Yo tenía diecisiete años aquel veintiséis de enero. Escribí esa fecha en la portadilla de mi ejemplar de Los usurpadores. La cabeza del cordero, de Francisco Ayala, la edición de Selecciones Austral con introducción de Andrés Amorós (Madrid, Espasa-Calpe, 1978). Fue uno de los libros —otros eran El beso de la mujer araña de Manuel Puig, los Cuentos de Cortázar en Alianza Editorial...— que componían el lote de uno de los mejores regalos que me han hecho en mi vida. Un premio, más bien, por ganar un concurso literario en el instituto. Los profesores que eligieron aquellos títulos, sin saber que iban a marcarme profundamente con su gesto, fueron MariCarmen Rodríguez y Antonio García. Ella es un privilegio que disfruto cuando voy a Zafra. A él no le veo desde hace veintiséis años.
Mi ejemplar viajó conmigo ayer a Trujillo para conocer a Francisco Ayala. Un grupo de amigos, de la Unión de Bibliófilos Extremeños (UBEx) cenamos con él y con su esposa, Carolyn Richmond. (Viajó también con nosotros el primer tomo de los Cuentos completos de Clarín, en edición de C. Richmond). Y viajaron también mi amigo y compañero José Luis Bernal y Enrique Cidoncha, un conocimiento grato, un joven fotógrafo que nos ha presentado a todos Santos Domínguez y que ha captado imágenes memorables de Ayala. Con él, con Enrique, ayer, su cámara fotográfica.
Disfrutamos poco tiempo de la presencia de Ayala. Suficiente para constatar la presencia de un siglo y ver pasar los nombres y sus ecos. Al llegar a casa, volví a colocar mis libros, sin abrir, en sus estantes. Y Enrique dejó en algún sitio, al llegar a la suya, la bolsa con su cámara, sin sacar. Un acontecimiento.
(Hoy, Francisco Ayala ha participado en Almendralejo en el Día del Bibliófilo que organiza todos los años la UBEx).
No hay comentarios:
Publicar un comentario