Ayer, la guinda, después de conocer el Museo de Orsay de París, que, aunque en obras, y, por eso, abigarrado, muestra una colección impresionante —e impresionista—, la puso la excelente exposición sobre el crimen en el arte que se inauguró el 16 de marzo y que estará abierta hasta el día 27 de junio. Demasiada gente —ayer fue fiesta nacional por los 65 años de la victoria de las tropas aliadas sobre la Alemania nazi—; pero espléndida exposición, riquísima en piezas de muy distinta procedencia. Entre Caín y Breton, que cierra la muestra, en una pirueta surrealista. Desde una guillotina auténtica de mediados del siglo XIX a Degas y Lombroso y la fisionomía. Marat, cómo no; pero también Goya y Victor Hugo. Las fotografías de Alphonse Bertillon: la identidad corporal prevalece sobre la identidad del alma. Impresionante.
Esta mañana, en el aeropuerto de Orly, había un vuelo a Lisboa cancelado; y no las tenía todas conmigo, ni siquiera ya sentado en el asiento 23-F, al lado de Mauro, una preciosidad de nueve meses, y su madre. Y es que leía en El País en blanco y negro de la edición europea que ayer en El Prat, el aeropuerto de Barcelona, sacaron a los pasajeros del avión que se disponía a volar a Budapest. En fin, ya en casa.
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