domingo, julio 31, 2011
La Antígona del siglo XXI
Anoche fuimos Carmen y yo a Mérida —por veinticinco euros las dos entradas, en fila dos, centrados— a ver La Antígona del siglo XXI, la versión de la obra de Sófocles que han escrito Isidro Timón y Emilio del Valle. Desde su estreno estaba entusiasmado por las noticias que me iban llegando. Además, ayer acudí a la función con los deberes hechos, pues dos días antes leí el texto que sirve de base a este espléndido espectáculo, un texto que contiene buena parte de la dirección, como uno luego puede confirmar en lo representado. La primera buena sensación fue el espacio, la Alcazaba, soberbiamente aprovechado, desde las entradas y salidas angulares al centro de un escenario a tierra y gradas perpendiculares, hasta el aprovechamiento de la piedra de la muralla como fondo para proyectar las imágenes de la cámara, el ojo, del ciego Tiresias. Me parece que este espacio, supuestamente alternativo —y tanto, de la época de Abderramán II— de esta edición del Festival de Mérida, se ha convertido, gracias a un espectáculo de calidad, en el verdadero centro de todos los escenarios, y ha superado al del teatro romano, reservado para más focos, más público y actores con más fama, y que, por el momento, no ha cosechado tan buenas opiniones como esta conmovedora —así la calificaba el otro día José Manuel Villafaina— Antígona de nuestro siglo presente. Creo que la música en directo —al piano de Montse Muñoz/Arantxa González, a la fanfarria sobresaliente del coro o al saxo que se queda solo—, la concepción del espacio y, sobre todo, la interpretación de todos los actores —no voy a cansarme en matizar con adjetivos las de Anna Allen como Antígona, Chete Lera como Creonte, Chema de Miguel como Guardián, Carolina Solas como Nodriza o Montse Díaz como Ismene, etc.— son los pilares visibles que sostienen esta magnífica lectura de la Antígona clásica. Anoche, además, con una temperatura estupenda. Sin más incidencias —dentro de mi cobertura— que dos señoras que hablaban entre sí sin saber dónde estaban, mi vecino de silla con el pinrel al aire, casi en la oreja de la chica de la fila inferior, y un murciélago del tamaño de un cernícalo que sobrevoló la escena del epodo, cuando entra Creonte y se sienta en el suelo, tan cansado, casi al final de todo, mientras hablan Nodriza e Ismene. Y el unánime aplauso final. Aplaudo, pues, esta lectura necesaria de la Antígona clásica para hablar de la obligación de enterrar a los muertos, con todas sus lícitas contextualizaciones —el mal uso del poder de hoy, las guerras injustas de hoy, la necesidad del ojo de un José Couso, asesinado por la guerra, usado por un poder que reacciona tarde, el recuerdo de nuestros muertos de ayer, como Ana Tornero Quintana, Villanueva de la Vera, 26 de septiembre de 1936— y con otras licencias como la brillante concepción de un coro que pone desde el principio los puntos sobre las íes imaginarias del teatro, desde las del texto a las de lo interpretado. Aplaudo este excelente espectáculo que va algo más allá que la mera recreación de un clásico.
viernes, julio 29, 2011
Camerinos, de Sergio Parra
© Sergio Parra
Pasen y vean, y disfruten. Y ya está bien de manipulaciones. Sin más enlace, que no merece la pena dar pábulo a la estulticia.
