Hace ya unos meses que me dijo Antonio Sáenz de Miera que estaba leyendo Egos revueltos (Barcelona, Tusquets Editores, 2010) de Juan Cruz y que le estaba gustando. Poco después, en febrero, le compré mi ejemplar a Antonio, el librero de El Buscón, que me lo trajo a la lectura de Pilar Adón en el Aula José María Valverde de Cáceres. Terminé de leerlo no hace mucho. Se lee bien. Tenía razón Antonio Sáenz de Miera, y he compartido la misma opinión con alguien que escribió sobre este libro y que trabaja en el mismo periódico que Juan Cruz, Javier Rodríguez Marcos.
Con la premisa de escribir desde el oficio de editor —"opaco, una sombra detrás de la luz de los autores"—, y no desde el de periodista —que lo tiene que contar todo—, Juan Cruz escribe unas memorias de los otros. Hasta la fecha en que vuelve a su oficio de periodista. Se lo dijo a Carlos Fuentes en junio de 2005, que regresaba al periodismo, y se insiste en ello en el pie de la foto de la página 280 sin numerar. Sin embargo, se subtitulan como memoria personal; entre otras razones, porque, si no, incumplirían las bases del Premio Comillas. Pero en realidad, insisto, sus memorias son memoria de los otros, y lo dice Cruz: "el relato de esta vida con otros, de esta excursión entre egos revueltos". Ahora bien, también es el gran ego del autor del relato, claro, que es el que más presente está y que también se esconde, paradójicamente; porque cree Juan Cruz que para hablar de otros egos vale un cierto distanciamiento, que el lector comprueba en la evitación del pronombre en primera persona yo. Hasta que aparece. Ya desde el principio, sí, y en el pie de alguna fotografía: "Desde donde estoy yo, Rosa Regàs, Tomás Eloy Martínez, Carlos Fuentes y Sealtiel Alatriste". Algo así podría representar el genoma de este libro.
En este libro, escrito entre 2007 y 2009, se mueren Haro Tecglen, Rafael Conte y José-Miguel Ullán; pero hay más muertes y más vidas, las que caben entre 1972 y ese junio citado de 2005, que sirve de límite del relato. En ese tiempo, viven y mueren Juan Benet, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, Francisco Umbral, Camilo José Cela, el ego "más grande de los que yo haya conocido", dice Cruz; y tantos otros, como Dulce Chacón, que, también asiste a las muertes de otros. En este libro es reconocible el perfil iberoamericano del autor, pues son Borges, Cortázar, Cabrera Infante, Onetti, Severo Sarduy, Mario Vargas Llosa, José Donoso, García Márquez, los autores en los que más se demora Juan Cruz. Y Rafael Azcona, claro, que fue ciudadano del mundo. Hablando de mundo; creo que voy a necesitar más espacio para esto.
lunes, mayo 31, 2010
viernes, mayo 28, 2010
Una propuesta
Esta mañana he visto los primeros ejemplares llegados de la imprenta de este libro de Agustín Melchor Terrón, una guía para una vida saludable, cuyo contenido no deja de ser inhabitual en nuestro Servicio de Publicaciones de la Universidad. Sus recomendaciones para la gimnasia terapéutica del Qi Gong, su receta para un buen desayuno o su invitación a la quietud y al silencio pueden llegar a lectores distintos a los que se interesan por nuestros libros.
Pero lo traigo aquí por la ilustración de su cubierta. Es el primer ejemplo de una propuesta que nace de nuestra editorial universitaria de difundir obra inédita o poco divulgada de autores de poesía experimental. No descubro nada si digo que creo que son muchas las posibilidades que este tipo de creaciones puede ofrecer para el diseño editorial. La diferencia está en que aquí la obra no nace ex profeso, sino que es el libro el que acoge o el que ofrece su espacio para una obra ya hecha que puede acomodarse al contenido del libro. La primera que hemos publicado es esta Manzanita de Antonio Gómez (Cuenca, 1951), uno de los grandes en este terreno de la poesía experimental.
Pero lo traigo aquí por la ilustración de su cubierta. Es el primer ejemplo de una propuesta que nace de nuestra editorial universitaria de difundir obra inédita o poco divulgada de autores de poesía experimental. No descubro nada si digo que creo que son muchas las posibilidades que este tipo de creaciones puede ofrecer para el diseño editorial. La diferencia está en que aquí la obra no nace ex profeso, sino que es el libro el que acoge o el que ofrece su espacio para una obra ya hecha que puede acomodarse al contenido del libro. La primera que hemos publicado es esta Manzanita de Antonio Gómez (Cuenca, 1951), uno de los grandes en este terreno de la poesía experimental.
miércoles, mayo 26, 2010
La Lozana de Silvia Monti
"Te puedo jurar que desde chiquita me pica el coño y que en viendo hombre me inquieto." Esta frase, que pronuncia Lozana en la obra de Jerónimo López Mozo sobre el personaje de Francisco Delicado, estaba inédita. Se lo dice la andaluza de Córdoba a un fraile vencido y desatado por la carne al principio de la Comedia de la olla romana en que cuece su arte la Lozana o Retablo de la Lozana Andaluza o Roma putana, de 1977, que se publica por primera vez en este libro que me traje de Verona, y que empecé a leer allí mismo. Como se lo he ofrecido a mi compañero Luigi, pego aquí este apunte antes de llevárselo a la Facultad.
