No quiso cantar después de una mala actuación de don Antonio Chacón por no dejar en evidencia al maestro. Se llevó a Juanito Valderrama de una fiesta porque se rieron de él, porque cerraba los ojos al cantar; “—Vámonos de aquí, Juanito, que tú no eres un cantaor de borrachos”, dicen que dijo. Se casó con su compañera de siempre el mismo día de su muerte, en julio de 1952, a los 59 años. Se pirraba por la música de Chopin. Era Tomás Pavón, el gran genio del cante de todos los tiempos, un cantaor de ensueño, rotundo, y “raro como un perro verde”, en palabras del sabio Manuel Bohórquez Casado, autor del libro que acaba de llegarme como mi mejor regalo de cumpleaños. Viene acompañado de un disco que incluye toda su discografía, 21 piezas. Es el Juan Rulfo del cante flamenco.
Llevaba desde el día de mi cumpleaños esperando el pedido, y hace una semana me encontré en la calle con otro Tomás Pavón, escritor, funcionario de la Diputación de Cáceres, socialista, presentador de un excelente programa de música en Canal Extremadura Radio. Le conté que iba a tener dentro de pocos días el libro de Manuel Bohórquez con el disco. Y me contó una anécdota. Cuando conoció a Antonio Carmona, el de ‘Ketama’, el hijo de Pepe Habichuela —ahí es nada. Cuando Tomás le dijo al Carmona cómo se llamaba, fue y le dijo éste: “—Qué flipe; lo que daría yo por llamarme así.” Se refería al Príncipe de la Alameda, la de Hércules en Sevilla, donde vivió este hombre que nació el 16 de febrero de 1893.
Manuel Bohórquez Casado, Tomás Pavón. El Príncipe de la Alameda. Sevilla, Pozo Nuevo, 2007.
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