Avisos de la Real Biblioteca
Recibo Avisos desde que apareció. Es el boletín de Noticias de la Real Biblioteca, que viene publicándose desde principios del verano de 1995, bajo la dirección y más de Mª Luisa López-Vidriero, directora de la RB. De las sesenta y tres entregas que se han publicado en papel, solo me faltan cinco —números 1, 6, 8, 10 y 20—, por pérdida o extravío. Descarto el robo, obviamente, y una improbable falta en el envío por Patrimonio Nacional desde aquella fecha hasta esta semana, en la que he recibido el último número, correspondiente al período enero-abril de 2011. La lectura de estos papeles me ha deparado ratos emotivos, como aquel recuerdo de "Tomás y Valiente y los libros" en el mismo febrero de 1996 (núm. 4), cuando ETA mató al insigne historiador del Derecho; modelos de estricta crítica objetiva sobre un mal libro; o el conocimiento de muchos documentos de valor por su rareza. En este último número, la carta en clave caballeresca del capellán Alonso de Alguera al Cardenal Granvela —fondo epistolográfico del que se han dado variadas muestras— fechada en Londres el 15 de octubre de 1554 cuando la boda de Felipe II con María Tudor. Hay una reseña del libro de Fernando Bouza, Hétérographies. Formes de l'écrit au Siècle d'Or espagnol. Madrid, Casa de Velázquez, 2010, con prefacio de Roger Chartier, una nueva y sugerente aportación al estudio de la circulación de lo escrito en el Siglo de Oro. Completan esta entrega de Avisos, la sección casi fija Ex Biblioteca Gondomariensi, con noticias del extraordinario fondo de Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar, que alberga la Real Biblioteca; de cuya colección de cartografía también se da un apunte; y una nota del profesor Pedro Martín Baños sobre un ejemplar único de una edición escolar de 1540 de la Grammatica de Nebrija en la Biblioteca del Monasterio de las Descalzas Reales de Granada. En fin, hacía tiempo que tenía ganas de compartir la lectura y disfrute de uno de estos estraños papeles periódicos que uno recibe.
jueves, julio 28, 2011
Historia de la modernidad
Estoy escribiendo una nueva reseña para la revista Suroeste de otros dos volúmenes de la Historia de la literatura española dirigida por José-Carlos Mainer para Editorial Crítica. En el número 1 ya apareció la de los volúmenes 3 y 6, y supongo que a finales de año saldrá la que ahora estoy terminando. Mucho sugiere la lectura de un volumen de 1.180 páginas como el que han escrito Jordi Gracia y Domingo Ródenas (7. Derrota y restitución de la modernidad 1939-2010), que se ocupa de la literatura más contemporánea; y es un lugar común, o más bien, una obviedad, decir que es difícil hablar de una obra así en el limitado espacio de uno o dos folios, de quinientas o mil palabras. No sé si diré en su momento la tontería de que este es el volumen, entre todos los de la serie, con el "Índice de nombres" más consultado. Hay mucho vivo. Lo diré, seguro; pero de otra manera. Lo que no voy a llevar a esa reseña es este esbozo de relato en el que quiero decir que cuando leo un libro de estas características —que es más para leer que para consultar—, es decir, una historia no al uso de una parte de la literatura, me siento muy bien, porque me permite situarme en la cómoda postura del que aprende, una postura que no abandonaré nunca, sencillamente porque no he aprendido a adoptar otra. Y conste que es el volumen más informativo de todos, con mayor caudal de datos, por ese afán de citar lo más posible que algunos llaman falta de perspectiva histórica. Por eso, más páginas, casi mil doscientas, pero —ojo, lentes— en un cuerpo menor. O sea, más.
miércoles, julio 27, 2011
El síncope de Estocolmo
A Lali y Elías Moro
No sé qué fue lo que me pasó cuando vi a Estocolmo, el perro de mi secuestrador, abatido en el suelo, como tonto.
martes, julio 26, 2011
Memoria de hispanismo
La primera noticia de este libro la tuve en febrero de 2010 en el ascensor del Círculo de Bellas Artes de Madrid, subiendo a la quinta planta con Joaquín Álvarez Barrientos y Germán Gullón. Ambos hablaban de esta obra en preparación, poco antes de que comenzase un homenaje a Carlos Álvarez-Ude. La última fue a finales de este junio, cuando recibí de Joaquín este ejemplar que me he leído en tres sentadas. Memoria de hispanismo. Miradas sobre la cultura española (Madrid, Siglo XXI de España Editores, 2011) contiene textos de hispanistas como Hans-Joachim Lope, Jean Canavaggio, Russell P. Sebold, Nigel Glendinning, Carlos Blanco Aguinaga, Clara E. Lida, Edward Baker, Mª Cruz García de Enterría, Margit Frenk, Álvaro Ruiz de la Peña, Alfonso Botti, Joseph Pérez y Antonio Morales Moya. El libro está coordinado por Joaquín Álvarez Barrientos, a quien se le ocurrió hace unos años esta idea que propuso al entonces director de Siglo XXI Editores, Tim Chapman. Lo explica el propio Joaquín en "Mirar las miradas", la introducción a este volumen que pretende ser "un paso más hacia la Historia del hispanismo, relato que aún espera ser contado." (pág. 13). A la espera de ello, disponemos de este valioso y variado conjunto de textos que en su mayoría son retazos de