El libro es de Silvia Monti, La Lozana di Delicado e le altre. Con un testo inedito di Jerónimo López Mozo. Verona, Edizioni Fiorini (Col. Ispanica, 4), 2007. Reúne cuatro trabajos de la hispanista de la Universidad de Verona, tres de ellos ya publicados en varios sitios ("Giudei, conversos e prostitute nella Roma della Lozana", "Alimentazione e metafore alimentari nel Retrato de la Lozana Andaluza" y "Le bugie della Lozana"), y el último, el que más me ha interesado informativamente, el de "La Lozana va in scena", en el que la profesora Silvia Monti trata las versiones que de la obra de Delicado hicieron Rafael Alberti en 1964 —por eso le interesa a Luigi Giuliani, que está con una importante investigación sobre Roma, peligro para caminantes— y Jerónimo López Mozo en 1977; pero también puestas en escenas de ambas, como la de Josefina Molina y el CAT (Centro Andaluz de Teatro), y que se vio aquí en Cáceres en 2002, en el Festival de Teatro Clásico, de la versión albertiana —a Silvia Monti no se le escapa que Liborio Barrrera escribió sobre ese montaje en El Periódico Extremadura—; o la de César Oliva en diferentes ciudades de la propuesta de Jerónimo L.M.. Y, además, las versiones cinematográficas de la obra, como la dirigida por Vicente Escrivá con música de Antón García Abril y la interpretación de Maria Rosaria Omaggio en plena época del destape. Lo que a lo mejor no se imagina Silvia Monti es que de esa película de Escrivá se rodó alguna escena en esta ciudad de Cáceres. Qué sugerentes son trabajos como éste, gracias a los que puede reconstruirse el itinerario textual y cultural de una obra a lo largo de varios siglos. De las calles del Retrato del siglo XVI hasta los vendedores de reliquias y de bulas en el Campo dei Fiori en la obra de López Mozo, que, según dejó escrito José Monleón, y anota Silvia Monti, provocaron que más de un espectador se levantasen indignados de sus butacas en alguna de sus representaciones en el verano de 1977. Historia del teatro, y más.
El libro es de Silvia Monti, La Lozana di Delicado e le altre. Con un testo inedito di Jerónimo López Mozo. Verona, Edizioni Fiorini (Col. Ispanica, 4), 2007. Reúne cuatro trabajos de la hispanista de la Universidad de Verona, tres de ellos ya publicados en varios sitios ("Giudei, conversos e prostitute nella Roma della Lozana", "Alimentazione e metafore alimentari nel Retrato de la Lozana Andaluza" y "Le bugie della Lozana"), y el último, el que más me ha interesado informativamente, el de "La Lozana va in scena", en el que la profesora Silvia Monti trata las versiones que de la obra de Delicado hicieron Rafael Alberti en 1964 —por eso le interesa a Luigi Giuliani, que está con una importante investigación sobre Roma, peligro para caminantes— y Jerónimo López Mozo en 1977; pero también puestas en escenas de ambas, como la de Josefina Molina y el CAT (Centro Andaluz de Teatro), y que se vio aquí en Cáceres en 2002, en el Festival de Teatro Clásico, de la versión albertiana —a Silvia Monti no se le escapa que Liborio Barrrera escribió sobre ese montaje en El Periódico Extremadura—; o la de César Oliva en diferentes ciudades de la propuesta de Jerónimo L.M.. Y, además, las versiones cinematográficas de la obra, como la dirigida por Vicente Escrivá con música de Antón García Abril y la interpretación de Maria Rosaria Omaggio en plena época del destape. Lo que a lo mejor no se imagina Silvia Monti es que de esa película de Escrivá se rodó alguna escena en esta ciudad de Cáceres. Qué sugerentes son trabajos como éste, gracias a los que puede reconstruirse el itinerario textual y cultural de una obra a lo largo de varios siglos. De las calles del Retrato del siglo XVI hasta los vendedores de reliquias y de bulas en el Campo dei Fiori en la obra de López Mozo, que, según dejó escrito José Monleón, y anota Silvia Monti, provocaron que más de un espectador se levantasen indignados de sus butacas en alguna de sus representaciones en el verano de 1977. Historia del teatro, y más.
lunes, mayo 24, 2010
La Plaza de San Juan de Cáceres
Es una de las plazas con más encanto de esta ciudad. Parece ser que hay que reformarla. No lo comprendo. Su jardín mejorable, su arboleda, su empedrado portugués, sus bancos para leer o contemplar lo que pasa en la calle, su iglesia, sobre la que tantas veces hay que llamar la atención a los turistas —nacionales, principalmente— que se hacen fotos con la estatua de Leoncia, la vendedora de periódicos, y no se dan cuenta de lo que tienen detrás, un monumento del siglo XIV, por no dar más detalles. Parece, pues, que hay que gastar un montón de miles de euros en llevar a cabo un proyecto sobre el que supongo se han adquirido ya unos compromisos —incluidos los políticos— y se han ejecutado unos gastos. Qué cosas.
