donde uno sigue encontrando libros que no ve en otros lugares de esta ciudad— esta nueva y espléndida edición de la gran novela de Pereda Peñas arriba. Este año que acaba es el del centenario de la muerte del autor de esta novela.
El martes pude llevar mi ejemplar recién comprado a mis alumnos y en clase leí algunos fragmentos de la extensa introducción de Laureano Bonet. El estudio preliminar es, también muy bueno, de Germán Gullón. Cómo no. Quise compartir con ellos la novedad de mi lectura. Es muy agradable llevar a clase un libro recién comprado y que uno aún está leyendo. Como todos, en clase. Hoy hemos estado hablando del capítulo XVI de esa novela, cuando Marcelo hace recuento de sus reservas —así las llama—, que son sus experiencias y las personas que ha conocido desde su llegada. Es una clave constructiva de la novela, como destacó otro buen comentarista de la obra, Antonio Rey en su edición de Cátedra. Por cierto, un discípulo de quien realmente me introdujo en este texto de Pereda, Juan Manuel Rozas, con un artículo espléndido que hoy se han llevado mis alumnos para fotocopiarlo.
viernes, diciembre 15, 2006
Canencia
El bebedor de aire. Sí, el personaje de La desheredada de Galdós. Me fascina esa manera del novelista de introducir su obra con ese primer capítulo, en una de cuyas secuencias aparece esta figura venerable del anciano Canencia, el bebedor de aire.
Pocas veces en clase tiene uno la oportunidad, después de haber leído y hablado sobre lo leído, de notar cierto asombro en las caras y de escuchar expresiones como “¡Qué bueno!”, expresiones compartidas entre ellos y ellas, como el que quiere contagiar al otro el entusiasmo.
Yo sabía que tenía que llamar la atención sobre la manera de Galdós cuando cuenta cómo la lastimosa Isidora Rufete va al manicomio de Leganés a ver a su padre, y habla con el director, y éste sale y la deja un rato en su despacho, sola con el anciano escribiente Canencia, el bebedor de aire, cuyas palabras infunden en la joven una tranquilidad de ánimo y resultan tan juiciosas y amables. Yo sabía esto y que tenía que llevarles hasta el punto inesperado.
Fue en una de esas mañanas tontas, cuando parecen estar pensando en todo menos en lo que uno está diciendo; cuando por momentos una falta de educación te hace dudar, si tu lugar es el que ocupas, o deberías marcharte por preservar tu dignidad sin resultar violento. Y entonces te salva esa forma de asombro tan cómplice, simplemente porque te han escuchado leer unas palabras ajenas, de tan bien escritas. Lo de siempre.
Pocas veces en clase tiene uno la oportunidad, después de haber leído y hablado sobre lo leído, de notar cierto asombro en las caras y de escuchar expresiones como “¡Qué bueno!”, expresiones compartidas entre ellos y ellas, como el que quiere contagiar al otro el entusiasmo.
Yo sabía que tenía que llamar la atención sobre la manera de Galdós cuando cuenta cómo la lastimosa Isidora Rufete va al manicomio de Leganés a ver a su padre, y habla con el director, y éste sale y la deja un rato en su despacho, sola con el anciano escribiente Canencia, el bebedor de aire, cuyas palabras infunden en la joven una tranquilidad de ánimo y resultan tan juiciosas y amables. Yo sabía esto y que tenía que llevarles hasta el punto inesperado.
Fue en una de esas mañanas tontas, cuando parecen estar pensando en todo menos en lo que uno está diciendo; cuando por momentos una falta de educación te hace dudar, si tu lugar es el que ocupas, o deberías marcharte por preservar tu dignidad sin resultar violento. Y entonces te salva esa forma de asombro tan cómplice, simplemente porque te han escuchado leer unas palabras ajenas, de tan bien escritas. Lo de siempre.
domingo, diciembre 10, 2006
Primera afirmación sobre José Antonio Zambrano
La imagen de la derecha no es sólo una reproducción más de la cubierta de otro de los libros de los que a veces se habla en este cuaderno. No sólo tiene una función representativa como fachada de un contenido, no. Quisiera indicar algo más, y ese algo podría ser una manera de contemplación de lo estático. Como cuando vemos en el escaparate de una librería un libro deseado. Lo adquirimos y nos lo envuelven sin haber llegado a abrirlo. Sabemos lo que nos espera, y no es preciso más.
Me gustaría que la imagen de la derecha significase en esta entrada que tengo el libro sobre mi escritorio, y que muy pronto me dispondré a leerlo. Sin embargo, y no sé si en mi descargo, puedo decir que este libro fue escuchado por mí antes que leído, y luego leído varias veces antes que publicado.
Por eso, pido salud y años para aplicar la misma pasión que ahora por lo que hago con lo que leo y he leído, y recomponer, como si se tratase de escribir unas memorias ajenas, lo vivido con los textos escritos por un autor como José Antonio Zambrano.
Me gustaría que la imagen de la derecha significase en esta entrada que tengo el libro sobre mi escritorio, y que muy pronto me dispondré a leerlo. Sin embargo, y no sé si en mi descargo, puedo decir que este libro fue escuchado por mí antes que leído, y luego leído varias veces antes que publicado.
Por eso, pido salud y años para aplicar la misma pasión que ahora por lo que hago con lo que leo y he leído, y recomponer, como si se tratase de escribir unas memorias ajenas, lo vivido con los textos escritos por un autor como José Antonio Zambrano.
jueves, diciembre 07, 2006
De Gonzalo Pontón hijo a Moratín padre
“Clásicos y modernos” es una excelente colección de textos que publica Editorial Crítica y a la que tengo especial apego, no sólo por la calidad de sus ediciones, sino porque uno de sus primeros títulos que cayó en mis manos para devorar —andaba yo, y ando, con la cosa textual de Juan Marsé— fue Ronda del Guinardó, en edición, espléndida, de Fernando Valls. Porque cuando conocí —en circunstancias administrativas— a Domingo Ródenas, uno de nuestros mejores estudiosos del siglo XX y de su novela, salía en esta colección su edición de Los santos inocentes, de Delibes. Porque el director de la colección es Gonzalo Pontón Gijón, una garantía.
Ahora, otro colega amigo, Josep Maria Sala Valldaura, publica en “Clásicos y modernos” las Tragedias de Moratín padre: Lucrecia, Hormesinda y Guzmán el Bueno. Sigue ocurriendo esto con muchos textos de interés de nuestro siglo XVIII, que no han sido bien editados modernamente —algunos ni bien ni mal. En este caso, ha pasado más de un siglo y medio desde la edición de Aribau de las Obras de los dos Moratines en Rivadeneyra (1846), y las reservas críticas y los poco entusiastas comentarios de algunos estudiosos no justificaban esta carencia sobre obras publicadas por vez primera en 1763, 1770 y 1777, respectivamente.
Sala Valldaura ya había abordado muy recientemente el género en un importante estudio (De amor y política: la tragedia neoclásica española, Madrid, CSIC, 2006) y la edición de estos textos principales son un excelente complemento a esa investigación. Más aciertos son la introducción, el buen criterio de recoger las referencias bibliográficas en un capítulo sobre el estado de la crítica, las notas explicativas y las notas textuales, el tratamiento del texto, los apéndices que incluyen fuentes historiográficas de las piezas, poemas...
Es grato, también, saber del malogrado Mario Onaindía y de su tesis doctoral La construcción de la nación española. Republicanismo y nacionalismo en la Ilustración (Barcelona, Ediciones B, 2002) entre la bibliografía dieciochista para el caso de la tragedia neoclásica, con su lectura.
Nota
Un indigno bajo el nombre supuesto de "Sorro" me escribe lo siguiente —no lo merece:
"Vuelve usted al redil de los políticos de garrafa, de partía y partitocracia... Y yo que le creía sensato, y comparte esto con los sociatas caciquiles... ¡Dimita, hombre, dimita y dignifíquese usted de nuevo! Es lo más positivo."
Es lamentable que haya gente que se dedique a estas cosas alcahueteando y malmetiéndose en los diarios de quienes respetamos a todo el mundo. Además, anónimos así creen que escriben para su calleja, y, desgraciadamente para ellos, la mayor parte de los lectores de este blog no sabe de qué están hablando tipos como Sorro, a quien puede localizarse con cierta facilidad. Lo peor es que esta gente utilice para escupir su comentario una entrada como "Mecanoscrito", dedicada a mi amigo Pedro Álvarez de Miranda. Para que se sepa. Es infame.
"Vuelve usted al redil de los políticos de garrafa, de partía y partitocracia... Y yo que le creía sensato, y comparte esto con los sociatas caciquiles... ¡Dimita, hombre, dimita y dignifíquese usted de nuevo! Es lo más positivo."
Es lamentable que haya gente que se dedique a estas cosas alcahueteando y malmetiéndose en los diarios de quienes respetamos a todo el mundo. Además, anónimos así creen que escriben para su calleja, y, desgraciadamente para ellos, la mayor parte de los lectores de este blog no sabe de qué están hablando tipos como Sorro, a quien puede localizarse con cierta facilidad. Lo peor es que esta gente utilice para escupir su comentario una entrada como "Mecanoscrito", dedicada a mi amigo Pedro Álvarez de Miranda. Para que se sepa. Es infame.
lunes, diciembre 04, 2006
Mecanoscrito
Es un privilegio tener amigos sabios, gentiles y honestos. De vez en cuando conviene proclamarlo, para que se sepa que lo que a veces puede pasar por valía personal no es más que la asistencia oportuna de uno de estos amigos que uno tiene el privilegio de tener cerca. Uno de estos amigos, sí, es Pedro Álvarez de Miranda, que es profesor de Lengua Española en la Universidad Autónoma de Madrid. Algún día tendré que escribir sobre esta eminencia con ocasión de algo más sonado.
Hablamos con alguna frecuencia; no la deseable para alguien que tanto tiene que aprender del sabio Pedro; y nos vemos de vez en vez, más espaciadas. Más de una le he pedido opinión sobre alguna obra del siglo XVIII o le he planteado dudas lingüísticas, esos campos que tan bien resume su monumental obra Palabras e ideas: el léxico de la Ilustración temprana en España (1680-1760), que fue Premio Rivadeneira de la Real Academia Española, quien la publicó en 1992.
Hace poco le inquirí sobre la palabra más adecuada para designar el texto escrito e impreso en una máquina de escribir o en un ordenador. Mecanuscrito, mecanoscrito, mecanoescrito, manuscrito... y su respuesta escrita la guardo como un ejemplo más de su valía.
Pedro —y yo, vaya por detrás— considera para el caso la palabra mecanoscrito útil y bien formada, y la emplea. (Yo también, en el prólogo que estoy escribiendo para un libro de Antonio Gómez). Es una palabra que no trae el Diccionario del Español Actual de Seco, porque es posterior en su uso más o menos difundido a 1993. De 2001 a 2003 salen pocos ejemplos, dos de una novela de Belén Gopegui, Lo real, según da —tras la consulta de Pedro— el CREA, es decir, el Corpus de Referencia del Español Actual de la RAE. A Pedro le pareció errada, con buen criterio, la solución mecanuscrito, pues la –u- es de manu-, y mecanoescrito también le parecía excesiva, demasiado “completita”. Así que mecanoscrito como solución impecable. “Lo paradójico —me dice— es lo tarde que ha nacido, cuando ya la máquina de escribir casi ha desaparecido”.
Hablamos con alguna frecuencia; no la deseable para alguien que tanto tiene que aprender del sabio Pedro; y nos vemos de vez en vez, más espaciadas. Más de una le he pedido opinión sobre alguna obra del siglo XVIII o le he planteado dudas lingüísticas, esos campos que tan bien resume su monumental obra Palabras e ideas: el léxico de la Ilustración temprana en España (1680-1760), que fue Premio Rivadeneira de la Real Academia Española, quien la publicó en 1992.
Hace poco le inquirí sobre la palabra más adecuada para designar el texto escrito e impreso en una máquina de escribir o en un ordenador. Mecanuscrito, mecanoscrito, mecanoescrito, manuscrito... y su respuesta escrita la guardo como un ejemplo más de su valía.
Pedro —y yo, vaya por detrás— considera para el caso la palabra mecanoscrito útil y bien formada, y la emplea. (Yo también, en el prólogo que estoy escribiendo para un libro de Antonio Gómez). Es una palabra que no trae el Diccionario del Español Actual de Seco, porque es posterior en su uso más o menos difundido a 1993. De 2001 a 2003 salen pocos ejemplos, dos de una novela de Belén Gopegui, Lo real, según da —tras la consulta de Pedro— el CREA, es decir, el Corpus de Referencia del Español Actual de la RAE. A Pedro le pareció errada, con buen criterio, la solución mecanuscrito, pues la –u- es de manu-, y mecanoescrito también le parecía excesiva, demasiado “completita”. Así que mecanoscrito como solución impecable. “Lo paradójico —me dice— es lo tarde que ha nacido, cuando ya la máquina de escribir casi ha desaparecido”.
viernes, diciembre 01, 2006
Gamoneda
Me preguntan si un poeta de la talla de Antonio Gamoneda habría recibido el Premio Cervantes de no estar en la Presidencia del Gobierno un leonés amante de la poesía como José Luis Rodríguez Zapatero. Por desgracia, eso tiene dos lecturas, una buena y otra mala.
Afortunadamente, estos versos de Antonio Gamoneda sólo tienen una lectura:
Arden las pérdidas. Ya ardían
en la cabeza de mi madre. Antes
ardió la verdad y ardió
también mi pensamiento. Ahora
mi pasión es la indiferencia.
Escucho
en la madera dientes invisibles.
Enhorabuena, maestro del hueco y de la luz perdida.
Afortunadamente, estos versos de Antonio Gamoneda sólo tienen una lectura:
Arden las pérdidas. Ya ardían
en la cabeza de mi madre. Antes
ardió la verdad y ardió
también mi pensamiento. Ahora
mi pasión es la indiferencia.
Escucho
en la madera dientes invisibles.
Enhorabuena, maestro del hueco y de la luz perdida.
jueves, noviembre 30, 2006
Con Isidro
Ayer por la tarde estuvo en casa mi amigo Isidro. Le llamé el domingo para decirle que me encontraba indispuesto —mucho lo lamento— para asistir al estreno oficial de Espuma de Paquita, la obra interpretada por tan sobresaliente actriz como la cacereña Maruchi León, y quedamos emplazados para vernos sin falta. Mi amigo Isidro Timón es el director del único teatro público de mi ciudad, el Gran Teatro. Una hora y menos de charla —quehaceres— que nos supo a poco y en la que le hablé de mis intimidades públicas y en la que él pudo transmitirme su alegría por lo de Génesis de una guerra, un gozo que ahora hago mío.
Esta obrita incluida en el volumen que le publicó la Asociación de Autores de Teatro con el título ‘Mundos’ y otras piezas, ha sido representada el martes 28 por el grupo “La Torre” del Centro de Atención a Minusválidos Físicos de Alcuéscar (Cáceres) —qué buen recuerdo tengo de mi visita hace años junto a José Luis Mañas, médico allí— y por el grupo “Carpe Diem” de Arroyo de San Serván (Badajoz), compuesto por actores de trece a diecisiete años.
La iniciativa tenía una motivación y una dedicatoria: a Isidro Timón por su constante apoyo al mundo de la discapacidad en el teatro.
Esta obrita incluida en el volumen que le publicó la Asociación de Autores de Teatro con el título ‘Mundos’ y otras piezas, ha sido representada el martes 28 por el grupo “La Torre” del Centro de Atención a Minusválidos Físicos de Alcuéscar (Cáceres) —qué buen recuerdo tengo de mi visita hace años junto a José Luis Mañas, médico allí— y por el grupo “Carpe Diem” de Arroyo de San Serván (Badajoz), compuesto por actores de trece a diecisiete años.