memoria personal. Casi todos, porque incluso alguno entre los que se centran más en un análisis del carácter y evolución del hispanismo, como es el caso del capítulo del historiador italiano Alfonso Botti, contiene párrafos autobiográficos. Así que solo en los casos de Joseph Pérez y Antonio Morales Moya, los textos que cierran el volumen, puede hablarse de ensayos casi enteramente centrados en un análisis más distanciado de esta disciplina científica del hispanismo. Entre los menos distanciados, el que abre el libro, el texto del siempre ameno y siempre riguroso hispanista alemán, tan vinculado a Extremadura, Hans-Joachim Lope: "Comment peut-on être hispaniste? Etapas de un juego de rol". Me ha tocado la fibra, no solo por hablar de amigos y hechos cercanos, sino por la propuesta que hace a propósito de esa "injusticia" de que en las placas conmemorativas que adornan la antesala de la Iglesia de San Sebastián de Madrid solo aparezcan hombres "—de los Moratines a Emilio Castelar— y que nadie piensa en la amiga de José Cadalso [María Ignacia Ibáñez] que descansa también en este lugar. ¿Por qué los dieciochistas europeos no tomamos una iniciativa concertada para fijarle una pequeña placa de bronce? Yo me apuntaría enseguida." (pág. 33). Y yo.
lunes, julio 25, 2011
Capricho extremeño
Guardo un grato recuerdo de las circunstancias que propiciaron la publicación de este libro. Bueno, de este no; de la otra edición de 1999 en la colección La Gaveta de la Editora Regional de Extremadura. Porque este libro, publicado también por la ERE con otro formato, es un nuevo libro, un libro distinto a aquel. Quiero decir que son muchas las diferencias de esta necesaria "segunda edición revisada", que la hacen distinta al libro que concebimos como una antología de tres lectores extremeños en 1998. Objetivamente, es mejor libro que aquel otro. No solo tiene otro empaque editorial, sino que tiene un nuevo prólogo de Andrés Trapiello, escrito en diciembre de 2010 desde el Lagar del Corazón; incluye una nota firmada por Luis Sáez Delgado, director de la Editora Regional de Extremadura e impulsor de esta segunda edición; unas fotografías de Rafael Trapiello; y tres nuevos textos del autor, uno en prosa que fue para el libro Miradas sobre Extremadura (Editora Regional de Extremadura, 2008), y dos poemas, el último dedicado a Fernando T. Pérez González en su muerte, quien imaginó y realizó el proyecto con los dos acompañantes que fuimos Julián Rodríguez y yo. Además, en este nuevo Capricho extremeño hay nuevos textos extraídos de las entregas aparecidas del diario de Trapiello —Salón de pasos perdidos— desde 1999 hasta 2009, es decir, desde Una caña que piensa hasta Troppo Vero.
Pero este Capricho extremeño es nuevo también por lo que le falta. En esta edición, falta el preludio que redactó Andrés Trapiello para la primera, y que ahora el propio autor lo ha considerado prescindible porque las vicisitudes que en él se contaban sobre su llegada a esa casa de Extremadura "no es cosa de repetirlas". Sin embargo, creo que el interés de aquel texto fechado en Las Viñas en la primavera de 1999 tendría vigencia hoy, por lo informativo y por lo que tuvo de mirada íntima sobre lo íntimo y de contrapunto escéptico pero permisivo sobre lo que tres de sus lectores le propusieron. Y falta, además, un buen número de páginas de la primera edición. Faltan fragmentos en los que hay una especial experiencia que conduce al que narra a recordar unas madrugadas en su León natal; faltan pasajes que contienen referencias precisas a algún viaje a poblaciones como Torrecillas de la Tiesa o como Guadalupe. En el relato del viaje a Torrecillas había —hay— una descripción de un rincón y unas gentes de Extremadura que se quedaron varados en la mitad del siglo XIX; en la visita a Guadalupe a ver los zurbaranes se contaba —se cuenta— cómo un fraile viejecito se enardecía al pronunciar los nombres "de Franco, de Mola y demás secuaces" mientras mostraba ciertos detalles del camarín de la Virgen. Y falta también uno de esos momentos hilarantes que yo suelo repetir —y siempre cito la fuente— en los beneficiosos ratos de intrascendencia; a saber, lo del concejal de cultura de Trujillo cuando la visita del embajador americano, y cómo articuló aquello de "Todo antiguo" como único comentario sobre un patrimonio admirable. Es un Capricho distinto, pues, por expurgado. Hace pocos días, Álvaro Valverde escribía sobre el Andrés Trapiello de este Capricho extremeño "que nadie se ha acercado a Extremadura como él, con esa mezcla de respeto y admiración que revelan los millares de páginas que le ha dedicado, imprescindibles para saber quiénes somos y dónde vivimos. Nadie capaz de sacarle a esta angosta esquina (que, por extensión y por intensidad, es un mundo) ese jugo secreto que, como si se tratara de una fruta desconocida y maravillosa, T. ha sabido destilar." Cualquier lector inteligente opinará lo mismo que Álvaro sobre la mirada de Trapiello en este Capricho y en el de 1999 con los textos que ahora no se han reeditado. Yo, a la vista de todos los textos, tengo más razones para seguir gozando con su lectura.