La única verdad de todo lo que se dice es que sobran los coches. Los coches se quitan en un pispás de esa plaza y de otros lugares —el otro día nos resultó patético escuchar a una de las actrices que trabajaban en Cáceres de Leyenda quejarse por actuar con los coches en Las Veletas—, como cuando baja la Virgen de la Montaña o pasa el dragón de San Jorge. Se quitan, y punto; sin que cueste un euro. Por eso, no puedo comprender que para que se quiten los coches haya que hacer obras.
La Plaza de San Juan es uno de los espacios con más encanto de Cáceres. Se vive muy bien en ella. No comparto la opinión de J. R. Alonso de la Torre, que dijo ayer que es un "espacio sin alma" en el que hay poca vida social y por el que "sólo se pasa". Debería haber pasado el domingo por ella, y disfrutar de sus terrazas, y hoy. Tiene alma, tiene vida, y no necesita reformas. Sólo le sobra algo que tiene en demasía: coches. Coches, que, como creo que dijo Ferlosio en algún momento, son el síntoma más preocupante de la degradación de la vida en las ciudades. Sin coches, más alma y más vida. La Plaza de San Juan tiene vida, mucha vida. Y coches, muchos coches.
La única verdad de todo lo que se dice es que sobran los coches. Los coches se quitan en un pispás de esa plaza y de otros lugares —el otro día nos resultó patético escuchar a una de las actrices que trabajaban en Cáceres de Leyenda quejarse por actuar con los coches en Las Veletas—, como cuando baja la Virgen de la Montaña o pasa el dragón de San Jorge. Se quitan, y punto; sin que cueste un euro. Por eso, no puedo comprender que para que se quiten los coches haya que hacer obras.
La Plaza de San Juan es uno de los espacios con más encanto de Cáceres. Se vive muy bien en ella. No comparto la opinión de J. R. Alonso de la Torre, que dijo ayer que es un "espacio sin alma" en el que hay poca vida social y por el que "sólo se pasa". Debería haber pasado el domingo por ella, y disfrutar de sus terrazas, y hoy. Tiene alma, tiene vida, y no necesita reformas. Sólo le sobra algo que tiene en demasía: coches. Coches, que, como creo que dijo Ferlosio en algún momento, son el síntoma más preocupante de la degradación de la vida en las ciudades. Sin coches, más alma y más vida. La Plaza de San Juan tiene vida, mucha vida. Y coches, muchos coches.
viernes, mayo 21, 2010
Disecar
Siempre me paro con mis alumnos cuando leemos las Cartas literarias a una mujer de Bécquer en el uso que éste hizo del verbo disecar. Les aviso de que deberíamos reivindicarlo, ya que se impone una forma reciente como diseccionar, que no se incorpora al Diccionario de la Academia hasta la vigésima primera edición de 1992. Bécquer escribe en la primera de sus cartas: "Sobre la poesía no ha dicho nada casi ningún poeta; pero, en cambio, hay bastante papel emborronado por muchos que no lo son. El que la siente se apodera de una idea, la envuelve en una forma, la arroja en el estudio del saber, y pasa. Los críticos se lanzan entonces sobre esa forma, la examinan, la disecan y creen haberla entendido cuando han hecho su análisis."
Confieso que me resulta más simpático el uso antiguo que el, por otra parte, 'lógico', diseccionar (de disección, diseccionar). La conciencia de su uso tuvo que ser tardía, porque María Moliner no lo recogió en su impresionante obra, que traía disecar como abrir o cortar en partes un animal o un vegetal para estudiarlos. La taxidermia, parece ser, se ha impuesto, y en el Diccionario del Español Actual (1999) de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, la primera acepción de disecar es ya la de preparar un animal muerto para que conserve su apariencia de vivo. Y en el mismo diccionario, diseccionar es hacer la disección de algo. Lo curioso —para mí, que conozco al autor— es que una de las autoridades en que se apoya el Seco es el escritor extremeño Víctor Chamorro, que, en Sin raíces (Plasencia, 1970), la biografía que publicó del singular Agustín Sánchez Rodrigo, lo usa de este modo: "Todo lo relacionado con la agricultura, ganadería e industrias locales, [sic] fue diseccionado en su periódico con meticulosidad." Yo sigo, en feble empeño, disecando textos literarios en mis clases. En fin, cosas de la lengua.