La iniciativa tenía una motivación y una dedicatoria: a Isidro Timón por su constante apoyo al mundo de la discapacidad en el teatro.
domingo, noviembre 26, 2006
La Raya portuguesa de Antonio Covarsí
Ayer estuvimos Carmen y yo en Badajoz para ver la exposición de fotografías de Antonio Covarsí Vivir en la Raya, un centenar de fotografías en blanco y negro, oscuras y luminosas, en torno a la raya portuguesa. Recorrimos dos veces dos de las plantas circulares del MEIAC de Badajoz contemplando la obra de Antonio. En silencio. Contrastes del blanco y del negro. Las marcas de la edad en algunos rostros de los retratados. Enseñanzas que te ofrecen los que han vivido. Como si te dijesen con mirada penetrante que no caigas en errores. Que vayas más despacio. Que no merece la pena desmadejarse con lo que, al cabo, no tiene importancia. Que hay que quererse. Todo eso en unas fotografías. Impresionable.
Ayer Badajoz estaba enmarcado por uniformes de policías en la cumbre, en la Plaza Alta —quién lo diría. No acaban de llenarme esas fotos de Antonio Covarsí difuminadas, pero ayer me dieron ganas de pasar un paño por ellas para ver al otro lado, aunque eso emborronase este otro lado, demasiado gris.
Hoy he intentado entrar en la página web de Antonio Covarsí y todo lo que hay son imágenes fantasmas.
jueves, noviembre 23, 2006
Tengo
Tengo este recorte del diario HOY de ayer, miércoles 22 de noviembre de 2006. Tengo la satisfacción de leer lo que dice. Tengo el informe del Defensor del Pueblo al que alude la noticia y en el que se decía que el propietario había solicitado una corrección de errores y que le contestaron cerrándole la librería.
Tengo un discreto y bien conservado ejemplar de las Poesías escogidas de Meléndez Valdés, comprado hace muy pocos días allí (Barcelona, Imprenta de la Viuda e Hijos de D. Antonio Brusi, 1821), sólo el Tomo Primero, lástima, que quizá sea el que citaba Colford como de Araluce en dos volúmenes. Tengo ese gozo, en fin.
martes, noviembre 21, 2006
Mínima picadura de polilla en el margen externo de las primeras hojas, sin afectar texto
Tienen razón algunos libreros de viejo cuando nos envían sus catálogos —bellos y costosos algunos— a los que no tenemos medios de adquirir ni la más barata de sus ofertas. Tienen razón estos libreros porque saben que, de una forma o de otra, sea escribiendo algo como yo hago ahora, sea llamando a los amigos o a entidades con posibles, servimos para difundir sus piezas. Hoy —mañana extraña— he anotado que tengo que decirle a un colega —sólo para su curiosidad— que la edición de Zaragoza de 1587 de la Crónica de Lisuarte de Grecia y Peiron de Gaula, de Feliciano de Silva, figura en el catálogo de Susana Bardón para el X Salón del Libro Antiguo de Madrid (Hotel Miguel Ángel, 29 de noviembre a 2 de diciembre de 2006), a 18.000 €. Más asequibles —¡y qué ganas!— nueve volúmenes del Theatro Crítico de Feijoo (Madrid, Lorenzo Francisco Mojados, 1727-1746) a 1.ooo € y la primera de El sí de las niñas de Moratín a 1.200 €.
martes, noviembre 14, 2006
Los discursos del gusto, apud Francisco Rico
“Si al principio de un relato se ha dicho que hay un clavo en la pared, ese clavo debe servir al final para que se cuelgue el protagonista”. Me he acordado de esta frase de Chéjov citada por Francisco Rico... Para no resultar pedante e instalarme en la natural franqueza, que hace tan poco daño y es tan buena como confesar soberbia, diré que me he acordado de Rico, que cita esa frase de Chéjov en uno de sus breves textos de promoción de su “Biblioteca Clásica” que aparecieron hace algunos años en la revista Qué leer. Rico ya había traído sabiamente la frase en un ensayo antiguo.
A lo mío. Que me he acordado de Rico y de lo del clavo al hablar en clase, un año más, de las piezas de ese “sistema cabal” que es el texto artístico. A veces pongo el ejemplo elemental de la imagen del Padre de El tragaluz de Buero recortando con sus tijeras de las revistas ilustradas.
Y de esto a lo otro. Que Rico recogió estos breves textos y otros muchos en un volumen misceláneo de notas y nótulas sobre clásicos y contemporáneos titulado Los discursos del gusto (Barcelona, Destino, Col. imago mundi, 40, 2003). Compré el libro hace años y hace poco lo difundí para decir que en él se incluía el dibujo de Juan Manuel Rozas que hizo Eduardo Arroyo (Garibay, por Francisco Rico y Eduardo Arroyo, Paris, Maeght Éditeur, 1999) y que utilizamos para el homenaje a Rozas en los veinte años de su muerte. Y que fuera de envidias, pleitos y memeces, y con la debida justicia intelectual, este libro, Los discursos del gusto. Notas sobre clásicos y contemporáneos —dedicado “A Chomin, con quien tanto he reído”—, que reúne gran cantidad de textos escritos desde 1983 para públicos distintos de los especialistas, deberíamos llevarlo periódicamente algunos profesores a clase para leer fragmentos, señalar propuestas y caminos, incitar a la lectura o, simplemente, mostrarlo en lo que tiene de muestras lúcidas de “un cierto modo de entender y gustar la literatura.”
A lo mío. Que me he acordado de Rico y de lo del clavo al hablar en clase, un año más, de las piezas de ese “sistema cabal” que es el texto artístico. A veces pongo el ejemplo elemental de la imagen del Padre de El tragaluz de Buero recortando con sus tijeras de las revistas ilustradas.
Y de esto a lo otro. Que Rico recogió estos breves textos y otros muchos en un volumen misceláneo de notas y nótulas sobre clásicos y contemporáneos titulado Los discursos del gusto (Barcelona, Destino, Col. imago mundi, 40, 2003). Compré el libro hace años y hace poco lo difundí para decir que en él se incluía el dibujo de Juan Manuel Rozas que hizo Eduardo Arroyo (Garibay, por Francisco Rico y Eduardo Arroyo, Paris, Maeght Éditeur, 1999) y que utilizamos para el homenaje a Rozas en los veinte años de su muerte. Y que fuera de envidias, pleitos y memeces, y con la debida justicia intelectual, este libro, Los discursos del gusto. Notas sobre clásicos y contemporáneos —dedicado “A Chomin, con quien tanto he reído”—, que reúne gran cantidad de textos escritos desde 1983 para públicos distintos de los especialistas, deberíamos llevarlo periódicamente algunos profesores a clase para leer fragmentos, señalar propuestas y caminos, incitar a la lectura o, simplemente, mostrarlo en lo que tiene de muestras lúcidas de “un cierto modo de entender y gustar la literatura.”
lunes, noviembre 13, 2006
¿Dónde está Candi Valle?
La petición de un amigo me ha llevado a hojear la antología Diez años de poesía en Extremadura (1985-1994) que publicó el Ayuntamiento de Cáceres en 1995, y en mi ejemplar he hallado el recorte de El Periódico Extremadura de 27 de abril de 1996, de la sección “Cartas de los lectores”, que incluye la misiva firmada por Leandro Monroy Blázquez, que ponía en conocimiento de todos sus sospechas sobre la coincidencia de unos versos incluidos en aquella antología que preparé y otros del libro de Candi Valle titulado Tu presencia en el viento, publicado en 1985.
En uno de los textos antologados se leía:
“No quiero que me encuentres de pie en la madrugada
pidiéndole prestados rumores a la noche.”
Al parecer, Candi Valle, en el libro citado, había escrito:
“No quiero que me encuentres
de pie en la madrugada
pidiéndole prestados
rumores
a la noche.”
Es obvio que yo no tenía conocimiento de la existencia del libro de Candi Valle. Después de más de diez años, sigo preguntándome quién es Candi Valle, dónde está, si ha seguido escribiendo, dónde se publicó su libro Tu presencia en el viento... Me gustaría leerlo. Conste que es curiosidad de filólogo, que no dudo de nada. Más bien, lo contrario. Han pasado diez años.
P.S.: En la misma sección, a continuación de la carta de Leandro Monroy, se publicaba otra de don Víctor-Gerardo García Camino en la que hablaba de que compartía —salvadas las diferencias ideológicas, por supuesto— la oposición de Izquierda Unida a la recalificación de terrenos para la construcción en La Montaña de Cáceres. “El Ayuntamiento —decía— debe servir no a una clase determinada, sino a todas, y no al beneficio de algunos, sino al bien común, y no a la generación a la que debe servir, sino a las futuras. Que Dios los ilumine.”. Don Víctor-Gerardo García Camino. Hace diez años.
En uno de los textos antologados se leía:
“No quiero que me encuentres de pie en la madrugada
pidiéndole prestados rumores a la noche.”
Al parecer, Candi Valle, en el libro citado, había escrito:
“No quiero que me encuentres
de pie en la madrugada
pidiéndole prestados
rumores
a la noche.”
Es obvio que yo no tenía conocimiento de la existencia del libro de Candi Valle. Después de más de diez años, sigo preguntándome quién es Candi Valle, dónde está, si ha seguido escribiendo, dónde se publicó su libro Tu presencia en el viento... Me gustaría leerlo. Conste que es curiosidad de filólogo, que no dudo de nada. Más bien, lo contrario. Han pasado diez años.
P.S.: En la misma sección, a continuación de la carta de Leandro Monroy, se publicaba otra de don Víctor-Gerardo García Camino en la que hablaba de que compartía —salvadas las diferencias ideológicas, por supuesto— la oposición de Izquierda Unida a la recalificación de terrenos para la construcción en La Montaña de Cáceres. “El Ayuntamiento —decía— debe servir no a una clase determinada, sino a todas, y no al beneficio de algunos, sino al bien común, y no a la generación a la que debe servir, sino a las futuras. Que Dios los ilumine.”. Don Víctor-Gerardo García Camino. Hace diez años.
sábado, noviembre 04, 2006
De vita et moribus
¿Sabrá Pere Navarro, Director General de Tráfico, que en mi ciudad han solicitado que, en una vía en la que está limitada la velocidad a 50 kilómetros por hora, pueda circularse a 80 kilómetros por hora? Supongo que sí.
¿Saben algunos que en mi ciudad, las plazas céntricas en las que no se puede aparcar a ninguna hora del día, salvo la carga y descarga, de siete a doce de la mañana, están llenas de coches mañana, tarde y noche? Supongo que sí. che.
¿Sabe el lector que cuando Juan José Millás escribe “Me echaron del último bar a las seis de la mañana” o “Encendí un cigarrillo” no miente, y, sin embargo, no es verdad? Supongo que sí.
¿Sabes, querida, que esta mañana pensaba en ti y que de tanto pensar se me ha roto el cántaro? Supongo que sí.
¿Saben algunos que en mi ciudad, las plazas céntricas en las que no se puede aparcar a ninguna hora del día, salvo la carga y descarga, de siete a doce de la mañana, están llenas de coches mañana, tarde y noche? Supongo que sí. che.
¿Sabe el lector que cuando Juan José Millás escribe “Me echaron del último bar a las seis de la mañana” o “Encendí un cigarrillo” no miente, y, sin embargo, no es verdad? Supongo que sí.
¿Sabes, querida, que esta mañana pensaba en ti y que de tanto pensar se me ha roto el cántaro? Supongo que sí.
domingo, octubre 29, 2006
Epístola Moral
De ella dijo Dámaso Alonso que "no hay en toda la literatura española otro poema con estos rasgos de serenidad, de contención, de precisión, de felicidad conceptual y expresiva". De la Epístola Moral a Fabio, de Andrés Fernández de Andrada:
"Un ángulo me basta entre mis lares,
un libro y un amigo, un sueño breve
que no perturbe deudas ni pesares."
"Un ángulo me basta entre mis lares,
un libro y un amigo, un sueño breve
que no perturbe deudas ni pesares."
miércoles, octubre 25, 2006
Emilia
Tiene catorce días, me ha dicho su padre hace unas horas.
—Se llama Emilia; ya somos cuatro.
Y más que el número, como es lógico, ha sido el nombre el que ha dado forma a la criatura y tono a la ternura con la que su padre me ha comunicado su dicha. Su padre, mi amigo Fulgencio. Su madre, Concha. Su hermano Juan. Su abuela, Emilia. Emilia.
—Se llama Emilia; ya somos cuatro.
Olor a ropa limpia —blanca— y a comida recién hecha. El dolor previo a la lluvia. La firmeza del abrazo. La cima de la delicia. Todo por teléfono.
—Se llama Emilia; ya somos cuatro.
Y más que el número, como es lógico, ha sido el nombre el que ha dado forma a la criatura y tono a la ternura con la que su padre me ha comunicado su dicha. Su padre, mi amigo Fulgencio. Su madre, Concha. Su hermano Juan. Su abuela, Emilia. Emilia.
—Se llama Emilia; ya somos cuatro.
Olor a ropa limpia —blanca— y a comida recién hecha. El dolor previo a la lluvia. La firmeza del abrazo. La cima de la delicia. Todo por teléfono.
miércoles, octubre 18, 2006
Per Abbat
Acabo de recibir, hace unos días, esta nueva revista con una orientación singular que es su primer valor y que espero que nunca pierda, un Boletín filológico de actualización académica y didáctica. Sabía del proyecto sostenido por Pedro Martín Baños gracias a antiguas alumnas como Mercedes Martínez Esperilla, María Soriano —quien me ha hecho llegar este ejemplar— o Carolina Molina. Hay más, como Irene Sánchez Carrón, colaboradora en este número, entre otras.
Se trata de una útil herramienta complementaria para la formación permanente de los profesores de Secundaria (y más, por qué no) de Lengua y Literatura que contiene estudios directamente enfocados a ese propósito, otros trabajos, materiales y notas bibliográficas. Puede consultarse en la página de su editora ETC Libros, de Almendralejo (Badajoz), y su versión impresa es mucho más agradable que en pantalla, por la cartulina de cubierta, el papel interior y la 'tipografía'.
(Desisto. Blogger no me deja cargar la imagen de la cabecera de Per Abbat, como tampoco me dejó con Dieciocho, mi entrada anterior.)
Se trata de una útil herramienta complementaria para la formación permanente de los profesores de Secundaria (y más, por qué no) de Lengua y Literatura que contiene estudios directamente enfocados a ese propósito, otros trabajos, materiales y notas bibliográficas. Puede consultarse en la página de su editora ETC Libros, de Almendralejo (Badajoz), y su versión impresa es mucho más agradable que en pantalla, por la cartulina de cubierta, el papel interior y la 'tipografía'.
(Desisto. Blogger no me deja cargar la imagen de la cabecera de Per Abbat, como tampoco me dejó con Dieciocho, mi entrada anterior.)
viernes, octubre 13, 2006
Dieciocho
Soy suscriptor de la revista Dieciocho desde hace dieciséis años, desde su volumen 13, de 1990. Pagaba por ella 15 doláres que eran 1.454 pesetas de aquella época . El banco me cobraba una comisión mínima por moneda extranjera de 1.000 pesetas y unos gastos de correo de 135 pesetas, que casi igualaban el importe de la suscripción. Así que pagaba 2.589 pesetas por recibir desde Estados Unidos la revista que en aquellos años editaba la profesora Eva María Kahiluoto Rudat. Luego, en 1993, se hizo cargo de su dirección el profesor de la Universidad de Virginia, y buen amigo, David T. Gies, que, después de más de una docena de años, sigue llevándola con mucho acierto y que ha conseguido hacer de la revista uno de los referentes bibliográficos del mundo dieciochista. David T. Gies. La D de Dieciocho, la T de tesón y la G de ganas.
Un descuido mío fue el culpable de que haya estado un tiempo sin recibir la revista, y que ahora, hace unos días, haya recibido un saco con los últimos números. No, sólo eran cinco volúmenes de ciento cincuenta páginas cada uno, aproximadamente; pero lo que he recibido ha sido, literalmente, un saco, una saca de correo. Dentro, un discreto paquetito con los ejemplares. No sé por qué ha venido así el envío.