Pero este Capricho extremeño es nuevo también por lo que le falta. En esta edición, falta el preludio que redactó Andrés Trapiello para la primera, y que ahora el propio autor lo ha considerado prescindible porque las vicisitudes que en él se contaban sobre su llegada a esa casa de Extremadura "no es cosa de repetirlas". Sin embargo, creo que el interés de aquel texto fechado en Las Viñas en la primavera de 1999 tendría vigencia hoy, por lo informativo y por lo que tuvo de mirada íntima sobre lo íntimo y de contrapunto escéptico pero permisivo sobre lo que tres de sus lectores le propusieron. Y falta, además, un buen número de páginas de la primera edición. Faltan fragmentos en los que hay una especial experiencia que conduce al que narra a recordar unas madrugadas en su León natal; faltan pasajes que contienen referencias precisas a algún viaje a poblaciones como Torrecillas de la Tiesa o como Guadalupe. En el relato del viaje a Torrecillas había —hay— una descripción de un rincón y unas gentes de Extremadura que se quedaron varados en la mitad del siglo XIX; en la visita a Guadalupe a ver los zurbaranes se contaba —se cuenta— cómo un fraile viejecito se enardecía al pronunciar los nombres "de Franco, de Mola y demás secuaces" mientras mostraba ciertos detalles del camarín de la Virgen. Y falta también uno de esos momentos hilarantes que yo suelo repetir —y siempre cito la fuente— en los beneficiosos ratos de intrascendencia; a saber, lo del concejal de cultura de Trujillo cuando la visita del embajador americano, y cómo articuló aquello de "Todo antiguo" como único comentario sobre un patrimonio admirable. Es un Capricho distinto, pues, por expurgado. Hace pocos días, Álvaro Valverde escribía sobre el Andrés Trapiello de este Capricho extremeño "que nadie se ha acercado a Extremadura como él, con esa mezcla de respeto y admiración que revelan los millares de páginas que le ha dedicado, imprescindibles para saber quiénes somos y dónde vivimos. Nadie capaz de sacarle a esta angosta esquina (que, por extensión y por intensidad, es un mundo) ese jugo secreto que, como si se tratara de una fruta desconocida y maravillosa, T. ha sabido destilar." Cualquier lector inteligente opinará lo mismo que Álvaro sobre la mirada de Trapiello en este Capricho y en el de 1999 con los textos que ahora no se han reeditado. Yo, a la vista de todos los textos, tengo más razones para seguir gozando con su lectura.
