domingo, septiembre 30, 2007
De Cáceres (2)
Una protesta de Juanjo Cortés (The Funkesteins) en El Periódico Extremadura de hoy domingo por el tráfico que sigue malcirculando por la cacereña calle Caleros enciende mi indignación, con el debido respeto. Este vecino notable tiene razón. Me lo contó Lourdes, su compañera, hace tiempo, molesta, como hoy Juanjo, y confraternizando un día como vecinos de la Ciudad Monumental y aledaños. Ellos deben de tener un grueso expediente con reclamaciones y llamamientos. No hay derecho. Pagamos los impuestos.
Algunos pocos comentarios —con faltas de ortografía, como es habitual—, ha generado la opinión de Juanjo Cortés en El Periódico. Alguno habla de la vergüenza del tráfico en el Cáceres Patrimonio de la Humanidad. Y tiene razón. Los mejores rincones están llenos de coches. San Mateo —qué preciosidad el rincón del Convento de San Pablo— o el Palacio de Adaneros; pero llenos de coches. Los turistas y los vecinos se desesperan porque no hay manera de sacar una foto limpia. En la Plaza de San Juan, que está prohibidísimo el estacionamiento salvo en las horas de carga y descarga, todo lo ocupan los coches, por la tarde y por la noche, y los fines de semana. La puerta del Rectorado de la Universidad está llena de ellos, como la puerta de la Cámara de Comercio, en las traseras de la Iglesia de San Juan. Así está casi todo. Eso sí, correctamente señalizado.
De Cáceres (1)
El recorte arrugado de la última página del periódico HOY del viernes presenta un titular sobre una intervención de Bill Clinton que, con el debido respeto, debería haber encabezado la crónica, medida, poco apasionada, escéptica, y para leer entre líneas, de Claudio Mateos en ese mismo periódico referida al acto en apoyo “de Extremadura” [sic] a la candidatura de Cáceres como Ciudad Europea de la Cultura en 2016. Fue el jueves, y no acudí porque no entendí la convocatoria. Se han cumplido ya los tres años desde la propuesta y algunos aún andan adhiriéndose con discursos que reto a cualquiera a analizar.
Me alegré, porque lo pasé bien donde estuve y con quien estuve, y aproveché el tiempo. Dos personas amigas, Eduardo Alvarado e Isidro Timón, al día siguiente, coincidieron en hablarme de lo mejor del acto, la intérprete de LSE sobre las piezas de Miguel de Tena. Lo peor, la asistencia. Lástima. ¿Hay dudas aún sobre la adhesión de Extremadura, de su gobierno, de los ayuntamientos de todas sus ciudades..., al proyecto de Cáceres 2016? ¿Es necesario convocar actos así? ¿Por qué no en el Círculo de Bellas Artes de Madrid o en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona? Más inteligente, al día siguiente, Julián Rodríguez y su Editorial Periférica hacían más por Cáceres y su cultura, dando a conocer sus libros en la FNAC de Callao en Madrid. Sí.
viernes, septiembre 28, 2007
Me llaman Calle
Me envía un mensaje Mamen Briz, del colectivo HETAIRA, para divulgar que en la página web de Manu Chao puede verse y escucharse el videoclip de éste y de Fernando León de Aranoa sobre las princesas, las sin salida, Me llaman Calle. El colectivo HETAIRA desea agradecer a ambos, a Manu Chao y a Fernando León, su compromiso en defensa de los derechos de las prostitutas, nos escribe Mamen. Me hago eco.
miércoles, septiembre 26, 2007
martes, septiembre 25, 2007
Una calle para mi hermano
Mi hermano merece una calle en Zafra. La merece más que Cánovas del Castillo, que Gregorio Fernández, que el Olivo, el Almendro, el Laurel, la Cruz, que Santa Catalina y, por supuesto, que el comandante —o lo que fuese— Castejón. Mi hermano José María ha dedicado tanto tiempo y tanto trabajo, inteligencia e ingenio a su ciudad que cualquier calle sería estrecha, si así tuviese que medirse uno de los reconocimientos que merece quien decidió vivir en Zafra y dedicarse a ella. Artífice de tanto, puso en pie una de las más pujantes universidades populares de aquellos años, ideó y construyó luego un taller de educación que hoy tienen como madre varias iniciativas modernas que dan de comer a muchos; estuvo una década entregado a la política municipal como concejal del Ayuntamiento de Zafra y ha escrito uno de los libros principales de historia local —y universal— que pueden escribirse, por valiente, justo y riguroso. Por menos, algunos nombran avenidas.
El final del fin de semana, que cayó en domingo, casi como siempre, fue apoteósico. Me planté en Zafra en hora y poco con el único propósito de escuchar a mi hermano diciendo el pregón de la Feria de nuestro pueblo, quingentenaria y superior. Una pieza oratoria memorable la de mi hermano José María, que tomó como hilo de su discurso el ingenio como blasón inmaterial de nuestro pueblo. Eché en falta a nuestro amigo Manolo Peláez —y allí estuvo, como siempre, Mercedes Santos—, a quienes saludo desde estas líneas que sé que sentirán muy cercanas, por dedicadas a Josemari. Sea. Esa misma noche, después de un rato en el espléndido patio del Parador, el Castillo de los Duques de Feria, dormí en casa, en mi cama. Era tarde ya, casi la una y media de la noche; y soñé que volvía a Zafra porque mi hermano descubría el letrero de su calle en un acto multitudinario —y en vida, claro—, como el de la otra noche.