La desmesura y aparato del envío han tenido su continuación en la lectura de una tacada de todos los números, desde los de 2004 al último de 2006. Conocía algunos trabajos, y los echaba de menos en casa. He leído excelentes estudios de grandes investigadores en el homenaje a René Andioc —si la estima y la admiración hubiesen sido los criterios para colaborar en ese homenaje, el volumen de páginas habría sido descomunal. Menos mal que el criterio que manda en estas cosas es el de la autoridad en el gremio— sobre textos muy poco conocidos como El café de Alejandro Moya o La Pensatriz Salmantina, sobre autores como Moratín hijo o Luzán. He leído un artículo de Irene Vallejo sobre el don Juan dieciochesco de No hay deuda que no se pague y convidado de piedra, y muchas reseñas que aportan una información valiosa para el que se interesa por la cultura del siglo XVIII. Algunas de estas reseñas son de compromiso, muy superficiales otras; hay alguna que aporta tanto, casi, como la obra que comenta; otra trata sobre una edición que no se puede adquirir, y hay alguna más que destaca cómo más del cincuenta por ciento de la bibliografía (selecta) citada en el libro es del autor del mismo. Y hay mucho más en esta revista del mejor dieciochismo.
Un descuido mío fue el culpable de que haya estado un tiempo sin recibir la revista, y que ahora, hace unos días, haya recibido un saco con los últimos números. No, sólo eran cinco volúmenes de ciento cincuenta páginas cada uno, aproximadamente; pero lo que he recibido ha sido, literalmente, un saco, una saca de correo. Dentro, un discreto paquetito con los ejemplares. No sé por qué ha venido así el envío.
La desmesura y aparato del envío han tenido su continuación en la lectura de una tacada de todos los números, desde los de 2004 al último de 2006. Conocía algunos trabajos, y los echaba de menos en casa. He leído excelentes estudios de grandes investigadores en el homenaje a René Andioc —si la estima y la admiración hubiesen sido los criterios para colaborar en ese homenaje, el volumen de páginas habría sido descomunal. Menos mal que el criterio que manda en estas cosas es el de la autoridad en el gremio— sobre textos muy poco conocidos como El café de Alejandro Moya o La Pensatriz Salmantina, sobre autores como Moratín hijo o Luzán. He leído un artículo de Irene Vallejo sobre el don Juan dieciochesco de No hay deuda que no se pague y convidado de piedra, y muchas reseñas que aportan una información valiosa para el que se interesa por la cultura del siglo XVIII. Algunas de estas reseñas son de compromiso, muy superficiales otras; hay alguna que aporta tanto, casi, como la obra que comenta; otra trata sobre una edición que no se puede adquirir, y hay alguna más que destaca cómo más del cincuenta por ciento de la bibliografía (selecta) citada en el libro es del autor del mismo. Y hay mucho más en esta revista del mejor dieciochismo.
lunes, octubre 09, 2006
In memoriam, Antonio García.
Casi al filo de las tres me ha llamado José Antonio Ramírez Lozano para darme la noticia de la muerte de Antonio García, mi profesor de Literatura del instituto, del que hablé aquí a propósito de Francisco Ayala el 13 de mayo de 2006. Después de veintiséis años. Ya no lo volveré a ver. Me ha conturbado la noticia. Me apena. Pero, además, me ha llamado mucho la atención la forma de dármela del poeta, del novelista, del consumado escritor que es José Antonio Ramírez Lozano. Genio y figura.
Porque me ha llamado José Antonio y me ha recordado aquella entrada en mi blog del 13 de mayo, que él leyó. Me ha dicho que si no sabía que Antonio García y él fueron compañeros en un instituto de Sevilla durante varios años, y que volvió a casarse, y que lo hizo con una alumna. No sabía nada. Me ha contado José Antonio al teléfono —me acuerdo ahora de sus palabras de hace tiempo sobre la trascendental función de este artilugio en la literatura, en la dramática, por ejemplo— que Antonio García, después de casarse con una mujer mucho más joven que él, no fue capaz de dar una clase sobre Antonio Machado. ¡Él, y sobre Machado! Cosas de la vida. Cosas, me ha dicho José Antonio Ramírez Lozano. Luego me ha contado que a la joven esposa de Antonio le diagnosticaron un cáncer de hígado y le dieron una esperanza de vida de meses, de muy poco tiempo. Y me ha dicho que se encontró con Antonio García un día y que le habló de mi texto sobre él, de mi grato recuerdo como alumno de él como profesor en Zafra. Y que Antonio le manifestó su satisfacción por estas cosas, después de los años, y que, en su situación, era gratificante recibir estos reconocimientos en una profesión a veces demasiado ingrata. Yo estaba a punto de agradecerle a José Antonio Ramírez Lozano tanta información sobre alguien a quien debo mucho y al que no veo desde hace tantos años, y a punto de expresarle mi condolencia por la situación de una esposa gravemente enferma; cuando, tras toda la narración, José Antonio Ramírez Lozano, el novelista, me dice: —Pues bien, ayer, Antonio murió de un infarto. Y José Antonio me ha recalcado que al menos Antonio se ha ido a la tumba sabiendo que un alumno como yo le estaba profundamente agradecido por las lecturas a las que me había motivado.
Luego, me ha pedido que llame a MariCarmen Rodríguez, que también salía en mi texto de mayo, y que fue compañera de Antonio. Antes de escribir aquí, le he dado la noticia a ella. El entierro es mañana en Sevilla. Antonio García deja viuda joven, terminal. La vida.
Porque me ha llamado José Antonio y me ha recordado aquella entrada en mi blog del 13 de mayo, que él leyó. Me ha dicho que si no sabía que Antonio García y él fueron compañeros en un instituto de Sevilla durante varios años, y que volvió a casarse, y que lo hizo con una alumna. No sabía nada. Me ha contado José Antonio al teléfono —me acuerdo ahora de sus palabras de hace tiempo sobre la trascendental función de este artilugio en la literatura, en la dramática, por ejemplo— que Antonio García, después de casarse con una mujer mucho más joven que él, no fue capaz de dar una clase sobre Antonio Machado. ¡Él, y sobre Machado! Cosas de la vida. Cosas, me ha dicho José Antonio Ramírez Lozano. Luego me ha contado que a la joven esposa de Antonio le diagnosticaron un cáncer de hígado y le dieron una esperanza de vida de meses, de muy poco tiempo. Y me ha dicho que se encontró con Antonio García un día y que le habló de mi texto sobre él, de mi grato recuerdo como alumno de él como profesor en Zafra. Y que Antonio le manifestó su satisfacción por estas cosas, después de los años, y que, en su situación, era gratificante recibir estos reconocimientos en una profesión a veces demasiado ingrata. Yo estaba a punto de agradecerle a José Antonio Ramírez Lozano tanta información sobre alguien a quien debo mucho y al que no veo desde hace tantos años, y a punto de expresarle mi condolencia por la situación de una esposa gravemente enferma; cuando, tras toda la narración, José Antonio Ramírez Lozano, el novelista, me dice: —Pues bien, ayer, Antonio murió de un infarto. Y José Antonio me ha recalcado que al menos Antonio se ha ido a la tumba sabiendo que un alumno como yo le estaba profundamente agradecido por las lecturas a las que me había motivado.
Luego, me ha pedido que llame a MariCarmen Rodríguez, que también salía en mi texto de mayo, y que fue compañera de Antonio. Antes de escribir aquí, le he dado la noticia a ella. El entierro es mañana en Sevilla. Antonio García deja viuda joven, terminal. La vida.
domingo, octubre 08, 2006
Maria João Pires & Ricardo Castro
El otro jueves, 5 de octubre, leí en El País —también traía un informe de 2000 de los peritos del ácido bórico diciendo que esta sustancia no es explosiva ni incendiaria— una entrevista con la pianista Maria João Pires, que el martes había tocado junto a Ricardo Castro en el Teatro Real de Madrid. Qué envidia, me dije. Madrid tiene estas cosas. Luego —contraviniendo la costumbre, porque siempre leo la prensa nacional después de leer lo de aquí— abrí el periódico regional, el Hoy, y leí asombrado la noticia de que Maria João Pires y Ricardo Castro tocaban esa misma noche en Cáceres en el Complejo Cultural San Francisco.
No había entradas. Era lógico, pero no tanto; porque no había más que invitaciones, dado que se trataba del Concierto de Otoño programado por la Fundación Caja Duero. Pues allí que nos fuimos Carmen y yo, sin invitación —como otros, i. e., Antonio Merino— y conseguimos pasar cuando ya había entrado todo el público reglado. Estaba el auditorio casi lleno. La última vez que lo vi así —más, diré— fue cuando vinieron don Felipe y doña Leticia, los Príncipes, en el Congreso de la Lectura. El concierto fue impresionante. 6 impromptus a cuatro manos de Schuman, las sonatas 31 y 32 de Beethoven, y la Fantasía de Schubert, también al alimón. Las manos de los dos pianistas acariciaban el teclado de un piano mágico por propio, y los ojos cerrados y el cabeceo de Maria João Pires... Los más entusiasmados, los jóvenes, como siempre. Mucha gente.
Casi a la misma hora, los políticos, los empresarios, la gente guapa y de la cultura, y el personal del periódico que me había dado la noticia, el Hoy, que lo merecen, lo pasaban bien entregando sus premios y apoyando a Cáceres como Ciudad Europea de la Cultura en 2016 en la Plaza de Santa María.
No había entradas. Era lógico, pero no tanto; porque no había más que invitaciones, dado que se trataba del Concierto de Otoño programado por la Fundación Caja Duero. Pues allí que nos fuimos Carmen y yo, sin invitación —como otros, i. e., Antonio Merino— y conseguimos pasar cuando ya había entrado todo el público reglado. Estaba el auditorio casi lleno. La última vez que lo vi así —más, diré— fue cuando vinieron don Felipe y doña Leticia, los Príncipes, en el Congreso de la Lectura. El concierto fue impresionante. 6 impromptus a cuatro manos de Schuman, las sonatas 31 y 32 de Beethoven, y la Fantasía de Schubert, también al alimón. Las manos de los dos pianistas acariciaban el teclado de un piano mágico por propio, y los ojos cerrados y el cabeceo de Maria João Pires... Los más entusiasmados, los jóvenes, como siempre. Mucha gente.
Casi a la misma hora, los políticos, los empresarios, la gente guapa y de la cultura, y el personal del periódico que me había dado la noticia, el Hoy, que lo merecen, lo pasaban bien entregando sus premios y apoyando a Cáceres como Ciudad Europea de la Cultura en 2016 en la Plaza de Santa María.
viernes, octubre 06, 2006
Tuércele el cuello al cisne
He leído algunos cuentos y la introducción —un poco espesa— de la nueva edición de los Cuentos de Manuel Gutiérrez Nájera en Cátedra (Letras Hispánicas, 593) y me ha devuelto el Duque de los bigotes (Gutiérrez Nájera) a un viejo proyecto que quise titular "Tuércele el cuello al cisne", retomando el verso de aquel soneto de Enrique González Martínez, el poeta mexicano, amigo de Azaña para más sañas, perdón, señas: "Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje / que da su nota blanca al azul de la fuente". Era una reunión de escritores extremeños de diferentes generaciones o promociones. Poner a hablar a Juan José Poblador con Alonso Guerrero, o Álvaro Valverde con Javier Rodríguez Marcos o Daniel Casado. A ver qué tal. Seguro que bien. Cosas de la lectura.
En cualquier caso, Tuércele el cuello al cisne podría resultar para un encuentro de esa naturaleza.
En cualquier caso, Tuércele el cuello al cisne podría resultar para un encuentro de esa naturaleza.
jueves, septiembre 28, 2006
Torquemada en Periférica
La novela es, para quien suscribe, en primer lugar, una modalidad literaria, y creo que no tengo necesidad de explicarme. Luego, cuando lo sea, la novela es una forma (literaria) de reflejar una realidad o la expresión suprema de unos sentimientos humanos. A veces, esta segunda índole es de una maestría eminente. Lo digo porque mis alumnos se recrean en lo que puede llamarse conversación de pasillo sobre la valentía de tal personaje en determinado lance o sobre la firmeza del amor de los amantes. Y no se paran en lo que realmente puede hacer grande y singular la creación, su forma de presentar la materia novelesca. La lectura de este ‘galdós’ de Periférica me trae estas reflexiones. Bueno, Galdós, siempre.
Me parece un acierto y un regalo para el lector la inclusión en la “Biblioteca portátil” de esta cercana editorial que miman con afán planetario Paca Flores y Julián Rodríguez de Torquemada en la hoguera, primera de las novelas de una serie que bien conoce y ha trabajado el autor del sugerente prólogo de esta cuidada edición, Germán Gullón. La novelita galdosiana —tan acorde con este molde reducido de la colección— es una expresión sublime de la creación —o recreación— de un personaje literario. También destaca en ella la forma de relación entre el narrador y el lector. Y también me interesa este Torquemada porque me parece un testimonio más de esa nutricia fuente en la que bebió Unamuno. Se habla más de las conexiones entre Niebla de don Miguel y El amigo Manso de don Benito que de la más sutil correspondencia entre este Torquemada y Amor y pedagogía como primera “nivola” unamuniana. Incluso Amor y pedagogía ha sido vista como parodia de La familia de León Roch de Galdós. Para esto y para mucho más está la edición excelente y completísima de la novela de Unamuno de una antigua compañera como Bénédicte Vauthier en Biblioteca Nueva (2002).
Me recuerda al don Avito Carrascal de la novela de Unamuno la actitud de Torquemada al oír que su hijo es un Newton resucitado, alguien que asombrará al mundo, y esa satisfacción de padre que “le rebosaba por ojos y boca en forma de lágrimas y babas.” Y don Avito levanta la cabeza.
domingo, septiembre 24, 2006
Espíritu y fantasma
“Poseo recorte”, decía Lázaro Carreter en alguno de sus artículos de El dardo en la palabra cuando la magnitud del dislate lingüístico que comentaba rozaba lo increíble. Digo lo mismo, y pego el recorte, a propósito de lo publicado en La Guía OC de Cáceres —guía de compras y ocio— de septiembre sobre la exposición de la que ya hablé aquí hace unos días (17.9.06). Fuera de las erratas o las faltas ortográficas, lo que llama la atención del lector es que “El fantasma de María Zambrano” esté en el Palacio de la Isla porque las artistas Isabel Ramos y Emilia Gómez han ideado sus obras —pinturas y video— respaldadas en “el espíritu” de la escritora y pensadora. Impresionante.
viernes, septiembre 22, 2006
François Lopez
"El historiador no es el que sabe. Es el que busca." Preparándome para las Jornadas JUAN PABLO FORNER Y LA ILUSTRACIÓN que organiza la Biblioteca Municipal de Mérida, que lleva el nombre del polígrafo extremeño, he vuelto a uno de los estudios literarios más valiosos y mejores entre los de mi biblioteca dieciochista. El de François Lopez. Se publicó en 1976, en francés, Juan Pablo Forner et la crise de la conscience espagnole au XVIIIe siècle. Luego, en 1999, la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León lo editó en español, traducido por Fernando Villaverde. No cuajó el intento de hacerlo desde aquí, y que conoce mi amigo Jesús Pérez Magallón, otro estudioso dieciochista. Sigo encontrando en cada página de esta magna obra no sólo relieves de erudición y de rigor en el estudio de la historia literaria, sino el ‘aire’ genial de los sabios creativos.
“La méthode que j’ai mise en oeuvre?”, se preguntaba F. Lopez en 1975 al tiempo que expresaba su deuda con algunos libros siempre a mano —así, ahora—, y citaba Le problème de l’incroyance au 16e siècle: La religion de Rabelais, de Lucien Febvre, que le enseñó que “el historiador no es el que sabe. Es el que busca.”
Las Jornadas Juan Pablo Forner y la Ilustración se celebran los días 6 y 7 de octubre de 2006, en la Biblioteca Municipal “Juan Pablo Forner” de Mérida.
“La méthode que j’ai mise en oeuvre?”, se preguntaba F. Lopez en 1975 al tiempo que expresaba su deuda con algunos libros siempre a mano —así, ahora—, y citaba Le problème de l’incroyance au 16e siècle: La religion de Rabelais, de Lucien Febvre, que le enseñó que “el historiador no es el que sabe. Es el que busca.”