domingo, julio 24, 2011
Juan Goytisolo y Julio Ortega
En la tercera sección de la colección de ensayos Disidencias (1977) de Juan Goytisolo se publicó una extensa y muy utilizada entrevista dividida en tres partes que le hizo por escrito el profesor Julio Ortega entre 1972 y 1973. Según la nota de Disidencias, las respuestas de Goytisolo fueron impresas, por separado, en publicaciones como Eco, Revista de Occidente, Diorama de la Cultura..., y se reunieron, en inglés, en el volumen de la primavera de 1975 del Texas Quaterly. A finales del pasado año, se publicó este libro confeccionado por Julio Ortega en homenaje a Juan Goytisolo (Julio Ortega, Diálogos con Juan Goytisolo en el Territorio de La Mancha, Madrid, Del Centro Editores, 2010). Lo busqué y lo compré, sin saber que se trataba de un libro singular editorialmente hablando, que la tirada era de cien ejemplares numerados y firmados por Julio Ortega, y sin conocer su contenido; movido solo por el interés que tengo por todo lo que escribe Juan Goytisolo y, en este caso, Julio Ortega, autor a quien también conozco. Aquí, aunque dividida en solo dos partes, se publica íntegra aquella conversación demorada entre Goytisolo y Ortega, con alguna levísima corrección. En la nota previa, sin embargo, se dice que la serie de conversaciones se remonta a 1970-71, cuando Juan y Julio se conocieron en la Universidad de Yale, "y prosiguieron a través de preguntas y respuestas hechas por correo"; se añade la revista Triunfo como el primer lugar en el que empezaron a publicarse y luego se da la referencia, aunque no de la primera edición, de Disidencias. "Son una de las fuentes documentales más autorizadas sobre la obra de Goytisolo y se publican ahora por primera vez de forma independiente." En español, añado. Se unen a la entrevista dos textos relacionados con la concesión del III Premio Internacional Don Quijote de La Mancha otorgado por el Gobierno de Castilla-La Mancha y la Fundación Santillana; por un lado la laudatio "Primicias de Juan Goytisolo" que pronunció Julio Ortega en Toledo el 26 de octubre de 2010, y el discurso del premiado ("El Territorio de La Mancha") por ese mismo motivo y en esa misma ocasión. En fin, no quería colocar en mi biblioteca goytisoliana este ejemplar sin dar una mínima cuenta.
jueves, julio 21, 2011
Volante departure y flyer de vuelta
Hace más de un mes que me dieron en la calle este papel volandero o volante. Mi primera noción de la palabra volante, lejos del campo léxico del automovilismo —mi padre nunca tuvo coche—, la tengo asociada al ambulatorio y a la Seguridad Social. De niño —y ahora—, el médico de cabecera te daba un volante para el especialista. Consistía en un papel concordante con la acepción del diccionario de hoja, ordinariamente la mitad de una cuartilla cortada a lo largo, en la que se manda, recomienda, pide, pregunta o hace constar algo en términos precisos. En el Diccionario de Autoridades, un papel volante es un escrito corto y breve que se esparce fácilmente. Algo así como el flyer que me dieron el otro día en el Paseo de Cánovas, que viene a ser a small handbill advertising an event or product. Es decir, que si tuviésemos que traducir al español la palabra flyer llegaríamos, más o menos, a nuestro volante de siempre, casi desde 1739. Cosas de la lengua. Y de la publicidad, que ahora busca el reclamo en el gazpacho lingüístico de la compañía aérea que se anuncia con si compras now, y todos los days, está todo included, en fin, que te piden que compres un flight calentito para este agosto... Fuera de flyer, el papelito se las trae, con su pelador de naranjas gratis. Si no, véase el dorso. Qué good.
De biblioteca
El lunes estuve en la biblioteca de la Real Academia Española leyendo algunos manuscritos de finales del siglo XVIII. Madrid, cómoda de vivir. Tanto —no creo que fuese sugestión por ser julio—, que llegué con mi coche en veinte minutos desde el Paseo de Extremadura hasta un aparcamiento muy cerca de la calle Felipe IV. Muchas plazas vacías, poco tráfico en la superficie, muy poca gente en aquel oasis del Madrid del Casón del Buen Retiro. Y un oasis la biblioteca, con el visible fondo Rodríguez-Moñino que yo tenía que consultar. Un placer. Rosa Arbolí, la directora de la Biblioteca, a quien saludé, no tuvo reparo alguno en indagar algo más sobre mis pesquisas y me procuró una separata rara que yo no habría podido consultar en otro sitio con tanta facilidad. Cerca de ella, otra bibliotecaria se preocupaba por las investigaciones de otro usuario, al que facilitaron tanto su tarea que no tuvo por menos éste que darse cuenta de que había estado haciendo el panoli hasta ese momento. Cosas que pasan. Unas buenas profesionales. Un lugar apacible.
