lunes, julio 25, 2011

Capricho extremeño

Guardo un grato recuerdo de las circunstancias que propiciaron la publicación de este libro. Bueno, de este no; de la otra edición de 1999 en la colección La Gaveta de la Editora Regional de Extremadura. Porque este libro, publicado también por la ERE con otro formato, es un nuevo libro, un libro distinto a aquel. Quiero decir que son muchas las diferencias de esta necesaria "segunda edición revisada", que la hacen distinta al libro que concebimos como una antología de tres lectores extremeños en 1998. Objetivamente, es mejor libro que aquel otro. No solo tiene otro empaque editorial, sino que tiene un nuevo prólogo de Andrés Trapiello, escrito en diciembre de 2010 desde el Lagar del Corazón; incluye una nota firmada por Luis Sáez Delgado, director de la Editora Regional de Extremadura e impulsor de esta segunda edición; unas fotografías de Rafael Trapiello; y tres nuevos textos del autor, uno en prosa que fue para el libro Miradas sobre Extremadura (Editora Regional de Extremadura, 2008), y dos poemas, el último dedicado a Fernando T. Pérez González en su muerte, quien imaginó y realizó el proyecto con los dos acompañantes que fuimos Julián Rodríguez y yo. Además, en este nuevo Capricho extremeño hay nuevos textos extraídos de las entregas aparecidas del diario de Trapiello —Salón de pasos perdidos— desde 1999 hasta 2009, es decir, desde Una caña que piensa hasta Troppo Vero.
Pero este Capricho extremeño es nuevo también por lo que le falta. En esta edición, falta el preludio que redactó Andrés Trapiello para la primera, y que ahora el propio autor lo ha considerado prescindible porque las vicisitudes que en él se contaban sobre su llegada a esa casa de Extremadura "no es cosa de repetirlas". Sin embargo, creo que el interés de aquel texto fechado en Las Viñas en la primavera de 1999 tendría vigencia hoy, por lo informativo y por lo que tuvo de mirada íntima sobre lo íntimo y de contrapunto escéptico pero permisivo sobre lo que tres de sus lectores le propusieron. Y falta, además, un buen número de páginas de la primera edición. Faltan fragmentos en los que hay una especial experiencia que conduce al que narra a recordar unas madrugadas en su León natal; faltan pasajes que contienen referencias precisas a algún viaje a poblaciones como Torrecillas de la Tiesa o como Guadalupe. En el relato del viaje a Torrecillas había —hay— una descripción de un rincón y unas gentes de Extremadura que se quedaron varados en la mitad del siglo XIX; en la visita a Guadalupe a ver los zurbaranes se contaba —se cuenta— cómo un fraile viejecito se enardecía al pronunciar los nombres "de Franco, de Mola y demás secuaces" mientras mostraba ciertos detalles del camarín de la Virgen. Y falta también uno de esos momentos hilarantes que yo suelo repetir —y siempre cito la fuente— en los beneficiosos ratos de intrascendencia; a saber, lo del concejal de cultura de Trujillo cuando la visita del embajador americano, y cómo articuló aquello de "Todo antiguo" como único comentario sobre un patrimonio admirable. Es un Capricho distinto, pues, por expurgado. Hace pocos días, Álvaro Valverde escribía sobre el Andrés Trapiello de este Capricho extremeño "que nadie se ha acercado a Extremadura como él, con esa mezcla de respeto y admiración que revelan los millares de páginas que le ha dedicado, imprescindibles para saber quiénes somos y dónde vivimos. Nadie capaz de sacarle a esta angosta esquina (que, por extensión y por intensidad, es un mundo) ese jugo secreto que, como si se tratara de una fruta desconocida y maravillosa, T. ha sabido destilar." Cualquier lector inteligente opinará lo mismo que Álvaro sobre la mirada de Trapiello en este Capricho y en el de 1999 con los textos que ahora no se han reeditado. Yo, a la vista de todos los textos, tengo más razones para seguir gozando con su lectura.

1 comentario:

  1. Andrés Trapiello, en su blog (http://hemeroflexia.blogspot.com/2011/07/capricho-extremeno.html), me escribe una carta abierta sobre esta entrada. Saludos.

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