Confieso que me resulta más simpático el uso antiguo que el, por otra parte, 'lógico', diseccionar (de disección, diseccionar). La conciencia de su uso tuvo que ser tardía, porque María Moliner no lo recogió en su impresionante obra, que traía disecar como abrir o cortar en partes un animal o un vegetal para estudiarlos. La taxidermia, parece ser, se ha impuesto, y en el Diccionario del Español Actual (1999) de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, la primera acepción de disecar es ya la de preparar un animal muerto para que conserve su apariencia de vivo. Y en el mismo diccionario, diseccionar es hacer la disección de algo. Lo curioso —para mí, que conozco al autor— es que una de las autoridades en que se apoya el Seco es el escritor extremeño Víctor Chamorro, que, en Sin raíces (Plasencia, 1970), la biografía que publicó del singular Agustín Sánchez Rodrigo, lo usa de este modo: "Todo lo relacionado con la agricultura, ganadería e industrias locales, [sic] fue diseccionado en su periódico con meticulosidad." Yo sigo, en feble empeño, disecando textos literarios en mis clases. En fin, cosas de la lengua.
jueves, mayo 20, 2010
Luis Costillo en Cáceres
Me he reencontrado con Luis Costillo, que expone en Cáceres hoy en Habana Espacio Libre, en la calle Pizarro. En la casa de seis dormitorios, con baño completo, aseo, cocina y sala de estar que se ha convertido en un espacio creativo de referencia en el barrio, antes, mucho antes, de que se inaugure el Centro Helga de Alvear de Arte Contemporáneo. Lo de Luis es Fahrenheit y se inaugura a las 20:30 en Habana Espacio Libre (C/ Pizarro, 1), junto a otras propuestas de Delia Sánchez-Matas, Adiel en La Habana, de Marcos Polo, Nudo de desnudos, y de Ángel Sotomayor, Rita Iginia y sus hermanas. Habrá que ver, y leer.
lunes, mayo 17, 2010
Fray Pedro de Chaves, de Zafra
Me ha enviado mi amigo Honorio Blasco este libro desde Barcelona: Pedro de Chaves, Libro de la vida y conversión de Santa María Magdalena. Edición, prólogo y notas de Jordi Aladro. Barcelona, Publicacions de l'Abadia de Montserrat, 2009. Lo que me escribe me lleva a imaginarme la escena en el bar Belvedere de Barcelona, al que creo que nos llevó a Carmen y a mí una hermosa tarde reivindicativa de febrero de 2003—manifestación de un millón de personas contra una inminente guerra de Irak—, después de que por la mañana visitásemos a Juan Marsé en su casa. Me imagino en el Belvedere a Jordi y a Honorio tomando copas —Ballantines, por ejemplo— hablando de la conversión de María Magdalena porque el autor de su relato fue de Zafra —fray Pedro de Chaves (1514-1584)— y de tabernas e historiografía sobre el caso. Y yo aquí, net i pulit.
Yo no sabía que el benedictino Pedro de Chaves era de Zafra ni que fue uno de los reformadores de los monasterios portugueses, que fue abad de Lorenzana (Lugo) y procurador, definidor y visitador general en Montserrat, en donde había tomado el hábito. Tampoco que el Libro de la vida y conversión de Santa María Magdalena (Barcelona, 1549) fuera un texto tan interesante por el tratamiento que el autor otorga a Magdalena como apóstola de los apóstoles y como mujer redentora de Eva. Es curioso leer, en buena prosa, cómo "esta devota muger encendida de amor", muerto Cristo, fue a comprar ungüentos y especias aromáticas para ungir el cuerpo y que así no oliese y se corrompiese. Sin acordarse del anuncio firme de su resurrección. Todo un hallazgo en un regalo preciado.
Yo no sabía que el benedictino Pedro de Chaves era de Zafra ni que fue uno de los reformadores de los monasterios portugueses, que fue abad de Lorenzana (Lugo) y procurador, definidor y visitador general en Montserrat, en donde había tomado el hábito. Tampoco que el Libro de la vida y conversión de Santa María Magdalena (Barcelona, 1549) fuera un texto tan interesante por el tratamiento que el autor otorga a Magdalena como apóstola de los apóstoles y como mujer redentora de Eva. Es curioso leer, en buena prosa, cómo "esta devota muger encendida de amor", muerto Cristo, fue a comprar ungüentos y especias aromáticas para ungir el cuerpo y que así no oliese y se corrompiese. Sin acordarse del anuncio firme de su resurrección. Todo un hallazgo en un regalo preciado.
