El miércoles 24 se presentó en Cáceres la última novela de Pilar Galán, Ni Dios mismo (Mérida, De la luna libros), en un acto que llenó el salón del Colegio Mayor Francisco de Sande. Qué alegría da tener que sentarse necesariamente en las únicas sillas disponibles. Y más, si es al lado de Maribel y Basilio. Compañeros profesores, amigos, familiares de Pilar... Un familiar, Carmen Galán, leyó el texto que había escrito para la ocasión Santos Domínguez, que no pudo asistir —no por "razones ajenas", como se dijo en un lapsus, sino por otras bien propias—, y que puso en su sitio el género. ¡Ah, el género! La novela histórica (?). Y un profesor de Historia, Miguel Ángel Melón, también participó. Sé que se mordió la lengua. Porque hay mucho que decir sobre esos productos que tanto gustan a algunos lectores. Si Pilar no ha querido hacer una novela histórica, si Ni Dios mismo no es una novela histórica, si Santos habla de "subgénero" y si Miguel Melón no cree en la cosa... ¿Entonces? La próxima vez yo aprovecharía a Miguel Ángel Melón como buen lector de buena literatura. Sin más.
Jaime Naranjo me tiene reservado un ejemplar de la novela. No sé hasta cuándo, porque siguen diciéndole que vender libros es pesado, y creo que ya está en conversaciones con J.R. Alonso de la Torre —es espléndido y sugerente su viaje por la Raya de Extremadura y el Alentejo La frontera que nunca existió, en la Editora Regional de Extremadura— para montar un ruidoso bar de copas en La Madrila. Aquí en Cáceres. En donde el otro día se presentó la novela de Pilar Galán. Felicidades, Pilar.
viernes, mayo 26, 2006
sábado, mayo 20, 2006
La pertinacia de Antonio Gómez
Ayer estuvo en casa Juan Manuel Barrado (ahora, si me empino, puedo ver, casi al ras del suelo, la ventana de su cocina. Somos vecinos desde hace meses). Me regala siempre su amistad y su confianza, como el otro día, al darme a leer sus Fragmentos de cal, unos versos en los que anda trabajando y que quiere dedicar a Felipe Núñez, y en los que yo veo también una dedicatoria implícita a Antonio Orihuela (y a Miguel Labordeta, a César Vallejo, a Paul Celan, a Vicente Aleixandre...). A veces, como ayer, me regala algún libro o me muestra otros hallazgos. Ayer me dejó ver el "catálogo" de la exposición Cuadernos escolares que hasta el 15 de junio puede verse en la Biblioteca de Extremadura en Badajoz. No pude estar en la inauguración el pasado lunes y sólo he tenido un rato, gracias a Juanma, para contemplar lo que es más que un catálogo de otra de las singulares ideas generosas de Antonio Gómez. Una caja con doce cuadernos más el de introducción e índice que antologa la colección Cuadernos escolares, que se le ocurrió a A.G. hace ya un tiempo y en la que ha involucrado a decenas de artistas y escritores.
Lo de Antonio es una pertinacia amable. Él, calladamente —a veces con una notoriedad callada, como en sordina—, va contándote, al oído casi, su último proyecto y te invita a participar. Al tiempo, lo cuenta a los que pudiesen tener capacidad para su mayor difusión. Y poco a poco va cautivando a todos. Primero, a los que colaboran en su proyecto con sus creaciones —recordemos La Hoja Parroquial de Alcandoria, La Centena, La Pirámide...—, luego, a los que lo materializan en cuidadas ediciones.
Hace años que me dio algunos cuadernos para su distribución entre amigos escritores que ahora leo en el catálogo. Hace poco que me ha dado algunos boletines para su idea de Rh (robos y hurtos), y estoy convencido de que algún día leeremos en un libro confesiones que ni en los más oscuros tiempos de humo y cerrojos.