Las Jornadas Juan Pablo Forner y la Ilustración se celebran los días 6 y 7 de octubre de 2006, en la Biblioteca Municipal “Juan Pablo Forner” de Mérida.
domingo, septiembre 17, 2006
Más música (y palabra)
Prometía el concierto de ayer en el VII Festival de Música Antigua Española de Cáceres y así fue. Mudéjar (Begoña, Ramiro, Vicente y Sergey) es un conjunto virtuoso que nos ofreció un repertorio de canciones o san'as tradicionales sefardís de Marruecos, Turquía, incluso procedentes de Bulgaria, que han maravillado al público en un escenario tan mágico como el de la Plaza de San Jorge.
Aún con la palabra vivida de María Zambrano en una exposición, Metáfora del corazón, con las pinturas de Isabel Ramos y con las imágenes en un video de Emilia Gómez sobre la casa habitada en silencio de protagonista y la reflexión de María Zambrano como motivación. Palacio de la Isla, Cáceres. Hasta el 26 de septiembre.
Aún con la palabra vivida de María Zambrano en una exposición, Metáfora del corazón, con las pinturas de Isabel Ramos y con las imágenes en un video de Emilia Gómez sobre la casa habitada en silencio de protagonista y la reflexión de María Zambrano como motivación. Palacio de la Isla, Cáceres. Hasta el 26 de septiembre.
sábado, septiembre 16, 2006
Joaquín González Manzanares, José Luis Rozas, Jordi Doce y Christian Bobin
La reunión de estos nombres tiene su razón en una experiencia personal sin ninguna importancia, mera anécdota. Escribía hace días —el mes pasado— una notita biográfica sobre José Luis Rozas para Joaquín González Manzanares, que anda en la preparación del catálogo de su exposición —ya tendremos noticias— y al poco tiempo me topaba en el blog de Jordi Doce con un comentario sobre Autorretrato con radiador de Christian Bobin, un libro hermoso y conmovedor, como dice el autor de Gran angular (DVD, 2005). Y es que yo de Bobin sé por José Luis Rozas, igual que Jordi Doce, como dice en su cuaderno. José Luis lleva tiempo queriendo difundir la obra de este autor francés en España, y contagia su afición a todos sus amigos. Ojalá que entre estos haya algún editor.
Un afán mágico en la reunión de estos nombres a partir de una vocación común.
Un afán mágico en la reunión de estos nombres a partir de una vocación común.
viernes, septiembre 15, 2006
Música antigua
Ayer estuve en un concierto de música antigua en el que se tocaron piezas para danza de Mozart, Boccherini y otros, mientras los bailarines interpretaban a niños de cinco años, o menos, y hablaban a gritos de la Play Station, de David Bisbal, de juegos de ordenador... Al fondo, y como un fondo diluido, cinco hombres de negro —un violencello, una viola y dos violines barrocos, y un fortepiano— ejecutaban con perita dignidad las partituras. No necesita la música antigua de calidad adornos de tan dudosa licitud didáctica como lo de ayer, menos en un ciclo consolidado como el VII Festival de Música Antigua Española de Cáceres (hasta el 16 de septiembre —promete el concierto de música de Al-Andalus para ese día). Demasiadas sillas vacías en la Plaza de San Jorge, con fresco. La compañía, Esquivel, (danza &) música.
jueves, septiembre 14, 2006
Música contemporánea
Ayer estuve en un concierto de música contemporánea en el que las piezas tenían, en su mayoría, casi cien años. El prestigioso trío “Exvoco” interpretó poemas de sonidos, poemas simultáneos y de música verbal de 1913, 1914, 1915, 1916..., de 1922, de Tristan Tzara, Antonin Artaud, Giacomo Balla, de Kurt Schwitters (cerraron con la clásica Ursonate)...
Rakete bee bee […]
rakete rinnzekete
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Beeeee
bö.
A pesar de la descontextualización de este tipo de conciertos —no somos ni el público ni las circunstancias combativas—, es una experiencia que conviene subrayar. Bastante público en una noche de perros. VIII Ciclo de Música Contemporánea en el Museo Vostell de Malpartida (hasta el sábado 16 de septiembre). Hoy voy a un concierto de música antigua. No sé qué voy a encontrarme.
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miércoles, septiembre 06, 2006
Os estamos hasta viendo
Plaza de Italia de Cáceres, cuatro de septiembre. Terraza de verano. Gente del barrio, principalmente. Clientela conocida, como puede comprobarse por la comunicación que se establece a voces entre un grupo que está sentado en torno a un velador y otro u otros. "—Os estamos hasta viendo.", profiere una mujer apoyándose con las dos manos sobre los brazos de la silla y elevándose de pompis a cabeza para ser oída. ¿Cabe análisis sin contexto?
lunes, septiembre 04, 2006
Un retal
Estoy preparando un texto brevísimo que me han encargado, de menos de doscientas cincuenta palabras, sobre una lectura que sugiere muchas, muchísimas más. Es complicado quitar de aquí y de allá, y sólo la comprensión cómplice de quien me lea justificará el resultado que el texto ofrezca. Recuerdo a la señora Palmira, amiga de mi madre, que cosía con unas manos primorosas, con su cuerpo enjuto, la espalda corva de tantos años afanada en su tarea, mientras hablaba sin parar en alta y depurada voz, y con sus pies casi ocultos por la montonera de retales en el suelo. Como ella, recojo ahora un trozo de lo cortado para aprovecharlo:
La no-ficción es a la determinación genérica de las obras de lectura lo que la tolerancia cero es a la medición de las actitudes humanas, una chorrada envuelta en la dudosa necesidad de etiquetar sintéticamente las cosas. En nuestro tiempo, generalización y desatino tienen a veces demasiados parentescos. Y hablo principalmente de usos de la lengua.
Y así, con un simple retal, un hilván aquí y otro allá, el recuerdo de una señora de más de noventa años que aún cose, aunque sea sólo para sus hijas, aquí queda este texto de doscientas doce palabras. Así, claro, no es tan complicado, no.
La no-ficción es a la determinación genérica de las obras de lectura lo que la tolerancia cero es a la medición de las actitudes humanas, una chorrada envuelta en la dudosa necesidad de etiquetar sintéticamente las cosas. En nuestro tiempo, generalización y desatino tienen a veces demasiados parentescos. Y hablo principalmente de usos de la lengua.
Y así, con un simple retal, un hilván aquí y otro allá, el recuerdo de una señora de más de noventa años que aún cose, aunque sea sólo para sus hijas, aquí queda este texto de doscientas doce palabras. Así, claro, no es tan complicado, no.
viernes, septiembre 01, 2006
Examen de septiembre (38º)
Hemos estrenado el mes con examen y con 38 grados. Es la primera vez que una alumna me trae como justificante de su incomparecencia al examen —ha llegado una hora y media después del inicio— el recibo del pago de los servicios de una grúa. Se le ha roto el tubo de escape del coche y no ha podido llegar. En el recibo se especificaban con detallismo inusitado las razones del servicio, para su demostración y validez. Conociendo a algunos exigentes, tenía que haber llegado al aula arrastrando el tubo de escape. Hará el examen otro día.
sábado, agosto 26, 2006
Sciascia
El tipo que tenía que venir a casa a repararme un desperfecto no se lo imaginaba. Era posible que en ese momento estuviese intuyendo mi enfado porque habían pasado dos horas desde las ocho y cuarto de la mañana, la hora fijada para su venida. Pero él no podía imaginar que durante la espera hubiese leído casi de cabo a rabo Los apuñaladores, de Leonardo Sciascia (Barcelona, Tusquets Editores, Col. Andanzas, 609, 2006. Traducción de Juan Manuel Salmerón). Quizá por eso no acababa de entender, cuando llegó, que no le recibiese con enojo. Más bien —podría haberle dicho—, gracias a él, durante la espera, pasé un rato muy agradable leyendo esta breve novela en este ejemplar que también tiene su historia cotidiana, unos días antes, naturalmente. Se lo voy a contar, mire usted —podría haberle dicho.
Mi hermano José María, con motivo de mi cumpleaños y en una visita relámpago a su casa en Zafra, me obligó a bajar a la calle, a una librería cercana, me hizo entrar y me conminó a elegir un libro. Fue su regalo. (—Es que, si no, se me pasa—, dijo con fraternal autoridad.) Elegí Los apuñaladores, que tiene poco más de cien páginas de texto en un cuerpo generoso, lo que llevó a mi hermano a decir, delante de la librera y en presencia de mi amigo Miguel Salazar, testigo siempre de tanto, que había sido muy moderado.
La entidad de este gran regalo de mi hermano no se mide, sin duda, por su número de páginas. Es un texto espléndido y me acordé al leerlo de Julián Rodríguez. Primero, porque pensé en que una obra así tiene ese aire que tan bien le va a su Editorial Periférica. O sea, que estoy seguro de que a Julián le encantaría ser el editor de este tipo de obras. Segundo, porque, primero, quizá, se me activó la memoria de algo leído en su blog sobre esta novela de Sciascia. También me acordé de Jesús García Calderón, por la trama procesal del relato.
Las circunstancias que rodean la investigación de trece apuñalamientos simultáneos en la ciudad de Palermo el 1 de octubre de 1862 constituye el centro del relato, que es crónica, ensayo y, al tiempo, alegoría sobre “la derrota de la ley, de la justicia, del sagrado dogma de la igualdad” (pág. 91). Una gozada.
Mi hermano José María, con motivo de mi cumpleaños y en una visita relámpago a su casa en Zafra, me obligó a bajar a la calle, a una librería cercana, me hizo entrar y me conminó a elegir un libro. Fue su regalo. (—Es que, si no, se me pasa—, dijo con fraternal autoridad.) Elegí Los apuñaladores, que tiene poco más de cien páginas de texto en un cuerpo generoso, lo que llevó a mi hermano a decir, delante de la librera y en presencia de mi amigo Miguel Salazar, testigo siempre de tanto, que había sido muy moderado.
La entidad de este gran regalo de mi hermano no se mide, sin duda, por su número de páginas. Es un texto espléndido y me acordé al leerlo de Julián Rodríguez. Primero, porque pensé en que una obra así tiene ese aire que tan bien le va a su Editorial Periférica. O sea, que estoy seguro de que a Julián le encantaría ser el editor de este tipo de obras. Segundo, porque, primero, quizá, se me activó la memoria de algo leído en su blog sobre esta novela de Sciascia. También me acordé de Jesús García Calderón, por la trama procesal del relato.
Las circunstancias que rodean la investigación de trece apuñalamientos simultáneos en la ciudad de Palermo el 1 de octubre de 1862 constituye el centro del relato, que es crónica, ensayo y, al tiempo, alegoría sobre “la derrota de la ley, de la justicia, del sagrado dogma de la igualdad” (pág. 91). Una gozada.
miércoles, agosto 23, 2006
La conjetura de Poincaré
He leído y escuchado que el ruso Grigori Perelman, considerado uno de los hombres más inteligentes del mundo, ha rechazado la medalla Fields de matemáticas. Alguien ha dicho que está chiflado.
martes, agosto 22, 2006
Asperges de notas sobre la novela PARADOJA DEL INTERVENTOR (XX)
Javier Marías escribió hace tiempo sobre los nombres de sus personajes de novela y sobre el nombrar a los personajes de novela. Llegó a decir que, después de Kafka, nadie debería llamar a sus personajes por iniciales, y decía que si se encuentra una novela que lo haga la dejará a las pocas páginas. Así de claro. Qué cosas. Yo nunca haré una cosa así. A mí me vienen ahora algunos nombres de los personajes de las novelas de Galdós, sin iniciales.
El único personaje con nombre de la novela Paradoja del interventor es Cristo. Surge en la secuencia o capítulo 13, pero de una manera muy significativa, porque su nombre se pone en boca de un jornalero (el segundo jornalero), que alude, a propósito de la decadencia de la estación, a una expresión como “ya sólo hay miseria y crujir de dientes”, que atribuye a su autor diciendo “como dice Cristo”. Es obvia la intención del narrador de esconder tras esta mención de una autoridad religiosa, histórica, bíblica o como quiera que sea, al personaje que efectivamente se llamará Cristo y que será quien bautice —secuencia 17— al forastero con el nombre del interventor, repitiendo lo de “En verdad en verdad te digo...” Genial.
La innominación de los personajes es clara para el sentido de la vacuidad de la novela. Están el hombre del rincón (1), el afilador (9), el barquillero (15), el cantinero (13), el amante violento y la mujer (19), el guarda (24), el vendedor de barquillos, con otro nombre también, el estilita... El forastero no conoce a los tipos con los que se topa, y absurdo sería que el narrador nos dijese, por ejemplo, que el portavoz de los albañiles que se mofa del afilador se llama Rafael. Sin embargo, la novela comienza con una evidente alusión a la identidad del personaje sin nombre pero con atributo: “El interventor llegó a la ciudad en tren una noche de noviembre. En aquel momento no era todavía, en modo alguno, el interventor ni había adquirido los derechos o la propiedad del nombre.” ¿El nombre? Genial.
El único personaje con nombre de la novela Paradoja del interventor es Cristo. Surge en la secuencia o capítulo 13, pero de una manera muy significativa, porque su nombre se pone en boca de un jornalero (el segundo jornalero), que alude, a propósito de la decadencia de la estación, a una expresión como “ya sólo hay miseria y crujir de dientes”, que atribuye a su autor diciendo “como dice Cristo”. Es obvia la intención del narrador de esconder tras esta mención de una autoridad religiosa, histórica, bíblica o como quiera que sea, al personaje que efectivamente se llamará Cristo y que será quien bautice —secuencia 17— al forastero con el nombre del interventor, repitiendo lo de “En verdad en verdad te digo...” Genial.
La innominación de los personajes es clara para el sentido de la vacuidad de la novela. Están el hombre del rincón (1), el afilador (9), el barquillero (15), el cantinero (13), el amante violento y la mujer (19), el guarda (24), el vendedor de barquillos, con otro nombre también, el estilita... El forastero no conoce a los tipos con los que se topa, y absurdo sería que el narrador nos dijese, por ejemplo, que el portavoz de los albañiles que se mofa del afilador se llama Rafael. Sin embargo, la novela comienza con una evidente alusión a la identidad del personaje sin nombre pero con atributo: “El interventor llegó a la ciudad en tren una noche de noviembre. En aquel momento no era todavía, en modo alguno, el interventor ni había adquirido los derechos o la propiedad del nombre.” ¿El nombre? Genial.
domingo, agosto 20, 2006
Russell P. Sebold
En algunos cuadernos electrónicos he leído entradas celebrativas de aniversario, en las que se recordaba la fecha de creación del propio cuaderno. Yo quiero remitir hoy a una entrada de éste, de Pura tura, del sábado 20 de agosto de 2005, que celebraba el cumpleaños de Russell P. Sebold. Hoy domingo cumple 78 años.
Russell P. Sebold compaginó sus trabajos de investigación, además, con la escritura de breves ensayos o artículos en la prensa española, casi exclusivamente en ABC, algunos de crítica literaria y otros, como él los denominó al recopilarlos en una edición publicada por la Universidad de Salamanca en 2004, "de meditación". En algunos de éstos, reflexionó sobre la vida ordinaria y la edad con admirable serenidad y lucidez. En "Las delicias del jubilado", que introducía con unas alusiones a los años sabáticos, envidiables para un profesor universitario extremeño y para cualquier profesor de Secundaria, escribió: "Aprendizaje es la condición de quien aprende; y de hecho, llegado a esta coyuntura vital, se descubre que seguir viviendo es volver a empezar; sobre todo, es volver a aprender, como en la niñez y la juventud. Y te queda mucho por aprender." La relación de las lecciones aprendidas merece la pena leerla en el texto (ABC, de 11 de mayo de 1998 o Russell P. Sebold, Ensayos de meditación y crítica literaria, Salamanca, Ediciones Universidad Salamanca, 2004).