miércoles, mayo 12, 2010
José Antonio Zambrano en el Seminario Humanístico de Zafra
Mañana iré a Zafra a acompañar a José Antonio Zambrano (Fuente del Maestre, 1946) en su lectura de poemas en el Seminario Humanístico. Será en el Parador de Turismo de Zafra, en la capilla, a las 20:30 horas. José Antonio leerá poemas de su obra posterior a la última recopilación de 2000. A saber, de sus libros Amor mío, la vida (2003), Las orillas del agua (2003), Soleares (2004), Treinta minutos de libertad (2006) y Apócrifos de marzo (2009). Yo, sin embargo, insistiré en este último. Mañana.
martes, mayo 11, 2010
Anouar Brahem
Me he dejado mecer durante unas horas por la música del tunecino Anouar Brahem, que me ha llegado como un regalo de Pilar Garrido, arabista amiga, antigua alumna. Qué sugerente el oud, el laúd árabe que toca en solos que enaltecen a un instrumento siempre destinado al acompañamiento. Prodigioso. Los dos discos que me han llegado los edita el sello alemán ECM Records. Uno es antiguo, aunque reeditado en 2008: Conte de l'incroyable amour. El otro disco es The Astounding Eyes Of Rita (2009), más rítmico. Dos delicias que agradezco a quien acaba de procurar la edición de Ibn Jamis de Évora, un "eslabón fundamental en la historia del pensamiento y el sufismo en al-Andalus", en el libro El lenguaje de los sufíes, que hemos publicado en la Universidad de Extremadura con la edición del texto árabe de Mehmet Necmeddin Bardakci. Un placer.
lunes, mayo 10, 2010
domingo, mayo 09, 2010
Crimen y castigo
Ayer, la guinda, después de conocer el Museo de Orsay de París, que, aunque en obras, y, por eso, abigarrado, muestra una colección impresionante —e impresionista—, la puso la excelente exposición sobre el crimen en el arte que se inauguró el 16 de marzo y que estará abierta hasta el día 27 de junio. Demasiada gente —ayer fue fiesta nacional por los 65 años de la victoria de las tropas aliadas sobre la Alemania nazi—; pero espléndida exposición, riquísima en piezas de muy distinta procedencia. Entre Caín y Breton, que cierra la muestra, en una pirueta surrealista. Desde una guillotina auténtica de mediados del siglo XIX a Degas y Lombroso y la fisionomía. Marat, cómo no; pero también Goya y Victor Hugo. Las fotografías de Alphonse Bertillon: la identidad corporal prevalece sobre la identidad del alma. Impresionante.
Esta mañana, en el aeropuerto de Orly, había un vuelo a Lisboa cancelado; y no las tenía todas conmigo, ni siquiera ya sentado en el asiento 23-F, al lado de Mauro, una preciosidad de nueve meses, y su madre. Y es que leía en El País en blanco y negro de la edición europea que ayer en El Prat, el aeropuerto de Barcelona, sacaron a los pasajeros del avión que se disponía a volar a Budapest. En fin, ya en casa.
Esta mañana, en el aeropuerto de Orly, había un vuelo a Lisboa cancelado; y no las tenía todas conmigo, ni siquiera ya sentado en el asiento 23-F, al lado de Mauro, una preciosidad de nueve meses, y su madre. Y es que leía en El País en blanco y negro de la edición europea que ayer en El Prat, el aeropuerto de Barcelona, sacaron a los pasajeros del avión que se disponía a volar a Budapest. En fin, ya en casa.
viernes, mayo 07, 2010
Imágenes de España en la Europa ilustrada
Es lo que me ha traído hasta aquí, un Seminario sobre las Imágenes de España en la Europa ilustrada, que tiene el objeto de dar a conocer los trabajos en curso del Proyecto de Investigación, concedido por el Ministerio de Ciencia e Innovación español, titulado Lecturas del legado literario-cultural español: canon, nacionalismo e ideología en España, Francia e Italia (1700-1808), y en el que participamos la Université Sorbonne Nouvelle–Paris III, que, junto con el Centre de Recherches sur l'Espagne Contemporaine (CREC), es la anfitriona en esta ocasión, la Universidad de Almería, la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, la Università di Bologna, McGill University de Montreal, el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del C.S.I.C. de Madrid y la Universidad de Extremadura. En fin, colegas dieciochistas y amigos admirados como Françoise Etienvre, que hace de anfitriona, Maurizio Fabbri —in absentia—, Patrizia Garelli, Fernando García Lara, Manuel Garrido Palazón, Jesús Pérez Magallón y José Checa. Un placer.
jueves, mayo 06, 2010
En la Nacional, de Francia
Puede parecer una tontería, pero suena distinto leer en Le Monde esta mañana muy temprano en la Pl. de La Sorbonne en París que: "Après la Grèce, l'Espagne? Après l'Espagne... Le risque est là, grandissant: un dangereux jeu de dominos pourrait s'installer dans la zone euro." ¡Uf! Preocupa más en el centro de esta bella ciudad una mañana fría que ha ido a mejor. Aunque yo me la he pasado cumpliendo un deseo que, en estos días con algo de trabajo, es también necesidad: entrar a consultar catálogos y fondos en la Biblioteca Nacional de Francia. La sede Richelieu está en obras; pero está abierta. Y luego he tenido que buscar un libro en la rue de Louvois, trasera, en el Département de la musique. Bien. Casi todos los usuarios de la sala con partituras y libros musicales; yo con una rareza en francés de 1821.