Lo de Antonio es una pertinacia amable. Él, calladamente —a veces con una notoriedad callada, como en sordina—, va contándote, al oído casi, su último proyecto y te invita a participar. Al tiempo, lo cuenta a los que pudiesen tener capacidad para su mayor difusión. Y poco a poco va cautivando a todos. Primero, a los que colaboran en su proyecto con sus creaciones —recordemos La Hoja Parroquial de Alcandoria, La Centena, La Pirámide...—, luego, a los que lo materializan en cuidadas ediciones.
Hace años que me dio algunos cuadernos para su distribución entre amigos escritores que ahora leo en el catálogo. Hace poco que me ha dado algunos boletines para su idea de Rh (robos y hurtos), y estoy convencido de que algún día leeremos en un libro confesiones que ni en los más oscuros tiempos de humo y cerrojos.
miércoles, mayo 17, 2006
Ángel Campos Pámpano, Premio de Traducción "Giovanni Pontiero"
Por la espléndida antología Nocturno mediodía. Antología poética (1944-2001) de Sophia de Mello Breyner Andresen, que publicó en 2004 Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, el poeta, profesor y traductor Ángel Campos Pámpano (San Vicente de Alcántara, Badajoz, 1957) ha obtenido el VI Premio de Traducción "Giovanni Pontiero" que convocan el Centro de la Lengua Portuguesa/Instituto Camões de la Universidad Autónoma de Barcelona y su Facultad de Traducción e Interpretación. Este premio, dotado con seis mil euros, se convoca un año para traducciones del portugués al catalán y otro año para obras vertidas del portugués al español.
Un reconocimiento merecido a una trayectoria de muchos años —hace veintiséis ya de la versión de A.C.P. de las Odas de Ricardo Reis en Balneario Escrito— y prestigiada por versiones de excelencia de autores fundamentales de la literatura portuguesa contemporánea, desde Pessoa hasta Al Berto, pasando por António Ramos Rosa, Saramago —que le entregará la próxima semana el premio a Ángel—, Carlos de Oliveira o Eugénio de Andrade.
Enhorabuena, amigo.
Un reconocimiento merecido a una trayectoria de muchos años —hace veintiséis ya de la versión de A.C.P. de las Odas de Ricardo Reis en Balneario Escrito— y prestigiada por versiones de excelencia de autores fundamentales de la literatura portuguesa contemporánea, desde Pessoa hasta Al Berto, pasando por António Ramos Rosa, Saramago —que le entregará la próxima semana el premio a Ángel—, Carlos de Oliveira o Eugénio de Andrade.
Enhorabuena, amigo.
lunes, mayo 15, 2006
16 de mayo
El cumpleaños de Pedro, mañana 16 de mayo. El mismo día que murió Lola Flores nació mi segundo hijo. Nació el mismo día y el mismo mes que —setenta y siete años antes— Juan Rulfo. A la hora en que escribo esto debe de estar repasando conceptos de "Cono" sobre crecimiento y densidad de la población, en España y en Extremadura. Lo nuevo con respecto a lo que yo estudiaba es eso de fijarse en lo más cercano, en la Comunidad propia. Y lo de inmigrantes, tan impensable en los tiempos de la emigración. Nacimientos menos defunciones, dice el libro. Como cuando él nació, que se murió Lola Flores. Felicidades, Pedro.
sábado, mayo 13, 2006
Francisco Ayala
Yo tenía diecisiete años aquel veintiséis de enero. Escribí esa fecha en la portadilla de mi ejemplar de Los usurpadores. La cabeza del cordero, de Francisco Ayala, la edición de Selecciones Austral con introducción de Andrés Amorós (Madrid, Espasa-Calpe, 1978). Fue uno de los libros —otros eran El beso de la mujer araña de Manuel Puig, los Cuentos de Cortázar en Alianza Editorial...— que componían el lote de uno de los mejores regalos que me han hecho en mi vida. Un premio, más bien, por ganar un concurso literario en el instituto. Los profesores que eligieron aquellos títulos, sin saber que iban a marcarme profundamente con su gesto, fueron MariCarmen Rodríguez y Antonio García. Ella es un privilegio que disfruto cuando voy a Zafra. A él no le veo desde hace veintiséis años.
