Seis músicos en el escenario —una mujer, Patrizia Bovi, y cinco hombres—, cornetas, flauta, dulzaina, viola, timbales, pandereta, darbuka, guitarras, rabel, gaita... Llenaron la noche con la grandeza del arte y con voces bien templadas, a mi corto entender en estas materias de oreja. Ensemble Micrologus llevan, creo, más de veinte años investigando sobre la música medieval, reconstruyendo instrumentos —mimándolos, como el percusionista cuando mojaba la piel de uno de los timbales, la acariciaba ayer— y construyendo una escena musical.
Pasar hora y media sublime en un rincón de la ciudad monumental de Cáceres con tamaño disfrute no tiene precio. Bueno, sí: 6 €. Hoy sábado, un oficio de difuntos —no hay que asustarse, por eso en latín, suena mejor— de Sebastián de Vivanco (1551-1622). Sea.
La ilustración es una miniatura de un manuscrito de las Cantigas de Santa María conservado en la Biblioteca del Monasterio de El Escorial.
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