martes, mayo 04, 2010
Un libro para el viaje
He recibido esta mañana la última novela de Antonio Prieto, El manuscrito sellado (Barcelona, Seix Barral, 2010). Me ha llegado desde Almendralejo, a través de Carmen Fernández-Daza, a la que Antonio le ha hecho llegar mi ejemplar, dedicado cariñosamente, en un rodeo sentimental del que me siento muy honrado. Al salir esta mañana de clase —Blasco Ibáñez, en quinto—, he abierto el sobre y he leído la cuarta de cubierta: "Don Celedonio, un viejo y acaudalado historiador, organiza una reunión con varios amigos en el Parador Nacional de Zafra para que, a la manera del Decamerón de Boccaccio, den testimonio para la posteridad del tiempo que les ha tocado vivir."
No todos los días se recibe el ejemplar personalizado de una novela que toma la ciudad en la que naciste como espacio narrativo. En la que nacieron Pedro de Valencia y Ruy López de Segura, que saldrán en estas páginas, lógicamente, conociendo a Antonio Prieto. —Me lo llevo mañana a París; me he dicho. Y mi sorpresa al empezar a leer la primera página —que tantas veces es la página 9: "Caminaba un tanto aburrido e indeciso por el paseo de "Las huellas perdidas" cuando me tropecé inesperadamente con don Celedonio, un probo historiador abulense con el que había trabado amistad cuando registrábamos datos en el Departamento de Manuscritos de la Biblioteca Nacional de París. Mientras nos abrazábamos, sorprendidos ambos por el fortuito encuentro, mi memoria recordó su joven rostro, volcado a la alegría porque acababa de encontrar un ignoto o perdido Tratado de amor castellano cuyas características paleográficas lo situaban a finales del siglo XVI y posiblemente redactado en Zafra. Yo buscaba otra cosa muy distinta, pero compartí con Celedonio su alegría por el hallazgo."
Zafra, París, la biblioteca en la que espero pasar unas horas estos días, la Plaza del Pilar Redondo de mi pueblo... Me lo llevo mañana conmigo. Y ya diré.
No todos los días se recibe el ejemplar personalizado de una novela que toma la ciudad en la que naciste como espacio narrativo. En la que nacieron Pedro de Valencia y Ruy López de Segura, que saldrán en estas páginas, lógicamente, conociendo a Antonio Prieto. —Me lo llevo mañana a París; me he dicho. Y mi sorpresa al empezar a leer la primera página —que tantas veces es la página 9: "Caminaba un tanto aburrido e indeciso por el paseo de "Las huellas perdidas" cuando me tropecé inesperadamente con don Celedonio, un probo historiador abulense con el que había trabado amistad cuando registrábamos datos en el Departamento de Manuscritos de la Biblioteca Nacional de París. Mientras nos abrazábamos, sorprendidos ambos por el fortuito encuentro, mi memoria recordó su joven rostro, volcado a la alegría porque acababa de encontrar un ignoto o perdido Tratado de amor castellano cuyas características paleográficas lo situaban a finales del siglo XVI y posiblemente redactado en Zafra. Yo buscaba otra cosa muy distinta, pero compartí con Celedonio su alegría por el hallazgo."
Zafra, París, la biblioteca en la que espero pasar unas horas estos días, la Plaza del Pilar Redondo de mi pueblo... Me lo llevo mañana conmigo. Y ya diré.
lunes, mayo 03, 2010
Otra vez Chaves Nogales
Lo publicado hoy en El País sobre el escritor andaluz Chaves Nogales (1897-1944) y la edición de La agonía de Francia (Libros del Asteroide, 2010), con prólogo de Xavier Pericay, me recuerda una entrada aquí hace poco más de un año, y la atmósfera de aquello. Me llamó la atención que no se mencionase a Maribel Cintas Guillén, que tanto ha trabajado en la difusión de la figura y las obras del escritor, aunque no siempre que se hable, y menos si se trata de una crónica periodística, hay que mencionar a dicha profesora. Bien. Pero hoy, cuando se subraya el interés de rescatar un libro olvidado en España desde su publicación en Uruguay en 1941, se dice que "hasta que se incluyó en unas obras completas de la Junta de Andalucía". Sin más. Es raro. Que el lector juzgue si lee aquello que puse, con sus enlaces.