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Russell P. Sebold compaginó sus trabajos de investigación, además, con la escritura de breves ensayos o artículos en la prensa española, casi exclusivamente en ABC, algunos de crítica literaria y otros, como él los denominó al recopilarlos en una edición publicada por la Universidad de Salamanca en 2004, "de meditación". En algunos de éstos, reflexionó sobre la vida ordinaria y la edad con admirable serenidad y lucidez. En "Las delicias del jubilado", que introducía con unas alusiones a los años sabáticos, envidiables para un profesor universitario extremeño y para cualquier profesor de Secundaria, escribió: "Aprendizaje es la condición de quien aprende; y de hecho, llegado a esta coyuntura vital, se descubre que seguir viviendo es volver a empezar; sobre todo, es volver a aprender, como en la niñez y la juventud. Y te queda mucho por aprender." La relación de las lecciones aprendidas merece la pena leerla en el texto (ABC, de 11 de mayo de 1998 o Russell P. Sebold, Ensayos de meditación y crítica literaria, Salamanca, Ediciones Universidad Salamanca, 2004).
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jueves, agosto 17, 2006
La papelería
Parecía estar todo fuera de lugar: los libros, el cliente, yo mismo... En una papelería con libros, un cliente, con desenvoltura y autoridad, requería noticia de las existencias de títulos a la dependienta que, azorada ante el ordenador, buscaba sin éxito los nombres que salían de la boca de aquel individuo, extraños nombres, a juzgar por la necesaria repetición insistente y por el lento y a veces dubitativo deletrear de los mismos. C-A-R-S-O-N M-C-C-U-L-L-E-R-S, y recitaba una serie de títulos consciente de estar siendo escuchado por el resto de la clientela, con la cadencia de quien conoce las obras que nombra y con la displicencia del que va a llevarse cualquiera que tengan para un regalo quizá, una sabia recomendación: El corazón es un cazador solitario, Reflejos en un ojo dorado, La balada del café triste... Nada. Absolutamente nada de este autor.
—Autora— corrige el cliente.
Parecía imposible que no hubiese noticia de esta escritora editada en España por Seix Barral, que no es sello raro. Pero el cliente no se amilanó y tomó como normal el resultado negativo de la pesquisa, dados —quizá— los medios y el mes en el que estamos —digo yo.
—Inténtelo con La Marcha Radetzky.
Y por un instante pensé en que el cliente pedía a aquella mujer que tararease el clásico de Johann Strauss padre, final clásico y descocado del Concierto de Año Nuevo. Por darle un medio, decía yo. No; un nuevo gesto conocido me devolvió a la realidad de la escena: Roth, Joseph. Joseph Roth. R-O-T-H. Me acordé de Álvaro Valverde y la casualidad de que él había escrito en su blog un día antes un texto sobre el autor de, ahora sí, La marcha Radetzky, Crónicas berlinesas, El triunfo de la belleza, La leyenda del Santo Bebedor, que fueron los títulos que recitó el cliente con la misma actitud que había demostrado momentos antes con parte de la bibliografía de Carson McCullers.
Decepción. Eso tuvo que ser lo que sintió aquel cliente cuando escuchó el resultado de la búsqueda.
—¿Seguro que es Joseph?— preguntó el cliente.
Sabía que no, que habría tecleado R-O-T-H y que se había colado Philip, y no Joseph. Yo compré mis lápices y me fui, dejándolos a los dos dando vueltas a un expositor de Anagrama, con los “Compactos” de bolsillo, buscando a Roth. Y a McCullers, a John Banville, a David Lodge, a Daniel Pennac, qué se yo. Buscando a Godot en una papelería.
—Autora— corrige el cliente.
Parecía imposible que no hubiese noticia de esta escritora editada en España por Seix Barral, que no es sello raro. Pero el cliente no se amilanó y tomó como normal el resultado negativo de la pesquisa, dados —quizá— los medios y el mes en el que estamos —digo yo.
—Inténtelo con La Marcha Radetzky.
Y por un instante pensé en que el cliente pedía a aquella mujer que tararease el clásico de Johann Strauss padre, final clásico y descocado del Concierto de Año Nuevo. Por darle un medio, decía yo. No; un nuevo gesto conocido me devolvió a la realidad de la escena: Roth, Joseph. Joseph Roth. R-O-T-H. Me acordé de Álvaro Valverde y la casualidad de que él había escrito en su blog un día antes un texto sobre el autor de, ahora sí, La marcha Radetzky, Crónicas berlinesas, El triunfo de la belleza, La leyenda del Santo Bebedor, que fueron los títulos que recitó el cliente con la misma actitud que había demostrado momentos antes con parte de la bibliografía de Carson McCullers.
Decepción. Eso tuvo que ser lo que sintió aquel cliente cuando escuchó el resultado de la búsqueda.
—¿Seguro que es Joseph?— preguntó el cliente.
Sabía que no, que habría tecleado R-O-T-H y que se había colado Philip, y no Joseph. Yo compré mis lápices y me fui, dejándolos a los dos dando vueltas a un expositor de Anagrama, con los “Compactos” de bolsillo, buscando a Roth. Y a McCullers, a John Banville, a David Lodge, a Daniel Pennac, qué se yo. Buscando a Godot en una papelería.
sábado, agosto 12, 2006
Nuevos modos textuales
Sigo leyendo y anotando sobre los textos de creación y de opinión en los cuadernos de bitácora en internet. Principalmente, para hablar de nuevos modos en la crítica literaria, como ya dejé dicho a propósito del Diario de lecturas de Vicente Luis Mora.
Una compañera me prestó hace tiempo un libro sobre estos asuntos. Es una obra colectiva coordinada por Covadonga López Alonso y Arlette Séré, Nuevos géneros discursivos: los textos electrónicos. Madrid, Biblioteca Nueva, 2003, y en sus trabajos hay cierta base conceptual útil y algunos análisis bien fundamentados.
Los contenidos de los comentarios a las entradas de un blog son, principalmente, motivo de discusión y explican la mayoría de los criterios o instrucciones de uso que un autor publica para conocimiento de sus lectores. Normas de conducta basadas en la educación, en el respeto. Pero este segundo nivel textual que conforman los comentarios presenta otros lados menos deontológicos. Por ejemplo: una entrada o post puede generar cuatro comentarios (o cincuenta y siete); pero ese espacio textual queda recogido en un nivel de comunicación subterráneo, que no aflora a la superficie del cuaderno entero, que no contagia al resto de entradas de ese cuaderno. Y no sólo esto, sino que no es habitual que en otras 'superficies' textuales, en otros cuadernos de bitácora, diarios o blogs, haya restos de la actividad textual que ha generado un comentario perdido en el espacio.
Propongo una experiencia que no es nueva: escribir comentarios sobre entradas ajenas o sobre comentarios soterrados en la superficie textual del cuaderno, de tal modo que se le da publicidad a un texto 'oculto', si merece la pena.
Una compañera me prestó hace tiempo un libro sobre estos asuntos. Es una obra colectiva coordinada por Covadonga López Alonso y Arlette Séré, Nuevos géneros discursivos: los textos electrónicos. Madrid, Biblioteca Nueva, 2003, y en sus trabajos hay cierta base conceptual útil y algunos análisis bien fundamentados.
Los contenidos de los comentarios a las entradas de un blog son, principalmente, motivo de discusión y explican la mayoría de los criterios o instrucciones de uso que un autor publica para conocimiento de sus lectores. Normas de conducta basadas en la educación, en el respeto. Pero este segundo nivel textual que conforman los comentarios presenta otros lados menos deontológicos. Por ejemplo: una entrada o post puede generar cuatro comentarios (o cincuenta y siete); pero ese espacio textual queda recogido en un nivel de comunicación subterráneo, que no aflora a la superficie del cuaderno entero, que no contagia al resto de entradas de ese cuaderno. Y no sólo esto, sino que no es habitual que en otras 'superficies' textuales, en otros cuadernos de bitácora, diarios o blogs, haya restos de la actividad textual que ha generado un comentario perdido en el espacio.
Propongo una experiencia que no es nueva: escribir comentarios sobre entradas ajenas o sobre comentarios soterrados en la superficie textual del cuaderno, de tal modo que se le da publicidad a un texto 'oculto', si merece la pena.
viernes, agosto 11, 2006
Adiós a la época de los grandes caracteres
Tenía a Abraham Gragera como poeta pendiente e incompleto. Ahora que he leído su libro Adiós a la época de los grandes caracteres (Valencia, Pre-Textos, 2005) queda cancelada esa percepción limitada de un joven autor al que yo he considerado siempre extremeño, de Montijo, dicho sea sin tono reivindicativo.
Hace quizá más de seis años, tuve que irme de una lectura poética de Abraham en el Ateneo de Cáceres, organizada por Julián Rodríguez, y compartida con José María Cumbreño. Me explico. Escuché los comentarios y los poemas de éste, pero no pude quedarme, por otros asuntos, a la lectura de Abraham, que venía precedido de muy buenas referencias. Había leído los poemas que publicó Abraham en el número 10 de La luna de Mérida, de 1998, que pertenecían a un libro en proyecto titulado Hacia el comienzo, quizá germen de este Adiós... De La luna es igualmente un microrrelato publicado en 2003. También, por gentileza de Antonio Orihuela, leí lo de Voces del extremo. Poesía y conciencia (2000). Ahora lo recupero y lo completo en esta oportuna edición de Pre-Textos.
Hay un tú y un yo humanos en los poemas de Abraham, y un vosotros que se reserva para los objetos, cuya poetización es más cernudiana que nerudiana. Hay una variedad de formas sugerente en los poemas de Abraham en este libro. Y hay un poeta que ha leído y ha sabido dosificar y aderezar los tonos conocidos, como en la suite de “Siete presentes”. Muy recomendable.
Hace quizá más de seis años, tuve que irme de una lectura poética de Abraham en el Ateneo de Cáceres, organizada por Julián Rodríguez, y compartida con José María Cumbreño. Me explico. Escuché los comentarios y los poemas de éste, pero no pude quedarme, por otros asuntos, a la lectura de Abraham, que venía precedido de muy buenas referencias. Había leído los poemas que publicó Abraham en el número 10 de La luna de Mérida, de 1998, que pertenecían a un libro en proyecto titulado Hacia el comienzo, quizá germen de este Adiós... De La luna es igualmente un microrrelato publicado en 2003. También, por gentileza de Antonio Orihuela, leí lo de Voces del extremo. Poesía y conciencia (2000). Ahora lo recupero y lo completo en esta oportuna edición de Pre-Textos.
Hay un tú y un yo humanos en los poemas de Abraham, y un vosotros que se reserva para los objetos, cuya poetización es más cernudiana que nerudiana. Hay una variedad de formas sugerente en los poemas de Abraham en este libro. Y hay un poeta que ha leído y ha sabido dosificar y aderezar los tonos conocidos, como en la suite de “Siete presentes”. Muy recomendable.
lunes, agosto 07, 2006
Cementerio alemán, Yuste (tres)
Tercer apunte sobre un motivo poético del que hablé aquí el 8 de mayo. Tres días después, escribí una addenda para hablar de dos poemas inéditos que añadir a la lista, uno (otro) de Álvaro Valverde y otro de Santos Domínguez, fechado en enero de 2006. Éste, ahora, se hace con el Premio Alcaraván de Poesía, convocado por el Ayuntamiento de Arcos de la Frontera. Mientras escribo esto, el poeta, seguramente, pisa la arena de un litoral más abierto y extendido que el reducido espacio del cementerio alemán de Cuacos. Un motivo poético y, hoy, un motivo para la felicitación.
sábado, agosto 05, 2006
Apuntaciones añejas
Leo un apunte antiguo que recoge una cita de La Bruyère, tan suyo: "La gloria y el mérito de algunos hombres es escribir bien; el de otros, no escribir nada." En el mismo cuaderno, notas desde la habitación 305 del Hotel Presidente de Lisboa, la muerte de Carlos Cano, y "No viene a mí la luz como solía", de José Ángel Valente, un poema de Fragmentos de un libro futuro, algunos brillantes epigramas de GHB y notas sobre el donjuanismo. Entre noviembre de 2000 y marzo de 2001. Hoy la prensa trae la virulencia de los ataques de Israel sobre Qaa, al noreste de Beirut,que han reventado veintiocho cuerpos de sirios y libaneses que cargaban un camión. Yo, mientras tanto, por buscar un dato perdido en la memoria escrita, me demoro en la lectura de cuadernos antiguos.
martes, agosto 01, 2006
Santiago Castelo
No hace mucho, M. Simón Viola le aplicaba las palabras con las que Moreno Villa definió a otro extremeño como Enrique Díez-Canedo: "Fue jovial, animoso y poeta, jugó limpio, vivió en impecable lealtad y ponderación, no dejó un solo enemigo." José Miguel Santiago Castelo. Jovial, poeta, animoso, ponderado, impecablemente leal, sin enemigos... Su etopeya valdría para apuntalar para siempre los criterios por los que se conceden las medallas de Extremadura. Santiago Castelo tiene, además, el don de los pintores venerados, a quienes piden sus pupilos trazos naturales e imposibles:
—Maestro, pinte usted una tarde, pero un poquito sólo.
Y el maestro, entonces:
"En esta tarde así, bajo la ropa
tendida en la azotea, yo quisiera
diluirme en los malvas y en los ocres
que bajan hacia el mar entre las huertas..."
("Azotea", de Cuerpo cierto)
—Maestro, pinte usted una tarde, pero un poquito sólo.
Y el maestro, entonces:
"En esta tarde así, bajo la ropa
tendida en la azotea, yo quisiera
diluirme en los malvas y en los ocres
que bajan hacia el mar entre las huertas..."
("Azotea", de Cuerpo cierto)
martes, julio 25, 2006
De vuelta
sábado, julio 15, 2006
Para las vacaciones
Estaré unos días ausente. Mientras tanto, aquí dejo un crucigrama para pasar el rato. Es demasiado localista, lo siento por los que no conozcan las claves y los datos; pero ahí está la ‘gracia’ y su dificultad. Si las tiene.
Horizontales: 1. El último libro de Diego Doncel no remite a ninguno. Escribió un bestiario, Casi humanos, me acuerdo. 2. Una de las muchas que escribió Manuel Pacheco. Sociedad Anónima. Manolo y Simón. Consonan te. 3. La primera. Puede ser la tercera y la primera, y, al revés, las siglas de quien escribió Siquiera este refugio. Ese. Ésta y la siguiente, al revés son el nombre de un tabaco rubio. 4. Habitual en las siglas de Extremadura. La desembocadura del Duero. Ésta y la siguiente forman el nombre artístico de un poeta visual. 5. El comienzo de una compañía de teatro de Mérida, casi en la Luna. Lo es Onís, el de Augusto Monterroso. 6. El apellido de una calle de Mérida motivo de chistes. Apellido invertido de hermanos, que no son los Lama, ni los Rodríguez. Al final de ella escribió Basilio Sánchez. 7. La primera. Dos letras, las iniciales del nombre y el apellido de un escritor afincado aquí, cerca de Trujillo. Otra te. La redonda. Cualquier asociación de escritores. 8. La mitad de un personaje de Almudena Grandes. La dirige Álvaro Valverde. Así firma Ramón Ropero. 9. Mi signo zodiacal. Otras iniciales, las del creador del 11 vertical. Ele. Dos vocales. 10. Alonso Guerrero lo es. Como la redonda. Mi cuñada, la primera y el nombre de la hija de un ex-librero de Cáceres. Otra vez la del canuto. 11. Baile extremeño y de más sitios. Rima bien con amado. Casi asina. Terminación plural. 12. El personaje de una memorable novela de un extremeño de Alburquerque. Acaban de publicar su poesía completa, y fue mi profesor de literatura.
