En este tiempo, sobre las siete de la tarde cae el sol justo sobre este escritorio y enardece las motas de polvo que se han posado en la superficie de esta pantalla en la que leo. Es más, he cogido de un estante un libro hace tiempo sin tocar y al abrirlo, sobre esta luz natural que cae, tan poniente, decenas de motas han volado en este espacio encendido, primero, como pájaros espantados y como fuegos de artificio que se apagan y descienden a lo oscuro luego.
El libro es Climas. Odile e Isabelle, de André Maurois, la traducción de Assumpta Roura en Ediciones del Bronce, en 1997. Lo compré hace unos seis años en Badajoz y en su segunda parte, la de Isabelle, leo:
"Cometemos el error de decir que el amor es ciego; lo único cierto es que el amor pasa por alto los defectos y las debilidades y que ve perfectamente cuando está convencido de haber encontrado en alguien lo que de verdad le importa sin tener necesidad de razonarlo."
En eso pienso en esta tarde en la que el sol sigue iluminando a trozos este espacio.