La lectura del periódico hoy me ha recordado que no acusé recibo, al menos desde aquí, del envío de otra aportación —ésta con su clave doméstica y cercana, con Emilia, Valentín...— de Mª Isabel Cintas y de la que tenía tomadas mis notas: su libro Alájar, alhaja. Biografía de Antonio Alonso Vital, teósofo y masón sevillano (1891-1984), publicado el pasado año por el Patronato del Real Alcázar del Ayuntamiento de Sevilla y el Aula para la Recuperación de la Memoria Histórica. Sin más datos, yo creo que el libro nace de una casa, de la que habitó alguien que pensó, que sufrió el exilio, alguien con una vida digna de ser reconstruida a partir de un archivo conservado con mimo por personas con sensibilidad. Me ha interesado también la forma elegida por la autora para tejer el relato de esta vida sencilla, asumiendo las voces que ponen en orden los documentos, los papeles; me ha interesado la libertad con que está escrito, nacida, a mi modo de ver, de un aire familiar. No sé.
La lectura del periódico hoy me ha recordado que no acusé recibo, al menos desde aquí, del envío de otra aportación —ésta con su clave doméstica y cercana, con Emilia, Valentín...— de Mª Isabel Cintas y de la que tenía tomadas mis notas: su libro Alájar, alhaja. Biografía de Antonio Alonso Vital, teósofo y masón sevillano (1891-1984), publicado el pasado año por el Patronato del Real Alcázar del Ayuntamiento de Sevilla y el Aula para la Recuperación de la Memoria Histórica. Sin más datos, yo creo que el libro nace de una casa, de la que habitó alguien que pensó, que sufrió el exilio, alguien con una vida digna de ser reconstruida a partir de un archivo conservado con mimo por personas con sensibilidad. Me ha interesado también la forma elegida por la autora para tejer el relato de esta vida sencilla, asumiendo las voces que ponen en orden los documentos, los papeles; me ha interesado la libertad con que está escrito, nacida, a mi modo de ver, de un aire familiar. No sé.
domingo, mayo 02, 2010
Un latido en la memoria
Así han titulado este corto, producto de un encuentro y una experiencia, los alumnos participantes en el Campus Cineposible 2010, que se celebró en Almendralejo entre el 14 y el 18 de abril recién pasado. En este blog es el día del padre. Por eso va aquí esto: Julia Lama Guerrero (Cáceres, 1991) es estudiante de primer curso del Grado de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Extremadura, ha participado en el Campus Cineposible 2010 y ha estado al pie de este corto. Con Gema Guerra Benito, Fátima López de la Rosa, Saray de la Hoz, Olivia Mateos, Mª José Gutiérrez Sánchez, Estefanía Verdejo, Ana Gómez Llorente, Iván Ayuso Silvestre, Rosa Mª Sánchez Márquez, Roberto Nieves de la Fuente y Javier Álvarez Simón, con la colaboración de directores como Peter Wedel o Marcela Esquivel, entre otros, participantes con sus trabajos en Cineposible. Julia estuvo en el campus en Almendralejo. Disfrutó, me ha dicho, y ha escrito. Claro.
Miguel Hernández
Hace pocos días hablé a mis alumnos de Miguel Hernández (1910-1942) a propósito de una de sus imágenes más difundidas: el retrato que le hizo el dramaturgo Antonio Buero Vallejo (1916-2000) durante el encierro de ambos en la prisión de Conde de Toreno en Madrid, fechado en un día de enero que a mí me resulta especialmente cercano, claro y vivo, el 25; pero de un año oscuro, 1940. En realidad, hablábamos en clase de Buero y de El tragaluz; pero ellos saben que, aunque no suelo irme por las ramas, me gusta mucho hablar del gran árbol de la literatura. El caso es que ese mismo día fue a mi despacho una alumna mía que tenía que exponer un análisis de la poesía de Miguel Hernández en la clase de mi colega José Luis Bernal. Yo acababa de recibir un ejemplar de Un cósmico temblor de escalofríos. Estudios sobre Miguel Hernández. Edición de Francisco Javier Díez de Revenga y Mariano de Paco. Murcia, Fundación CajaMurcia, 2010 —secuela de aquellos Estudios sobre Miguel Hernández publicados por la Universidad de Murcia en 1992. El envío venía de sus dos editores, Mariano de Paco y Francisco Javier Díez de Revenga. Gracias. Ofrecí, pues, a mi alumna toda una novedad; pero ella tenía todo preparado para su trabajo.