Mi ejemplar viajó conmigo ayer a Trujillo para conocer a Francisco Ayala. Un grupo de amigos, de la Unión de Bibliófilos Extremeños (UBEx) cenamos con él y con su esposa, Carolyn Richmond. (Viajó también con nosotros el primer tomo de los Cuentos completos de Clarín, en edición de C. Richmond). Y viajaron también mi amigo y compañero José Luis Bernal y Enrique Cidoncha, un conocimiento grato, un joven fotógrafo que nos ha presentado a todos Santos Domínguez y que ha captado imágenes memorables de Ayala. Con él, con Enrique, ayer, su cámara fotográfica.
Disfrutamos poco tiempo de la presencia de Ayala. Suficiente para constatar la presencia de un siglo y ver pasar los nombres y sus ecos. Al llegar a casa, volví a colocar mis libros, sin abrir, en sus estantes. Y Enrique dejó en algún sitio, al llegar a la suya, la bolsa con su cámara, sin sacar. Un acontecimiento.
(Hoy, Francisco Ayala ha participado en Almendralejo en el Día del Bibliófilo que organiza todos los años la UBEx).
Mi ejemplar viajó conmigo ayer a Trujillo para conocer a Francisco Ayala. Un grupo de amigos, de la Unión de Bibliófilos Extremeños (UBEx) cenamos con él y con su esposa, Carolyn Richmond. (Viajó también con nosotros el primer tomo de los Cuentos completos de Clarín, en edición de C. Richmond). Y viajaron también mi amigo y compañero José Luis Bernal y Enrique Cidoncha, un conocimiento grato, un joven fotógrafo que nos ha presentado a todos Santos Domínguez y que ha captado imágenes memorables de Ayala. Con él, con Enrique, ayer, su cámara fotográfica.
Disfrutamos poco tiempo de la presencia de Ayala. Suficiente para constatar la presencia de un siglo y ver pasar los nombres y sus ecos. Al llegar a casa, volví a colocar mis libros, sin abrir, en sus estantes. Y Enrique dejó en algún sitio, al llegar a la suya, la bolsa con su cámara, sin sacar. Un acontecimiento.
(Hoy, Francisco Ayala ha participado en Almendralejo en el Día del Bibliófilo que organiza todos los años la UBEx).
jueves, mayo 11, 2006
Cementerio alemán, Yuste (bis)
Sumo a esa futura antología en formación de los poemas sobre el cementerio alemán de Cuacos de Yuste dos inéditos. Uno es de Santos Domínguez, que tiene fecha de enero de 2006. Es como un díptico: en una tabla, 1945; en la otra, 2005. Ambas llevan sendos lemas de Yeats. El último verso del poema:"Un hombre es extranjero en cualquier cementerio en que repose". El poema de Álvaro Valverde, el padre de la estirpe, no lo conozco; pero sé por él que lo escribió el verano pasado, al amanecer.
Los dos pararon en aquel lugar de paso para hacer el poema. Un motivo poético.
Los dos pararon en aquel lugar de paso para hacer el poema. Un motivo poético.
Juan Goytisolo y José María Ridao en la Plaza de Ibn Marwan
Ha merecido la pena recorrer los noventa kilómetros que separan Cáceres de Badajoz (y la vuelta) para escuchar en el jardín de la Biblioteca de Extremadura a Juan Goytisolo y José María Ridao. Han participado en el I Encuentro Internacional de Cultura del Mediterráneo, que ha ideado y organizado Isabel Barceló con el apoyo de la Consejería de Cultura de la Junta extremeña.
Es el caso que conozco bien lo que han escrito los dos, y he tenido el placer de escucharlos en varias ocasiones; y lo de esta noche (ya ayer) no por previsible ha dejado de tener la frescura de lo que se descubre como dicho por primera vez.