El final del fin de semana, que cayó en domingo, casi como siempre, fue apoteósico. Me planté en Zafra en hora y poco con el único propósito de escuchar a mi hermano diciendo el pregón de la Feria de nuestro pueblo, quingentenaria y superior. Una pieza oratoria memorable la de mi hermano José María, que tomó como hilo de su discurso el ingenio como blasón inmaterial de nuestro pueblo. Eché en falta a nuestro amigo Manolo Peláez —y allí estuvo, como siempre, Mercedes Santos—, a quienes saludo desde estas líneas que sé que sentirán muy cercanas, por dedicadas a Josemari. Sea. Esa misma noche, después de un rato en el espléndido patio del Parador, el Castillo de los Duques de Feria, dormí en casa, en mi cama. Era tarde ya, casi la una y media de la noche; y soñé que volvía a Zafra porque mi hermano descubría el letrero de su calle en un acto multitudinario —y en vida, claro—, como el de la otra noche.
En la fotografía, puede observarse, de nuevo, su actitud protectora. Además, parece como si me tomase el pulso. Sin duda, merece una calle. Impresionante.
XII Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval
Nuestra Universidad y esta ciudad de Cáceres acogen el duodécimo Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval que preside Carlos Alvar. En el ámbito de los estudios filológicos y de historia literaria es todo un acontecimiento que viene celebrándose cada dos años, y más acontecimiento hoy aquí por el marco de esta edición, que por primera vez se celebra en Extremadura y en su Universidad, en nuestra Facultad de Filosofía y Letras, en donde contamos con profesores, como Javier Grande Quejigo o Jesús Cañas Murillo, directores de este congreso, que en el presente o en un pasado reciente, hacen y han hecho aportaciones notables al panorama de los estudios medievales.
Hoy he disfrutado nuevamente escuchando a quien fuera mi profesor de Literatura Medieval, Miguel Ángel Pérez Priego, que nos ha hablado de la presencia de la poesía de cancioneros en el teatro castellano desde Juan del Encina a Lucas Fernández o Torres Naharro. Sobre la poesía del siglo XV —comencé con los cancioneros de burlas— habría empezado a investigar yo de no irse de Cáceres, cuando yo aún alumnaba, este insigne medievalista, hoy profesor en la UNED.
En un apunte de la trastienda de este blog —la que esconde esbozos previos a la publicación— tengo unos versos de Juan del Encina: “Es vida perdida / vivir sin amor. /Mejor es vivir/ pesar y dolores / que estar sin amores.” Llevan la anotación lamentosa y sorprendente de “¡Qué poca poesía medieval se lee en los blogs!” Así, sin complejos. Y tiene años el apunte.
Hoy he revivido aquello al escuchar y leer en la conferencia de Pérez Priego otros versos, de Torres Naharro, por ejemplo: “Una tierra sola, Roma,/ y un Señor, un solo Dios, / y una dama sola, vos.” O los de la Farsa llamada Rosiela tomados del Cancionero General: “No quexo de mi passión, / aunque muero en padescella, / que escusa la querella / quando la causa razón.” Qué bonito.
A partir de hoy y hasta el sábado, un montón de gente sabia —Alan Deyermond, Isabel Uría, Cristina de Almeida de Ribeiro, Juan Paredes Núñez, María E. Lacarra, Vicente Beltrán..., además de los citados y otros— pisarán las calles de Cáceres, también de Guadalupe y de Trujillo, y resonarán en ellas ecos de las cantigas de escarnio alfonsíes, de la poesía cancioneril, de la galaico-portuguesa o de la prosa de don Juan Manuel. Un grato privilegio.
Hoy he disfrutado nuevamente escuchando a quien fuera mi profesor de Literatura Medieval, Miguel Ángel Pérez Priego, que nos ha hablado de la presencia de la poesía de cancioneros en el teatro castellano desde Juan del Encina a Lucas Fernández o Torres Naharro. Sobre la poesía del siglo XV —comencé con los cancioneros de burlas— habría empezado a investigar yo de no irse de Cáceres, cuando yo aún alumnaba, este insigne medievalista, hoy profesor en la UNED.
En un apunte de la trastienda de este blog —la que esconde esbozos previos a la publicación— tengo unos versos de Juan del Encina: “Es vida perdida / vivir sin amor. /Mejor es vivir/ pesar y dolores / que estar sin amores.” Llevan la anotación lamentosa y sorprendente de “¡Qué poca poesía medieval se lee en los blogs!” Así, sin complejos. Y tiene años el apunte.
Hoy he revivido aquello al escuchar y leer en la conferencia de Pérez Priego otros versos, de Torres Naharro, por ejemplo: “Una tierra sola, Roma,/ y un Señor, un solo Dios, / y una dama sola, vos.” O los de la Farsa llamada Rosiela tomados del Cancionero General: “No quexo de mi passión, / aunque muero en padescella, / que escusa la querella / quando la causa razón.” Qué bonito.
A partir de hoy y hasta el sábado, un montón de gente sabia —Alan Deyermond, Isabel Uría, Cristina de Almeida de Ribeiro, Juan Paredes Núñez, María E. Lacarra, Vicente Beltrán..., además de los citados y otros— pisarán las calles de Cáceres, también de Guadalupe y de Trujillo, y resonarán en ellas ecos de las cantigas de escarnio alfonsíes, de la poesía cancioneril, de la galaico-portuguesa o de la prosa de don Juan Manuel. Un grato privilegio.
miércoles, septiembre 19, 2007
La BVPB
El otro día conversaba con una colega sobre actitudes y modos en la enseñanza de la literatura, y, en concreto, sobre los usos y abusos de internet por parte de los estudiantes —y de los profesores, añado. Me decía, entre otras muchas cosas sabias que siempre tengo a gala compartir y aplicar en mis clases, que están acostumbrándose —estamos acostumbrándonos, añado— a no visitar las bibliotecas ni las hemerotecas, a que todo —parte de todo— puedan bajarlo de la red, y que llegará el momento en que no sabrán qué es una biblioteca.
