Ayer estuvo en casa Juan Manuel Barrado (ahora, si me empino, puedo ver, casi al ras del suelo, la ventana de su cocina. Somos vecinos desde hace meses). Me regala siempre su amistad y su confianza, como el otro día, al darme a leer sus Fragmentos de cal, unos versos en los que anda trabajando y que quiere dedicar a Felipe Núñez, y en los que yo veo también una dedicatoria implícita a Antonio Orihuela (y a Miguel Labordeta, a César Vallejo, a Paul Celan, a Vicente Aleixandre...). A veces, como ayer, me regala algún libro o me muestra otros hallazgos. Ayer me dejó ver el "catálogo" de la exposición Cuadernos escolares que hasta el 15 de junio puede verse en la Biblioteca de Extremadura en Badajoz. No pude estar en la inauguración el pasado lunes y sólo he tenido un rato, gracias a Juanma, para contemplar lo que es más que un catálogo de otra de las singulares ideas generosas de Antonio Gómez. Una caja con doce cuadernos más el de introducción e índice que antologa la colección Cuadernos escolares, que se le ocurrió a A.G. hace ya un tiempo y en la que ha involucrado a decenas de artistas y escritores.
Lo de Antonio es una pertinacia amable. Él, calladamente —a veces con una notoriedad callada, como en sordina—, va contándote, al oído casi, su último proyecto y te invita a participar. Al tiempo, lo cuenta a los que pudiesen tener capacidad para su mayor difusión. Y poco a poco va cautivando a todos. Primero, a los que colaboran en su proyecto con sus creaciones —recordemos La Hoja Parroquial de Alcandoria, La Centena, La Pirámide...—, luego, a los que lo materializan en cuidadas ediciones.
Hace años que me dio algunos cuadernos para su distribución entre amigos escritores que ahora leo en el catálogo. Hace poco que me ha dado algunos boletines para su idea de Rh (robos y hurtos), y estoy convencido de que algún día leeremos en un libro confesiones que ni en los más oscuros tiempos de humo y cerrojos.
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