miércoles, julio 20, 2011
Congreso sobre el mundo narrativo de Gonzalo Hidalgo Bayal
© Cristóbal Manuel
Me remite la información el profesor Felipe Aparicio Nevado, de la Université de Haute-Alsace (Francia), conocido por sus estudios sobre la obra de Miguel Delibes. Convocado por el Institut de Recherches en Langues et Littératures Européennes de la citada universidad de la ciudad de Mulhouse, se celebrará allí entre el 18 y el 20 de octubre de 2012 un Congreso Internacional sobre La narrativa de Gonzalo Hidalgo Bayal (L'oeuvre romanesque de G. H. B.) cuya información puede encontrarse aquí en francés. Las propuestas de comunicación pueden enviarse hasta el 20 de enero de 2012. Los idiomas del congreso son el francés y el español y las actas se publicarán en español. La inscripción es de 60 euros para profesores y de 30 para doctorandos. Me alegra mucho que una obra tan sobresaliente como la de Gonzalo Hidalgo suscite la convocatoria de una reunión de investigadores hispanistas y comparatistas fuera de España, y estoy seguro de que deparará resultados iluminativos sobre sus novelas y relatos, sobre un mundo literario que no me canso de recomendar conocer. El otro día, sin ir más lejos, a una profesora americana.P.S.: La foto es de Cristóbal Manuel para El País, y creo que está tomada en el otoño de 2008, en Plasencia, en la cafetería del Hotel Alfonso VIII.
sábado, julio 16, 2011
Del otro lado
He viajado con este libro a Portugal. Allí lo he leído. No sé si por convencimiento de que no es lo mismo leer Las uvas de la ira en Oklahoma que hacerlo en Cáceres. No deja de ser una sugestión tonta. Porque con el libro de Ana Olivera puede ocurrirte lo que a mí, que te defrauda si buscas otra mirada sobre el paraje que miras; por ejemplo, el parque Peneda-Gerês, que merece unas páginas en este libro que no concuerdan con lo que he contemplado. No es, pues, un libro de viajes ni una crónica. Se trata de un relato intimista de muy agradable lectura. Aquí o en las sangrientas Feroe. He sentido más con los pórticos literarios de las cuatro secciones de esta obra y con algunos de sus meandros reflexivos que con la mayor parte de sus estaciones íntimas —en Lisboa, Évora, Melides, Nazaré, Braga, Guimarães, Óbidos, Monsaraz, Coimba, Praia da Luz, Estremoz...— y con el más que meritorio intento de construcción de una historia —novela, literatura, y no crónica, para un lector como Álvaro Valverde— con sus agonistas, en la que entreveo claves de lectura más allá de las notas y agradecimientos con los que se cierra esta opera prima. He viajado con este libro a Portugal y allí lo he leído.
[Ana Olivera, Del otro lado. Mérida, ERE (Col. Viajeros y estables), 2010]
viernes, julio 15, 2011
Soajo
© CMD
He elegido como primera postal de este viaje portugués-galaico esta de los espigueiros de Soajo, en la sierra de Peneda-Gerês. Están sobre una prominencia privilegiada del terreno que hace de aquel espacio algo especial, si no fuese por la impertinencia de una antena parabólica sobre el tejado de una de las vecinas casas modernas, que no muestro. Esas construcciones elevadas sobre pedestales siguen permitiendo almacenar el grano de maíz y protegerlo de los roedores, y son un vestigio de un sentido comunitario que gusta, como el abigarramiento del cementerio vecino. Me ha parecido un buen primer recuerdo de unos días con buena temperatura, demasiada llovizna y poco sol.