Días después de aquella conversación y vuelto a la tarea cotidiana de buscar información en la biblioteca, entre papeles y libros que huelen, y en la red, utilísima e inodora, no estoy con mi dilecta colega en aquello que decía. Y apuesto por un estudiante de filología que, sin perder el contacto con las bibliotecas —algo, por el momento, imposible según a qué altura de su formación—, saque todo el partido —y qué maravilla, y qué bien si nosotros, cuando hacíamos nuestras tesis, hubiésemos tenido esa posibilidad— a consultar desde la silla de su estudio en casa las 675 páginas de las Definiciones de la Orden de Calatrava elaboradas por Jerónimo de Mascareñas y otros, y publicadas en 1661. Sin pisar la biblioteca. Porque no es lo mismo trabajar sobre bibliografía material, para lo que es inexcusable tocar el libro, que buscar casos de oraciones de relativo en el Persiles.
Saludo, pues, la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico, un proyecto del Ministerio de Cultura y las Comunidades Autónomas para la difusión mediante facsímiles digitales de colecciones de manuscritos y libros impresos antiguos, y que incluye, por el momento, más de doscientas cincuenta mil páginas de casi mil títulos conservados en las Bibliotecas Públicas del Estado. Sin salir de casa.
Días después de aquella conversación y vuelto a la tarea cotidiana de buscar información en la biblioteca, entre papeles y libros que huelen, y en la red, utilísima e inodora, no estoy con mi dilecta colega en aquello que decía. Y apuesto por un estudiante de filología que, sin perder el contacto con las bibliotecas —algo, por el momento, imposible según a qué altura de su formación—, saque todo el partido —y qué maravilla, y qué bien si nosotros, cuando hacíamos nuestras tesis, hubiésemos tenido esa posibilidad— a consultar desde la silla de su estudio en casa las 675 páginas de las Definiciones de la Orden de Calatrava elaboradas por Jerónimo de Mascareñas y otros, y publicadas en 1661. Sin pisar la biblioteca. Porque no es lo mismo trabajar sobre bibliografía material, para lo que es inexcusable tocar el libro, que buscar casos de oraciones de relativo en el Persiles.
Saludo, pues, la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico, un proyecto del Ministerio de Cultura y las Comunidades Autónomas para la difusión mediante facsímiles digitales de colecciones de manuscritos y libros impresos antiguos, y que incluye, por el momento, más de doscientas cincuenta mil páginas de casi mil títulos conservados en las Bibliotecas Públicas del Estado. Sin salir de casa.
martes, septiembre 18, 2007
Grados de la barbarie
Leo la prensa del día. Hoy no trae muertos en Irak, aunque los ha habido. Los cadáveres que trae hoy el periódico llevan fríos ya cuarenta y ocho horas, porque son los de los ocho civiles que han provocado que la compañía de mercenarios 'Blackwater' haya sido privada de su permiso (?) por parte del Gobierno iraquí para trabajar en el país. Los mataron el domingo en un fuego cruzado tras la explosión de un coche bomba.
Sigo leyendo. Ingrid Betancourt, la que fuera candidata presidencial, lleva más de cinco años secuestrada por las FAR de Colombia. Durante muchos meses de ese tiempo ha permanecido encadenada, según cuenta otro secuestrado como John Pinchao, que ha logrado huir tras ocho años de cautiverio.
Entre un semáforo y otro termino, como todas las mañanas, la columna de la última página. Hoy, los “Gamberros”, de Rosa Montero. ¿Por qué alguien escenifica su deseo de hacer mal a otro quemando su retrato? Me hace dudar. O no hay diferencia entre eso y la agresión o el asesinato; o en España no hay medios en los que expresar las convicciones contra la monarquía como modelo de Estado.
Sigo leyendo. Ingrid Betancourt, la que fuera candidata presidencial, lleva más de cinco años secuestrada por las FAR de Colombia. Durante muchos meses de ese tiempo ha permanecido encadenada, según cuenta otro secuestrado como John Pinchao, que ha logrado huir tras ocho años de cautiverio.
Entre un semáforo y otro termino, como todas las mañanas, la columna de la última página. Hoy, los “Gamberros”, de Rosa Montero. ¿Por qué alguien escenifica su deseo de hacer mal a otro quemando su retrato? Me hace dudar. O no hay diferencia entre eso y la agresión o el asesinato; o en España no hay medios en los que expresar las convicciones contra la monarquía como modelo de Estado.
lunes, septiembre 17, 2007
José Antonio Bravo
Podrá sorprender encontrarse una esquela en un blog, o, por extensión, en la red. Quizá ahí radique una de las diferencias entre leer el periódico en pantalla o en papel. Como suelo leer el periódico en papel, lo que me sorprendió ayer fue el nombre leído en la sección de esquelas, que habitualmente leo, como hacía mi padre y sigue haciendo mi madre. A veces ocurre. Que el mazazo llega a través de la lectura consuetudinaria.
José Antonio Bravo era una de las personas más importantes de Cáceres. Alguien podrá preguntarse cómo es posible eso si no salía en los medios asiduamente, si no ostentaba cargo alguno ni se dejaba ver en los actos sociales de la ciudad. Nació bueno y trabajador, y con esas dos cualidades, poco a poco, llegó a ser una de las personas más importantes de Cáceres. O sea, que naciendo así, ya fue una de las personas más importantes de esta ciudad. Un notable empresario de aquí, un hombre profundamente religioso, abierto y entrañable, sensible a los hechos culturales y a la necesidad social de su entorno. Un ejemplo que hoy puede verse en sus hijos José Antonio, Pablo, Fernando, Jesús Carlos, David y en su hija Begoña, en cuyos gestos y pasos en la vida he visto siempre la huella de sus padres, de José Antonio, que en paz descanse, y, por supuesto, de Nandi, la madre de todos, a quien ayer abracé.
