viernes, octubre 13, 2006

Dieciocho

Soy suscriptor de la revista Dieciocho desde hace dieciséis años, desde su volumen 13, de 1990. Pagaba por ella 15 doláres que eran 1.454 pesetas de aquella época . El banco me cobraba una comisión mínima por moneda extranjera de 1.000 pesetas y unos gastos de correo de 135 pesetas, que casi igualaban el importe de la suscripción. Así que pagaba 2.589 pesetas por recibir desde Estados Unidos la revista que en aquellos años editaba la profesora Eva María Kahiluoto Rudat. Luego, en 1993, se hizo cargo de su dirección el profesor de la Universidad de Virginia, y buen amigo, David T. Gies, que, después de más de una docena de años, sigue llevándola con mucho acierto y que ha conseguido hacer de la revista uno de los referentes bibliográficos del mundo dieciochista. David T. Gies. La D de Dieciocho, la T de tesón y la G de ganas.
Un descuido mío fue el culpable de que haya estado un tiempo sin recibir la revista, y que ahora, hace unos días, haya recibido un saco con los últimos números. No, sólo eran cinco volúmenes de ciento cincuenta páginas cada uno, aproximadamente; pero lo que he recibido ha sido, literalmente, un saco, una saca de correo. Dentro, un discreto paquetito con los ejemplares. No sé por qué ha venido así el envío.
La desmesura y aparato del envío han tenido su continuación en la lectura de una tacada de todos los números, desde los de 2004 al último de 2006. Conocía algunos trabajos, y los echaba de menos en casa. He leído excelentes estudios de grandes investigadores en el homenaje a René Andioc —si la estima y la admiración hubiesen sido los criterios para colaborar en ese homenaje, el volumen de páginas habría sido descomunal. Menos mal que el criterio que manda en estas cosas es el de la autoridad en el gremio— sobre textos muy poco conocidos como El café de Alejandro Moya o La Pensatriz Salmantina, sobre autores como Moratín hijo o Luzán. He leído un artículo de Irene Vallejo sobre el don Juan dieciochesco de No hay deuda que no se pague y convidado de piedra, y muchas reseñas que aportan una información valiosa para el que se interesa por la cultura del siglo XVIII. Algunas de estas reseñas son de compromiso, muy superficiales otras; hay alguna que aporta tanto, casi, como la obra que comenta; otra trata sobre una edición que no se puede adquirir, y hay alguna más que destaca cómo más del cincuenta por ciento de la bibliografía (selecta) citada en el libro es del autor del mismo. Y hay mucho más en esta revista del mejor dieciochismo.

3 comentarios:

  1. He oteado casi a escondidas tu blog desde que tuve conocimiento de él, casi por azar. Hoy te dejo huella cariñosa de adhesión. Dieciocho no es sólo lo que dices, ahora hijo ejemplar del teson de David, sino la fortaleza de un grupo de personas que pretenden la lectura de la Historia de la Literatura más allá de las modas editoriales o de los tantos exé-getas (sic. al guión)que confunden a tantos. Además de la adhesión, un abrazo.

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  2. Muchas gracias, Pedro, por tu comentario. Es una alegría encontrarse de nuevo, ahora en este medio. Ánimo con tu acequia.

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  3. Miguel Angel, al leer que pagabas 2589 pesetas de 1990 por una revista me ha dado una sana envidia ya que yo era de los del libro de bolsillo de Alianza, esto es 180, 240 o 360 pesetas (dependiendo del grosor). Las economías no daban para mucho más. También me ha hecho gracia el texto de propaganda de un librito de 1955 que acabo de comprar "Desde hace algún tiempo han quedado reducido los libros a un grupo de potentados que pueden permitirse entre otros lujo, el de formarse una biblioteca".
    Ahora que uno ha ingresado en ese grupo de selectos potentados que forma una biblioteca no dejo nunca de preguntarme sobre el libro como objeto material y qué caminitos y veredas del señor recorrió un texto hasta llegar a nosotros. Por ejemplo acabo de comprar "EL alma castellana" de Azorín de 1900 y costaba 3 pesetas. Mi duda es ¿qué se podía hacer con ese dinero en 1900? ¿era mucho? Me gustaría saber Miguel Angel si tienes una idea aproximada de esto. No sé si existe una asignatura en filología sobre los libros, su edición, distribución, precio etc..
    Por otra parte me acabo de comprar también la rara primera de "Castilla" de 1912 y doce años después vuelve a aparecer el mismo precio, tres pesetillas, y esto sí que me da nostalgia de aquel tiempo en que los libros parecían no subir de precio.
    Un saludo muy atento.

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