jueves, julio 07, 2011
Cuadernos del Matemático, 46
La cubierta es de Evaristo Delgado. Sigue siendo una revista increíble Cuadernos del Matemático. Solo un par de apuntes. Me alegro de que abra el cuadernillo de poemas ("Noticias de...") José Antonio Zambrano con un texto que ya conocía, dedicado a Ángel Campos Pámpano. ¿Dónde mejor, Ezequías? Y me divierto con la primera muestra en papel de uno de los primeros encuentros en la tercera fase de César Nicolás (@Estoyenamoradodeladygaga@), que debe de andar por otra dimensión, aunque el lunes le vi a lo lejos en la Plaza Mayor con su sombrero de noche. Por eso me sorprende encontrármelo en letras e imágenes impresas, como si hubiese claudicado después de sus intentos digitales. Sin embargo, si uno tiene la (pa)ciencia de seguir las indicaciones, resulta, a la postre, una ideal combinación de formatos que dice mucho del futuro que nos espera; bueno, bueno, dentro de lo malo. Impresiona. Ya conocía sus cosas. Las de César Nicolás. El chiste flojo sería decir que tienen gracia. Porque comparo lo de César con lo de Gracia. Lo de Antonio Gracia, que también colabora ("La voluntad de saber") en la revista. Es lo que tienen los Cuadernos, que hay velas para San Miguel y velas para el diablo. Resulta, después de lo de Lady Gaga, tan enternecedor lo de Gracia, con su sentido común, su necesidad, su civismo, su fijeza... Fijémonos, pues dice: "hay sólo un bien: y es el conocimiento; existe sólo un mal: es la ignorancia". El bien y el mal que están en el lema de Gómez Manrique que encabeza el artículo: "... que leáis, / porque, sabiendo, sepáis / discernir el bien del mal." Además, Antonio Gracia nos recuerda que transmitir la cultura sin enseñar a amarla es un error y que quienes pretenden acabar con la cultura olvidan, "contumaces, que el ansia de aprender, la voluntad de saber, es tan fuerte y poderosa como el instinto de supervivencia y la curiosidad connatural, genética, insaciable y progresiva." Me ha gustado también porque coincide con mi lectura de la antología de A.G. que acaba de aparecer, en edición y prólogo de Ángel L. Prieto de Paula, en la colección "Signos" de Huerga y Fierro, El mausoleo y los pájaros. Lo bueno, por ahora, es que Cuadernos del Matemático sigue siendo una revista increíble. Increíble también su Homenaje a Góngora de su suplemento. Increíble.
miércoles, julio 06, 2011
Ex Cátedra, Pedro M.
Acusica
La clave de este hallazgo está en unas palabras de Pedro M. Cátedra en un libro con el que aún estoy: "He tenido la tentación de sembrar de '[sic]' el texto allá donde se localizan estos usos impropios o erróneos, pero no he sucumbido por la incomodidad de la lectura y por la obviedad de los mismos, sin dar de lado a que el autor considera que este proceder tiene un aire tan pretenciosamente acusica como irrespetuoso para con la mayoría de lectores de este libro, que reconocerán todos y cada uno de los casos que pudieran así denunciarse." (G. B. Bodoni y los españoles, pág. 179).
lunes, julio 04, 2011
Las Canciones de Bilitis
Los años y el empeño de un amigo editor artesano me han permitido revivir una lectura antigua, aunque ahora en su original francés. Una de aquellas lecturas de universitario en los últimos años de carrera en una colección de fuste por lo que supuso para la formación lectora de una generación; o varias ya. Fue la colección Visor de Poesía —Rimbaud, Perse, Blas de Otero...—, y el título es Las canciones de Bilitis, de Pierre Louÿs (1870-1925), que publicó Visor en traducción de Mariano Navarro, si no estoy equivocado, a principios de los ochenta. Yo creo que la leí por un ejemplar de mi hermano Josemari, como tantas otras cosas. Las ha reeditado ahora Javier Alcaíns en su sello Javier Martín Santos Editor. Pero no es cualquier cosa lo que ha hecho. (De verdad; no es lo mismo escribir aquí sobre el último libro de poemas leído, o sobre una novela o un brillante ensayo literario, que hacerlo sobre un libro-objeto como éste, sobre un prodigio editorial en su día y que ahora se recupera. No es lo mismo escribir sobre lo leído que intentar mostrar con palabras una perla.) Es una reproducción de la edición de Les chansons de Bilitis que se publicó en París (Collection Pierre Corrard) en 1922 con ilustraciones de George Barbier grabadas en madera por François-Louis Schmied, el impresor e ilustrador ginebrino que se ha reencarnado en Cáceres, gracias a este su ahijado Javier Alcaíns, ilustrador e impresor como Schmied, su valedor aquí. No sé. Todo lo que faltaba a la lectura de los sugestivos textos de Louÿs lo ofrece ahora esta edición ilustrada, pues tiene la virtud de amenizar la lectura con el don de otra belleza, la de esas muchachas de Amathonte que muestran sus formas delicadas, pubis angelicales insinuados tras cyclas transparentes, la de esas maneras de la sensualidad hecha color y que uno acaricia consciente al pasar una página o sostener una lámina. Otra forma de leer, sin duda.