Ya jubilado él, me lo encontré en el Paseo de Cánovas después de un tiempo sin vernos. Nos alegramos del encuentro. Me contó que colaboraba con Cáritas y que iba al banco, para acompañar a un toxicómano en rehabilitación, y ayudarle a cobrar su subsidio y, de paso, a convencerle para gastarlo bien. Luego, con Nandi y con él, varias veces, recordando los tiempos aquellos, hace más de veinte años, y sus hijos... Aquellos tiempos en los que esta familia regentaba la cocina y el bar de la Residencia Universitaria San José en la que vivimos un tiempo un grupo de personas que hoy recordamos con cariño a José Antonio. Allí, con él, hablábamos de literatura, hacíamos una revista —Residencia— en la que los suscriptores en los primeros lugares de la lista —por orden alfabético— eran los Bravo; allí, en alguna de aquellas noches jugando a los dados y tomando algo comenzó a fraguar el proyecto de abrir un restaurante en la Plaza Mayor, lo que fue El Puchero. Claro, nosotros queríamos que abriese una especie de café literario y bohemio; y José Antonio, más inteligente y mayor —tendría unos cuarenta y ocho años— que unos estudiantes de segundo o tercer año de carrera, no nos hizo caso y montó un negocio importante, para dar empleo a muchos. Allí organizamos el Premio Aldecoa de Cuentos, con Josefina R. de Aldecoa, con José Antonio Gabriel y Galán, con otros colegas de la Facultad. Lo ganó Santiago Aragón y el segundo lugar fue para Carmen Galán, y ambos publicaron sus cuentos en la revista Anaquel, en 1987.
José Antonio vivía estas iniciativas con pasión. Nos ayudaba, desprendido. Cuando, por aquellos años, unos amigos alquilamos un piso sin muebles en Cáceres, nos dejó las llaves de su chalet en Malpartida, adonde acudimos con una furgoneta y nos llevamos de allí electrodomésticos, sillas, enseres varios. Fue aval de todos los amigos que, cuando crecimos, nos dimos cuenta de que también era aval de muchos cacereños para más importantes empeños. Así era, generoso, como su sonrisa. Lloro su muerte.
sábado, septiembre 15, 2007
Vasos comunicantes
He recibido el último número (37) de Vasos comunicantes, la revista de la Sección Autónoma de Traductores de la Asociación Colegial de Escritores, cuando estaba escribiendo un texto sobre la lengua, sobre mi lengua. No sé si lo terminaré, a pesar de que no es largo. Si lo termino, no sé si lo publicaré aquí. Supongo que sí. Ha resultado una curiosa coincidencia recibir esta revista que habla de las lenguas y de sus trasvases.
Tiene como saluda un texto merliniano, militante, llamativo, en el mejor de los sentidos, invocador. De Mario Merlino, el director junto a Carmen Francí de Vasos comunicantes, traductor de Lobo Antunes y de Nélida Piñon. A Mario Merlino lo conocí hace casi un año en Cáceres en el último encuentro de Ágora. El debate peninsular, que tiene su presencia en este número en los textos de traductoras como Ana Belén García Benito o Eloísa Álvarez.
“Nuevas batallas por la propiedad de la lengua” es uno de los textos de este número que más de lleno me ha llegado mientras yo pensaba en mi lengua. Se trata del texto de la conferencia de Marcelo Cohen (traductor de Jane Austen, Henry James o Clarice Lispector, entre otros muchos) que en lo que tiene de crónica de una parte de la propia vida resulta interesante y en lo que tiene de referencias al mundo de la traducción lo mismo.
Luego me he enterado de la concesión del XVIII Premio Stendhal de traducción que convoca la Fundación Consuelo Berges y que ha recaído en Ascensión Cuesta por su traducción de la obra de Léon Bloy Historias impertinentes, editada por Menoscuarto. Ignacio Echevarría hizo la presentación del acto de entrega, y por su texto de nuevo aprendo con las consideraciones de quienes reflexionan sobre el hecho de traducir, en este caso, las de Echevarría, que habla de Bloy, de Karl Kraus, de Borges, de las buenas y de las malas traducciones...
Tienen estos Vasos comunicantes un recuerdo de Eduardo Naval firmado por Julia Escobar. Necesario y curioso. Curioso porque puede leerse una versión ampliada de esta nota necrológica de la escritora y traductora, publicada en noviembre de 2004; una versión más encendida, en la que, al tiempo que se lamentaba por el retraso en conocer la noticia de la muerte solitaria de Naval, hablaba de algunas circunstancias del Premio Planeta, de la vergüenza de un digno novelista como Marsé, y de Lucía Etxebarría y de su “novela abominable”, “impregnada de oxitocina, estimulante sustancia que segregan las parturientas y sin la cual Etxebarría ni hubiera sido madre, ni hubiera podido escribir este libro, sobre todo ante imágenes como la de estaba más pelada que el chocho de la Nancy y de ahí para arriba.” Yo reconozco que el recuerdo de Eduardo Naval, a quien debemos traducciones de Lídia Jorge, de Saramago, de Mia Couto, de João de Melo, de Mario Cláudio o de Eça de Queirós, no merece en la revista de la ACEtt tanto mandoble y tanta vulgaridad para otros y de otros. Claro, era en otro medio.
Y para terminar, de lo mejor. Una amena reseña —qué bien— del Diccionario panhispánico de dudas de la Real Academia Española, firmada por Ricardo Bada, que sólo por hablar de diccionarios me cae simpático. Pone Bada algunos reparos lógicos al DPD, obra que considera “formidable”: sobre la correcta acentuación de miligramo o de milímetro, o sobre la forma agujerada, como variante de agujereada. A este respecto, dice Bada que escribió a la costarricense Anacristina Rossi, que es la autoridad citada en el DPD con su obra María la noche (Barcelona, Editorial Lumen, 1985) como fuente de esa variante: agujerada. La contestación de Rossi: “Me sorprende con lo de agujerada. Porque lo que recuerdo es que yo escribí agujereada, como se dice en Costa Rica. ¡Si pone agujerada quiere decir que lo corrigieron en Lumen sin que yo me diera cuenta!”
Tiene como saluda un texto merliniano, militante, llamativo, en el mejor de los sentidos, invocador. De Mario Merlino, el director junto a Carmen Francí de Vasos comunicantes, traductor de Lobo Antunes y de Nélida Piñon. A Mario Merlino lo conocí hace casi un año en Cáceres en el último encuentro de Ágora. El debate peninsular, que tiene su presencia en este número en los textos de traductoras como Ana Belén García Benito o Eloísa Álvarez.