Verticales: 1. Río de Italia crucigramero. Aspa. José Antonio Zambrano, que lo admira, lo cita en un lema de Las orillas del agua. 2. Escribió La sed. Otraté. Donde yo trabajo. No está esta letra en “novato”, pero es suya. 3. En el centro de Jaraíz. De ella era la sangre en una novela de Reyes Huertas. Vocal. Siglas de una organización que representó en Extremadura el actual alcalde de Arroyo de la Luz. 4 La primera. Dramaturgo extremeño. Otra vez, una anterior “ex” del “ex”. 5. Así empieza siempre Isabel. Vocal. Consonante. De él editó una novela de lisiados Enrique García Fuentes. 6. En la antigua matrícula del coche de Felipe Núñez. Suya es La huella del aire. 7. Donde acaba el ano. Socorro. La ele. De la primera conjugación. 8. El nombre, sin la primera y la última (es un decir) de una revista ya desaparecida que se publicaba en Plasencia. Contra eso escribió, en parte, una novela Juan Garodri. 9. Tres dramaturgos extremeños y un dramaturgo extremeño. La misma matrícula de antes. El de Calle Urano. 10. Las iniciales de los apellidos de un escritor de Cabeza del Buey y exiliado. Se las _ _ _ _, lo que va a hacer el que suscribe cuando acabe de poner aquí este crucigrama. Perfecto capicúa, según mi hermano José María, hace años. 11. Consonante. Se inventó El mágico aprendiz. Otra consonante. 12. Siglas muy televisivas. Como una onomatopeya del fervor futbolero. Lo escribió Jesús García Calderón y todos se acuerdan de él, de Jesús García Calderón.
Iriarte y su época
Fue una de las obras de consulta fundamentales cuando empecé a trabajar sobre la literatura del siglo XVIII. La conocí gracias a Jesús Cañas, cuando yo era su alumno de Literatura del XVIII y luego para la elaboración de mi tesis fue un libro al que tenía que acudir con frecuencia. Era de las pocas obras que contenían noticias y un apéndice dedicado al autor que ocupaba muchas de mis horas por aquel entonces, Vicente García de la Huerta. Hace más de veinte años. Manejaba una fotocopia del libro, encuadernada en pasta española, sobre el ejemplar que tenía Juan Manuel Rozas en su biblioteca.
Más de un siglo después de su primera edición, de 1897 en Sucesores de Rivadeneyra, Iriarte y su época, el libro de Cotarelo y Mori es reeditado por Artemisa con un prólogo de Marta Agudo. Qué alegría tener este libro en la biblioteca y poder consultarlo cuando uno guste. Qué alegría que sea Marta la que lo ofrezca al lector en unas páginas justas y sensibles, sin caer en la hagiografía. Muy bien.
viernes, julio 07, 2006
Final de curso
Sin duda, el novelista de éxito Vicente Blasco Ibáñez, el que fuera recibido en Argentina por una multitud de treinta mil personas con motivo de una gira para impartir unas conferencias, el novelista más vendido y más traducido de los de su tiempo, sigue ocupando el primer puesto de alguna lista. Por ejemplo, la que he repartido a mis alumnos de 5º a final de curso con las diez novelas del programa.
Las han puntuado de 0 a 10, y han sido El doncel de Don Enrique el Doliente, El señor de Bembibre, La Gaviota, Peñas arriba, Los Pazos de Ulloa, La Madre Naturaleza, Nazarín, Halma, Su único hijo y Entre naranjos. Sobre 23 encuestas entregadas, Blasco Ibáñez ha obtenido 190 puntos; por detrás, las dos novelas de Pardo Bazán, 176 y 179,5 respectivamente. Gusta más la segunda parte. Luego, La Gaviota y las dos novelas de Galdós, que, como pertenecientes al mismo ciclo, comparten, casi, puntuación: 161 y 161,5. En realidad, han aprobado a todas las novelas, pero me duelen un poco los 126 puntos de Pereda, la puntuación más baja, y los 148 de Gil y Carrasco, un poco por encima de Larra. Y es que ha habido de todo. Quien ha dado un diez a Peñas arriba, quien ha castigado por partida doble a Galdós con un suspenso al tiempo que reservaba sus dieces para Fernán Caballero y Blasco Ibáñez... Mi “Clarín”, por otra parte, no ha levantado excesivos entusiasmos, aunque por ahí tengo la prueba de algún apasionado. Nada nuevo; pero me interesan estas consultas para tomar el pulso lector de quienes pronto serán formadores de otros lectores.
Las han puntuado de 0 a 10, y han sido El doncel de Don Enrique el Doliente, El señor de Bembibre, La Gaviota, Peñas arriba, Los Pazos de Ulloa, La Madre Naturaleza, Nazarín, Halma, Su único hijo y Entre naranjos. Sobre 23 encuestas entregadas, Blasco Ibáñez ha obtenido 190 puntos; por detrás, las dos novelas de Pardo Bazán, 176 y 179,5 respectivamente. Gusta más la segunda parte. Luego, La Gaviota y las dos novelas de Galdós, que, como pertenecientes al mismo ciclo, comparten, casi, puntuación: 161 y 161,5. En realidad, han aprobado a todas las novelas, pero me duelen un poco los 126 puntos de Pereda, la puntuación más baja, y los 148 de Gil y Carrasco, un poco por encima de Larra. Y es que ha habido de todo. Quien ha dado un diez a Peñas arriba, quien ha castigado por partida doble a Galdós con un suspenso al tiempo que reservaba sus dieces para Fernán Caballero y Blasco Ibáñez... Mi “Clarín”, por otra parte, no ha levantado excesivos entusiasmos, aunque por ahí tengo la prueba de algún apasionado. Nada nuevo; pero me interesan estas consultas para tomar el pulso lector de quienes pronto serán formadores de otros lectores.
viernes, junio 30, 2006
Marsé Proust
Juan Marsé no es sólo uno de los escritores que conozco que más corrige, sino de los menos (o más) celosos con respecto a sus manuscritos. Hace años, en su casa de Barcelona, le pedí que me mostrase alguna de sus páginas manuscritas. No tenía ninguna a mano (¡), y me mostró un díptico de la agencia literaria de Carmen Balcells que había utilizado como fotografía de portada una página manuscrita de Marsé. Verdaderamente era como yo me imaginaba, un complejo ‘palimpsesto’ lleno de tachaduras y añadidos. También le pedí en otra ocasión copia del manuscrito completo de alguna novela para un estudio en proceso. Me dijo que no tenía, que no los conservaba. Que el de Si te dicen que caí lo donó hacía tiempo para una subasta con fines benéficos y que lo compró un tipo.
Marcel Proust es uno de los escritores que no he conocido que más corrigió. Alain de Botton, en su entretenido y estratégico libro Cómo cambiar tu vida con Proust (Ediciones B, 1998), cuenta sobre este afán que después de publicarse el primer volumen de En busca del tiempo perdido en 1913 la obra adquirió unas dimensiones impensables y el autor fue cambiando la conformación global de la novela, volviendo el escritor una y otra vez sobre lo escrito, incluso en la fase última de la corrección de pruebas impresas. Botton habla de que la novela se convirtió en el producto de los esfuerzos no sólo de un Proust, sino de varios, de una sucesión de autores, como mínimo tres, un Proust 1 que redactó el manuscrito, un Proust 2 que lo releyó, y un Proust 3 que corrigió las galeradas. Mi trabajo me conduce en el caso del autor de Rabos de lagartija a más de tres Marsé, algunos más.
jueves, junio 29, 2006
Puerto en Boxoyo
Hace unos días me pidió el poeta José Luis Puerto el pliego de firmas para adherirse a la plataforma contra el cierre de la Librería Boxoyo de Cáceres. Uno más. Me contaba que, cuando vino a Cáceres, el 20 y el 21 de marzo pasados, a presentar el último libro de Basilio Sánchez y a leer poemas en la Facultad de Filosofía y Letras —mis alumnos escucharon a un poeta que 'entraba' en una de las lecturas del programa—, fue a la librería de Jaime Naranjo. Compró una primera edición de Gabriel Miró, de El humo dormido (Atenea, 1919), y, estando allí, me cuenta, presenció "una inspección municipal que me pareció inquisitorial y tensa".
Más de un mes antes de que se hiciese público que una librería de antiguo de Cáceres era cerrada por la autoridad municipal, un cliente, escritor, poeta, amante de los libros, presenciaba una escena extraña en un establecimiento tan amable.
Más de un mes antes de que se hiciese público que una librería de antiguo de Cáceres era cerrada por la autoridad municipal, un cliente, escritor, poeta, amante de los libros, presenciaba una escena extraña en un establecimiento tan amable.
Asperges de notas sobre la novela PARADOJA DEL INTERVENTOR (XIX)
Más de dos meses han pasado desde mi última anotación sobre Paradoja del interventor. He de contar que hace un mes y pico un amigo me dijo que estaba poniéndome un poco cansino en mi cuaderno con los asperges sobre la novela de Gonzalo Hidalgo. Lo he dejado estar, pero no quiero que mi amigo, ni nadie, crea que han concluido mis apuntes sobre esa excelente novela. Dieciocho breves textos no son nada comparados con las páginas que cualquier obra literaria menor recibe del autor de un artículo publicado en una revista especializada.
En este tiempo, han aparecido algunas reseñas más sobre la Paradoja de Gonzalo. Me alegra mucho que buenos y sabios lectores tengan conocimiento de sabios y buenos escritores ‘desconocidos’ como GHB.
Acabo de ver las páginas que le dedicó el pasado domingo Liborio Barrera en El Periódico Extremadura, y las fotografías de Toni Gudiel en la estación y con Plasencia al fondo. Subrayo de lo que dice Gonzalo en esa conversación que ha querido escribir una novela en la que no ocurra nada, en la que un capítulo no lleve a ningún sitio de la trama y que, sin embargo, el lector sienta la necesidad de seguir leyendo. Es importante que se difunda así lo que tiene importancia y valor. Por ahora, sirvan estas líneas para dar pie a las próximas.
En este tiempo, han aparecido algunas reseñas más sobre la Paradoja de Gonzalo. Me alegra mucho que buenos y sabios lectores tengan conocimiento de sabios y buenos escritores ‘desconocidos’ como GHB.
Acabo de ver las páginas que le dedicó el pasado domingo Liborio Barrera en El Periódico Extremadura, y las fotografías de Toni Gudiel en la estación y con Plasencia al fondo. Subrayo de lo que dice Gonzalo en esa conversación que ha querido escribir una novela en la que no ocurra nada, en la que un capítulo no lleve a ningún sitio de la trama y que, sin embargo, el lector sienta la necesidad de seguir leyendo. Es importante que se difunda así lo que tiene importancia y valor. Por ahora, sirvan estas líneas para dar pie a las próximas.
martes, junio 27, 2006
Audio-video-blog
Muchas mañanas de domingo escucho Mundo Babel, el programa que lleva con su encanto Juan Pablo Silvestre en Radio 3. Dos horas de conversación con un invitado, o con dos o tres, dan para saber si un programa es sólido o muelle. Recuerdo una mañana con Anthony Blake, a propósito del espectáculo que tenía en Madrid, con guión de Miguel Murillo. No sé si he hablado antes de esto. En el último programa, Ian Gibson habló de su biografía de Machado.
Ahora recibo un aviso sobre un audio video blog en formato podcast, un archivo sonoro que se distribuye en internet mediante sindicación RSS (Real Simple Syndication), creado por Silvestre y su espacio La Boa. Es un original canal de podcasting con interesantes contenidos.
Como mi conocimiento de Juan Pablo Silvestre ha sido siempre a través del oído, y no de lo leído, estoy encantado con este cuaderno de bitácora que se oye. Ahora, mientras escribo esto, escucho “La máscara”, en las voces de Federico Luppi, de Terele Pávez y de Juan Pablo. Puede accederse también a su programa Mundo Babel, que, curiosamente, lo archivan en la página de la Agrupación de Profesionales y técnicos del Partido Comunista de Madrid , sensibles a ciertos programas de calidad.
Ahora recibo un aviso sobre un audio video blog en formato podcast, un archivo sonoro que se distribuye en internet mediante sindicación RSS (Real Simple Syndication), creado por Silvestre y su espacio La Boa. Es un original canal de podcasting con interesantes contenidos.
Como mi conocimiento de Juan Pablo Silvestre ha sido siempre a través del oído, y no de lo leído, estoy encantado con este cuaderno de bitácora que se oye. Ahora, mientras escribo esto, escucho “La máscara”, en las voces de Federico Luppi, de Terele Pávez y de Juan Pablo. Puede accederse también a su programa Mundo Babel, que, curiosamente, lo archivan en la página de la Agrupación de Profesionales y técnicos del Partido Comunista de Madrid , sensibles a ciertos programas de calidad.
miércoles, junio 21, 2006
El arte de leer
"En lo que me encuentro un poco más digno y serio es en mi afición a leer mucho y a gente buena de todos los países y de todos los tiempos. ¡Si me pagasen los periódicos por leer bien como me pagan por escribir mal!" (Leopoldo Alas, "Clarín", Carta a Galdós, 29 de julio de 1886)
Predicaba Alas en su artículo "El arte de leer" la lectura de lo mejor, y decía que ello convertía su texto en un rasgo de abnegación, pues con lo primero, "vengo a pedir que no se me lea".
Predicaba Alas en su artículo "El arte de leer" la lectura de lo mejor, y decía que ello convertía su texto en un rasgo de abnegación, pues con lo primero, "vengo a pedir que no se me lea".
domingo, junio 18, 2006
El mamón de Lama
Tanto la sustantivación del adjetivo como el uso de la preposición hacen de esto un motivo de conversación entre los amantes de la gramática. Perdón, entre los amantes no, entre gente aficionada. Ni eso, entre los que quieran hablar de ello.
“El mamón de Lama” —la SER, especial Mundial de Fútbol de Alemania, 15:35 aprox., 18.06.2006— responde al cariz del lenguaje deportivo radiofónico que no es otro que el propio de su objeto, bien sea en el terreno de juego o en la grada. “El mamón de Lama” es como “El cabrón del árbitro” o “El manta de Cañizares”, pero en el caso del periodista de la SER que se lo dice a su compañero Manolo no hay una intención insultante, sino cariñosa. Cosas del lenguaje. Es lo que tiene el deportivo, el lenguaje deportivo radiofónico, tan premiado y tan reconocido. Y tan desmesurado.
Hoy, que he leído la impecable despedida de Sebastián Serrano, el Defensor del Lector de El País, me pregunto por qué en otros sectores de la información están o han estado permitidos la publicidad de los puritos, un brandy ‘cosa de hombres’, la noticia no contrastada o el lenguaje soez.
Lo insoportable no es eso, sino que después de tanta incorrección, sólo los mareos de Ronaldo, lo circunspecto de Raúl, la contención de la euforia, los destinos de los jugadores en su día de descanso..., y poco de fútbol, del verdadero. Así, claro, en todos los sitios. Oé, oé, oé.
“El mamón de Lama” —la SER, especial Mundial de Fútbol de Alemania, 15:35 aprox., 18.06.2006— responde al cariz del lenguaje deportivo radiofónico que no es otro que el propio de su objeto, bien sea en el terreno de juego o en la grada. “El mamón de Lama” es como “El cabrón del árbitro” o “El manta de Cañizares”, pero en el caso del periodista de la SER que se lo dice a su compañero Manolo no hay una intención insultante, sino cariñosa. Cosas del lenguaje. Es lo que tiene el deportivo, el lenguaje deportivo radiofónico, tan premiado y tan reconocido. Y tan desmesurado.
Hoy, que he leído la impecable despedida de Sebastián Serrano, el Defensor del Lector de El País, me pregunto por qué en otros sectores de la información están o han estado permitidos la publicidad de los puritos, un brandy ‘cosa de hombres’, la noticia no contrastada o el lenguaje soez.
Lo insoportable no es eso, sino que después de tanta incorrección, sólo los mareos de Ronaldo, lo circunspecto de Raúl, la contención de la euforia, los destinos de los jugadores en su día de descanso..., y poco de fútbol, del verdadero. Así, claro, en todos los sitios. Oé, oé, oé.
viernes, junio 16, 2006
Memoria del jardín
Memoria del jardín es el título de la antología poética de José Luis Puerto que ha publicado la Diputación de Salamanca en su serie “Autores Salmantinos”. Recoge una selección de la obra publicada por José Luis Puerto desde 1982 hasta 2004, es decir, desde El tiempo que nos teje, que salió en la colección “Provincia” de León, hasta De la intemperie, en Calambur, más unos poemas inéditos reunidos bajo el rótulo de Topografía de la herida, situados aquí entre los de Las sílabas del mundo (1999) y los del libro de 2004.
