Javier Marías escribió hace tiempo sobre los nombres de sus personajes de novela y sobre el nombrar a los personajes de novela. Llegó a decir que, después de Kafka, nadie debería llamar a sus personajes por iniciales, y decía que si se encuentra una novela que lo haga la dejará a las pocas páginas. Así de claro. Qué cosas. Yo nunca haré una cosa así. A mí me vienen ahora algunos nombres de los personajes de las novelas de Galdós, sin iniciales.
El único personaje con nombre de la novela Paradoja del interventor es Cristo. Surge en la secuencia o capítulo 13, pero de una manera muy significativa, porque su nombre se pone en boca de un jornalero (el segundo jornalero), que alude, a propósito de la decadencia de la estación, a una expresión como “ya sólo hay miseria y crujir de dientes”, que atribuye a su autor diciendo “como dice Cristo”. Es obvia la intención del narrador de esconder tras esta mención de una autoridad religiosa, histórica, bíblica o como quiera que sea, al personaje que efectivamente se llamará Cristo y que será quien bautice —secuencia 17— al forastero con el nombre del interventor, repitiendo lo de “En verdad en verdad te digo...” Genial.
La innominación de los personajes es clara para el sentido de la vacuidad de la novela. Están el hombre del rincón (1), el afilador (9), el barquillero (15), el cantinero (13), el amante violento y la mujer (19), el guarda (24), el vendedor de barquillos, con otro nombre también, el estilita... El forastero no conoce a los tipos con los que se topa, y absurdo sería que el narrador nos dijese, por ejemplo, que el portavoz de los albañiles que se mofa del afilador se llama Rafael. Sin embargo, la novela comienza con una evidente alusión a la identidad del personaje sin nombre pero con atributo: “El interventor llegó a la ciudad en tren una noche de noviembre. En aquel momento no era todavía, en modo alguno, el interventor ni había adquirido los derechos o la propiedad del nombre.” ¿El nombre? Genial.
"En verdad, en verdad te digo...". Sí, genial. Es la frase del libro.
ResponderEliminarY, efectivamente, "Paradoja del interventor" es la novela de la anomia. Ni siquiera conocemos el nombre de la ciudad, ¿o sí?. En algún momento se nos dice que tiene siete letras ¿Cáceres?.
No tener nombre es ser un desconocido, es no tener identidad. O tener la identidad de un Desconocido. Estudio Filología y nuestros profesores siempre nos dicen que la elección del nombres de los personajes no es algo aleatorio. En la novela "Los pazos de Ulloa", por ejemplo, no es lo mismo llamarse Primitivo (que nos remite a un mundo de instintos, de ignorancia, etc.) que Julián (el santo tentado por el diablo y posteriormente arrepentido). Pero en la obra de Hidalgo Bayal el protagonista carece de nombre. Que es casi como carecer de pasado, de historia, de personalidad,... es un ser que ha de partir de cero, y los lectores con él.
Tampoco es aleatorio que Hidalgo Bayal no bautice a su personaje. Ni que lo tenga que hacer un tal Cristo. Ni que le ponga interventor, un sustantivo, nombre de oficio, en minúscula. El interventor que el propio interventor tanto busca...