“Nuevas batallas por la propiedad de la lengua” es uno de los textos de este número que más de lleno me ha llegado mientras yo pensaba en mi lengua. Se trata del texto de la conferencia de Marcelo Cohen (traductor de Jane Austen, Henry James o Clarice Lispector, entre otros muchos) que en lo que tiene de crónica de una parte de la propia vida resulta interesante y en lo que tiene de referencias al mundo de la traducción lo mismo.
Luego me he enterado de la concesión del XVIII Premio Stendhal de traducción que convoca la Fundación Consuelo Berges y que ha recaído en Ascensión Cuesta por su traducción de la obra de Léon Bloy Historias impertinentes, editada por Menoscuarto. Ignacio Echevarría hizo la presentación del acto de entrega, y por su texto de nuevo aprendo con las consideraciones de quienes reflexionan sobre el hecho de traducir, en este caso, las de Echevarría, que habla de Bloy, de Karl Kraus, de Borges, de las buenas y de las malas traducciones...
Tienen estos Vasos comunicantes un recuerdo de Eduardo Naval firmado por Julia Escobar. Necesario y curioso. Curioso porque puede leerse una versión ampliada de esta nota necrológica de la escritora y traductora, publicada en noviembre de 2004; una versión más encendida, en la que, al tiempo que se lamentaba por el retraso en conocer la noticia de la muerte solitaria de Naval, hablaba de algunas circunstancias del Premio Planeta, de la vergüenza de un digno novelista como Marsé, y de Lucía Etxebarría y de su “novela abominable”, “impregnada de oxitocina, estimulante sustancia que segregan las parturientas y sin la cual Etxebarría ni hubiera sido madre, ni hubiera podido escribir este libro, sobre todo ante imágenes como la de estaba más pelada que el chocho de la Nancy y de ahí para arriba.” Yo reconozco que el recuerdo de Eduardo Naval, a quien debemos traducciones de Lídia Jorge, de Saramago, de Mia Couto, de João de Melo, de Mario Cláudio o de Eça de Queirós, no merece en la revista de la ACEtt tanto mandoble y tanta vulgaridad para otros y de otros. Claro, era en otro medio.
Y para terminar, de lo mejor. Una amena reseña —qué bien— del Diccionario panhispánico de dudas de la Real Academia Española, firmada por Ricardo Bada, que sólo por hablar de diccionarios me cae simpático. Pone Bada algunos reparos lógicos al DPD, obra que considera “formidable”: sobre la correcta acentuación de miligramo o de milímetro, o sobre la forma agujerada, como variante de agujereada. A este respecto, dice Bada que escribió a la costarricense Anacristina Rossi, que es la autoridad citada en el DPD con su obra María la noche (Barcelona, Editorial Lumen, 1985) como fuente de esa variante: agujerada. La contestación de Rossi: “Me sorprende con lo de agujerada. Porque lo que recuerdo es que yo escribí agujereada, como se dice en Costa Rica. ¡Si pone agujerada quiere decir que lo corrigieron en Lumen sin que yo me diera cuenta!”
miércoles, septiembre 12, 2007
Moratín padre
Espero que no parezca extraño que me alegre de la novedad estupenda que supone que en los dos últimos años se haya dado tan inocua redundancia editorial: dos ediciones anotadas del teatro de Nicolás Fernández de Moratín. De una hablé aquí y hablaré en una reseña que publicará la revista Dieciocho, la edición de las Tragedias a cargo de Josep Maria Sala Valldaura en Editorial Crítica. De la otra hablo ahora, la edición de Jesús Pérez Magallón, profesor de McGill University en Canadá, almeriense trasplantado a Barcelona, en donde publicó sus poemas —tiene libro en Ámbito literario—, buen lector, autor de diversas y excelentes ediciones de textos —entre ellas la de la poesía de Leandro Fernández de Moratín y, junto a Russell P. Sebold, la de una rareza necesaria como El hombre práctico (1686), del Conde de Fernán Núñez. Se trata del Teatro completo de don Nicolás en la colección Letras Hispánicas de Ediciones Cátedra.
Se dice pronto. Ha pasado siglo y medio desde la última vez que se editaron estas obras en papel, así reunidas. De La petimetra, la comedia, hay ediciones modernas y bien cercanas; pero lo de las tragedias empezaba a ser ya preocupantemente trágico. Y espero que no parezca extraño lo que digo.
Junto a la extensa introducción de Sala Valldaura en su edición citada, las palabras escritas para la suya por Pérez Magallón son una de las aportaciones de mayor rigor e importancia sobre la figura del que fuera empleado de la Casa Real, buen amigo de Cadalso, uno de los más activos reformadores del teatro español y autor de uno de los libros en verso más netamente didácticos de su siglo: el Arte de las putas.
La petimetra, Lucrecia, Hormesinda y Guzmán el Bueno, las cuatro piezas, las puede tener en su mano el lector en esta edición tan manejable sin manual de instrucciones.
Se dice pronto. Ha pasado siglo y medio desde la última vez que se editaron estas obras en papel, así reunidas. De La petimetra, la comedia, hay ediciones modernas y bien cercanas; pero lo de las tragedias empezaba a ser ya preocupantemente trágico. Y espero que no parezca extraño lo que digo.
Junto a la extensa introducción de Sala Valldaura en su edición citada, las palabras escritas para la suya por Pérez Magallón son una de las aportaciones de mayor rigor e importancia sobre la figura del que fuera empleado de la Casa Real, buen amigo de Cadalso, uno de los más activos reformadores del teatro español y autor de uno de los libros en verso más netamente didácticos de su siglo: el Arte de las putas.