“Una cartografía del Paraíso (Sobre la poesía de José Luis Puerto)” es la introducción que firma Ángel L. Prieto de Paula. El crítico y profesor (y poeta —¿que fue?—) ya escribió sobre Puerto en la revista Espacio/Espaço Escrito (núm. 15-16, 1998) cuando la última entrega del autor era Señales, el Premio Gil de Biedma de 1997. Ahora, sobre la base de aquel texto, ha reescrito honestamente una clarificadora invitación a la lectura del poeta de La Alberca. Qué coincidencias: he tomado Señales de mi biblioteca y está al lado de dos libros poéticos —dos buenos libros— de Prieto de Paula, Ortigia (Barcelona, Taifa, 1985 —sí, donde la segunda de Conjuros, de Claudio Rodríguez; donde la segunda de Moralidades, de Gil de Biedma—) y Compás del vacío (Alicante, Aguaclara, 1989).
Hay una postura contemplativa en la poesía de José Luis Puerto; hay una reflexión sobre el detalle; hay un interés por la palabra..., y por la plenitud y la armonía..., que hacen apacible el acto de su lectura.
“Una cartografía del Paraíso (Sobre la poesía de José Luis Puerto)” es la introducción que firma Ángel L. Prieto de Paula. El crítico y profesor (y poeta —¿que fue?—) ya escribió sobre Puerto en la revista Espacio/Espaço Escrito (núm. 15-16, 1998) cuando la última entrega del autor era Señales, el Premio Gil de Biedma de 1997. Ahora, sobre la base de aquel texto, ha reescrito honestamente una clarificadora invitación a la lectura del poeta de La Alberca. Qué coincidencias: he tomado Señales de mi biblioteca y está al lado de dos libros poéticos —dos buenos libros— de Prieto de Paula, Ortigia (Barcelona, Taifa, 1985 —sí, donde la segunda de Conjuros, de Claudio Rodríguez; donde la segunda de Moralidades, de Gil de Biedma—) y Compás del vacío (Alicante, Aguaclara, 1989).
Hay una postura contemplativa en la poesía de José Luis Puerto; hay una reflexión sobre el detalle; hay un interés por la palabra..., y por la plenitud y la armonía..., que hacen apacible el acto de su lectura.
Balonmano en Badajoz
Viernes, 16. Partido amistoso entre la selección española masculina de balonmano con la de Francia. Los mismos que en el Europeo de Suiza hace unos meses, cuando la medalla de plata para España, campeona del mundo. Ningún periódico ha hablado de ello hasta ayer, cuando casi clandestinamente se han entrenado en Cáceres. Ya no hay entradas, desde hace un mes, para los que nos enteramos hace días. Hoy Canal Extremadura ha dicho que cinco mil privilegiados (sic) disfrutarán del partido en "La Granadilla". Notable.
jueves, junio 15, 2006
La Biblioteca "Ángel y Alicia"
La Biblioteca "Ángel y Alicia" es la biblioteca pública de Villanueva de la Vera, en Cáceres. Muchas bibliotecas públicas tienen nombre propio. La de mi pueblo lleva el del abuelo de un amigo mío, que fue cronista de Zafra, don Antonio Salazar. Su nieto, mi compadre y amigo: Miguel Salazar. La de la ciudad en la que vivo, Cáceres, lleva los nombres insignes, y no sólo en términos bibliográficos y bibliofílicos de don Antonio Rodríguez-Moñino y doña María Brey. La Biblioteca de Cuenca se llama "Fermín Caballero". La de Castuera recuerda a un profesor, Gonzalo Soubrier, y la de Torrelaguna, que inauguró Gerardo Diego, a Juan de Mena. "Pedro Gutiérrez", que fue su primer archivero-bibliotecario, se llama la Biblioteca de Calahorra, y "Cánovas del Castillo", la Biblioteca Provincial de Málaga. Pero no conozco ninguna que se llame como la de Villanueva de la Vera, sin apellido alguno. Así, "Ángel y Alicia", sin más.
Me lo cuenta con pasión mi amigo Isidro Timón, cuando me habla de su padre, Valentín Timón, que fue alcalde de la Villanueva verata en la época franquista; uno de esos alcaldes a los que en democracia se les pidió que continuasen. Que continuasen, entre otras cosas, fomentando la lectura. Porque la Biblioteca Pública de Villanueva, "Ángel y Alicia", se creó en aquellos años de dificultades con unos pocos libros esenciales —todo Tintín, me cuenta Isidro, cuando él tenía ocho años—, y a don Valentín se le ocurrió recordar a una pareja de maestros que por las mañanas enseñaba a leer a los niños y por las tardes a sus padres. Ángel y Alicia.
Me lo cuenta con pasión mi amigo Isidro Timón, cuando me habla de su padre, Valentín Timón, que fue alcalde de la Villanueva verata en la época franquista; uno de esos alcaldes a los que en democracia se les pidió que continuasen. Que continuasen, entre otras cosas, fomentando la lectura. Porque la Biblioteca Pública de Villanueva, "Ángel y Alicia", se creó en aquellos años de dificultades con unos pocos libros esenciales —todo Tintín, me cuenta Isidro, cuando él tenía ocho años—, y a don Valentín se le ocurrió recordar a una pareja de maestros que por las mañanas enseñaba a leer a los niños y por las tardes a sus padres. Ángel y Alicia.
domingo, junio 11, 2006
e-findex
Escuché ayer por la mañana en la SER a Juanjo Salado, de la Fundación Ciudadanía, presentar las jornadas e-findex, sobre la blogosfera, que se celebrarán el próximo fin de semana, del 16 al 18 de junio en Cáceres, en la Institución Cultural "El Brocense". El programa promete, y su primera difusión incita al conocimiento de otros rincones, como el de Diego Agúndez, Bocaditos —que tiene su entrada sobre el cierre de Boxoyo Libros—, o el de Goyo Tovar.
Cuando pueda, escribiré mi propuesta sobre la aportación de los cuadernos de bitácora en la red a la lectura y a la crítica literaria. Un apunte: la impresionante y sugerente densidad de comentarios generados en el cuaderno de Vicente Luis Mora sobre obras como En ningún paraíso (Madrid, Visor Libros, 2005), de Diego Doncel, impagable para el que quiera saber algo de los intereses poéticos de autores y de lectores; o la oportunidad que se ofrece al estudioso para bucear en la trastienda del escritor, como puede verse en el blog de Julián Rodríguez.
Nota bene: algún problema técnico me ha impedido incorporar algunos vínculos a lo citado. Una fruslería, dados los medios que tenemos para buscar lo que nos interesa.
Cuando pueda, escribiré mi propuesta sobre la aportación de los cuadernos de bitácora en la red a la lectura y a la crítica literaria. Un apunte: la impresionante y sugerente densidad de comentarios generados en el cuaderno de Vicente Luis Mora sobre obras como En ningún paraíso (Madrid, Visor Libros, 2005), de Diego Doncel, impagable para el que quiera saber algo de los intereses poéticos de autores y de lectores; o la oportunidad que se ofrece al estudioso para bucear en la trastienda del escritor, como puede verse en el blog de Julián Rodríguez.
Nota bene: algún problema técnico me ha impedido incorporar algunos vínculos a lo citado. Una fruslería, dados los medios que tenemos para buscar lo que nos interesa.
viernes, junio 09, 2006
El peso de la vida
Recibí el último libro de poemas de Olvido García Valdés, Y todos estábamos vivos (Barcelona, Tusquets Editores, 2006) y creí estar ante una amplia selección de su obra publicada, casi su obra completa, de tan voluminoso. Doscientas diecisiete páginas de poemas. Bien es cierto que la colección "Marginales" de Tusquets siempre abre poema en página impar, y en este volumen hay casi tantas páginas blancas (las pares) como poemas. Casi. También es verdad que desde Del ojo al hueso, su anterior libro (Madrid, Ave del Paraíso Ediciones, 2001), han pasado cinco años. Casi.
Convencido de que la cantidad y el peso de los poemas de Olvido no son mensurables, encuentro en ellos cualidades simbólicas mucho más cuantificables en términos artísticos.
Cada uno de los poemas —cien, número redondo: repartidos desigualmente en tres secciones, "Lugares", "No para sí" y "Sombra a sombra"— logra que el lector se demore, y vuelva sobre lo andado, y, más adelante, relacione una escena con un pensamiento, el pensamiento de una escena con un retrato —¡qué espléndidos aquí!—, y un retrato con un detalle..., la expresión de lo sensitivo. Tiene mucho este libro, mosaico, recuento y reafirmación.
Leo que quien habla en el libro ha conocido la confidencia de la muerte, y leo de angustia oculta. Leo, sin embargo, Y todos estábamos vivos, y concluyo que mis primeras percepciones se explican por el peso de la vida.
Convencido de que la cantidad y el peso de los poemas de Olvido no son mensurables, encuentro en ellos cualidades simbólicas mucho más cuantificables en términos artísticos.
Cada uno de los poemas —cien, número redondo: repartidos desigualmente en tres secciones, "Lugares", "No para sí" y "Sombra a sombra"— logra que el lector se demore, y vuelva sobre lo andado, y, más adelante, relacione una escena con un pensamiento, el pensamiento de una escena con un retrato —¡qué espléndidos aquí!—, y un retrato con un detalle..., la expresión de lo sensitivo. Tiene mucho este libro, mosaico, recuento y reafirmación.
Leo que quien habla en el libro ha conocido la confidencia de la muerte, y leo de angustia oculta. Leo, sin embargo, Y todos estábamos vivos, y concluyo que mis primeras percepciones se explican por el peso de la vida.
sábado, junio 03, 2006
Cierre cautelar
Digo yo que cerrar una librería como medida cautelar debido al peso a que se somete la estructura del edificio no tiene mucho sentido. La cautela habría de expresarse no con el cierre sino con la apertura a todas horas del establecimiento, de tal modo que se multiplicasen las ventas y el consiguiente desalojo de los estantes. ¡Ah, la lógica de las resoluciones!
Contra el cierre en Cáceres de la librería de viejo Boxoyo, un grupo de ciudadanos, amigos y clientes, vamos a escribir una protesta que pasaremos a la firma en breve.
Contra el cierre en Cáceres de la librería de viejo Boxoyo, un grupo de ciudadanos, amigos y clientes, vamos a escribir una protesta que pasaremos a la firma en breve.
viernes, mayo 26, 2006
Ni Dios mismo
El miércoles 24 se presentó en Cáceres la última novela de Pilar Galán, Ni Dios mismo (Mérida, De la luna libros), en un acto que llenó el salón del Colegio Mayor Francisco de Sande. Qué alegría da tener que sentarse necesariamente en las únicas sillas disponibles. Y más, si es al lado de Maribel y Basilio. Compañeros profesores, amigos, familiares de Pilar... Un familiar, Carmen Galán, leyó el texto que había escrito para la ocasión Santos Domínguez, que no pudo asistir —no por "razones ajenas", como se dijo en un lapsus, sino por otras bien propias—, y que puso en su sitio el género. ¡Ah, el género! La novela histórica (?). Y un profesor de Historia, Miguel Ángel Melón, también participó. Sé que se mordió la lengua. Porque hay mucho que decir sobre esos productos que tanto gustan a algunos lectores. Si Pilar no ha querido hacer una novela histórica, si Ni Dios mismo no es una novela histórica, si Santos habla de "subgénero" y si Miguel Melón no cree en la cosa... ¿Entonces? La próxima vez yo aprovecharía a Miguel Ángel Melón como buen lector de buena literatura. Sin más.
Jaime Naranjo me tiene reservado un ejemplar de la novela. No sé hasta cuándo, porque siguen diciéndole que vender libros es pesado, y creo que ya está en conversaciones con J.R. Alonso de la Torre —es espléndido y sugerente su viaje por la Raya de Extremadura y el Alentejo La frontera que nunca existió, en la Editora Regional de Extremadura— para montar un ruidoso bar de copas en La Madrila. Aquí en Cáceres. En donde el otro día se presentó la novela de Pilar Galán. Felicidades, Pilar.
Jaime Naranjo me tiene reservado un ejemplar de la novela. No sé hasta cuándo, porque siguen diciéndole que vender libros es pesado, y creo que ya está en conversaciones con J.R. Alonso de la Torre —es espléndido y sugerente su viaje por la Raya de Extremadura y el Alentejo La frontera que nunca existió, en la Editora Regional de Extremadura— para montar un ruidoso bar de copas en La Madrila. Aquí en Cáceres. En donde el otro día se presentó la novela de Pilar Galán. Felicidades, Pilar.
sábado, mayo 20, 2006
La pertinacia de Antonio Gómez
Ayer estuvo en casa Juan Manuel Barrado (ahora, si me empino, puedo ver, casi al ras del suelo, la ventana de su cocina. Somos vecinos desde hace meses). Me regala siempre su amistad y su confianza, como el otro día, al darme a leer sus Fragmentos de cal, unos versos en los que anda trabajando y que quiere dedicar a Felipe Núñez, y en los que yo veo también una dedicatoria implícita a Antonio Orihuela (y a Miguel Labordeta, a César Vallejo, a Paul Celan, a Vicente Aleixandre...). A veces, como ayer, me regala algún libro o me muestra otros hallazgos. Ayer me dejó ver el "catálogo" de la exposición Cuadernos escolares que hasta el 15 de junio puede verse en la Biblioteca de Extremadura en Badajoz. No pude estar en la inauguración el pasado lunes y sólo he tenido un rato, gracias a Juanma, para contemplar lo que es más que un catálogo de otra de las singulares ideas generosas de Antonio Gómez. Una caja con doce cuadernos más el de introducción e índice que antologa la colección Cuadernos escolares, que se le ocurrió a A.G. hace ya un tiempo y en la que ha involucrado a decenas de artistas y escritores.
Lo de Antonio es una pertinacia amable. Él, calladamente —a veces con una notoriedad callada, como en sordina—, va contándote, al oído casi, su último proyecto y te invita a participar. Al tiempo, lo cuenta a los que pudiesen tener capacidad para su mayor difusión. Y poco a poco va cautivando a todos. Primero, a los que colaboran en su proyecto con sus creaciones —recordemos La Hoja Parroquial de Alcandoria, La Centena, La Pirámide...—, luego, a los que lo materializan en cuidadas ediciones.
Hace años que me dio algunos cuadernos para su distribución entre amigos escritores que ahora leo en el catálogo. Hace poco que me ha dado algunos boletines para su idea de Rh (robos y hurtos), y estoy convencido de que algún día leeremos en un libro confesiones que ni en los más oscuros tiempos de humo y cerrojos.
Lo de Antonio es una pertinacia amable. Él, calladamente —a veces con una notoriedad callada, como en sordina—, va contándote, al oído casi, su último proyecto y te invita a participar. Al tiempo, lo cuenta a los que pudiesen tener capacidad para su mayor difusión. Y poco a poco va cautivando a todos. Primero, a los que colaboran en su proyecto con sus creaciones —recordemos La Hoja Parroquial de Alcandoria, La Centena, La Pirámide...—, luego, a los que lo materializan en cuidadas ediciones.
Hace años que me dio algunos cuadernos para su distribución entre amigos escritores que ahora leo en el catálogo. Hace poco que me ha dado algunos boletines para su idea de Rh (robos y hurtos), y estoy convencido de que algún día leeremos en un libro confesiones que ni en los más oscuros tiempos de humo y cerrojos.
miércoles, mayo 17, 2006
Ángel Campos Pámpano, Premio de Traducción "Giovanni Pontiero"
Por la espléndida antología Nocturno mediodía. Antología poética (1944-2001) de Sophia de Mello Breyner Andresen, que publicó en 2004 Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, el poeta, profesor y traductor Ángel Campos Pámpano (San Vicente de Alcántara, Badajoz, 1957) ha obtenido el VI Premio de Traducción "Giovanni Pontiero" que convocan el Centro de la Lengua Portuguesa/Instituto Camões de la Universidad Autónoma de Barcelona y su Facultad de Traducción e Interpretación. Este premio, dotado con seis mil euros, se convoca un año para traducciones del portugués al catalán y otro año para obras vertidas del portugués al español.