Tengo un año menos que Ridao y, si se me permite, me identifico con él en el modo de lectura de Juan Goytisolo y en haber hallado en esa lectura las puertas que me han llevado a otros autores y otros mundos. Hoy José María Ridao ha rendido justo homenaje a Juan Goytisolo, y cada vez que mencionaba a Blanco White, a Fernando de Rojas, a Américo Castro o a Francisco Márquez Villanueva como sitios motivados por el autor de Don Julián, yo, desde la primera fila cabeceaba empujando el aire, como un infla, quiero decir, un hincha.
El público estaba feliz por estar allí. Un señor tomó el micrófono para decir que estaba feliz. Le contestó Ridao feliz y consciente de que el estado de las autonomías —desarrollo y sostenible, no desarrollo identitario— le permitiese ser feliz en Badajoz. Y Goytisolo me confesó su felicidad por "lo de Barcarrota", que no es ningún crimen, sino una "biblioteca", la hallada emparedada en una vivienda de esa localidad.
Es el caso que conozco bien lo que han escrito los dos, y he tenido el placer de escucharlos en varias ocasiones; y lo de esta noche (ya ayer) no por previsible ha dejado de tener la frescura de lo que se descubre como dicho por primera vez.
Tengo un año menos que Ridao y, si se me permite, me identifico con él en el modo de lectura de Juan Goytisolo y en haber hallado en esa lectura las puertas que me han llevado a otros autores y otros mundos. Hoy José María Ridao ha rendido justo homenaje a Juan Goytisolo, y cada vez que mencionaba a Blanco White, a Fernando de Rojas, a Américo Castro o a Francisco Márquez Villanueva como sitios motivados por el autor de Don Julián, yo, desde la primera fila cabeceaba empujando el aire, como un infla, quiero decir, un hincha.
El público estaba feliz por estar allí. Un señor tomó el micrófono para decir que estaba feliz. Le contestó Ridao feliz y consciente de que el estado de las autonomías —desarrollo y sostenible, no desarrollo identitario— le permitiese ser feliz en Badajoz. Y Goytisolo me confesó su felicidad por "lo de Barcarrota", que no es ningún crimen, sino una "biblioteca", la hallada emparedada en una vivienda de esa localidad.
lunes, mayo 08, 2006
Cementerio alemán, Yuste
Hoy he escuchado en la Facultad de Filosofía y Letras, de la propia voz de su autor, José María Micó, un poema que ya había leído en su libro La sangre de los fósiles (Barcelona, Tusquets, 2005). Ha participado en un recital de poesía junto a Jordi Virallonga y Antonio Jiménez Millán. Una lectura memorable. Por lo triple también.
El poema de J.M. Micó era "Cementerio alemán", uno más de la estirpe iniciada, creo, por Álvaro Valverde en Una oculta razón cuando dedicó un texto al cementerio alemán situado a la orilla de la carretera que une Cuacos de Yuste con el Monasterio. Micó tiene fechado el poema el 15 de noviembre de 2000, "Con Jordi y con Eduard". Es decir, con el citado Jordi Virallonga y con el también poeta Eduard Sanahuja, que le acompañaron ese día en la visita al pequeño cementerio. Micó ha dicho hoy que aquel día de noviembre quedaron los tres poetas en dedicarle unos versos a aquel motivo. Sólo Micó cumplió, ha dicho.
Hace casi exactamente un año que Álvaro Valverde dedicaba un texto en su blog a este motivo poético en que se ha convertido el cementerio alemán de Yuste. Él citaba también otro poema de José Carlos Llop, de La dádiva, y lo de Treinta monedas de José Luis García Martín. Hay otro de Juan Lamillar. Y no sé, si a esta hora, ya habrá uno de Lorenzo Oliván, a quien incitó el propio Álvaro.
Cementerio alemán de Yuste. Un motivo poético.