La petimetra, Lucrecia, Hormesinda y Guzmán el Bueno, las cuatro piezas, las puede tener en su mano el lector en esta edición tan manejable sin manual de instrucciones.
lunes, septiembre 10, 2007
Por La Vera amable
El sábado caminamos desde el Monasterio de Yuste hasta Garganta la Olla, y, desde allí, saliendo por el “puente romano”, hasta volver a la Cruz del Humilladero del camino de Cuacos al monasterio, muy cerca del Cementerio Alemán. Volví a entrar y, por primera vez, hice fotografías.
Para el visitante de la comarca de La Vera sólo hay una palabra que represente la experiencia. Amabilidad. La que a veces uno no encuentra en su propia ciudad o en otros núcleos supuestamente volcados hacia el turismo, o sea, hacia el servicio social con fin lucrativo. En Jaraíz de la Vera, si uno pregunta en una casa rural como La Casona —Marisa— si puede quedarse otra noche y no hay habitación, te la procuran en la casa de al lado, en la Finca Valvellidos —Avelino. Y ahí, en donde te buscan acomodo con familiar disposición, si preguntas por rutas andariegas, te las dan impresas desde el ordenador. También, en Garganta la Olla, en La Taberna, si preguntas dónde puedes comprar los periódicos, te dicen que te los traen, que ellos tienen que ir a comprar tabaco al estanco, donde se venden el Hoy y El País. En La Taberna, al lado de la iglesia, un cochinillo excelente, y un queso, y un tomate con pimentón, exquisitos. En Jaraíz de nuevo —que tiene, por cierto, una de las avenidas más ruidosas de España—, te tratan tan bien que puedes disfrutar de un partido de baloncesto sintiéndote en casa o de un disco casi completo de ‘El desván del duende’. Sintiéndote en casa. Amables.
viernes, septiembre 07, 2007
miércoles, septiembre 05, 2007
El Príncipe de la Alameda (I)
No quiso cantar después de una mala actuación de don Antonio Chacón por no dejar en evidencia al maestro. Se llevó a Juanito Valderrama de una fiesta porque se rieron de él, porque cerraba los ojos al cantar; “—Vámonos de aquí, Juanito, que tú no eres un cantaor de borrachos”, dicen que dijo. Se casó con su compañera de siempre el mismo día de su muerte, en julio de 1952, a los 59 años. Se pirraba por la música de Chopin. Era Tomás Pavón, el gran genio del cante de todos los tiempos, un cantaor de ensueño, rotundo, y “raro como un perro verde”, en palabras del sabio Manuel Bohórquez Casado, autor del libro que acaba de llegarme como mi mejor regalo de cumpleaños. Viene acompañado de un disco que incluye toda su discografía, 21 piezas. Es el Juan Rulfo del cante flamenco.
Llevaba desde el día de mi cumpleaños esperando el pedido, y hace una semana me encontré en la calle con otro Tomás Pavón, escritor, funcionario de la Diputación de Cáceres, socialista, presentador de un excelente programa de música en Canal Extremadura Radio. Le conté que iba a tener dentro de pocos días el libro de Manuel Bohórquez con el disco. Y me contó una anécdota. Cuando conoció a Antonio Carmona, el de ‘Ketama’, el hijo de Pepe Habichuela —ahí es nada. Cuando Tomás le dijo al Carmona cómo se llamaba, fue y le dijo éste: “—Qué flipe; lo que daría yo por llamarme así.” Se refería al Príncipe de la Alameda, la de Hércules en Sevilla, donde vivió este hombre que nació el 16 de febrero de 1893.
Manuel Bohórquez Casado, Tomás Pavón. El Príncipe de la Alameda. Sevilla, Pozo Nuevo, 2007.
La voz en espiral
Estoy disfrutando con la lectura de nuevo, a saltos —ventajas de haberla visitado tanto—, de la poesía de Ángel Campos Pámpano. La editorial Calambur va a publicar su Poesía, es decir, la primera recopilación de su obra poética desde 1984 hasta ahora, y quiero escribir el prólogo. Espero confirmar de visu que esta edición de Calambur será la primera, a la que le seguirá otra. U otras. Digo quiero porque ha sido el autor el que me ha pedido que escriba y yo el que estoy empeñándome en hacerlo, a pesar de mi incapacidad y de mis agobios con el tiempo y los encargos y tareas.
Quiero escribir un prólogo discreto, sin entrar en detalles. Los detalles los dejo para otros momentos. Hoy puedo decir que tengo miedo. (Perdón, ha sido una errata). Que tengo medio centenar de páginas sueltas escritas sobre la poesía de Ángel, a quien acompañé al Puerto de Santa María hace ya unos cuantos años, en unos días de lecturas poéticas, compartidas con Álvaro Valverde, Santiago Castelo, Antonio Gómez, Félix Grande. Escribí y hablé sobre La voz en espiral en el pueblo del poeta, San Vicente de Alcántara, una noche que me traje a Cáceres un lomo ibérico y una botella de vino y el olor de la noche y sus ruidos en la Sierra de San Pedro. Tengo, además, entre las páginas de La ciudad blanca, una cuartilla manuscrita, autógrafa de este año, con su primer poema escrito, a los doce años. Su título: “La noche”. Hoy puedo decir que estoy comenzando a construir un texto con algo de sentido sobre una poesía que es levedad y mirada, que es...
Anochece. Tu voz o tu silencio
—escrito a la intemperie contra el viento—
no es una comprensión
sino una misteriosa disciplina,
una necesidad tal vez, un balbuceo
que se pierde en la dureza del aire,
calcinada labor contra la muerte.