Un reconocimiento merecido a una trayectoria de muchos años —hace veintiséis ya de la versión de A.C.P. de las Odas de Ricardo Reis en Balneario Escrito— y prestigiada por versiones de excelencia de autores fundamentales de la literatura portuguesa contemporánea, desde Pessoa hasta Al Berto, pasando por António Ramos Rosa, Saramago —que le entregará la próxima semana el premio a Ángel—, Carlos de Oliveira o Eugénio de Andrade.
Enhorabuena, amigo.
Un reconocimiento merecido a una trayectoria de muchos años —hace veintiséis ya de la versión de A.C.P. de las Odas de Ricardo Reis en Balneario Escrito— y prestigiada por versiones de excelencia de autores fundamentales de la literatura portuguesa contemporánea, desde Pessoa hasta Al Berto, pasando por António Ramos Rosa, Saramago —que le entregará la próxima semana el premio a Ángel—, Carlos de Oliveira o Eugénio de Andrade.
Enhorabuena, amigo.
lunes, mayo 15, 2006
16 de mayo
El cumpleaños de Pedro, mañana 16 de mayo. El mismo día que murió Lola Flores nació mi segundo hijo. Nació el mismo día y el mismo mes que —setenta y siete años antes— Juan Rulfo. A la hora en que escribo esto debe de estar repasando conceptos de "Cono" sobre crecimiento y densidad de la población, en España y en Extremadura. Lo nuevo con respecto a lo que yo estudiaba es eso de fijarse en lo más cercano, en la Comunidad propia. Y lo de inmigrantes, tan impensable en los tiempos de la emigración. Nacimientos menos defunciones, dice el libro. Como cuando él nació, que se murió Lola Flores. Felicidades, Pedro.
sábado, mayo 13, 2006
Francisco Ayala
Yo tenía diecisiete años aquel veintiséis de enero. Escribí esa fecha en la portadilla de mi ejemplar de Los usurpadores. La cabeza del cordero, de Francisco Ayala, la edición de Selecciones Austral con introducción de Andrés Amorós (Madrid, Espasa-Calpe, 1978). Fue uno de los libros —otros eran El beso de la mujer araña de Manuel Puig, los Cuentos de Cortázar en Alianza Editorial...— que componían el lote de uno de los mejores regalos que me han hecho en mi vida. Un premio, más bien, por ganar un concurso literario en el instituto. Los profesores que eligieron aquellos títulos, sin saber que iban a marcarme profundamente con su gesto, fueron MariCarmen Rodríguez y Antonio García. Ella es un privilegio que disfruto cuando voy a Zafra. A él no le veo desde hace veintiséis años.
Mi ejemplar viajó conmigo ayer a Trujillo para conocer a Francisco Ayala. Un grupo de amigos, de la Unión de Bibliófilos Extremeños (UBEx) cenamos con él y con su esposa, Carolyn Richmond. (Viajó también con nosotros el primer tomo de los Cuentos completos de Clarín, en edición de C. Richmond). Y viajaron también mi amigo y compañero José Luis Bernal y Enrique Cidoncha, un conocimiento grato, un joven fotógrafo que nos ha presentado a todos Santos Domínguez y que ha captado imágenes memorables de Ayala. Con él, con Enrique, ayer, su cámara fotográfica.
Disfrutamos poco tiempo de la presencia de Ayala. Suficiente para constatar la presencia de un siglo y ver pasar los nombres y sus ecos. Al llegar a casa, volví a colocar mis libros, sin abrir, en sus estantes. Y Enrique dejó en algún sitio, al llegar a la suya, la bolsa con su cámara, sin sacar. Un acontecimiento.
(Hoy, Francisco Ayala ha participado en Almendralejo en el Día del Bibliófilo que organiza todos los años la UBEx).
Mi ejemplar viajó conmigo ayer a Trujillo para conocer a Francisco Ayala. Un grupo de amigos, de la Unión de Bibliófilos Extremeños (UBEx) cenamos con él y con su esposa, Carolyn Richmond. (Viajó también con nosotros el primer tomo de los Cuentos completos de Clarín, en edición de C. Richmond). Y viajaron también mi amigo y compañero José Luis Bernal y Enrique Cidoncha, un conocimiento grato, un joven fotógrafo que nos ha presentado a todos Santos Domínguez y que ha captado imágenes memorables de Ayala. Con él, con Enrique, ayer, su cámara fotográfica.
Disfrutamos poco tiempo de la presencia de Ayala. Suficiente para constatar la presencia de un siglo y ver pasar los nombres y sus ecos. Al llegar a casa, volví a colocar mis libros, sin abrir, en sus estantes. Y Enrique dejó en algún sitio, al llegar a la suya, la bolsa con su cámara, sin sacar. Un acontecimiento.
(Hoy, Francisco Ayala ha participado en Almendralejo en el Día del Bibliófilo que organiza todos los años la UBEx).
jueves, mayo 11, 2006
Cementerio alemán, Yuste (bis)
Sumo a esa futura antología en formación de los poemas sobre el cementerio alemán de Cuacos de Yuste dos inéditos. Uno es de Santos Domínguez, que tiene fecha de enero de 2006. Es como un díptico: en una tabla, 1945; en la otra, 2005. Ambas llevan sendos lemas de Yeats. El último verso del poema:"Un hombre es extranjero en cualquier cementerio en que repose". El poema de Álvaro Valverde, el padre de la estirpe, no lo conozco; pero sé por él que lo escribió el verano pasado, al amanecer.
Los dos pararon en aquel lugar de paso para hacer el poema. Un motivo poético.
Los dos pararon en aquel lugar de paso para hacer el poema. Un motivo poético.
Juan Goytisolo y José María Ridao en la Plaza de Ibn Marwan
Ha merecido la pena recorrer los noventa kilómetros que separan Cáceres de Badajoz (y la vuelta) para escuchar en el jardín de la Biblioteca de Extremadura a Juan Goytisolo y José María Ridao. Han participado en el I Encuentro Internacional de Cultura del Mediterráneo, que ha ideado y organizado Isabel Barceló con el apoyo de la Consejería de Cultura de la Junta extremeña.
Es el caso que conozco bien lo que han escrito los dos, y he tenido el placer de escucharlos en varias ocasiones; y lo de esta noche (ya ayer) no por previsible ha dejado de tener la frescura de lo que se descubre como dicho por primera vez.
Tengo un año menos que Ridao y, si se me permite, me identifico con él en el modo de lectura de Juan Goytisolo y en haber hallado en esa lectura las puertas que me han llevado a otros autores y otros mundos. Hoy José María Ridao ha rendido justo homenaje a Juan Goytisolo, y cada vez que mencionaba a Blanco White, a Fernando de Rojas, a Américo Castro o a Francisco Márquez Villanueva como sitios motivados por el autor de Don Julián, yo, desde la primera fila cabeceaba empujando el aire, como un infla, quiero decir, un hincha.
El público estaba feliz por estar allí. Un señor tomó el micrófono para decir que estaba feliz. Le contestó Ridao feliz y consciente de que el estado de las autonomías —desarrollo y sostenible, no desarrollo identitario— le permitiese ser feliz en Badajoz. Y Goytisolo me confesó su felicidad por "lo de Barcarrota", que no es ningún crimen, sino una "biblioteca", la hallada emparedada en una vivienda de esa localidad.
Es el caso que conozco bien lo que han escrito los dos, y he tenido el placer de escucharlos en varias ocasiones; y lo de esta noche (ya ayer) no por previsible ha dejado de tener la frescura de lo que se descubre como dicho por primera vez.
Tengo un año menos que Ridao y, si se me permite, me identifico con él en el modo de lectura de Juan Goytisolo y en haber hallado en esa lectura las puertas que me han llevado a otros autores y otros mundos. Hoy José María Ridao ha rendido justo homenaje a Juan Goytisolo, y cada vez que mencionaba a Blanco White, a Fernando de Rojas, a Américo Castro o a Francisco Márquez Villanueva como sitios motivados por el autor de Don Julián, yo, desde la primera fila cabeceaba empujando el aire, como un infla, quiero decir, un hincha.
El público estaba feliz por estar allí. Un señor tomó el micrófono para decir que estaba feliz. Le contestó Ridao feliz y consciente de que el estado de las autonomías —desarrollo y sostenible, no desarrollo identitario— le permitiese ser feliz en Badajoz. Y Goytisolo me confesó su felicidad por "lo de Barcarrota", que no es ningún crimen, sino una "biblioteca", la hallada emparedada en una vivienda de esa localidad.
lunes, mayo 08, 2006
Cementerio alemán, Yuste
Hoy he escuchado en la Facultad de Filosofía y Letras, de la propia voz de su autor, José María Micó, un poema que ya había leído en su libro La sangre de los fósiles (Barcelona, Tusquets, 2005). Ha participado en un recital de poesía junto a Jordi Virallonga y Antonio Jiménez Millán. Una lectura memorable. Por lo triple también.
El poema de J.M. Micó era "Cementerio alemán", uno más de la estirpe iniciada, creo, por Álvaro Valverde en Una oculta razón cuando dedicó un texto al cementerio alemán situado a la orilla de la carretera que une Cuacos de Yuste con el Monasterio. Micó tiene fechado el poema el 15 de noviembre de 2000, "Con Jordi y con Eduard". Es decir, con el citado Jordi Virallonga y con el también poeta Eduard Sanahuja, que le acompañaron ese día en la visita al pequeño cementerio. Micó ha dicho hoy que aquel día de noviembre quedaron los tres poetas en dedicarle unos versos a aquel motivo. Sólo Micó cumplió, ha dicho.
Hace casi exactamente un año que Álvaro Valverde dedicaba un texto en su blog a este motivo poético en que se ha convertido el cementerio alemán de Yuste. Él citaba también otro poema de José Carlos Llop, de La dádiva, y lo de Treinta monedas de José Luis García Martín. Hay otro de Juan Lamillar. Y no sé, si a esta hora, ya habrá uno de Lorenzo Oliván, a quien incitó el propio Álvaro.
Cementerio alemán de Yuste. Un motivo poético.
El poema de J.M. Micó era "Cementerio alemán", uno más de la estirpe iniciada, creo, por Álvaro Valverde en Una oculta razón cuando dedicó un texto al cementerio alemán situado a la orilla de la carretera que une Cuacos de Yuste con el Monasterio. Micó tiene fechado el poema el 15 de noviembre de 2000, "Con Jordi y con Eduard". Es decir, con el citado Jordi Virallonga y con el también poeta Eduard Sanahuja, que le acompañaron ese día en la visita al pequeño cementerio. Micó ha dicho hoy que aquel día de noviembre quedaron los tres poetas en dedicarle unos versos a aquel motivo. Sólo Micó cumplió, ha dicho.
Hace casi exactamente un año que Álvaro Valverde dedicaba un texto en su blog a este motivo poético en que se ha convertido el cementerio alemán de Yuste. Él citaba también otro poema de José Carlos Llop, de La dádiva, y lo de Treinta monedas de José Luis García Martín. Hay otro de Juan Lamillar. Y no sé, si a esta hora, ya habrá uno de Lorenzo Oliván, a quien incitó el propio Álvaro.
Cementerio alemán de Yuste. Un motivo poético.
Escenarios de novela
Desde octubre, al comenzar el curso y hablar en clase sobre El señor de Bembibre de Gil y Carrasco, renuevo a cada poco la lectura de esa novela en los controles que hago a mis alumnos de quinto. Todavía queda, creo, algún rezagado que tiene que hablarme sobre ese texto espléndido. No importa. Yo también he dejado para ahora, para los primeros días de mayo, el conocer de primera mano los escenarios reales de ese espacio textual. No ha sido a propósito, y es que la novela empieza: "En una tarde de mayo de uno de los primeros años del siglo XIV, volvían de la feria de San Marcos de Cacabelos"[...]
Ha resultado una experiencia gratísima contemplar el lago de Carucedo, el castillo de Cornatel —aun con su grúa enorme por las obras de restauración—, el de los Templarios de Ponferrada —incluso con sus restricciones por obras—, las orillas del Sil, los "encendidos picachos de las Médulas" (cap. XXXI), y Villafranca del Bierzo, la patria de Enrique Gil, con su evocación y la de sus páginas. Y patria también de Juan Carlos Mestre, cuya Antífona del otoño en el Valle del Bierzo releo vuelto del viaje y escucho en la palabra de Juan Carlos y la música de Amancio Prada, de Pedro Sarmiento, de Rafael Domínguez, de Cuco Pérez y de Luis Delgado, ese artista.
En el próximo viaje por esas tierras me llevaré el disco para escucharlo en el coche y mi ejemplar iluminado de la edición de El señor de Bembibre en la colección Austral que hace un par de años publicaron Miguel Ángel Muñoz San Juan y Juan Carlos Mestre. Nos hemos prometido volver. Para levantar la vista, sosegados, en la Catedral de León y en el Panteón Real de San Isidoro. Y evocar también escenarios de novela.
Ha resultado una experiencia gratísima contemplar el lago de Carucedo, el castillo de Cornatel —aun con su grúa enorme por las obras de restauración—, el de los Templarios de Ponferrada —incluso con sus restricciones por obras—, las orillas del Sil, los "encendidos picachos de las Médulas" (cap. XXXI), y Villafranca del Bierzo, la patria de Enrique Gil, con su evocación y la de sus páginas. Y patria también de Juan Carlos Mestre, cuya Antífona del otoño en el Valle del Bierzo releo vuelto del viaje y escucho en la palabra de Juan Carlos y la música de Amancio Prada, de Pedro Sarmiento, de Rafael Domínguez, de Cuco Pérez y de Luis Delgado, ese artista.
En el próximo viaje por esas tierras me llevaré el disco para escucharlo en el coche y mi ejemplar iluminado de la edición de El señor de Bembibre en la colección Austral que hace un par de años publicaron Miguel Ángel Muñoz San Juan y Juan Carlos Mestre. Nos hemos prometido volver. Para levantar la vista, sosegados, en la Catedral de León y en el Panteón Real de San Isidoro. Y evocar también escenarios de novela.
domingo, abril 30, 2006
Climas
En este tiempo, sobre las siete de la tarde cae el sol justo sobre este escritorio y enardece las motas de polvo que se han posado en la superficie de esta pantalla en la que leo. Es más, he cogido de un estante un libro hace tiempo sin tocar y al abrirlo, sobre esta luz natural que cae, tan poniente, decenas de motas han volado en este espacio encendido, primero, como pájaros espantados y como fuegos de artificio que se apagan y descienden a lo oscuro luego.
El libro es Climas. Odile e Isabelle, de André Maurois, la traducción de Assumpta Roura en Ediciones del Bronce, en 1997. Lo compré hace unos seis años en Badajoz y en su segunda parte, la de Isabelle, leo:
"Cometemos el error de decir que el amor es ciego; lo único cierto es que el amor pasa por alto los defectos y las debilidades y que ve perfectamente cuando está convencido de haber encontrado en alguien lo que de verdad le importa sin tener necesidad de razonarlo."
En eso pienso en esta tarde en la que el sol sigue iluminando a trozos este espacio.
El libro es Climas. Odile e Isabelle, de André Maurois, la traducción de Assumpta Roura en Ediciones del Bronce, en 1997. Lo compré hace unos seis años en Badajoz y en su segunda parte, la de Isabelle, leo:
"Cometemos el error de decir que el amor es ciego; lo único cierto es que el amor pasa por alto los defectos y las debilidades y que ve perfectamente cuando está convencido de haber encontrado en alguien lo que de verdad le importa sin tener necesidad de razonarlo."
En eso pienso en esta tarde en la que el sol sigue iluminando a trozos este espacio.