El poema de J.M. Micó era "Cementerio alemán", uno más de la estirpe iniciada, creo, por Álvaro Valverde en Una oculta razón cuando dedicó un texto al cementerio alemán situado a la orilla de la carretera que une Cuacos de Yuste con el Monasterio. Micó tiene fechado el poema el 15 de noviembre de 2000, "Con Jordi y con Eduard". Es decir, con el citado Jordi Virallonga y con el también poeta Eduard Sanahuja, que le acompañaron ese día en la visita al pequeño cementerio. Micó ha dicho hoy que aquel día de noviembre quedaron los tres poetas en dedicarle unos versos a aquel motivo. Sólo Micó cumplió, ha dicho.
Hace casi exactamente un año que Álvaro Valverde dedicaba un texto en su blog a este motivo poético en que se ha convertido el cementerio alemán de Yuste. Él citaba también otro poema de José Carlos Llop, de La dádiva, y lo de Treinta monedas de José Luis García Martín. Hay otro de Juan Lamillar. Y no sé, si a esta hora, ya habrá uno de Lorenzo Oliván, a quien incitó el propio Álvaro.
Cementerio alemán de Yuste. Un motivo poético.
Escenarios de novela
Desde octubre, al comenzar el curso y hablar en clase sobre El señor de Bembibre de Gil y Carrasco, renuevo a cada poco la lectura de esa novela en los controles que hago a mis alumnos de quinto. Todavía queda, creo, algún rezagado que tiene que hablarme sobre ese texto espléndido. No importa. Yo también he dejado para ahora, para los primeros días de mayo, el conocer de primera mano los escenarios reales de ese espacio textual. No ha sido a propósito, y es que la novela empieza: "En una tarde de mayo de uno de los primeros años del siglo XIV, volvían de la feria de San Marcos de Cacabelos"[...]
Ha resultado una experiencia gratísima contemplar el lago de Carucedo, el castillo de Cornatel —aun con su grúa enorme por las obras de restauración—, el de los Templarios de Ponferrada —incluso con sus restricciones por obras—, las orillas del Sil, los "encendidos picachos de las Médulas" (cap. XXXI), y Villafranca del Bierzo, la patria de Enrique Gil, con su evocación y la de sus páginas. Y patria también de Juan Carlos Mestre, cuya Antífona del otoño en el Valle del Bierzo releo vuelto del viaje y escucho en la palabra de Juan Carlos y la música de Amancio Prada, de Pedro Sarmiento, de Rafael Domínguez, de Cuco Pérez y de Luis Delgado, ese artista.
En el próximo viaje por esas tierras me llevaré el disco para escucharlo en el coche y mi ejemplar iluminado de la edición de El señor de Bembibre en la colección Austral que hace un par de años publicaron Miguel Ángel Muñoz San Juan y Juan Carlos Mestre. Nos hemos prometido volver. Para levantar la vista, sosegados, en la Catedral de León y en el Panteón Real de San Isidoro. Y evocar también escenarios de novela.
Ha resultado una experiencia gratísima contemplar el lago de Carucedo, el castillo de Cornatel —aun con su grúa enorme por las obras de restauración—, el de los Templarios de Ponferrada —incluso con sus restricciones por obras—, las orillas del Sil, los "encendidos picachos de las Médulas" (cap. XXXI), y Villafranca del Bierzo, la patria de Enrique Gil, con su evocación y la de sus páginas. Y patria también de Juan Carlos Mestre, cuya Antífona del otoño en el Valle del Bierzo releo vuelto del viaje y escucho en la palabra de Juan Carlos y la música de Amancio Prada, de Pedro Sarmiento, de Rafael Domínguez, de Cuco Pérez y de Luis Delgado, ese artista.
En el próximo viaje por esas tierras me llevaré el disco para escucharlo en el coche y mi ejemplar iluminado de la edición de El señor de Bembibre en la colección Austral que hace un par de años publicaron Miguel Ángel Muñoz San Juan y Juan Carlos Mestre. Nos hemos prometido volver. Para levantar la vista, sosegados, en la Catedral de León y en el Panteón Real de San Isidoro. Y evocar también escenarios de novela.