(De La voz en espiral, Valencia, Pre-Textos, 1998)
Quiero escribir un prólogo discreto, sin entrar en detalles. Los detalles los dejo para otros momentos. Hoy puedo decir que tengo miedo. (Perdón, ha sido una errata). Que tengo medio centenar de páginas sueltas escritas sobre la poesía de Ángel, a quien acompañé al Puerto de Santa María hace ya unos cuantos años, en unos días de lecturas poéticas, compartidas con Álvaro Valverde, Santiago Castelo, Antonio Gómez, Félix Grande. Escribí y hablé sobre La voz en espiral en el pueblo del poeta, San Vicente de Alcántara, una noche que me traje a Cáceres un lomo ibérico y una botella de vino y el olor de la noche y sus ruidos en la Sierra de San Pedro. Tengo, además, entre las páginas de La ciudad blanca, una cuartilla manuscrita, autógrafa de este año, con su primer poema escrito, a los doce años. Su título: “La noche”. Hoy puedo decir que estoy comenzando a construir un texto con algo de sentido sobre una poesía que es levedad y mirada, que es...
Anochece. Tu voz o tu silencio
—escrito a la intemperie contra el viento—
no es una comprensión
sino una misteriosa disciplina,
una necesidad tal vez, un balbuceo
que se pierde en la dureza del aire,
calcinada labor contra la muerte.
(De La voz en espiral, Valencia, Pre-Textos, 1998)
martes, septiembre 04, 2007
Septembrina
Me ha parecido ser uno más de los que ayer volvieron al trabajo, como si no hubiese estado aquí todo el mes de agosto. Uno más de los que saludan a todos en la Facultad, en el reencuentro. Y a empezar. Me lo ha parecido porque ayer, el primer día laborable de septiembre, hice mi primer examen. Cuatro alumnas. Una no era del curso; me pidió que le adelantase la fecha del examen oficial porque se va ‘de Erasmus’ dentro de unos días. Otra me entregó el folio en blanco tras leer las preguntas. Las otras dos supervivientes hicieron un juego dispar, porque mientras A resolvió todo con holgura —hora y media antes del límite—, C agotó el último segundo antes de entregar su examen.
Y hablando de juego y de últimos segundos. Vaya bochorno por la retransmisión del primer partido de la selección de baloncesto en el Campeonato de Europa por La Sexta. El primer partido de una selección campeona del mundo, en un campeonato que se celebra en España. Si hablásemos de fútbol... Pero no. O sí, porque el fútbol —un partido entre el Sevilla y AEK de Atenas, muy importante, clasificatorio para la Champions— se ha interpuesto, ha anulado, ha interrumpido, el primer partido de la magnífica selección española de baloncesto. Es una falta de respeto para los jugadores y todos los componentes de este excelente equipo, y para todos los aficionados al baloncesto. Ni preliminares, ni comentarios, ni cuartos completos, ni pantalla completa en momentos importantes de un partido sencillo pero transcendente. Un auténtico despropósito en una retransmisión deportiva. Qué cosas.
domingo, septiembre 02, 2007
"—No como Rosa Regàs"
De verdad que ya no doy crédito. La expresión del titular de este item es de Javier Moreno, director de El País, quien firma la entrevista que publica hoy este diario con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Está dicha en una especie de suelto dialogado, entresacado de la entrevista principal, en el que ambos hablan sobre los gustos lectores y ciertas aficiones del presidente (Gamoneda, siempre). Dice el periódico que dice Zapatero que se levanta pronto, escucha la radio, desayuna, sale un rato a correr, y, a media mañana lee. “Incluso todos los periódicos”, dice el periódico que dijo Zapatero. Y luego: “En verano es cuando con más intensidad leo los periódicos. Tengo más tiempo y me gusta leer la parte menos política: cultura, sociedad, verano.” Pues, bien, entre un fragmento y otro, está el inciso de Javier Moreno:
—No como Rosa Regàs.
La suspicacia y la desconfianza cuando leo no las renonozco como rasgos propios. Sin ser tonto, para algunos puedo pecar de incauto porque creo en la buena voluntad de la gente, y ojalá mis allegados puedan confirmarlo. Es muy cansado estar leyendo siempre entre líneas cuando uno no está trabajando. Pero lo de hoy ha colmado el vaso.
El otro día puse aquí un texto sobre la Biblioteca Nacional, que dediqué a quien ha sido su directora hasta hace unos días. Generó algunos interesantes comentarios, e intervine aludiendo al editorial que El País el 31 de agosto —el mismo día que se celebraba en La Moncloa la entrevista con Rodríguez Zapatero—, dedicó a la Nacional, más bien a Rosa Regàs, de quien se decía que “debería moderar más su verbo y regresar a su pasión por la pluma olvidando esta breve y desafortunada experiencia como funcionaria”; y que el nuevo ministro está obligado a cerrar pronto este asunto con el nombramiento de un sustituto “que tenga la capacidad de gestión que Regàs no ha mostrado en tres años de mandato”.
Hoy, Rosa Regàs, en la entrevista con el presidente del Gobierno, tiene más menciones que Sarkozy, que Miguel Sanz, que el general Félix Sanz Roldán del Comité Militar de la OTAN y, por supuesto, que César Antonio Molina. A Rosa Regàs se le cita tres veces con su nombre y apellido, una como “la ya ex directora de la Biblioteca Nacional” y otra más, redundante y destacada, entrefileteada en la cabeza de la página. En total, cinco menciones. Dos menos que Mariano Rajoy, que es mencionado en la portada y en una de las citas de cabecera de página.
Pero es que, además, si uno lee el cuadernillo de Domingo, se encuentra con “No toquen el incunable”, un texto a casi toda la página, a falta del faldón, con la fotografía de Rosa Regàs y sus declaraciones sobre la necesidad de la digitalización de fondos y de sus grandes costes. Se llega a decir que la política llevada a cabo por la directora dimitida ha sido de “puertas abiertas, ausencia de controles.” El faldón se reserva para los mapas de Ptolomeo, los que han robado siendo directora Rosa Regàs.
Y todo esto después de la aclaración hecha por la escritora. De aquí a que alguien diga que a Rosa Regàs no le gusta que la gente lea...
¿Qué ocurre? Que alguien me lo explique, porque mi corto entendimiento...
—No como Rosa Regàs.