De todos los poetas de los que trata José Luis Bernal en sus clases sobre poesía del siglo XX en quinto curso de Filología Hispánica, estoy seguro de que Miguel Hernández es el que menos trayectoria tiene; aunque es posible que nuestra alumna se haya dado cuenta de que es una de las más intensas. En ello se empeñan los autores de este volumen, que estudian la obra poética de Miguel Hernández (Carmen Alemany escribe sobre los ejercicios formales del oriolano; Antonio Díez Mediavilla propone una aplicación didáctica de las elegías hernandianas a Sijé y a Lorca, José Luis Bernal escribe sobre el Cancionero y romancero de ausencias, y Francisco Díaz de Castro muestra una clarividente caracterización de los modos poéticos del autor de Perito en lunas); las relaciones de Hernández con las artes plásticas (Juan Cano Ballesta, que habla de Cossío, con quien compartió tertulia en el Lión [sic], y de la Escuela de Vallecas, los pintores Benjamín Palencia y Maruja Mallo y el escultor Alberto, que no Roberto, Sánchez); con los poetas españoles de posguerra (Francisco Javier Díez de Revenga, que rescata otro Homenaje a Miguel Hernández, pero de 1975, publicado en Plaza & Janés, y que recuerda un buen número de nombres y de textos significativos). En fin, Neruda y Hernández (en el texto de Javier Herrero); Hernández y la elegía (Manuel Ramos Ortega); Hernández y la guerra (en lo escrito por Julio Neira); Miguel Hernández y los poetas malagueños (Antonio Gómez Yebra habla del malagueño nacido en Sevilla Vicente Aleixandre, de Altolaguirre, del malagueño nacido en un pueblo de Cádiz Pérez Clotet, del malagueño nacido en la cordobesa Montilla Bernabé Fernández-Canivell o de Carlos Rodríguez Spiteri, entre otros); Hernández y la tradición áurea, sobre todo, Garcilaso (Francisco Florit), Hernández e Hispanoamérica (en cuanto a la difusión de su obra en Cuba, en el trabajo de Manuel Cifo, en lo que se refiere al modernismo, con Darío, Nervo y Herrera y Reissig, en la aportación de José Mª Balcells, y también en el itinerario que propone José Carlos Rovira en su artículo).
Hay otros lados de la intensidad hernandiana en este volumen. Gabriele Morelli escribe sobre Josefina Manresa en un fragmento de lo que realmente es la memoria reciente de un hispanista, interesante; Mariano de Paco sobre Hernández como personaje dramático y Virtudes Serrano sobre Hernández y su lado dramático; o Javier Villán que lo hace sobre Miguel Hernández y los toros (Cossío, la poesía, El torero más valiente). Una de las más tempranas señales del centenario. Con fundamento.
De todos los poetas de los que trata José Luis Bernal en sus clases sobre poesía del siglo XX en quinto curso de Filología Hispánica, estoy seguro de que Miguel Hernández es el que menos trayectoria tiene; aunque es posible que nuestra alumna se haya dado cuenta de que es una de las más intensas. En ello se empeñan los autores de este volumen, que estudian la obra poética de Miguel Hernández (Carmen Alemany escribe sobre los ejercicios formales del oriolano; Antonio Díez Mediavilla propone una aplicación didáctica de las elegías hernandianas a Sijé y a Lorca, José Luis Bernal escribe sobre el Cancionero y romancero de ausencias, y Francisco Díaz de Castro muestra una clarividente caracterización de los modos poéticos del autor de Perito en lunas); las relaciones de Hernández con las artes plásticas (Juan Cano Ballesta, que habla de Cossío, con quien compartió tertulia en el Lión [sic], y de la Escuela de Vallecas, los pintores Benjamín Palencia y Maruja Mallo y el escultor Alberto, que no Roberto, Sánchez); con los poetas españoles de posguerra (Francisco Javier Díez de Revenga, que rescata otro Homenaje a Miguel Hernández, pero de 1975, publicado en Plaza & Janés, y que recuerda un buen número de nombres y de textos significativos). En fin, Neruda y Hernández (en el texto de Javier Herrero); Hernández y la elegía (Manuel Ramos Ortega); Hernández y la guerra (en lo escrito por Julio Neira); Miguel Hernández y los poetas malagueños (Antonio Gómez Yebra habla del malagueño nacido en Sevilla Vicente Aleixandre, de Altolaguirre, del malagueño nacido en un pueblo de Cádiz Pérez Clotet, del malagueño nacido en la cordobesa Montilla Bernabé Fernández-Canivell o de Carlos Rodríguez Spiteri, entre otros); Hernández y la tradición áurea, sobre todo, Garcilaso (Francisco Florit), Hernández e Hispanoamérica (en cuanto a la difusión de su obra en Cuba, en el trabajo de Manuel Cifo, en lo que se refiere al modernismo, con Darío, Nervo y Herrera y Reissig, en la aportación de José Mª Balcells, y también en el itinerario que propone José Carlos Rovira en su artículo).
Hay otros lados de la intensidad hernandiana en este volumen. Gabriele Morelli escribe sobre Josefina Manresa en un fragmento de lo que realmente es la memoria reciente de un hispanista, interesante; Mariano de Paco sobre Hernández como personaje dramático y Virtudes Serrano sobre Hernández y su lado dramático; o Javier Villán que lo hace sobre Miguel Hernández y los toros (Cossío, la poesía, El torero más valiente). Una de las más tempranas señales del centenario. Con fundamento.