La suspicacia y la desconfianza cuando leo no las renonozco como rasgos propios. Sin ser tonto, para algunos puedo pecar de incauto porque creo en la buena voluntad de la gente, y ojalá mis allegados puedan confirmarlo. Es muy cansado estar leyendo siempre entre líneas cuando uno no está trabajando. Pero lo de hoy ha colmado el vaso.
El otro día puse aquí un texto sobre la Biblioteca Nacional, que dediqué a quien ha sido su directora hasta hace unos días. Generó algunos interesantes comentarios, e intervine aludiendo al editorial que El País el 31 de agosto —el mismo día que se celebraba en La Moncloa la entrevista con Rodríguez Zapatero—, dedicó a la Nacional, más bien a Rosa Regàs, de quien se decía que “debería moderar más su verbo y regresar a su pasión por la pluma olvidando esta breve y desafortunada experiencia como funcionaria”; y que el nuevo ministro está obligado a cerrar pronto este asunto con el nombramiento de un sustituto “que tenga la capacidad de gestión que Regàs no ha mostrado en tres años de mandato”.
Hoy, Rosa Regàs, en la entrevista con el presidente del Gobierno, tiene más menciones que Sarkozy, que Miguel Sanz, que el general Félix Sanz Roldán del Comité Militar de la OTAN y, por supuesto, que César Antonio Molina. A Rosa Regàs se le cita tres veces con su nombre y apellido, una como “la ya ex directora de la Biblioteca Nacional” y otra más, redundante y destacada, entrefileteada en la cabeza de la página. En total, cinco menciones. Dos menos que Mariano Rajoy, que es mencionado en la portada y en una de las citas de cabecera de página.
Pero es que, además, si uno lee el cuadernillo de Domingo, se encuentra con “No toquen el incunable”, un texto a casi toda la página, a falta del faldón, con la fotografía de Rosa Regàs y sus declaraciones sobre la necesidad de la digitalización de fondos y de sus grandes costes. Se llega a decir que la política llevada a cabo por la directora dimitida ha sido de “puertas abiertas, ausencia de controles.” El faldón se reserva para los mapas de Ptolomeo, los que han robado siendo directora Rosa Regàs.
Y todo esto después de la aclaración hecha por la escritora. De aquí a que alguien diga que a Rosa Regàs no le gusta que la gente lea...
¿Qué ocurre? Que alguien me lo explique, porque mi corto entendimiento...
Santa Lucía del Trampal
A Juan Rosco
Es una preciosidad a media hora de Cáceres, en un alcornocal, cerquita de Alcuéscar. El centro de interpretación se inauguró en mayo pasado. Santa Lucía del Trampal es la primera iglesia prerrománica hispánica de Extremadura. Estuvimos solos, en el centro y en la visita al templo, una de cuyas caras, la de la entrada, parece de casa solariega. Otra pareja, yéndose, charlaba con el encargado. Los buitres volaban alto y en círculos. Dice Carmen que llegará el día en que, por buscar la comida que ahora no tienen, van a venirse a anidar a las ciudades. Naranjos, ciruelos, olivos de rugosos troncos. Y en medio de este silencio, la belleza de la piedra y su color en el color del campo. Debería considerarse la ternura como una de las perspectivas desde la que uno puede contemplar analíticamente un monumento.Ahora entiendo por qué Juan Rosco, un lugareño —de Montánchez— que redescubrió esta preciosidad, se dedica a la poesía visual. Y busco mi ejemplar de Opus lucis, de Hilario Bravo, el catálogo de sus piezas expuestas en Santa Lucía hace años, para comprender mejor todo.
Merece la pena pasear por aquí de vez en cuando. Entre otoño e invierno, la próxima.
sábado, septiembre 01, 2007
Cantigas de amigo y de loor
No hay cosa mejor que una enmienda a tiempo. En la segunda noche del VIII Festival de Música Antigua de Cáceres cambió todo en el Museo de las Veletas. La disposición de las sillas, que miraban ayer hacia la pasarela y la plataforma que servía de escenario elevado. Qué diferencia. En lo visual y en lo acústico, como es natural. Y en la música, su ejecución, y su fuente, las cantigas de amigo y de Santa María. Una delicia.
Seis músicos en el escenario —una mujer, Patrizia Bovi, y cinco hombres—, cornetas, flauta, dulzaina, viola, timbales, pandereta, darbuka, guitarras, rabel, gaita... Llenaron la noche con la grandeza del arte y con voces bien templadas, a mi corto entender en estas materias de oreja. Ensemble Micrologus llevan, creo, más de veinte años investigando sobre la música medieval, reconstruyendo instrumentos —mimándolos, como el percusionista cuando mojaba la piel de uno de los timbales, la acariciaba ayer— y construyendo una escena musical.
Pasar hora y media sublime en un rincón de la ciudad monumental de Cáceres con tamaño disfrute no tiene precio. Bueno, sí: 6 €. Hoy sábado, un oficio de difuntos —no hay que asustarse, por eso en latín, suena mejor— de Sebastián de Vivanco (1551-1622). Sea.
Seis músicos en el escenario —una mujer, Patrizia Bovi, y cinco hombres—, cornetas, flauta, dulzaina, viola, timbales, pandereta, darbuka, guitarras, rabel, gaita... Llenaron la noche con la grandeza del arte y con voces bien templadas, a mi corto entender en estas materias de oreja. Ensemble Micrologus llevan, creo, más de veinte años investigando sobre la música medieval, reconstruyendo instrumentos —mimándolos, como el percusionista cuando mojaba la piel de uno de los timbales, la acariciaba ayer— y construyendo una escena musical.
Pasar hora y media sublime en un rincón de la ciudad monumental de Cáceres con tamaño disfrute no tiene precio. Bueno, sí: 6 €. Hoy sábado, un oficio de difuntos —no hay que asustarse, por eso en latín, suena mejor— de Sebastián de Vivanco (1551-1622). Sea.
La ilustración es una miniatura de un manuscrito de las Cantigas de Santa María conservado en la Biblioteca del Monasterio de El Escorial.